Teoría, Crítica e Historia

Filosofía, teología, literatura:
aportes cubanos
 

Miralys Sánchez Pupo

1.1
"Aristas de la reflexión filosófica cubana"

La necesidad de vincular lo que somos con lo que ayer pensamos y quisimos. Lo pasado visto así no es rémora sino cultura, devoción nacional, fraternidad con los muertos que un día guiaron. Lo presente se moldea a tenor de necesidades y signos actuales" (Vitier 277).

Todo el pensamiento filosófico tiene raíces en el pasado. Penetrar desde los orígenes en la memoria, no puede ser considerada solamente como una necesidad historiográfica, sino el reconocer del fluir del pensamiento universal a través de los intereses, los signos de aspiraciones, principales tendencias que formaron parte activa de la contemporaneidad.

La vida intelectual cubana como parte de un principio universal, recibió influencias filosóficas provenientes de Europa. Ellas llegaron con sus impactos de su impronta al crisol de la reflexión nacional que siempre tuvo por norma una valoración realista y ponderada ante los pasos de la actuación política.

Los movimientos doctrinales del viejo mundo acarearon en la Isla, lugar donde se encontraron anticipaciones en algunos de nuestros pensadores y la letra de sus obras como en el caso de Luz y Caballero. Las indagaciones desde Varela, punto de referencia del pensamiento filosófico cubano hasta Enrique José Varona, José M Chacón y Calvo, Antonio Sánchez de Bustamante y Medardo Vitier y Carlos Rafael Rodríguez, como demostración de un fluir lógico de las ideas conque se abre la presente centuria como una permanente línea de indagación filosófica.

Sobre los escalones del decimonónico siglo, la primera mitad del XX tomó la herencia consignada por Don Marcelino Menéndez y Pelayo, famoso polígrafo español que consideró a Cuba en 1892 como escenario de una obra literaria igual a la de los grandes estados americanos independientes y portadora de una cultura científica y filosófica que todavía no había dado signo de vida en muchos de ellos.

La tesis del enciclopedista reimpresa en la Historia de la poesía Hispanoamericana en 1911, aseguró la existencia de una línea coherente y continua desde el siglo XVIII con el Padre José Agustín Caballero (1762-1835), en su enfrentamiento ante la escolástica en que se advierte la influencia esclavista, hasta la conclusión de las luchas independentistas contra el sistema anacrónico de la metrópoli española.

De esta forma el desarrollo del pensamiento filosófico cubano mantuvo entre sus armas una cultura cargada de objetivos libertarios cuyos gérmenes cruzaron la frontera del tiempo para mantener sus intereses en las nuevas condiciones ante el nacimiento de la república neocolonial. La densidad el ideario del siglo XIX co-hesionada alrededor del surgimiento de la nacionalidad, sedimentaron tradiciones que están articuladas con los principales problemas y episodios del devenir histórico. Las ideas y doctrinas dieron información y explicaron para la actualidad sobre los movimientos de una madurez, con una adhesión intelectual a vocablos y conceptos precisos, a un estilo sobrio y a una seriedad científica que contribuyeron a una ponderación de la lógica.

En el siglo XIX del pensamiento cubano, hubo presencia del naturalismo nada ajeno al auge y el método de las ciencias naturales que peculiarizaron la centuria, con su posición empírica dentro de la filosofía. El sensualismo y el positivismo de la etapa posterior tuvo que contar con estos antecedentes que se imbricaron a lo largo del bregar nacional, sin poder ignorar influencias nítidas de la filosofía alemana y las corrientes francesas.

Junto a la forja de la nacionalidad como resultado lógico de la madurez alcanzada, los treinta años de luchas libertarias hicieron coincidir al mismo tiempo, una presencia histórico-materialista de la cultura filosófica cubana. Las ideas de la burguesía ilustrada llegaron desde España y otros puntos, y aún con el retraso de una generación, cruzaron el Atlántico en viajes y publicaciones en la misma lengua de la metrópoli.

De esta forma llegaron a la Isla las ideas de Kant y Hegel, además del capítulo curioso donde el triunfo español de Krause, filósofo alemán de los tiempos de Fichte, hizo buena la frase que nadie es profeta en su tierra.

Kant estuvo presente en el pensamiento filosófico cubano que siempre peculiarizó el positivismo. Lo aceptó Luz y Caballero aun cuando combatió algunos de sus puntos de vista. Varela publicó en inglés "Ensayo sobre la doctrina de Kant" y con su habitual honestidad intelectual, pidió excusa a los lectores si no acertaba a dar una idea clara del sistema.

El investigador cubano José Antonio Portuondo en su obra Concepto de la Poesía, nos colocó en la línea hegeliana de José Silverio Jorrín (1816-1897), rico hacendado que en su lecho de muerte hizo rectificación de su ideario reformista por el independentista y que Manuel Sanguily llegó a vincular de forma ardorosa como una figura de la revolución.

También Enrique Piñeyro fue hegeliano, aunque dio un giro hacia la escuela francesa de Saint Beuve, de Scherer y de Taine, que siguieron su vida entre las luchas libertarias y las actividades patrióticas que lo llevaron a Secretario de la Junta Revolucionaria de New York (1868-1876).

Ramón Zambrana Valdés (1817-1866), polígrafo de exhaustiva narrativa. Dejó un tratado elemental de filosofía, además de otro de medicina legal. El también poeta que escribió sobre diferentes ramas del saber con gran seriedad, enfrentó el debate de Piñeyro en una polémica donde estuvo presente la influencia hegeliana del último y a la cual opuso su panteísmo y otras doctrinas de clara filiación con el idealismo objetivo.

Cuba tuvo como guía ideológica el programa político más audaz que conoció el continente. Nacido del genio de José Martí, se entroncó con otras influencias recibidas también por el Apóstol en el desarrollo de su vida que ha dejado constancia de una posición filosófica en constante debate.

El Liceo de Guanabacoa fue escenario de una de las tantas polémicas sobre temas filosóficos y desarrollo del pensamiento que fueron frecuentes en esa villa. El tema del arte se debatió ante Martí el 29 de marzo de 1879 entre concepciones hegelianas y positivistas. Los contendientes fueron descritos en forma y contenido en brillante crónica que dejó el Maestro.

Advertencias filosóficas del siglo XX

El siglo XX nació adelantado ante la irrupción de la Guerra Hispano-cubana-norteamericana que representó no sólo la llegada de los interventores a la Isla sino la elevación del emergente imperialismo de Estados Unidos a potencia mundial con la consecuente inauguración de un sistema de dominación neocolonial.

La instauración de la pseudo-república no trajo con su trascendencia modificaciones dentro de las ideas filosóficas que se habían movido dentro del escenario finisecular cubano. El positivismo presente en el pensamiento cubano junto al ideario martiano sirvieron de puente entre ambas centurias ante la presencia de cierta acentuación del materialismo natural y el naturalismo filosófico. No es posible ignorar la presencia de criterios nihilistas, conservadores y hasta reaccionarios que afloraron en los primeros treinta años.

El horizonte nacional sombrío ante las frustraciones del ideario independentista, entregó su dosis de pesimismo a la conciencia de la intelectualidad, mientras la elevación de la madurez de la clase obrera entra en el escenario político sobre el preámbulo de Diego Vicente Tejera con un temprano ideal socialista, que más tarde se concientiza con la fundación del Partido Comunista de Cuba en 1925.

Las ideas misticistas y el irracionalismo acentuaron su presencia, al mismo tiempo que el pensamiento burgués de tendencia progresista mantuvo una línea continua de oposición a la oligarquía dentro de una base social donde también estuvieron presentes sectores de la pequeña burguesía con una posición de clara continuación con el pensamiento patriótico del siglo XIX, que indudablemente constituyeron premisas del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Destellos de los primeros cincuenta años

Las condiciones de Cuba como primera neocolonia yanqui a nivel mundial, la realidad socioeconómica de la Isla y sus perspectivas, la colocaron en condiciones para incidir en el desarrollo del pensamiento filosófico y político en el país sin considerarse ajena a las circunstancias universales del momento histórico.

La centuria abrió tras de sí junto a la herencia de los aportes de los movimientos filosóficos anteriores de la escolástica, la ilustración, el eclepticismo, del krausismo, el positivismo y el anarquismo. Ellas se van a sostener y mezclar con las líneas generales sobre las cuales se constituirá el pensamiento cubano del siglo XX. Entre ellas están las del pensamiento teórico de la dominación colonial española, la de las fuerzas independentistas y las que de forma incipiente comenzaron a emerger de la clase obrera y el desarrollo de las fuerzas en la arena internacional.

La primera mitad del siglo XX se amplió con nuevas problemáticas filosóficas como la antropología, la axiología y las ciencias de la cultura. La herencia filosófica fue revalorizada bajo una fuerte carga de idealismo y utopía sin abandonar en las nuevas circunstancias históricas el humanismo y los intereses por el progreso social. El planteamiento de los problemas filosóficos como instrumentos de interpretación de la realidad permitieron una valoración propia sin olvidar lo universal con un especial interés en fortalecer la vida espiritual de los cubanos.

Las ideas procedentes de Europa y Estados Unidos y entre ellas las de Enrique José Varona, constituían objeto de discusión dentro del afán intelectual de desarrollar el pensamiento filosófico. Ellas permitieron que en las tres primeras décadas de la centuria se demostrara la existencia de una producción filosófica en Cuba presente en materiales y estudios con la utilización de su lenguaje técnico, a pesar de ciertos enfoques con el ánimo de ignorarla.

El interés más allá de las fronteras de la literatura se afianzó en la filosofía con su metodología y función gnoseológica que repercutió de forma favorable en la enseñanza. Otros problemas sociales y en especial los políticos pasaron a un segundo plano dentro de esta obra, mientras la filosofía perdía su papel preeminente y se afirmaba la nueva disciplina de la ciencia política.

Las ideas positivistas habían reinado durante los primeros veinte años como una continuación del XIX, también los adeptos al materialismo científico-materialista e hizo su entrada en las ideas el intuicionismo y el incremento del fideísmo a la altura de la tercera década del siglo, mientras los años veinte entraron por la puerta de la historia de la maduración de la conciencia nacional y antiimperialista que subrayó una reorientación junto al eco de la apertura de la época del socialismo científico.

El giro de los acontecimientos internacionales y las realidades del país signadas por las luchas estudiantiles, obreras y campesinas contra la corrupción política y la injerencia norteamericana, peculiarizaron los intereses de la intelectualidad y del desarrollo ideológico de las principales líneas filosóficas.

Las inquietudes gravitaron alrededor del origen del hombre y su evolución, el papel de la filosofía y su vínculo con la concepción científica; el método y la cognoscibilidad, el lugar de las ciencias también creó intereses en los estudios así como los nexos de la moral y las formas de la conciencia social, además de una revalorización de la herencia filosófica y las valoraciones estéticas.

Después del fracaso de la revolución del 30 se acentuó una línea reaccionaria y anticomunista donde se asimilaban las ideas del existencialismo, la Fenomenología, la filosofía de la vida, el intuicionismo y la axiología irracionalista ante la receptividad de las influencias ideológicas prevaleciente ante la II Guerra Mundial. Entre sus figura y hasta las últimas décadas de la pseudorepública se encontraban entre otros Jorge Mañach, Luis A. Balart, Humberto Piñeira Llera y Roberto Agramonte.

En la línea progresista estuvieron los nombres de Fernando LLes, Medardo Vitier y Antonio Sánchez de Bustamante y Montoro y los pensadores de filiación comunista que prepararon el camino hacia la imbricación del patriotismo y las ideas socialistas. Todos conformaron la estructura para caracterizar de forma general la etapa, aunque también se debe profundizar en sentido general dentro de la lógica interna del discurso filosófico para encontrar las raíces de sus respectivas posiciones de forma más plena.

El "Maestro de Juventudes" sobrevivió las primeras décadas de la centuria (1933). Enrique José Varona vivió ambas época de nuestra vida política y social y logró con la cumbre de su eticismo mantener los cauces de la dignidad con sus escritos filosóficos, sueltos, pláticas de interesantes confecciones y su constante influencia social, intuir su presente y advertir en sus reflexiones que "Toda revolución política se esteriliza, como no abra el camino a una revolución social" (Vitier 437).

La cuarta y quinta décadas del siglo XX peculiarizaron la institucionalización, por denominarlo de alguna forma, al fenómeno de sedimentación y realización formal dentro de la sociedad de los filósofos como ente o función laboral que no tenía que reducirse solamente al marco de la docencia. Dentro de las condiciones que peculiarizan esta situación tenemos la fundación de la Sociedad Cubana de Filosofía a finales de los años cuarenta que intentó estimular y reanimar la experiencia filosófica anterior en franca decadencia.

Los portadores de estos intereses difundieron filosofía europea, pero merece reconocimiento la reedición de obras de pensadores cubanos del siglo XIX, aunque en su dinámica más que continuar esa herencia, las negaron con la abstracción de las problemáticas centrales de estudio. De cualquier forma se desarrolló la bibliografía del país, también con el aporte de la Biblioteca de Autores Cubanos inaugurada por la Universidad de La Habana.

Entre las revistas que fueron medios de difusión ideológica y expresaron posición pluralista que tomaron la líneas discursiva, se encontró la Revista Cubana de Filosofía (La Habana, 1947-1957), que fue órgano de la Sociedad Cubana de Filosofía. La publicación logró bajo la dirección de Rafael García Bárcena la continuación de la divulgación del pensamiento filosófico anterior mediante artículos y conferencias de profesores de instituciones universitarias cubanas y extranjeras. A pesar de ciertas tergiversaciones resultó meritorio su aporte como testimonio cultural de la primera mitad de la centuria.

En el ámbito de las discusiones, la atención de estos intelectuales subrayó como intereses de su acervo la relación ciencia, filosofía y religión, métodos de investigación, crisis y progreso social, libertad, ética y estética. También los debates entre racionalismo e irracionalismo, valores y antivalores, el humanismo y el antihumanismo. Un lugar especial ocuparon las discusiones en torno al marxismo y la posición prejuiciada que existía ante sus manifestaciones fundamentalmente librescas.

Las grandes figuras de nuestra conciencia filosófica demostraron la utilidad de estrechar los vínculos entre filosofía y política ante las necesidades de la nación cubana, primero en su gestación, luego en su consolidación, con una reflexión propia y la asimilación de otras experiencias latinoamericanas, indican que el problema político adquiere una importancia central que universalizaron las reflexiones sobre Cuba y su devenir de forma histórico-concreta.

Esta situación fue validada en los años cincuenta, cuando "la filosofía marxista-leninista que se había afirmado y desarrollado en contra de todo lo caduco y retardatario, y por tanto, en combate contra el irracionalismo, le llega el momento, validando de nuevo a Marx de sustituir el arma de la crítica por la "crítica de las armas" (Fung 45).

La simbiosis entre filosofía política y teoría política en Cuba, irrumpe en los cincuenta, más allá de las cátedras de las aulas universitarias y por el conducto de sus alumnos que dentro de las condiciones del momento enfrentaron mediante la subversión al régimen tiránico en lucha por las conquistas sociales largamente acariciadas para los humildes desde la centuria anterior y como un proceder lógico del proyecto de las clases populares de lucha por el poder político.

Estas circunstancias explican porqué "Toda la herencia filosófica progresista del siglo XIX se sintetiza en el documento programático "La Historia me Absolverá", que expresa la formación de una autoconciencia nacional y a la vez, integra dicha conciencia en una teoría verdaderamente totalizadora, universal y precisamente, por ello, favorecedora de la validez del análisis histórico-concreto" (Fung 49).

Dentro del afamado alegato se expresó la necesidad de acceder a las obras de Lenin y por extensión a todas las de la literatura filosófica como parte de una formación sin fronteras para alcanzar las ideas más avanzadas del pensamiento humano. Desde entonces las ideas marxistas consolidaron su permanencia como fuente teórica y de cultura en un país que siempre siguió la sentencia martiana de que "injértese en nuestro tronco el mundo, pero las raíces siempre serán cubanas."

De esta forma, durante la última década de la primera mitad del siglo XX, se está en presencia de una ruptura de conjunto con la pensamiento filosófico burgués de la pseudo-república y al mismo tiempo que se exalta la validez del ideario patriótico martiano coincidentemente con el centenario del natalicio del Maestro y se da solución con un proyecto a los problemas prevalecientes en lo social así como la elevación de la problemática política como teoría capaz de conducir los intereses y las acciones de las masas populares.

Breves pinceladas de algunos representantes del pensamiento filosófico cubano de la etapa

El Grupo Minorista (1923-1928), aunque no representó una expresión de perfil filosófico sino cultural y político, sus preocupaciones por los problemas del país y de Latinoamérica en su revisión de los falsos y gastados valores, la conceptualización de la vanguardia y su rescate de lo cubano, así como los criterios de encontrar mediante la cultura la emancipación, lo colocan en independencia de sus limitaciones como un récord en la vida cultural del país, según frase acuñada por Jorge Mañach.

El matancero Fernando LLes (1883-1949), desarrolló un naturalismo filosófico que asumió la positividad de Nietzsche, que lo deslumbró con su transmutación de valores. En su concepción prevaleció una tendencia materialista. Consideró que el ateísmo no estaba en pugna con la virtud.

La reacción tuvo como máximo representante a Alberto Lamar Schweyer (1902-1942). En sus ensayos estuvo presente la involución. Opuso al materialismo filosófico el idealismo subjetivo. Su renuncia al empirismo y la razón identifican su perfil arbitrario. Trató de reducir lo social a lo biológico. Justificó los crímenes del dictador Gerardo Machado.

En la filosofía de la educación se desarrolló la amplia producción de Alfredo M. Aguayo (1866-1946) Penetró en esta esfera de la vida social con su idealismo. Aunque intentó dotar a la educación de nuevas ideas, su huella pedagógica se contradecía por sus acciones en favor de la educación religiosa. Representó en las últimas décadas de la pseudo-república la fuerza conque el idealismo incidió en el abandono de la herencia filosófica y educativa anterior.

En Jorge Mañach (1898-1961) encontramos uno de los más brillantes ensayistas de nuestra cultura. Representó una tendencia de la filosofía de la cultura donde se movió con acuciosa profundidad con sus aportes a la teoría de la cultura y su función social. Brillante intelectual ante la polémica que consideró la filosofía como saber de totalidad y sabiduría humana. Definió la crisis no como hundimiento sino como cambio. Abandonó a Cuba por su desacuerdo por el rumbo tomado por la revolución, aspecto que no limita para considerar el lugar que ocupa en la cultura cubana del siglo XX.

Luis A. Balart (1892-1969), consideró como cumbre la filosofía de Bergson. Sobre él afirmó "erige la intuición como un instrumento salvador del espíritu humano" (1). Presentó algunos valores en sus ideas estéticas, pero no logró sobrepasar la decadencia de la filosofía cubana de su tiempo.

El irracionalismo, el vitalismo y el fideísmo fueron tendencias predominantes a partir de los años 30. Uno de sus representantes fue Alejandro Ruíz Cadalzo (1872-1945). Proclamó que la filosofía es una ciencia con diferencias de las ciencias particulares. Consideró la de Schopenhauer como la única filosofía de valor práctico entre todas las modernas.

Otra de estas expresiones fue el existencialismo que tuvo como representante a Humberto Piñero Llera, que dirigió sus esfuerzos para difundir el pensamiento cubano, sin abandonar el carácter reaccionario. Evadió tomar posición ante la sangrienta dictadura de Batista, en línea con su pensamiento justificativo de la sociedad capitalista.

Roberto Agramonte y Pichardo nació en 1904. De pensamiento sociológico, también permeado de irracionalismo, sustituyó a Varona a su muerte en la Cátedra de Ciencias Filosóficas. Estuvo al frente del Partido Ortodoxo luego de la desaparición física de su líder Eduardo Chibás. Sus concepciones sociales fueron idealistas-positivistas y representó parte del decadente pensamiento filosófico de perfil anticomunista.

La objetividad científica de la filosofía aplicada a los estudios históricos, tuvo en Ramiro Guerra (1880-1970) a un destacado representante, a pesar de no haberse dedicado de forma directa a esta disciplina. Su obra amplia obra constituye un aporte a la cultura. En ella predominó una reflexión de los procesos históricos enriquecida por su osada penetración en los estudios económicos.

El análisis lógico se fundió con la historia en la obra de Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964). Luchó por destacar lo más valioso de nuestra herencia cultural. Aunque no marxista, en su proyección social estuvo presente su pensamiento revolucionario y antiimperialista. Llegó a comprender el lugar de la economía en lo social. Aceptó por su espíritu democrático el triunfo revolucionario de 1959.

Uno de nuestros genios fue Fernando Ortiz (1881-1969), como lo demuestra su amplia y diversa obra. Afín con el positivismo evaluó sus bases y buscó como los fundadores de esta tendencia, el dato y los fenómenos hasta su más profunda descripción. Su posición filosófica no limitó sus aportes que los identifican como el tercer descubridor de Cuba.

La crítica de la razón pura de Kant fue traducida al español por el santiaguero José del Perojo (1852-1908), radicado en España desde donde desplegó su obra intelectual. Aunque vio la Patria a distancia resultó muy importante por su presencia en la bibliografía de la cultura filosófica de la península ibérica y sus vínculos con Rafael Montoro (1852-1933), que articularon sus conocimientos en la "Revista contemporánea" donde fungieron como director y redactor respectivamente.

La tendencia progresista de la herencia filosófica cubana tuvo su representante en Medardo Vitier (1886-1960), el más importante sistematizador de nuestro pensamiento desde la génesis de José Agustín Caballero hasta José Martí. Este intelectual de probada honestidad es el autor de Las ideas y la filosofía en Cuba y de "La filosofía en Cuba", verdaderos clásicos para incursionar en el tema por su objetividad científica y su penetración en las raíces históricas y espirituales del devenir de esta sociedad. De posición determinista, la enriquece con la lógica interna y de la continuidad de las ideas filosóficas donde caminó con gran destreza intelectual.

A modo de epílogo

El pensamiento filosófico cubano ha recibido en su desarrollo histórico diferentes tendencias. Entre ellas ha estado el marxismo, tanto por las obras de sus fundadores como por el enriquecimiento de sus seguidores. La primer mitad de la presente centuria no fue una excepción.

Desde sus primeros atisbos con las tempranas ideas socialistas y utópicas de Diego Vicente Tejera desde finales del siglo XIX, que además de sus intereses por la fundación de partidos para los obreros, concibió un sistema socialista práctico. Prosista de las preocupaciones sociales cuando se aproximaba la república y desde antes por sus vínculos con Martí del cual expresó "Desapareció en medio de la tempestad que desató, y su vida, en el momento de apagarse, resplandeció, en su trágica unidad" (Vitier 282).

En el periódico El Productor del 28 de marzo de 1888, el dirigente anarquista Enrique Roig San Martín dio a conocer los aportes de Carlos Marx para la "escuela socialista". También Martí dejó constancia de su admirador por el fundador del marxismo ante su muerte porque pensó en los humildes...

Con estos antecedentes, de los cuales no es posible obviar la figura de unión de Carlos Baliño, quien estuvo junto al Maestro en la pasada centuria y a Julio Antonio Mella en la presente para fundar el Partido Comunista de Cuba en 1925. Estas fueron las trincheras para aceptar estas ideas, difundirlas y defenderlas dentro de la luchas de la joven república cubana.

Los debates filosóficos de las tertulias habaneras del siglo XIX, continuaron en la presente centuria. Tampoco puede escapar a las presentes líneas, que ese interés no puede reducirse a las fronteras citadinas de la capital del país. Merece mención además de la obra catedrática de instituciones docentes a lo largo de la Isla, la Sociedad de Estudios Superiores de Oriente que trabajaron de forma sistemática los asuntos de la filosofía. Entre sus cursos universitarios se encontraron los de J. Xirau y de María Zambrano.

La diversidad de componentes y tendencias siempre estuvo presente. El enfrentamiento entre idealismo y materialismo recorrió con denominaciones variadas los capítulos ante los que se demostraba la incapacidad moralista para solucionar los grandes problemas nacionales según las banderas de los "benevolentes" dueños del poder político.

Desde la tercera década correspondió un destacado papel a la intelectualidad cubana de filiación comunista. Entre ellos los más brillantes exponentes fueron Blas Roca, Juan Marinello, Gaspar Jorge García Galló, Raúl Roa, Salvador García Agüero y Carlos Rafael Rodríguez.

El desarrollo del pensamiento no pudo escapar de tales influencias y conmociones que conocieron de una temprana divulgación de las ideas marxistas, los fenómenos del combate contra la irracionalidad y la reacción hasta las manifestaciones anticomunista. A lo largo de estas batallas se han conformado y enriquecido nuestros argumentos ante los grandes problemas que plantea la filosofía y su más ágil comunicación con la vida cotidiana, es decir, la política para la realización plena del hombre.

Esta pléyade de hombres que con sus aportes y también limitaciones nos han permitido tenerlos como antecedentes para nuestras futuras valoraciones constituyen eslabones de una interminable cadena a la que los cientistas sociales estamos encadenados con placer, por eso resumimos nuestras aristas de la etapa con una frase dirigida a uno de ellos, pero que bien podemos extenderlo como loa a la reflexión filosófica que todos nos han entregado como herencia: "los hombres sencillos que, como Vitier, hacen de la disertación un magisterio: dejan semilla. A nosotros nos toca recogerla en el predio del espíritu y la mente" (C. R. Rodríguez, Letra con filo, tomo III, La Habana 1981, p. 604).

Nota

  1. En Revista Universidad del Aire 35 (1951) p. 83.

Bibliografía

  • Fung Riverón, T. Reflexiones y Metarreflexiones Políticas. La Habana, 1998.
  • Guadarrama González, P., "El pensamiento filosófico en Cuba", en Rojas Gómez, M., El Siglo XX: 1900-1960, La Habana 1998.
  • Portuondo, J. A. Concepto de poesía. La Habana, 1972.
  • Sánchez de Bustamante, A. La filosofía clásica alemana en Cuba, 1841-1898. La Habana, 1984.
  • Vitier, M. Las ideas y la filosofía en Cuba. La Habana, 1970.
  • Revista Bohemia, "Cincuenta años de estudio de la filosofía en la república", año 54(19) 220, La Habana, mayo 10 de 1953.
  • Revista Universidad del Aire 35 (1951) La Habana.

 

[Filosofía, teología, literatura: Aportes cubanos en los últimos 50 años. Edición de Raúl Fornet Betancourt. Aachen: Wissenschaftsverlag Mainz (Concordia Serie Monografías, tomo 25), 1999.]

 

© José Luis Gómez-Martínez
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