Alfonso de Valdés
 
 

Diálogo de Mercurio y Carón


Primer libro

Interlocutores Principales
MERCURIO      CARÓN.

MERCURIO.     Despierta, despierta, Carón.

CARÓN.     Mejor harías tú de callar.

MERCURIO.     ¿No me conosces?

CARÓN.     No me conosco a mí velando, y ¿conoscerte he a ti dormjendo?

MERCURIO.     Luego, ¿duermes tú agora?

CARÓN.     Ya tú lo vees.

MERCURIO.     Véote los ojos cerrados, mas la boca abierta, hablando.

CARÓN.     ¿Nunca viste hablar a nadie dormiendo? Déxame ya.

MERCURIO.     Cata que soi Mercurio y te vengo a pedir albricias.

CARÓN.     ¿Albricias, Mercurio? ¿Assí te burlas de los mal vestidos?

MERCURIO.     Si me burlo o no, agora lo verás. Mas dime primero ¿por qué estás tan triste?

CARÓN.     Necedad sería encubri[r]te mi dolor. Has de saber que los días passados vino por aquí Alastor. Y dándome a entender que todo el mundo estaua rebuelto en guerra, que en ninguna manera bastaría mi barca para passar tanta multitud de ánimas, me hizo comprar vna galera en que no solamente eché todo mi caudal mas aun mucho dinero que me fue prestado. Y agora que la cosa está hecha, me dizen que la paz es ya concluída en España. Y si esto, (Mercurio) es verdad, serme ha forçado hazer banco roto.

MERCURIO.     ¿Qué me darás de albricias si te quito desse cuidado?

CARÓN.     Ya sabes, Mercurio, que quanto yo tengo es tuyo. Pide lo que qui[ ]sieres.

MERCURIO.     Pues eres tan liberal, no quiero sino que a todos los saçerdotes que houieren viuido castos hagas exemptos del pasage.

CARÓN.     Poca cosa me pides.

MERCURIO.     ¿Eres contento?

CARÓN.     Y aun recontento.

MERCURIO.     Pues hágote saber que oí en este día los Reyes de Francia e Inglaterra han desafiado públicamente con mucha solemnidad al Emperador.

CARÓN.     ¿Qué me dizes Mercurio?

MERCURIO.     Esto que oyes, Carón.

CARÓN.     ¿Mándasme que te crea?

MERCURIO.     Sí, y aun más te quiero dezir (porque no pienses hauer comprado tu galera en vano), que avn no sé si te bastará para passar tanta y tan pesada gente como verná.

CARÓN.     Dime, por tu vida, la causa porque te acabe ya de creer.

MERCURIO.     Has de saber que yo dexo toda la christianidad en armas, y en sola Italia cinco exérçitos que, por pura hambre, haurán de combatir. Tu amigo Halastor, soliçitando al papa que no cumpla lo que ha prometido a los capitanes del Emperador que lo pusieron en su libertad, mas que en todo caso procure de vengarse. Allende desto, el Vaiuoda de Trsiluania no ha dexado la demanda del Reyno de Vngría. El rey de Polonia haze gente para defenderse de los tártaros. El rey de Dinamarca busca ayuda para cobrar su reyno. Toda Alemaña está preñada de otro mayor tumulto que el passado a causa de la secta lutherana y de nueuas diuisiones que aún en ella se leuantan. Los ingleses murmuran contra su rey porque se gouierna por vn cardenal y quiere dexar la reyna su muger, con quien ha viuido más de veinte años y mouer guerra contra el Emperador. El Rey de Franç[i]a tiene sus dos hijos mayores presos en España. Los françeses, pelados y trasquilados hasta la sangre, dessean ver principio de alguna rebuelta para desechar de sí tan gran tyranía. ¿No te paresce, Carón, que haurás bien menester tu gale[r]a?

CARÓN.     La vida me has dado Mercurio. Nunca tú me sueles traer sino buenas nueuas. ¿Cómo no me dizes nada de España?

MERCURIO.     No, porque sóla essa prouincia está en paz y mantiene fuera de casa la guerra.

CARÓN.     ¿De dónde les vino a éssos tanta felicidad?

MERCURIO.     Tienen tal príncipe, quel es causa de toda su felicidad.

CARÓN.     ¿No hauría modo para reuoluerlos?

MERCURIO.     Con mucho trabajo y poco fructo ha entendido en esso tu amigo Alastor.

CARÓN.     ¿Cómo?

MERCURIO.     ¿Bien has oýdo hablar de vn theólogo que llaman Erasmo?

CARÓN.     Y aun no pocas vezes he desseado que me venjesse a las manos esse hombre, porque me dizen ser él muy enemigo de la guerra y que no cessa de exhortar a todos los hombres que viuan en paz.

MERCURIO.     Tal le aprouecha. Procuró, pues, tu amigo Alastor, que todos los frayles se leuantassen contra él, diziendo que era herege porque sabía hauer muchos que se pornían en defenderlo y pensaua sacar de aquí algún alboroto con que desassossegasse a toda España, porque assí como so specie de religión se contienen los ánimos de los hombres en obedientia y sossiego, assí quando en ésta ay alguna diuisión o discordia, todo lo sacro y profano anda alborotado.

CARÓN.     ¡O qué sabio consejo! Veamos, y esso ¿no huuo effecto[?]

MERCURIO.     No, porque tienen los españoles por ynquisidor general vn don Alonso Manrrique, arçobispo de Seuilla, que bastaría su prudencia y bondad para [a]paziguar quantos scándalos en el mundo leuantar se puedan.

CARÓN.     Luego, ¿ese arçobispo estoruó el buen consejo de mj amigo Alastor?

MERCURIO.     No solamente lo estoruó, mas apaziguó la cosa de manera que ya no queda memoria de contienda nj debate.

CARÓN.     ¡Oxalá me veniesse a las manos esse arçobispo, que le traería al Remo diez años en pena de su maleficio! Veamos, Mercurio, ¿no hauría medio para embiar alguna otra discordia?

MERCURIO.     Esso allá lo has de platicar con Alastor, que yo soy más amigo de concordia.
 

CARÓN.     Dime, Mercurio, esse Rey de Franç[i]a que dizes hauer desafiado al Emperador, ¿es por ventura vn Francisco primero deste nombre que fue preso en la batalla de Pauía y lleuado en España y de allí por el Emperador puesto en su libertad?

MERCURIO.     Esse mismo.

CARÓN.     ¿Es possible que Reyne entre los hombres tanta maldad que quiera agora esse Rey en lugar de dar gracias por el beneficio res[c]ibido mouer guerra a aquél de quien lo res[c]ibió?

MERCURIO.     ¿Quién te ha hecho Catón, tan Religioso?

CARÓN.     No pienses que lo digo porque de lo hecho me pese, que bien sé no me lo creerías, mas porque todos tenemos este don de natura, que assí como vn Rey se huelga con la trayción hecha en su prouecho mas no con el traydor, assí nosotros holgamos con vna cosa mal hecha si della pensamos hauer prouecho, mas no con el que la haze.

MERCURIO.     Querría que diesses vna buelta por el mundo y viesses de qué manera está y el trato que anda entre los hombres y veerías quán al reués está de como tú te lo finges.

CARÓN.     No me pesaría de verlo si tuuiesse seguridad muy cierta que no me harían quedas allá; mas, pues tú, Mercurio, lo has visto, bien me lo podrás contar.

MERCURIO.     ¿Ternás tanto espacio para escucharme?

CARÓN.     Guiará entre tanto mj lugarteniente la barca, y nosotros sentados en este prado podremos hablar y a las vezes Reýrnos con algunas ánimas que vendrán a passar.

MERCURIO.     Soy contento, mas mira, Catón, si la barca se anega, no quiero que sea a mj costa.

CARÓN.     No seas, Mercurio, tan temeroso y acaba ya de contarme esso que dizes, pues estamos de nuestro espacio.

MERCURIO.     Tomóme el otro día vn feruentíssimo desseo de ver muy particularmente todas las tierras del mundo y las leyes, vsos y costumbres, cerimonias, religiones y trages de cada vna dellas. Y después de todo ello con los ojos bien mirado, con el entendimiento bien considerado y comprehendido, no hallé en todo él sino vanidad, maldad, aflición y locura. Enojado comigo mesmo de ver en toda parte tanta corrupción, con desseo de ver algún pueblo que por razón natural viuiesse, acordándome de lo que Jesuchristo instituió y hauiendo visto aquellas sanctíssimas leyes que con tanto amor tan encomendadas les dexó, determiné de buscar aquellos que se llaman christianos, pensando hallar en ellos lo que en los otros no hauía hallado. Informándome, pues, de las señales con que Jesuchristo quiso que los suyos fuesen entre los otros conoscidos, rodée todo el mundo sin poder hallar pueblos que aquellas señales tuuiessen. A la fin topando con tu amigo Alastor, y sabida la causa de mi peregrinación, me dixo: «De pura compassión te quiero desengañar, Mercurio. Si tú buscas esse pueblo por las señales que Christo les dexó, jamás lo hallarás. Por esso, si tanto desseo tienes de conoscerlo, toma la doctrina christiana en la mano y, después de bien leýda y considerada, acuérdate de todos los pueblos y prouincias que has en la tierra andado y aquellos que, viuiendo con más policía exterior que otros, viste viuir más contrarios a esta doctrina christiana, sábete que aquéllos son los que se llaman christianos y los que con tanto desseo tú andas buscando.» Como yo esto oý (aunque no diesse entero crédito a las palabras de Alastor), todavía, por saber si era verdad, atiné hazia Europa donde me acordé hauer visto ciertas prouincias que por la mayor parte viuían derechamente contra la doctrina christiana. Y llegado allá, por poderlo mejor comprehender, subíme a la primera spera y desde allí comencé a cotejar lo que veýa en aquellos pueblos con la doctrina christiana, y hallé que donde Christo mandó no tener respecto sino a las cosas celestiales, estauan comúnmente capuzados en las terrenas. Donde Christo mandó que en Él sólo pusiessen toda su confiança, hallé que vnos la ponen en vestidos, otros en diferencias de manjares, otros en cuentas, otros en peregrinaciones, otros en candelas de cera, otros en edificar yglesias y monesterios, otros en hablar, otros en callar, otros en rezar, otros en disciplinarse, otros en ayunar, otros en andar descalços, y en todos ellos vi apenas vna centella de caridad. De manera que muy poquitos eran los que en solo Jesuchristo tenían puesta su confiança. Y donde Christo mandó que menospreciadas las riquezas deste mundo, tengan solamente por fin enrriqu[ ]escer con virtudes sus ánimas, vílos andar por el mundo robando, salteando, engañando, trafagando, trampeando, hambreando. Y de aquellas riquezas que Christo les mandó menospreciar y de aquellas que les mandó buscar ví en ellos muy poco cuydado. Hallaua en la doctrina christiana ser verdadero sabio el que sabía abraçar la doctrina de Iesuchristo y ví que tenían por nescio al que ella se allega[u]a y por sabio al que della se apartaua. Más adelante hallaua ser aquel uerdaderamente poderoso que podía domar y sojuzgar sus apetitos y passiones, y vi que no tenían por poderoso sino al que podía hazer mucho mal, aunque por otra parte de todos los vicios se dexasse vençer. Hallaua ser bienauenturado el que, menospreciadas las cosas del mundo, todo su spíritu tiene puesto con dios, y vi tener entre ellos por bienaventurado al que, allegando muchas cosas mundanas, ningún respecto tiene a dios. Hallaua mandar Iesuchristo que no touiessen vnos de otros embidia, y vi que en ninguna parte tanto como entre ellos reyna. Hallaua serles mandado que, a imitación de los ángeles, guardassen sus cuerpos muy limpios de la suziedad de la luxuria, y vi que entrellos ningún género della se dexa de exercitar. Quiso Jesuchristo que no jurassen, mas que touiessen tanta sinceridad que con su simple palabra fuessen creídos, y veýalos a cada passo jurar, blasfemar y renegar, y que tan poca verdad reyna entrellos que ninguna cosa, aun con juramento, vnos a otros se creen. Hallaua serles mandado que menospreciassen toda ambición y vanagloria, y veía los vnos tan hinchados con dignidades, que ni aun a[ ]sí mesmos conoscían, y los otros tan hambrientos de vanagloria, que ninguna maldad dexauan de poner por obra por alcançar vna dignidad. En muchas partes hallaua reprehendidos los que hazían differencias de linages, teniéndose en más los vnos que los otros, dando a entender ser verdadera nobleza solamente la que con virtud se alcança y por el contrario, vileza la que de vicios es posseída, y vi entrellos tantas differencias por venir vnos de vn linage y otros de otro, que allende las muertes que a esta causa a cada passo se cometen, es cosa estraña ver quán hinchado está entrellos el noble con su nobleza y quán sometidos y abatidos los que no lo son. Quiso Jesuchristo que no se enojassen vnos con otros ni se dixessen malas palabras, mas que procurassen de hazer bien a los que les hiziesen mal, y vílos no solamente dezirse vnos a otros ynjurias, mas matarse y lisiarsse como brutos animales y tener por muy grande affrenta no vengarse de la injuria recebida. Dízeles Iesuchristo que den sus limosnas secretamente, en manera que no sepa la izquierda lo que da la derecha, y ellos solamente hazen secreto las malas obras dignas de castigo, y si dan alguna limosna o hazen alguna obra pía, luego las armas pintadas o entalladas y los letreros muy luengos, para que se sepa quien la hizo, mostrando hazerlo no por amor de dios, mas por respecto del mundo. Dízeles Christo que no daña al ánima lo que entra por la bocca, mas los vicios que salen del coraçón y ellos en el comer muy supersticiosos y en el peccar tan largos y habundantes, que al que yerra en aquello no tienen por christiano, y al que se guarda desto, otro reputan por bestia y es de todos menospreciado y escarnido. Christo loa la pobreza y amen[a]za los ricos, y ellos huyen la pobreza como enemiga y siguen y adoran las riquezas prefiriéndolas a qualquiera otra cosa y haziendo su dios dellas. Reprehende Christo a los que procuran los primeros assie[n]tos y lugares en las congregationes, y ellos con tanta ambición los buscan que aun aquellos que se alaban de seguir la perfeción christiana están en continua discordia sobre sus precedencias, y aun muchas vezes se quiebran a esta causa las cabeças, cosa por cierto digna que de vnos sea reída y de otros muy llorada. Quiso Iesuchristo que estuuiessen tan apartados de tener pleitos, que si alguno por justicia les pidiesse la capa, le diessen también el sayo antes que pleytear con él, y en todo el mundo junto ví tantos pleitos como entrellos. Y vi que por defender cada uno lo suyo y aun por ocupar lo ageno tienen de contino no solamente pleitos, mas muy crueles guerras, y finalmente los vi a todos tan agenos de aquella paz y charidad que Iesuchristo les encomendó, dexándosela por señal con que los suyos fuessen conoscidos, que en todo el mundo junto no ay tantas discordias ni tan cruel guerra como en aquel rinconcillo que ellos ocupan. De manera que cotejando en estas y en otras muchas cosas la doctrina christiana con la vida de aquella gente, hallé que aquéllos deuían ser los que Alastor me hauía dicho. Y por mejor informarme, baxado a la tierra p[re]gunté qué gente era aquélla y todos me dezían que eran christianos. Quando yo aquello oý comencé a dezir: ¡O christianos, christianos! ¿Ésta es la honrra que hazéis a Jesuchristo? ¿Éste es el galardón que le dáis por auer derramado su sangre por vosotros? ¿No tenéis vergüença de llamaros christianos, viuiendo peor que alárabes y que brutos animales? ¿Assí hos queréis priuar de la bienauenturança de que en este mundo y en el otro, siguiendo la doctrina christiana podríades gozar? ¿Este exemplo dáis de vosotros a todas las otras naciones? ¿Para qué queréis conquistar nueuos christianos si los hauéis de hazer tales como vosotros? Estas y otras palabras me verías dezir con tanto e[n]ojo, que parescía arrancárseme las entrañas. Quise ver más particularmente lo que hazían, y vi venir vnos tan hinchados con poco saber, otros con rriquezas, otros con fauores y otros con falsa specie de sanctidad, que no estauan en dos dedos de hazerse adorar por dioses. Y vi a otros andar en hábitos de religiosos, y que por tales les hazían todos reuerentia hasta el suelo, y avn les besauan la ropa por sanctos. Y como yo veýa lo que debaxo de aquel hábito andaua encubierto parescíame que representau[n] alguna farsa. Entré en los templos y vilos llenos de vanderas y de scudos, lanças et yelmos, y pregunté si eran templos dedicados a Marte, dios de las batallas, y respondiéronme que no, sino a Jesuchristo. Pues ¿qué tiene que hazer (dezía yo) Iesuchristo con estas insignias militares? Vi assí mesmo tantos y tan sumptuosos sepulcros, y pregunté si eran de sanctos. Respondi[ér]onme que no, sino de hombres ricos. Salido fuera, vi enterrar vn hombre fuera de la yglesia, y pregunté si era moro o turco, pues no le enterrauan en la yglesia como a los otros. Dixéronme que no, sino tan pobre que no tuuo con qué comprar sepoltura dentro de la yglesia. Pues, ¿cómo?, dezía yo, ¿al que más dinero tiene se haze más honrra en la yglesia de Iesuchristo? En otras yglesias veýa tantos pies, manos, braços y niños pintados en tablas y hechos de cera, y en muchos dellos cosas tan vergo[n]çosas que aun por las plagas quanto más en los templos, no deurían ser admitidas, y pregunté qué era aquello. Dixéronme que vna ymagen que allí estaua hazía milagros. Y a la verdad, ninguno ví que ho[u]iese presentado cosa alguna por hauer[se] librado de la sugeción de los vicios y puesto en la libertad de las virtudes. Vi que estauan muchos hombres y mugeres hincados de rodillas para recebir el cuerpo de Jesuchristo, que tan gran bien en la tierra les quiso dexar, y quíseme juntar a recebirlo con ellos, y llegó vn sacristán a pedirme dineros. Y como no los tenía, le dixe: ¿Y assí también vosotros dais por dineros el cuerpo de Jesuchristo? Salíme de allí gimiendo, y queriendo entrar en otro templo. Hallélo cerrado. Rogué que me abriessen, y dixeron que estaua entredicho y que no podía entrar si no tenía bula. Y sabido adonde tomauan las bulas, fuí a tomar vna, y pidiéronme dos reales por ella. ¿Cómo?, (digo yo) ¿no dexa Jesuchristo entrar en sus templos sino por dineros? Quisiéronme echar mano, diziendo que blasfemaua; yo escapéme fuyendo. Pregunté cómo viuían los sacerdotes de Jesuchristo y mostráronme vnos sentados al fuego con sus mancebas y hijos, y otros reboluiendo guerras y discordias entre sus próximos y hermanos. Estonces dixe yo, ¿y cómo?, ¿los ministros de Jesuchristo, auctor de paz, andan reboluiendo discordias? Pregunté dónde estaua la cabeça de la religión christiana, y sabido que en Roma, me fuý para allá, y como llegué estuue tres días atapadas las narizes del yncomportable hedor que de aquella Roma salía, en tanta manera que no pudiendo allí más parar, me passé en España donde hallé hombres que de noche andauan a matar ánimas por las calles con deshonestíssimas palabras. Fuýme a vn Reyno nueuamente por los christianos conquistado, y diéronme dellos mjll quexas los nueuamente conuertidos, diziendo que dellos hauían aprendido a hurtar, a robar, a pleytear y a trampear. Houe compassión de los vnos y de los otros, y harto de ver tanta ceguedad, tanta maldad y tantas abominaciones, no quise más morar entre tal gente, y marauillándome de los yncomprehensibles Juyzios de dios que tales cosas sufre, me torné a exercitar mi oficio. Todo esto te he querido dezir porque de oi mas no te marauilles de cosa que oyeres dezir.

CARÓN.     Con tan eloquente compañero no sentiría yo el trabajo de guiar la barca. Dime, Mercurio, ¿crees tú que Jesuchristo se huelga que tal gente como éssa se llamen christianos?

MERCURIO.     Si se huelga o no, allá se lo haya. Quanto por mí, yo te prometo que me ternía por muy afrentado si se llamassen mercurianos.

CARÓN.     Lo mesmo me haría yo, y aun los castigaría muy bien si, no queriendo seg[u]ir mi doctrina, se quisiesen honrrar con mi nombre.

MERCURIO.     Assí me paresce que haze agora Jesuchristo.

CARÓN.     ¿De manera que no esperas ver el fin de los males que padeçen hasta que se hayan emendado?

MERCURIO.     En ninguna manera lo espero.

CARÓN.     Con razón. Ven acá, Mercurio. Entre tanta multitud de christianos ¿no hallaste alguno que de veras siguiesse la doctrina christiana?

MERCURIO.     Hallé tan pocos que me oluidaua de hazer mención dellos, pero essos que ay dígote de verdad que es la mas excellente cosa del mundo ver con quánta alegría y con quánto contentamiento viuen entre los otros, tanto, que me detuue algunos días conuersando con ellos y me parecía conuersar entre los ángeles. Mas como los cuytados por la mayor parte son en diuersas maneras perseguidos no osan parescer entre los otros ni declarar las verdades que dios les ha manifestado; mas por esso no dexan de rogar continuamente a Jesuchristo que aparte del mundo tanta ceguedad, viuiendo siempre con más alegría quando más cerca de sý veen la persecución. ¿Has oydo lo que los philósophos disputan de las virtudes de la ánima?

CARÓN.     Muchas vezes.

MERCURIO.     ¿No te parece cosa ympossibile que algún hombre pudiese al[c]açar aquella perfición?

CARÓN.     Y avn más que ympossibile.

MERCURIO.     Pues si viesses de la manera que éstos (que te digo) uiuen, conoscerías hauer muchas ymperficiones en la doctrina de essos philósophos que a tí te parece tan dificultosa de seguir, comparada a la vida déstos.

CARÓN.     Espantado me has con esso. Yo te prometo de ynformarme muy bien de la primera ánima que viere subir por la montaña de cómo haurá viuido. Y agora pues tan complidamente me has esso contado, y tenemos bien proueýda la barca, no se te haga de mal contarme lo que entre esse Emperador y Reyes de Francia Ynglaterra ha passado.

MERCURIO.     De buena voluntad lo haré, porque en este camino yo me he muy bien de todo ynformado; mas no querría que los Juezes me estuuiessen esperando.

CARÓN.     Desso seguro puedes estar, que oy vacaciones tienen.

MERCURIO.     Pues que assí es, está atento, y porque mejor me entiendas de muy lexos quiero començar. Has de saber que muerto vn Rey de Spaña llamado Fernando que para sý y sus sucessores ganó nombre de Cathólico porque éste fue el que acabó de echar los moros de Spaña que la ocuparon y señorearon por muchos tiempos, sucedió en todos aquellos Reynos de Spaña vn Carlos, su nieto, que agora es Emperador, y como al tiempo de su sucessión hallasse guerra entre su predecessor y este Rey de Francia, no queriendo començar a Reynar con guerra, hizo con él paz, y teniendo más respecto al bien público que a su particular prouecho, se obligó a ciertas cosas a que en ninguna manera era obligado, queriendo más desigual paz que iusta guerra. Murió en este medio el Emperador Maximiliano, su agüelo, y leuantósse competencia entre él y el Rey de Francia sobre quál dellos sería elegido por Emperador. Vencieron a la fin la bondad y virtudes deste don Carlos, Rey de España, a la solicitud y dádiuas del Rey de Francia, de manera que de común consentim[i]ento todos los electores del Imperio, (estando él en España), lo eligieron por Emperador, de que el Rey de Francia quedó muy corrido y con iniquo ánimo buscaua opportunidad para hazerle mal. Y desp[u]és que muchas rebueltas houo tramado, a la fin, estando este Emperador en Alemaña entendiendo en la gouernación del Imperio, viendo el Rey de Francia rebuelta a Spaña por la absencia de su príncipe, parecióle tener buena ocasión para executar su mal propósito, y determinado de mouer guerra contra el Emperador, que en vano trabajaua de euitarla, no podiendo bastar iustificaciones ni ofrecimientos para apartarle de tan pernicioso propósito, a la fin embió vn exército en España, y hallándola desproueýda de defensas y muy occupada de guerras ciuiles, fácilmente conquistó el Reyno de Nauarra, y avn entrando en Castilla combatió la ciudad de Logroño, mas los españoles que al tiempo de necessidad a sus príncipes y señores naturales jamás faltaron, dexadas las armas ciuiles se juntaron a resistir el ímpetu de los franceses, y sin esperar a ser por su Rey requeridos les dieron la batalla y los desbarataron hizieron boluer huyendo a sus tierras. Y aquí començó Dios a declarar al mundo la iusticia queste príncipe tenía, dándole vna tan impensada victoria, mas tanpoco bastó esto para quel Rey de Francia se qujsiesse desistir de la guerra. Quando esto vió el papa León décimo, conosciendo por vna parte la justicia del Emperador, y por otra la malicia del Rey de Francia, declaróse por su enemigo en fauor del Emperador, y juntó sus exércitos en Ytalia. Esse mismo año echaron los franceses del Estado de Milán, que tiránicamente le tenían ocupado, restituyendo en él al Duque Francisco María Esforcia. Y a vn mismo tiempo se rendió al Emperador la ciudad de Tornay, que de mucho tiempo antes franceses tenían ocupada.

CARÓN.     No te pese Mercurio si alguna vez por ser mejor informado, te quisiere algo preguntar. Veamos, ¿qué tenía que hazer el Emperador en echar los frances[es] de Ytalia?

MERCURIO.     El estado de Milán es feudo de Imperio y toca al Emperador proueer, no solamente que lo possea el que por derecho lo deue posseer, mas que los súbditos dél sean bien tratados. Hauía, pues, tiránicamente el Rey de Francia ocupado aquel estado y los súbditos dél eran por los franceses maltratados y era obligado el Emperador a quitarlo de las manos del violento ocupador, librando el pueblo de la tiranía que padecía.

CARÓN.     Y veamos, ¿pertenecía a esse Duque Francisco Esforcia que has nombrado esse estado de Milán?

MERCURIO.     A la verdad, más derecho tenía a él el mesmo Emperador, assí por ser feudo que llaman Commisso como por tener dél inuestitura concedida por el Emperador Maximiliano, con consentim[i]ento del Rey de Francia.

CARÓN.     Agora te quiero hazer dos preguntas: la vna, que pues esse estado pertenecía al Emperador, ¿por qué él no lo tomaua para sí?, y la otra será que pues era el Emperador obligado a echar del estado los franceses que tiránicamente lo posseían ¿por qué no lo hauía hecho antes?

MERCURIO.     Mira, Carón, las leyes y los príncipes y señores fueron ordenados para prouecho del pueblo, y el buen príncipe no ha de mirar solamente a lo que la ley manda, ni a lo que el derecho ordena, sino a la intención de los que las leyes ordenaron, que es el bien del pueblo, y si vee que de seguir el derecho o executar la ley verná más danno al pueblo que de dissimularlo, déuelo dissimular hasta que vea tiempo cómo sin danno del pueblo lo pueda mejor hazer. Viendo, pues, el Emperador ser menor mal que los milaneses padeciessen lo que padecían que no el que de excitar nueua guerra se podría seguir, dilató aquello hasta que le vino esta oportunidad para librarlos de aquella tiranía, y librados, aunque pudiera él quedarse con aquel estado, conosciendo cumplir más al sossiego de Ytalia y bien de los milaneses darles vn duque de quien fuessen gouernados que tomarlo para sí, posponiendo su interesse particular al bien vniuersal, lo dió al Duque Francisco Esforça.

CARÓN.     Dígote que nunca vi tanta virtud en vn príncipe, quanto que si muchos déssos ouiesse, bien me podría assentar cabe mi ganancia.

MERCURIO.     No hayas miedo, que yo te prometo que dellos ay tanta falta como de moscas blancas. El anno siguiente tornaron los franceses en Italia, pensando cobrar lo perdido, y no solamente perdieron parte de su exército en la Bicoca y se bol[u]ieron vergonçosamente, mas también perdieron a Génoua con todo lo que de más le quedaua en Ytalia.

CARÓN.     Y dessa Génoua ¿qué hizo el Emperador?, ¿tomóla para sí?

MERCURIO.     Antes la puso e[n] su libertad segund sus fueros y costumbres y quedaron al gouierno della los Adornos, porque conosciessen todos que no se mouía a echar los franceses de Ytalia por ambición ni hambre de señorear, mas solamente por lo que deuía a la iusticia.

CARÓN.     Dígote que essa fue vna virtud muy grande[.]

MERCURIO.     Dizes la verdad, segund lo que agora se usa en el mundo. Pues esse mesmo anno estando el Emperador en sus señoríos de la baxa Alemaña, determinó de passarse en España por acabar de assossegar los ánimos de los españoles que por su absencia hauían andado alborotados, y por estar allí como en fortaleza para defenderse de sus enemigos.

CARÓN.     ¿A qué llamas baxa Alemaña?

MERCURIO.     Flandes, Brabante, Holanda, Gelanda, Arthoes, Namur, Henao, y otras tierras que también llaman Galia Bélgica.

CARÓN.     Ya lo entiendo.

MERCURIO.     Determinado, pues, el Emperador de voluerse a España, venido en Ynglaterra como tenía concertado, el rey le hizo mucha honrra y mui gran recebimento en aquel su reyno y concertó de darle su hija por muger y se declaró por enemigo del rey de Francia, con que el Emperador le prometió pagarle ciento y treinta mill escudos que le daua el rey de Francia cada año hasta que houiesse ganado equiualente recompensa en Francia con que se tornasse a concertar con el mesmo rey de Francia.

CARÓN.     Rezia obligación fue éssa.

MERCURIO.     Dizes verdad, pero conuenía al Emperador hazerla, porque si él no ganara de su parte, aquel Rey de Ynglaterra, pudiérasele concertar con el Rey de Francia y el daño fuera mayor. Estaua también el Emperador en Inglaterra y por fuerça hauía de hazer lo que los ingleses querían, y aun con todo esto creo que no se obligara como se obligó, si el Cardenal de Inglaterra no le dixera que aquello no se hazía con intención, que él houiesse de pagar aquellos dineros, mas porque los del consejo del Rey y todo el reyno viessen como ningún daño recibía el Rey en declararse por enemigo del Rey de Francia.

CARÓN.     Aosadas que dessas palabras nunca yo me fiara.

MERCURIO.     Piensa el ladrón que todos han su coraçón. Mas mira, no se te oluide esse passo, porque lo haurás menester para después.

CARÓN.     Soi contento, pero mira también tú aquella ánima con quánta sober[u]ia viene. Algún sátrapa deue ser. Vamos a hablarla, que luego tornaremos a nuestra plática. Dime, ánima pecadora, ¿quién eres?

ÁNIMA.     De los más nombrados predicadores que houo en mis días. Nunca me puse a predicar que la yglesia no estuuiese llena de gente.

CARÓN.     ¿Qué arte tenías para esso[?]

ÁNIMA.     Fingía en público sanctidad por ganar crédito con el pueblo y quando subía en el púlpito procuraua de endereçar mis reprehensiones de manera que no tocassen a los que estauan presentes, porque como sabes, ninguno huelga que le digan las verdades.

CARÓN.     Dessa manera no aprouechaua tu sermón sino para que el malo perseuerasse con mayor obstinación en sus vicios.

ÁNIMA.     Ni aun yo quería otra cosa.

CARÓN.     ¿Por qué?

ÁNIMA.     Mira, hermano, si yo les dixera las verdades, quiçá se quisieran conuertir y viuir como christianos, y fuera menester que de pura vergüença hiziera yo otro tanto; y desto me quería yo bien guardar.

CARÓN.     De manera que so color de predicar Jesuchristo predicauas Sathanás.

ÁNIMA.     Yo no sé qué cosa es predicar Iesuchristo ni jamás aprendí otra arte sino ésta, y con ella he viuido más a mi sabor que vn papa.

CARÓN.     Pues paga el pasage, que allá te mostrarán a qué sabor has de viuir de aquí adelante.

ÁNIMA.     ¿Yo, passage? ¡Como si no supiesses tú que los frayles somos exemptos!

CARÓN.     Exemios vosotros quanto quisierdes en el mundo, que aquí o me pagarás o me dexarás el ábito.

ÁNIMA.     ¿El ábito? De muy buena voluntad. ¡Oxalá me lo houieras quitado en el mundo!

CARÓN.     ¿Pesáuate de traerlo?

ÁNIMA.     Assí burlando.

CARÓN.     ¿Por qué?

ÁNIMA.     ¿Piensas que es poco trabajo hauer todavía de fingir sanctidad contra su voluntad?

CARÓN.     Agora serás quito desse trabajo. ¿Qué te parece Mercurio? Agora no me marauillo que viuan tan mal los christianos, pues tienen tales predicadores. Dime ¿hay muchos semejantes a éste?

MERCURIO.     Más que sería menester.

CARÓN.     Acá les mostraremos cómo han de predicar. Y tú, prosigue adelante.

MERCURIO.     Venido el Emperador en España vsó de vna gran liberalidad y clemencia, perdonando a todos los que en su absencia por falsas relaciones contra su auctoridad real se hauían leuantado, exceto algunos cuyos delictos fuera crueldad dexar sin castigo. El año siguiente el Rey de Francia tornó a embiar nueuo exército en Ytalia, pensando cobrar aquel estado de Milán, y después de hauer tardado el dicho exército en Ytalia ocho meses fue otra vez por el mes de mayo del año siguiente echado de Ytalia, y el exército del Emperador siguiendo la victoria entró en Francia y tomó muchos lugares de la prouincia de los romanos que agora llaman Proença, y estando sobre Marsella el Rey de Francia, so color de la necessidad que tenía de defender el Reyno, sacó mucho dinero de sus súbditos y ayuntado vn poderoso Exérçitos, dexando el del Emperador en su tierra, el mesmo en persona tomó la vía de Ytalia, pensando cobrar el Ducado de Milán que a la sazón de gente estaua desproueýdo.

CARÓN.     ¿Es possibile, Mercurio, que aya tanta locu[r]a entre los hombres que, con peligro de muerte y tantos trabajos, vayan buscando vna cosa que aun rogándoles con ella, sy fuessen discretos, no la haurían de querer aceptar? ¿Qué cosa es más miserabile ni más trabajosa ay en el mundo que Reynar? Déxame vn poco, Mercurio, philosophar contigo. ¿Puede ser mayor miseria que estar vn hombre en lugar donde ha de temer a todos, tener sospecha de todos y donde sy es bueno, es de los malos, (que son la mayor parte), aborrecido, y se es malo, buenos y malos lo querrían ver muerto? Pues aquella congoxa, aquel desassossiego, aquel ser de todos ymportunado por vna parte y por otra, dame, dame, dame; sy da, llámanle pródigo y sy no da, dízenle que no es digno de ser Rey. Pues sy al libre llamamos bienauenturado, ¿qué mayor sugeción que la del príncipe que a tanta gente y de tantas y tan diuersas condiciones, él solo ha de contentar?¿Qué mayor sugeción que andar siempre cercado de gente [ ] y en ninguna cosa poder viuir a su voluntad? ¿Y que sobre todo esto anden los hombres tan hambrientos por Reynar? ¿Y que este Rey de quien me hablas pudiendo viuir pacíficamente en su Reyno se vaya agora a conquistar los estraños con tantos trabajos de su persona y vida? Que del ánima según lo que me has contado poca cuenta deue hazer. ¡Quánto más bienauenturado es el labrador que, dando su tributo al rey porque lo mantenga en justicia viue a su plazer sin ser notado de alguno[!] ¡Quánto más a su sabor come y duerme el que de sola su casa tiene cuydado, que aquellos que en administrar reynos y señoríos ponen su felicidad [!]. Verdaderamente, o Mercurio, o en el mundo no ay medicina contra la locura o no deue aun por los hombres ser conoscida, teniendo della tanta habundancia como tienen.

MERCURIO.     Cata que me has espantado, Carón y ¿quién te vezó tanta philosophía?

CARÓN.     Parte me ha vezado la razón natural y parte aprendí de Sócrates.

MERCURIO.     ¿Tú de Sócrates? ¿Y quándo?

CARÓN.     Passando en mi barca iua mareado y reuessó tanta philosophía que nos cupo della parte a todos los que íuamos en la barca et yo como el más principal, tomé la mejor y téngola bien guardada. Pero dexemos ya la philosophía y prosigue tu historia.

MERCURIO.     Passado el rey de Francia en Ytalia, fue forçado el Exérçitos del Emperador que estaua en Francia a boluerse como se boluió con gran diligencia en Ytalia. No embargante esto el Rey de Francia ocupó breuemente mucha parte del estado de Milán con la principal ciudad dél.

CARÓN.     En estas ydas y venidas que hazían los vnos y los otros, ¿quién cree quel pobre pueblo no padecia. [?]

MERCURIO.     Ya tú los puedes bien pensar.

CARÓN.     Quiérote, pues, poner vna quistión, Mercurio. Los príncipes, ¿para qué fueron ynstituídos?

MERCURIO.     Para bien y prouecho de la república.

CARÓN.     Pues ¿qué razón ay para que con tanto daño de la república anden los hombres ryñiendo sobre quién gouernará este reyno (o el otro)? Claro está que los que tienen respecto a hazer en su reyno solamente aquello para que fueron ynstituídos, que no querrían serles causa de tanto mal como de la guerra se sigue.

MERCURIO.     Nunca vi tan sabio barquero. Dime tú si sabrás sanar la locura de los hombres y luego te daré yo esso remediado.

CARÓN.     ¿Remediado, Mercurio? Esse remedio daño y no pequeño sería para mí, porque si los hombres touiessen sola vna gota de entendimiento, por marauilla vernía alguno a passar por mi barca.

MERCURIO.     Estuuo, pues, muchos días con tan gran triumpho el Rey de Francia en Ytalia, que quasi todos los amigos y confederados del Emperador le dexaron y se passaron a la parte del rey.

CARÓN.     Deuen éssos andar a viua quien vence.

MERCURIO.     A ratos, como ya en toda parte se vsa.

CARÓN.     ¿Y cuentas también entressos al Papa que llaman vicario de Jesuchristo?

MERCURIO.     En los primeros.

CARÓN.     Yo no te entiendo. ¿Tú no me dixiste agora poco ha que el Papa se declaró contra el Rey de Francia en fauor del emperador?

MERCURIO.     Sí que te lo dixe.

CARÓN.     Pues, ¿cómo es possibile que se mostrasse agora contra el Emperador en fauor del Rey de Francia?

MERCURIO.     Si te acuerdas bien de lo que al principio te dixe del malviuir de los christianos, no te marauillarías desso, quanto más que el que se declaró por el Emperador era el Papa León Décimo, y éste es otro que llaman Papa Clemente .vij que sucedió a Hadriano .vj. maestro del Emperador.

CARÓN.     Agora te entiendo mejor, aunque, por dezirte la verdad, poco menos feo me parece lo vno que lo otro.

MERCURIO.     Pues ¿qué dirías si supiesses lo que el Emperador por este Pontífice hauía hecho?

CARÓN.     No es cosa nueua que los romanos pontífices se muestren ingratos a los que son causa de ponerlos en aquella dignidad.

MERCURIO.     Dizes muy gran verdad, y aun es muy bien empleado que acaezca esso a los que tienen más respecto a sus propósitos e interesse particular que al seruicio de dios y bien vniuersal en la creación del supremo pastor de la yglesia.

CARÓN.     Pues tornando a nuestro propósito, ¿que también el Papa se juntó con el Rey de Francia contra el Emperador?

MERCURIO.     Assí es, mas poco les aprouechó, porque los capitanes del Emperador se dieron tan buena maña, que ayuntando su Exérçitos vinieron a buscar el Rey de Francia, que estaua con el suyo sobre la ciudad de Pauía, y le dieron gentilmente la batalla el día de Sancto Mathía, año de M.D.XXV, y lo vencieron y desbarataron y prendieron al Rey y a los principales capitanes y señores que con él yuan.

CARÓN.     Assí, assí, dessa manera los castigan en mi tierra. ¿Quiéresme dexar aquí vn poco filosofar, Mercurio?

MERCURIO.     No me perturbes agora. Vieras venir luego de todas partes al Emperador, vnos escusando sus faltas y otros, hauiéndolo desseruido, dándole a entender que le hauían seruido. Franceses se temían que el Emperador mandaría passar su Exérçitos en Francia, Venecianos que lo embiara sobre sus tierras, el Papa que a lo menos le querría quitar las ciudades de Parma y Plazencia que por su consentimiento tenía en el estado de Milán, y que después, si se le antojasse haría otro tanto de todo el patrimonio de San Pedro.

CARÓN.     ¿A qué llamas patrimonio de San Pedro?

MERCURIO.     A todas las ciudades, villas y lugares que posseen los romanos pontífices llaman patrimonio de San Pedro.

CARÓN.     Essa te digo yo, Mercurio, que es vna gentil inuención. Yo me acuerdo de ver subir por aquella montaña vn Pedro que dezía hauer sido Vicario de Jesuchristo, y me dixo que no solamente no tuuo patrimonio en el mundo, mas que para ser Vicario de Christo fue menester que dexasse essa miseria que tenía. ¿Agora dizesme tú que tiene tan gran patrimonio?

MERCURIO.     Buena memoria tienes, pero mira Carón, ¿qué sabes tú si estonces conuenía que San Pedro dexasse lo que tenía y agora conuiene que sus successores tomen a los otros lo que tienen?

CARÓN.     ¿Quieres que te diga la verdad Mercurio? Assí como yo me huelgo que ellos lo hagan como tú dizes, assí me parece que conuernía a ellos y a todos que hiziessen lo contrario.

MERCURIO.     ¿De barquero te nos quieres tornar consejero? Calla, pues, si quieres que prosiga mi historia.

CARÓN.     Soy contento, pero veamos primero lo que quiere dezir esta ánima que no va a passar con las otras.

ÁNIMA.     ¿Cómo, Carón? ¿Tanta sober[u]ia has cobrado que has menester vn lugarteniente para tu barca? ¿De quándo acá te vino?

CARÓN.     ¿Eres tú, por dicha, procurador de los embargos?

ÁNIMA.     ¿A qué llamas procurador de los embargos? Yo he sido más de treynta años vno de los principales del consejo de vn Rey muy poderoso, y tenía muchas tierras que gouernaua.

CARÓN.     Mal podías gouernar a los otros si no te supiste gouernar a ti.

ÁNIMA.     ¿Cómo no?

CARÓN.     Porque si bien te gouernaras, no vinieras al infierno.

ÁNIMA.     ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al infierno?

CARÓN.     A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado.

ÁNIMA.     ¡O desuenturado de mí! ¿Que al infierno tengo de yr?

CARÓN.     Desto ninguna dubda tengas.

ÁNIMA.     Apena te puedo creer.

CARÓN.     ¿Por qué?

ÁNIMA.     Cata que yo era christiano y recebí siendo niño el baptismo y después la confirmación. Confessáuame y comulgáuame tres o quatro vezes en el año. Guardaua todas las fiestas, ayunaua todos los días que manda la ygl[es]ia y aun otros muchos por mi deuoción y las vigilias de nuestra señora a pan y agua. Oía cada día mi missa y hazía dezir muchas a mi costa. Rezaua ordinariamente las horas canónicas y otras muchas deuociones, fuy muchas vezes en romería, y tuue muchas nouenas en casas de gran deuoción. Rezaua en las cuentas que bendixo el Papa Hadriano. Daua limosnas a pobres, casé muchas huérfanas, edifiqué tres monesterios y hize infinitas otras buenas obras. Allende desto, tomé vna bula del Papa en que me absoluía a culpa y a pena in articulo mortis. Traía siempre vn hábito de la merced. Al tiempo de mi muerte tomé vna candela en la mano de las del Papa Hadriano. Enterréme en hábito de Sant Francisco, allende de infinitas mandas pías que en mi testamento dexé. ¿Y que con todo esto aya yo agora de venir al infierno? Aýna me harías perder la paciencia.

MERCURIO.     Mira hermano, tú has contado muchas cosas buenas, mas a mi ver sabías dellas mal vsar, teniendo más respecto a cumplir con tu voluntad que nj con la de dios ni con tu oficio. Bueno es guardar las fiestas, pero no las guarda el que se quiere estar ocioso dexando de despachar los negocios que tiene a cargo, no teniendo respecto a lo que gastan y pierden aquellos a quien haze esperar por no despacharlos el día de fiesta. ¿No sabes que haziendo bien al próximo no se rompe la fiesta[?] Bien era ayunar como se acostumbra, y mejor ayunar a pan y agua, pero si a causa del ayuno te venía alguna mala disposición que causaua dilación en los negocios que tenías a cargo, dígote de verdad que pecauas donde pensauas merecer. Bueno es oír missa y bueno rezar las horas canónicas, pero si mientra oýas tu missa y rezauas tus horas dexauas de [o]ýr y despachar los que hauían de negociar contigo y eras causa que se comiessen sus capas en el mesón, dígote de verdad que te valiera mas no oýr missa ni rezar. Si no, dime, por tu fe, ¿tenías siempre tiempo de oýr los negociantes?

ÁNIMA.     Muchas vezes me faltaua.

MERCURIO.     Pues vees aý, ¿no valiera más que mientra ensartauas aquellos salmos que tú no entendías, oyeras y despacharas los negocios que tenías a cargo?

ÁNIMA.     ¿No querías que rezasse?

MERCURIO.     Quando ouieras cumplido lo que eras por razón de tu oficio obligado, bien era que te pusiesses en oración a dios, demandándole gracia para que a seruicio suyo y bien de la república pudiesses exercitar tu oficio. Mira, hermano, no ay oración más grata a dios que cumplir Su voluntad y sabiendo tú ser ella que se haga bien al próximo ¿pensauas seruirlo rezando, con daño del próximo? Por cierto, muy gentil oración era la tuya.

ÁNIMA.     Quanto que si a esso va, los más de los que tienen oficios públicos caen en esse pecado.

MERCURIO.     Pues créeme tú a mí que los que en él cayeren, con él se vernán al infierno. Si tanto les agrada la oración (aunque no sé si se puede llamar oración el ensartar salmos como lo hazéis) no se ocupen en la administración de la república. Dizes después que anduuiste muchas romerías y touiste muchas nouenas, y entre tanto dexarías los pobres negociantes desesperados, esperando tu buelta. Dígote de verdad, que con essas tales romerías y nouenas offendías muy reziamente a dios. Cuentas que edificaste monesterios y diste muchas limosnas a pobres, y que casaste muchas h[ ]uérfanas. Veamos, ¿de dónde tenías dinero para ello?

ÁNIMA.     De mis rentas.

MERCURIO.     Y estas rentas ¿cómo las ouiste?

ÁNIMA.     Parte me dió el príncipe a quien seruía y parte me allegué yo.

MERCURIO.     ¿Pedíasselo tú al príncipe o dáuatelo de su voluntad?

ÁNIMA.     Bueno estaua yo si houiera de esperar que él me lo diera; a la fe, pedíaselo yo y aun si no bastaua pedírselo, importunáualo por ello, allende otras grangerías que tenía para sacárselo.

MERCURIO.     ¿Qué grangerías?

ÁNIMA.     Procuraua de andar siempre a su voluntad y nunca dezirle cosa que le pesasse. Si él dezía algo en consejo, aunque fuesse muy malo, dezía yo que era lo mejor del mundo, y como yo tenía opinión de sanctidad los otros no osauan contradezirme, especialmente siendo el príncipe de mi parte. Con esto hazía dos cosas: ganaua la gracia y amor del príncipe y mucha reputación con el vulgo.

MERCURIO.     ¿Tú no veías que esso era contra dios, dezir bien de lo malo y mal de lo bueno? ¿Nunca leíste, [vae] qui dicitis bonum malum malum bonum?

ÁNIMA.     Bien lo veía, pero dezían que era muy gentil arte para medrar y ganar honrra en el mundo, y que la ofensa que en ello se hazía a dios con los ayunos, limosnas, missas, oraciones, nouenas y peregrinaciones se recompensaua.

MERCURIO.     ¿Quién te dezía esso?

ÁNIMA.     Mis confessores.

CARÓN.     ¿Dáuasles algo?

ÁNIMA.     No de mi hazienda pero hazíales hauer buenas dignidades y aun obispados.

MERCURIO.     Y aun por esso procurauan ellos de contentarte. Veamos, y para allegar lo que tú mismo dizes ¿qué arte tenías?

ÁNIMA.     De muchas maneras se allega que serían largas de contar. Quando la consciencia abre la boca no falta por donde las riquezas entran, especialmente en los que están cabe los príncipes.

MERCURIO.     Pues veamos, ¿querías tú hazer seruicio a dios con lo que ganauas con su ofensa? ¿No sabes que el que sirue a dios con bienes mal ganados es como el que sacrifica al hijo en presencia de su padre?

ÁNIMA.     ¿Qué sé yo? A la fe, ni en las confessiones ni en los sermones no dezían nada desso.

MERCURIO.     De manera que procurando de agradaros os embían al infierno. Dime, quando estauas enfermo ¿pesáuate mucho de morirte?

ÁNIMA.     Pues, ¿no me hauía de pesar?

MERCURIO.     Si tú te acordaras que aquel cuerpo no era sino vna cárcel en que estauas preso y que no eras morador sino caminante en aquel mundo, no solamente no te pesara mas holgaras de salir dél. ¿No has leýdo de Dauid que se quexaua porque biuía tanto, diziendo, Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est? y Sant Pablo, infefix ego homo! Quis me liberabit de [corpore] mortis huius? Y otra vez, cupio dissolvi esse cum Christo. Mas como tú no te[n]ías respeto a más de aquella vida y quiçá dubdauas si hauía otra y para aquélla endereçauas todas tus cosas y por satisfazer al mundo hazías tus buenas obras, no me marauillo que se te hiziesse de mal dexarlo.

ÁNIMA.     El diablo te lo dixo, mas veamos ¿y la bula del Papa Hadriano no me ha de aprouechar?

MERCURIO.     Sé que la bula del Papa no era sino contra las penas del purgatorio, y tú agora vienes al infierno.

ÁNIMA.     ¿Y el habitico de la merced que traýa?

MERCURIO.     Si como lo traýas al cuello por de fuera lo traxeras dentro en tu ánima aprouechárate, pero ¿de qué sirue traerlo sobre el cuerpo no teniendo alguna señal dél en el ánima?

ÁNIMA.     ¿Y los Pater Nostres y Aue Marías que rezé en las cuentas del Papa Hadriano?

MERCURIO.     ¿Cómo quieres tú que te dé dios premio porque le pidas vna cosa si procuras con tus obras lo contrario a ella? Pides a dios que se cumpla su voluntad en la tierra como se cumple en el cielo, y tú en todas tus obras vas contra la voluntad de Dios. ¿Pídesle que te perdone tus pecados como tú perdonas a los que te ofenden y nunca perdonándolos tú a ellos quieres que te perdone dios a ti y después quieres que la Virgen María ruegue por ti, ofendiendo tú continuamente a su hijo?

ÁNIMA.     Luego, ¿ninguna gracia de allí el Papa?

MERCURIO.     Sí, da a los que procuran con obras quanto en ellos es, que se haga aquello que demandan a dios.

ÁNIMA.     ¿No sería razón que nos dixesen esso?

MERCURIO.     Sí, por cierto, pero harto ciego está el que no lo conosce.

ÁNIMA.     ¿Y la candela del Papa Hadriano que me pusieron en el mano qua[n]do me quise morir?

MERCURIO.     ¿Cómo querías tú que te aprouechasse, muriendo sin arrepentimiento de tus pecados y con intención de tornar a ellos?

ÁNIMA.     ¿Y el hábito de San Francisco en que me mandé enterrar?

MERCURIO.     Ven acá; ¿conoscerías tú vna raposa en hábito de hermitaño? ¿Y piensas que dios no conosce vn ruín aunque venga en hábito de bueno? Si tú biuieras como San Francisco, aunque no murieras en su hábito, te diera dios el premio que dió a San Francisco, mas vi[u]iendo tú contrario a la vida de San Francisco, porque al tiempo de tu muerte te vestiesses su hábito, ¿pensauas saluarte con San Francisco? Gentil necedad era la tuya.

ÁNIMA.     Pues dizen que ninguno puede ir al infierno con el hábito de San Francisco[.]

MERCURIO.     Dizen la verdad, que el hábito allá en la sepoltura se queda, mas por esso el ánima no dexa de venirse al infierno.

ÁNIMA.     Y los trentanarios, oficios, missas y limosnas que se han de dezir y hazer por mí ¿tanpoco me han de aprouechar?

MERCURIO.     A los clérigos aprouecharán los dineros que para ello dexaste, que a ti poco fructo pueden hazer acá, viniendo como vienes al infierno.

ÁNIMA.     Pues haz tú agora vna cosa por amor de mí, déxame tornar al mundo para que siquiera me vengue de aquellos que assí me tuuieron engañado.

MERCURIO.     Tarde acordaste, antes aurás de estar aquí penando hasta que tu cuerpo sea enterrado.

ÁNIMA.     ¿Por qué?

MERCURIO.     Porque ninguna ánima puede passar en mi barca cuyo cuerpo no fuere enterrado, y tú touiste del tuyo tanto cuydado que, muriendo en Chipre, lo mandaste enterrar en Carmona como si la tierra de Chipre no fuera tan buena para consumir vn cuerpo como la de Carmona.

ÁNIMA.     ¿No querías que me enterrasse en mi capilla, hauiendo gastado vna infinidad de dineros en la sepoltura que allí tenía fecha?

MERCURIO.     Por cierto, mejor fuera que touieras cuidado de ganar el cielo que de la tierra que hauía de consumir tu cuerpo. Anda pues agora, malauenturada de ti, que acá serás para siempre atormentada. Y tú, Carón, mira si quieres que prosig[ ]a mi historia[.]

CARÓN.     Prosigue.

MERCURIO.     Luego que el Papa supo la rota y prisión del Rey de Francia, hizo liga con el Emperador.

CARÓN.     Cata que no me dizes lo que el Emperador hizo quando le llegó vna tan gran nueua como fue la victoria de Pauía.

MERCURIO.     Estaua estonces el Emperador en vna villa que llaman Madrid y como le llegó la nueua, retrúxose en su cámara y dió gracias a dios por que assí auía querido manifestar su justicia, mas porque fue con derramamiento de sangre christiana no quiso que en su corte se ficiessen alegrías como en semejantes casos hazer se suelen.

CARÓN.     Veamos, y ¿no mandó luego que su Exérçitos passasse en Francia?

MERCURIO.     Antes embió a ofrecer la paz a los franceses si le querían restituir lo que le tenían vsurpado.

CARÓN.     Cata que no te puedo creer.

MERCURIO.     Assí passa, y mientra que el Emperador ofrecía a sus enemigos vencidos la paz, mandando deshazer el Exérçitos que tenían en Milán, el Papa y los otros señoríos de Ytalia, no osándose fiar de la bondad y clemencia del Emperador, se confederaron secretamente contra él, y como esto se descubriesse, fue menester no solamente entretener el Exérçitos, mas que los capitanes del Emperador tomassen en su poder el estado de Milán para assegurarlo, de que cresció en gran manera la sospecha que tenían los señores de Ytalia, pensando que el Emperador quería tomar aquel estado para sí y que después haría lo mesmo con ellos, conosciendo cada uno tener parte de su tierra contra razón y justicia ocupada.

CARÓN.     ¿No me dixiste agora que el Papa hauía hecho nueua liga con el Emperador?

MERCURIO.     Assí es verdad que se hizo, mas no curó [d]él sino que dure lo que durare como cuchar de pan.

CARÓN.     Essa es vna gentil cosa, quanto [que] si vnos a otros no se guardan fe, ¿cómo se podrá viuir entre ellos?

MERCURIO.     En este medio, el Rey de Francia procuró que lo lleuassen, como lo lleuaron, preso en España, y el Emperador le mandó hazer en sus Reynos mucha honrra, no como a preso, mas como a su proprio hermano.

CARÓN.     Marauillas me cuentas desse Príncipe.

MERCURIO.     Pues más te diré, que estando el Rey de Francia en la fortaleza de Madrid, (la qual le hauía sido dada por prisión), cayó tan malo que estuuo en peligro de muerte, y en diziendo al Emperador que si él lo yua a visitar, dándole esperança de su libertad, el consuelo que desto recebiría, sería mucha parte para su salud, luego lo fue a consolar y ver con tanta humanidad y verdadera charidad como si fuera su proprio hermano. Y no obstante los malos tratos en que (aun estando preso) andaua de que el Emperador era bien auisado, a la fin, no solamente fue contento de soltarlo, paresciéndole conuenir assí al bien de la christiandad, mas aun quiso darle por muger la Reyna doña Leonor, su hermana mayor, que era entonces la segunda persona en la sucessión de todos sus Reynos y señoríos, y por arrancar de Rayz: todas las ocasiones de donde solía nascer la guerra, quiso que el vno al otro renunciassen qualquier derecho que pudiessen tener o pretender el vno en las tierras que posseýa el otro, porque no quedasse más causa de contienda ni debate entrellos.

CARÓN.     Dígote Mercurio que esso era tan malo para mí como bueno para ellos. Veamos, ¿y no le pidió algo el Emperador por su rescate?

N.     Ninguna cosa, solamente quiso que le restituyesse el ducado de Borgoña que contra toda razón y justicia le tenía vsurpado por ser cosa muy antigua de su patrimonio, y aun vna parte dél era contento de dar en casamiento a la Reyna, su hermana. Allende desto, que también le restituyesse la villa de Hedin que el año de MDXXII le hauía tomado en el condado de Arthoes. Y el Rey de Francia fue contento de restituirle todo lo que dicho es, y aun él mesmo de su propria voluntad ofreció al Emperador mucho más de lo que él le demandaua. Allende desto ofresció, juró y prometió de contentar al Rey de Ynglaterra de todas las deudas que el Emperador le podía deuer, pues él hauía sido causa dellas. Y este concierto se concluyó a XII de enero del año MDXXVI.

CARÓN.     Pues ¿en qué estuuo el rompimiento?

MERCURIO.     Dezía el Rey de Francia que no podía restituir ni cumplir lo que hauía prometido hasta que estouiesse en su Reyno. El Emperador fue contento de soltarlo, con condición que para seguridad que cumpliría lo que hauía prometido, dexasse en España sus dos hijos mayores en Rehenes, jurando él y prometiendo de boluer a la prisión en caso que dentro de quatro meses después de la conclusión de la capitulación no cumpliesse lo que hauía prometido, y que entrando en su Reyno tornaría a dar la fe de boluer en el dicho caso a la dicha prisión, y en la primera villa de su Reyno donde entrasse, ratificaría la capitulación del concierto que se hauía fecho, y dende a seis semanas lo haría también ratificar por todos los estados de Francia.

CARÓN.     Dessa manera ya deuían pensar todos que no hauría más guerra en la christian[ ]dad.

MERCURIO.     Antes, por dezirte la verdad muy pocos eran los que tenían esperança que el Rey de Francia cumpliría ni guardaría lo que al Emperador hauía prometido porque conoscían su condición.

CARÓN.     Pues ¿por qué se quería fiar dél el Emperador?

MERCURIO.     Mira, Carón, el Emperador veýa los males que padescía la christianidad a causa de la guerra que él tenía con Francia y quiso más poner en peligro todo su Estado que dar lugar a que se pudiesse dezir que pudiéndolo él remediar no lo quería hazer. Pensaua también que el Rey de Francia con aquellas dos aduersidades de su prisión y de su enfermedad, se hauría reconoscido y no querría más tentar a dios. Y aun no contento con estas consideraciones, por assegurar más esta amistad, luego que el concierto fue hecho partió de Toledo para Madrid a verse con el Rey de Francia y allí lo trató con tanto amor y tanta humanidad como si fuera su proprio hermano, y de allí se vinieron juntos a Yllescas a ver la Reyna doña Leonor y se ratificó el casamiento por palabras de presente. ¿No te parece que bastauan estas obras para conuertir vna piedra quanto más vn coraçón humano?

CARÓN.     Marauillado me tienes con la bondad desse príncipe y con la ingratitud dessotro.

MERCURIO.     Pues más te contaré que yendo vna vez juntos [de] camino, ya que se hauían de apartar el vno del otro, el Emperador dixo al Rey de Francia estas palabras: Hermano, ya vedes los males que la christian[]dad ha padescido a causa de nuestras discordias y l[o]s que padescería sy las houiéssemos de continuar; por donde es cierto que para remedio de tantos males permitió dios lo que ha sucedido. Lo que yo por mis embaxadores os he demandado y Vos de vuestra propia voluntad hauéis ofrecido. Y yo también por mi parte (os he otorgado) todo ha sido por parecerme que cumple assí a la paz, sossiego y acrecentamiento de la christiandad, y si otra cosa pensasse, nunca en ello hauría consentido. Y assí como me parece ser éste vn buen medio para el bien de la christiandad, assí conozco que sería la entera destruyción della sy de aquí se tornasse a leuantar otra guerra y pues estamos aquí juntos donde lo podemos todo remediar, y sabéis quánto somos a ello obligados, yo os ruego que muy claramente como de hermano a hermano digáis lo que sentís acerca desto y si tenéis intención de serme buen amigo y guardarme lo que me hauéis prometido o no, porque antes que nos partamos el vno del otro lo dexemos todo concertado de manera que no quede más causa de rompimiento.

     E yo os prometo e doi mi fe y palabra real que no por esso dexe yo de poneros en vuestra libertad hablando Vos lib[ ]remente lo que en esto pensáis de hazer.

CARÓN.     ¡O qué palabras de Príncipe verdaderamentre christiano! Y veamos, esse otro que llaman christianíssimo ¿qué respondió a esso?

MERCURIO.     Hizo mill juramentos, que tenía entera voluntad de conseruar aquella amistad y de cumplir muy enteramente lo que en la capitulación de Madrid hauía prometido sin falta alguna, y assí lo juró ante vna cruz que topó en el camino. Estonces le dixo el Emperador: lo mesmo os prometo y juro yo de seros buen hermano y amigo y guardaros todo lo que por mi parte se os ha prometido, y también os prometo de teneros por vil y ruín si Vos no me guardáis lo que me prometéis. Y con esto se despidieron el vno del otro, y el Emperador tomó el camino para Seuilla y el Rey de Francia muy contento fue lleuado a Fuente[r]rabía donde hauía de ser puesto en su libertad.

CARÓN.     ¿Y es possibile que esse Rey viniesse después a romper lo que con tantos juramentos hauía prometido?

MERCURIO.     Yo te diré que tanto, que en poniendo los pies en su Reyno, luego començó a romper el concierto que hauía fecho, no queriendo tornar a dar la fe de boluer a la prisión en caso que no cumpliese lo que hauía prometido.

CARÓN.     ¿Qué me dizes? ¿Que no tuuo vergüença de romper tan presto su fe?

MERCURIO.     Maldita aquélla. Hauía tanbién prometido de ratificar la capitulación de Madrid en la primera villa de su Reyno y nunca lo quiso hazer.

CARÓN.     Veamos, ¿dezía claramente que no quería cumplir con el Emperador ni ser su amigo?

MERCURIO.     Antes escriuió muchas vezes de su propria mano al Emperador que no touiesse a mal la dilación que hauía en el cumplim[ie]nto de lo que prometió, porque se hazía por buen respecto, y que touiesse por muy cierto que cumpliría enteramente todo lo que le hauía prometido.

CARÓN.     ¿Tenía quiçá entonces yntención de hazerlo?

MERCURIO.     ¿Sabes qué tal intención tenía? Que desde antes que entrasse en su Reyno no solamente tenía determinado de no cumplir lo que hauía prometido y jurado, mas trataua de concertarse con el Papa y otros potentados de Ytalia por hazer guerra al Emperador.

CARÓN.     Pues ¿por qué escreuía al Emperador que lo quería todo cumplir, si no tenía intención de hazerlo?

MERCURIO.     Por tomar al Emperador desproueído.

CARÓN.     ¿Es possible, Mercurio, que sufra la tierra vna cosa como essa? ¿No bastaua dexar de cumplir lo que tenía prometido y jurado, sino que también quiso hazer guerra al que de sieruo y esclauo lo puso en su libertad y de enemigo lo quiso tomar por amigo y cuñado? ¡Y sobre todo quererlo traer siempre engañado y escreuir de su propria mano desde su Reyno que cumpliría lo que no tenía yntención de hazer!

MERCURIO.     Aí verás tú quánto se estiende la maldad que Reyna oy entre los Christianos, pues llamándose ésse christianíssimo, hazía lo que has oýdo, y a la fin quando le pareció tiempo de publicar en Francia la liga que tenían fecha el Papa, el mesmo Rey de Francia, Venecianos y Florentines contra el Emperador, embió a escusarse, diziendo que en ninguna manera podía cumplir lo que por la capitulación de Madrid hauía prometido, specialmente en lo de la restitución de Borgoña, porque los estados de su Reyno no querían venir en ello. El Emperador le respondió que si no podía cumplir aquello, que hiziesse a lo menos lo que no podía negar que no estuuiesse en su mano, que era boluer a la prisión como hauía prometido y jurado. Mas nunca él lo quiso hazer.

CARÓN.     ¡O hydeputa y qué Marco Régulo o qué Rey Joan de Francia para hazer vna cosa como éssa! A esso se andaua.

MERCURIO.     Mira, mira, Carón, con quánta arrogancia viene aquella ánima.

ÁNIMA.     Pássame luego, varquero.

CARÓN.     Spérate que vengan otros. ¿Piensas que por ti solo ha de hazer vn viage mi barca?

ÁNIMA.     Nunca vi barquero tan grossero. ¿Tú no miras con quién hablas?

CARÓN.     Di, pues, ¿quién eres?

ÁNIMA.     El Duque.

CARÓN.     Pues mira, hermano, duques, reyes, papas, cardenales y ganapanes, todos son yguales en mi barca. Si tú tanto te estimauas, ¿por qué no procurauas de subirte al cielo?

ÁNIMA.     Yo harto lo desseaua, mas diéronme a entender que rezando la oración del conde no moriría en pecado mortal ni podría venir al infierno. Pues para el purgatorio tenía yo diez o doze bulas del Papa que me librauan dél. De manera que nunca pensé que el paraíso se me hauía de escapar de las manos.

CARÓN.     Veamos, y entretanto, ¿cómo viuías?

ÁNIMA.     Como los otros, comer y beuer muy largamente, y aun a ratos no me contentaua con mi muger, y todo mi cuydado era de acrecentar mi señorío y sacar dineros de mis vassallos. Y porque me touiessen por buen christiano y por dexar memoria de mí, edifiqué y fundé muchos monesterios y hazía muchas limosnas a frayles, porque me publicassen por hombre de buena vida.

CARÓN.     Pues, si essas buenas obras hazías por el mundo, ya tienes el galardón del mundo. ¿No fuera mejor hazerlas por dios?

ÁNIMA.     Mejor, mas no pensé yo hauerlas menester, teniendo yo por cierto que no se me hauía de escapar el cielo, pues tenía mis bulas y dezía mi oración cada día.

CARÓN.     Pues, ¿cómo se te escapó?

ÁNIMA.     Estando para morir, aunque me hauía confessado y comulgado y me parescía tener algún arrepentimiento de mis pecados, nunca acabé de dexar del todo la voluntad de tornar a ellos. Allende desto, hauía allí tanta gente llorando que me touu[i]eron muy ocupado en hazer mi testamento y en ordenar la pompa con q[u]e mi cuerpo se hauía de enterrar, juntamente con la angustia y congoxa de dexar tantos bienes de que veýa no poder más gozar, que nunca me pude acordar de dios ni demandarle perdón de mis pecados. Tenía tanbién dos frailes, vno de vna parte y otro de otra, que me estauan leyendo no sé qué orationes que ni ellos ni yo las entendíamos, y perturbáuanme el entendimiento de manera que muriendo con aquella congoxa quando pensé subir al cielo me hizieron baxar acá al infierno.

CARÓN.     Co[n] razón. Cómo ¿y tan necio eras tú que sin querer hazer nada de lo que te mandó Jesuchristo te quisiesses aprouechar de los méritos de su sangre y passión?

ÁNIMA.     ¡Como si fuesse yo solo! A buena fe, si vas al mundo en todas partes lo halles lleno de semejantes necios. La barca está ya llena, no me detengas más.

CARÓN.     ¿Qué me dizes, Mercurio? ¿Has oýdo lo que ha passado?

MERCURIO.     Si te pones a escuchar lo que te dirán ánimas semejantes nunca acabaremos.
      

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Miguel de Cervantes

La versión digital de este texto de Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón (1530?), ha sido preparada por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Lo colocamos aquí con su autorización. la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes es el proyecto más ambicioso en Internet sobre las letras españolas.
    
© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.

 

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