Teoría, Crítica e Historia

El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana: Argentina

 

"El humanismo de Gregorio Bermann"

 

Adrián Celentano

Gregorio Bermann nace en Buenos Aires 1894 en una familia de inmigrantes judíos polacos, y muere en Córdoba en 1972, su biografía es atravesada por el protagonismo de dos generaciones claves en la historia argentina del siglo XX. Una, constituida alrededor de la Reforma Universitaria en 1918, la otra, que toma cuerpo en los “sesenta”, ambas articulan la relación entre intelectuales y política alrededor de la tarea de transformar la sociedad emancipando a los sectores populares. En su biografía intelectual no puede escindirse su producción científica (en psiquiatría y psicología) en aras de la intervención política, ni su línea política separarse de su concepción de la ciencia: ambas fueron articulados originalmente por el positivismo, combinado con marxismo y otras vertientes filosóficas (determinismo, psicoanálisis, espiritualismo etc.) donde podemos encontrar fundada la concepción humanista de Bermann.

El movimiento estudiantil cordobés incluyó a quienes participaron en las luchas de la Reforma Universitaria desde su inicio, como es el caso de Gregorio Bermann, que continuó como docente e investigador universitario en las cátedras de Medicina Forense. En ese momento, la coyuntura internacional conmociona las expectativas en el progreso que se habían cifrado durante décadas en las elites intelectuales. Bermann cuestiona entonces la llamada “Gran Guerra” mundial apelando a argumentos comunistas, en la misma línea que José Ingenieros: “La caída definitiva de las tendencias extremas que los bandos reaccionarios habían creído conseguir al provocar la Gran Guerra está muy lejos de ser un hecho. Nunca como ahora ha sido tan próximo su triunfo. El anhelo de justicia social, que es más poderoso en la actualidad que en las pasadas épocas, no tiene otro significado; las exigencias perentorias de las masas, en un principio puramente económicas, aumentan en proporción y calidad a medida que su cultura es mayor y que su sensibilidad va despertando” (Bermann: 1920: 93).

El movimiento reformista universitario se desata justamente en las postrimerías de la conflagración que significó un quiebre en la expectativas cifradas por la ciencia en el progreso, pero a la vez en las concepciones estéticas, políticas y sociales que se articulaban en el liberalismo democrático. Ingenieros, Korn y otros filósofos como Ortega y Gasset influyen en el clima de ideas y ocupan espacios prominentes en la Revista de Filosofía o en Nosotros siendo a la vez referentes del pensamiento de la llamada “joven generación”, en esas revistas Bermann escribirá notas sobre la agitación estudiantil. Durante la década del ‘20 se integra en el Partido Socialista de Córdoba, junto con otros intelectuales como Deodoro Roca, Saúl Taborda, Arturo y Raúl Orgaz. La década siguiente, cuando el movimiento reformista universitario atraviesa la prueba de la restauración conservadora-nacionalista, Bermann se mantiene en el PS –será candidato a gobernador de Córdoba en 1931- y a la vez trabaja cercano a la red intelectual del Partido Comunista. En este sentido Bermann atiende una perspectiva crítica respecto de la universidad, considerando esas circunstancias desfavorables de “dictadura, predominio de las camarillas en la universidades, crisis mundial, imperialismo, etc.”, constituyen un obstáculo “los mismos postulados planteados el ‘18, no pueden realizarse bajo la égida del privilegio y de la explotación. Bajo el imperio de circunstancias desfavorables”.

A Bermann le interesa delimitar que la voluntad autonómica universitaria no es un programa partidista, ni su ideología un dogma sectario; da por sentado que existe una función específica de la Universidad, que trasciende lo puramente técnico del saber: la universidad es centro de la razón, la inteligencia y la educación. De modo que el movimiento es “impersonal e impartidista”, no es agente electoral sino que forma electores conscientes, sus dirigentes mas que mandatarios de los docentes y estudiantes son representantes permanentes de la inteligencia. Por eso hay que elaborar una nueva cultura de tipo juvenil, ya que la juventud tiene una necesidad vital de no caer “en poder de los adultos esclavizados por otros intereses” siguiendo los caminos de la inteligencia. Este programa fue adaptado a los cambios de situación política y a las críticas al reformismo desde la izquierda comunista. Así ocurre en un artículo de 1936, donde insiste en el carácter típicamente juvenil el movimiento universitario, sin la matemática precisión de un grupo de acción sino al impulso del momento, lo que no deja de constituir avant la lettre el “frente único de la juventud” dice Bermann aludiendo a la política de unidad en los frentes populares vigentes en ese momento. Pese a la cristalización de los miembros del movimiento que se acomodaron “en los mismos moldes que criticaron”, vienen nuevas camadas a reemplazarlos para estructurar -a través de la universidad- un nuevo estado de cosas, fenómeno en el que reside la debilidad y la fuerza de la Reforma.

El movimiento se definió –según nuestro cordobés- entre dos corrientes, una centrada en el trabajo científico (organizada en la Federación Universitaria Argentina, FUA) y otra, que consideró al movimiento como expresión de un momento histórico y no se “engañó” sobre el rol de la institución. El triunfo de la primera vía esterilizó -durante 10 años- nuevas energías en los “viejos moldes” de un orden que tenía solución solo fuera de la universidad, argumenta Bermann. La última concepción solo primó con las lecciones del golpe de estado de 1930 que arrasó con las conquistas anteriores como la autonomía, participación estudiantil etc. Los estudiantes comprendieron que no se podía cambiar la universidad sin alterar los factores sociales que la condicionan, aunque esta concepción de lo social no debe opacar la lucha por los problemas específicamente universitarios, en un frente universitario. Los militantes juveniles de 1936, no gozan de las ventajas del ‘18 –el apoyo de la prensa y del gobierno- sino que deben desarrollar dramáticamente el movimiento. Si este carece de una “doctrina social propia”, puede permitir echar los cimientos de nuevas direcciones culturales, vinculadas a la lucha contra el imperialismo, el fascismo y la guerra. Quedan delineadas así las críticas por la cuestión de clase, con el problema de reivindicar una institución estatal ambas articuladas en la política de frente común contra la guerra. Aunque otros movimientos juveniles hayan fracasado, este puede triunfar porque entronca con “las realidades más formidables de la época”, con lineamientos que hoy adoptan los jóvenes de otros países, porque los reformistas ya en 1918 advirtieron que pisaban los umbrales de una nueva época, bajo el influjo de la Revolución Rusa y del desengaño que dejó en “todos nosotros la gran guerra democrática y liberal de 1914-1918” concluye, con indudables ecos ingenierianos para asimilar coyunturas separadas por dos décadas.

Los argumentos esbozados en los treinta tendrán otra forma -que será definitiva- en 1946, cuando publica en México su obra mas sistemática, se trata de Juventud de América, con la editorial Cuadernos Americanos. El libro inserta el movimiento del nuevo mundo en el marco de los movimientos juveniles y estudiantiles europeos desde el siglo XIX, pensados alrededor de las revoluciones de 1848 o sea en el proceso de las revoluciones republicanas y democráticas, donde las irrupciones proletarias atrajeron la atención de los jóvenes estudiantes alemanes, franceses e italianos. Bermann parte de la crisis de la humanidad encarnada en la II guerra, sosteniendo que la civilización burguesa entró en crisis desde la I guerra de 1914, una crisis que hará extensiva a todas las formas de pensamiento, incluida la medicina. Si la crisis burguesa es general, Bermann considera a la juventud un aliado clave del proletariado en la lucha por una nueva sociedad. Cuando trata la historia del movimiento juvenil argentino emplea la secuencia citada que pasa por Mayo de 1810, la generación del ‘37 y de allí hasta la revolución de 1890. En esta secuencia incluye a los estudiantes de todo el continente como protagonistas de los procesos como la revolución mexicana y la lucha por la independencia brasilera. El movimiento argentino de 1918 transitó un camino en el que, como dijo Deodoro Roca “buscando un maestro ilusorio se dio con un mundo”, lo que no le impide a Bermann caracterizar la limitación de nuestras universidades, por crear un tipo social: el doctor, conformando un patriciado de que reemplaza a los viejos caudillos sin jerarquía. Asegura que si la universidad por su régimen legal dependía del Estado, “el Estado era en parte ella misma”, en los términos empleados por José Carlos Mariátegui para la realidad peruana. En palabras de Carlos Sánchez Viamonte quién señala a los “políticos sin escrúpulos, legisladores corrompidos e ineptos y jueces adocenados y obsecuentes, que luego he reconocido, bajo distintos disfraces, en el elenco directivo y docente de la universidad argentinas” (Sánchez Viamonte: 1928). La toma de la universidad por los estudiantes, el protagonismo de las masas juveniles, es la clave de la conmoción de la institución, de su apertura a la ciencia y a la sociedad. El involucramiento universitario con el movimiento obrero y el proceso político latinoamericano y argentino, es fluido ya que se combina con la existencia de un gobierno que responde una nueva corriente como el radicalismo yrigoyenista. Aunque este último no será consecuente con las expectativas que las clases populares depositan en él (la FUA le reprochará al partido radical el “estancamiento en el presente”), ni necesariamente dirigían el movimiento dice el cordobés.

Bermann hace equilibrio en el balance de 1946: unifica la extensión social de la Reforma con la emergencia de esas fuerzas progresistas y reivindica a los líderes del movimiento que se viene preparando desde fines de siglo: Hipólito Yrigoyen y Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Ingenieros, Norberto Piñero, Alejandro Korn, Telémaco Susini, Horacio Piñero, Francisco de Veyga, Rivarola, Araoz Alfaro, Joaquín V. González y otros que incorporaron a sus cátedras las teorías y métodos científicos los cuales engranaban con las doctrinas políticas no conservadoras en el terreno científico. Pero cierra su análisis crítico de 1946 recordando la dura objeción que dirigió al mundo universitario en 1928, sobre la década reformista: “¿que hizo en ese tiempo? ¿En que ha servido a la creación de las ciencias, a la formación de un espíritu humanista? ¿En que ha contribuido a la comprensión de los fenómenos sociales y a aminorara el sufrimiento e ignorancia de las masas? ¿En que ha ayudado a los jóvenes ansiosos de cultura general y de formar su personalidad? ¿En que a la selección e incorporación de los mejores maestros? [...] Es evidente el triple fracaso moral, ideológico y científico de la Universidad, que cae por si misma como un fruto caduco y seco” (Bermann: 1946: 152).

 

Psiquiatría, psicología y psicoanálisis

A través de sus tres primeras obras, Bermann se inscribe en las posiciones positivistas de fuerte presencia en el campo intelectual argentino. Lo fundamental de su argumentación se aprecia en la relación entre medicina y filosofía, tratando la relación entre la determinación y el libre albedrío en las ciencias morales. Bermann interviene en la criminología cuestionando el Código Penal, se introduce en la sociología incluyendo la reivindicación de Marx, Engels, Lenin y Mondolfo para señalar tareas para educación, mientras intenta quitarle a los juristas el control de los informes de perito. Argumenta el médico cordobés que nadie está totalmente destinado al mal: “Aun en la certeza de que los hombres hacen tan solo lo que pueden hacer nada mas lógico y comprensible que cada “criminal nato” bajo la acertada influencia de una educación física e intelectual, fecundando su espíritu con un ideal de bondad y de amor, enseñándole los medios para conseguir su propio verdadero interés, colocado en un ambiente favorable, podría ser un buen hombre” (Bermann: 1920: 75).

La medicina legal de los alienados debe basarse en estudios de la alienación principalmente, y también jurídicos. Bermann considera que los psiquiatras no deben olvidar que la psiquiatría debe basarse en la psicología, por eso se distancia de Lombroso y establece fases en que se adquieren hábitos, que son los nuevos “sentimientos morales” (justicia, verdad amor al prójimo, ideales sociales) que constituyen formaciones psicológicas mas recientes, inestables y precarias” que en ciertos momentos se anulan y se comete la agresión. Tratamiento en vez de castigo, reclama el psiquiatra. Hay una gran familia dentro de los enfermos que abarca a “los delincuentes, anormales y degenerados”; sea su origen genético o circunstancial, a ellos hay que tratarlos adecuadamente sin desprecio ni repugnancia. Apoya el castigo cuando corresponda, porque “inhibirá para reincidir”, pero en otros casos hay que hacer clínicas especiales, para “tratamiento psicoterápico”, asilos, hospicios, reformatorios o libertad vigilada. Para ello Gregorio dice que los médicos psicólogos deben opinar sobre estas cuestiones, deben ser también técnicos avezados, opinar en su informe, definiendo cual es el tratamiento.

El médico cordobés evidencia en su trabajo de los primeros años veinte una ausencia de lectura psicoanalítica sistemática, lo cual cambia en la década siguiente y produce un giro en su argumentación. El pensamiento de Bermann sobre la relación entre saber y delito, está mediada por la incursión en los problemas de la ética y la moral, tanto para los profesionales psicopatologos, higienistas mentales, psiquíatras; como para sus objetos de estudio: los jóvenes y los delincuentes. Para los primeros una conferencia magistral: Ética Médica, de 1925, para los segundos, Los menores desamparados y los delincuentes en Córdoba. Otro médico será relevante para su formación: Aráoz Alfaro, quién le prologa su Psicogénesis de la locura moral que tuvo primera edición cerca del año ‘30. Bermann da una conferencia en 1928, en el Instituto Popular de Conferencias, organizadas por el diario La Prensa, donde lo presento el citado Araoz Alfaro. La tarea que se fija es demarcar en la patología los sentimientos anti-sociales, por lo cual encara una génesis de lo que en esa época se llamaba “locura moral”.

La acumulación y generalización de usos del concepto de locura moral lleva a que cualquiera acuse a sus oponentes de locos morales, sean estos burgueses o proletarios, de izquierda o derecha. En esta oscura patología se mezclan cuestiones jurídicas, filosóficas o la del libre arbitrio, y Bermann dice que, al tratarse de cuestiones de carácter y actos morales, la ciencia se resiste a aceptar su “naturaleza morbosa” porque supone que un malvado lo es por voluntad. Aquí se suman dificultades éticas para el observador, ya que pone en juego su sensibilidad que es la de su civilización con su propia ética, además de no haber una ética unificada, para Bermann los peores locos morales son los fríos, tranquilos, amantes de la legalidad, porque son fuertes gracias a ella. Gregorio Bermann exhibe su trayectoria por las cárceles, asilos y cárceles de menores encomendadas por el gobierno y afirma que a los asesinos, envenenadores, padres incestuosos y otros es correcto que se atribuya al síndrome de la debilidad mental u otra debilidad psíquica. Pero jóvenes de 14 o menos años, que tienen alteraciones afectivas, volitivas o intelectuales no son retardados y las pruebas para determinar la edad mental nos son seguras para determinar la mentalidad, además de que las afecciones en los sentimientos muchas veces inhiben la inteligencia.

Dupré llama instintivas e innatas a las tendencias morales y sociales, por ser anteriores a la inteligencia, y acuerda en esto con Lombroso; no tienen sentimientos ni pueden crearse; son plaga “desde el hogar y escuela, hasta el cuartel y taller”. En cambio, para Bermann, no es posible hablar de instintos morales, que son de formación reciente, como “instintos animales rígidos e implacables”. Hay que estudiar la niñez y la pubertad porque allí se forman y fijan las concepciones éticas, que no son innatas. Podemos partir de Binet, pero sus pruebas aun no dan los resultados para el plano moral, faltan décadas para resultados satisfactorios, mientras hay que apelar a la observación y la intuición. Bermann entonces se apoya en Rousseau, no hay perversión en el corazón humano por naturaleza, aparecen por causas sociales, en cambio para Lombroso y otros como Emile Laurent y el Dr. Rassier, están desde el feto. Bermann enfrenta así un cúmulo de autoridades italianas y francesas, mientras su adhesión es absoluta a una corriente austriaca -que según Plotkin no era hegemónica en la recepción argentina- en lo que se refiere al análisis el mundo afectivo y moral del niño: “El psicoanálisis ha llegado por otro camino a un conocimiento de la naturaleza moral de la infancia que me parece tan superior a los hasta ahora conocidos que no vacilo en seguirle [por] ese genial explorador de las oscuras vías del alma que es Freud” (Bermann: 1928: 222).

Freud parte del estudio de las neurosis, apreció que el niño aprende a disimular tempranamente sus pensamientos, no se los confiesa a si mismo, ni los formula, tanto mas cuanto mas compleja es su trama. Una sola ley rige al niño: el placer, causa su actividad y su conciencia, “todo el mundo es suyo, pues no alcanza a distinguir entre lo tuyo y lo mío”, es el verdadero “único” de Stirner, como no puede reducir todo a su gusto lo hace imaginariamente subordina con seductora y alegre risa todos los fines sociales superiores a sus deseos y gustos. En lo moral es egoísta y en lo sexual polimórficamente perverso, pasa de su interés libidinoso por sus zonas erógenas a convertir a todos los seres en objeto de sus intenciones sexuales y celos, luego cede ante la acción del hogar y el ambiente, frente a la idea de justicia y de propiedad, al ser expropiado. Por interés, represión e inteligencia, del miedo y del hábito se va precisando en el niño la distinción entre el bien y el mal, que forman la base la moralidad. En esa represión hay dificultades que no logran ser encauzadas por la cultura y son entonces simuladas, ya que un milenio de civilización ha hecho tanto altruismo como agresión y por esta transformación natural se desplaza el deseo de dominación sexual hacia fines sociales mas elevados. Dice Bermann que Freud demostró el poder y significado del inconsciente, donde están reprimidos los deseos sexuales, egoístas y crueles. Lo inconsciente ignora los códigos morales, las consideraciones lógicas y altruistas, por eso lo conciente y lo inconsciente están en perpetuo conflicto.

Hay que reconocer que el mecanismo psicógeno de la locura moral se desarrolla después del nacimiento “por causas propias del ambiente”, por errores de educación, por faltas en la génesis del instinto sexual y otras. Prescindiendo de lo orgánico, las investigaciones demuestran que la mayor parte de los enfermos proviene de familias desgraciadas, de padres con problemas, los menos provienen de hogares pudientes y sufrieron fallas graves en su educación. Es que el padre ocupa un rol importantísimo por traer el sustento y ser autoridad, mas que la madre. Bermann apela nuevamente al “psicoanálisis” el cual considera “El origen de todas las religiones, la imagen de Dios se forma a semejanza del padre carnal, jefe y señor y la actitud personal del hombre respecto a Dios, depende de su relación con la persona del padre. Es decir que Dios, a quienes los fieles llaman padre celestial, no sería mas que una sublimación del padre” (Bermann: 1928: 227).

Ese hijo abandonado, es independiente precoz pero sin la aptitud para conquistar ese mundo a que se cree con derecho, así aparece su odio contra los demás, su resentimiento y la constante tortura porque los demás descubran su incapacidad, por eso su odio y rencor contra los mas afortunados. De allí su voluntad de poder expresada en la crueldad, que le genera placer, la crueldad tiene entonces origen lo psicosexual. La sexualidad deficiente genera “infantilismo psicosexual” con perversión o trae una inhibición de la líbido, que no teniendo objeto en que fijarse, se torna sobre si mismo convirtiendo al huérfano de cariño, al abandonado por la fortuna, en un narcisista. El fracaso los fija inconscientemente en su niñez, cuando conseguía muchas cosas con responsabilidad mínima, es una fuga hacia una Arcadia “donde no hay una terrible lucha por la vida y por el amor”. Pero ahora ya no es “amoral”, ahora se traduce en actos y es inmoral, al crecer es la policía quién lo detiene, la fuerza le impone los rudimentos de la moral, por coerción y sufrimiento. Por todo esto es importante atender la educación, para evitar la locura moral, hay que valorar el movimiento por la Escuela Nueva inspirado en Argentina por la Dra. Rezzano, que surgió del interés médico pedagógico por los anormales, mientras en Europa Binet, Freud y Adler, entre otros hacen grandes servicios a la psicoterapia y la educación, ya que -para Bermann- de la psicología infantil ha surgido el impulso para la reforma educativa. Junto a las nuevas formas educativas “corresponde la lucha por un tipo superior de cultura y de civilidad” (Bermann: 1928: 231). Con los menores delincuentes el camino es el afecto, que encuentren en la vida un sentido para querer y no odiar, dando alegría, ganas de bienestar, evitando así el escepticismo en si mismo. Es destacable tanto la adhesión al psicoanálisis freudiano y su empleo para enfrentar al lombrosianismo en un tema de debate que lleva a la psicología al encuentro con otras disciplinas: filosofía, sociología y literatura. Y a cada posición teórica de la psiquiatría según Bermann, corresponde un ejemplo donde la estratificación y el conflicto social ocupan también un espacio, junto a la contradicción entre consciente e inconsciente. Sin embargo como señala Plotkin se encuentra en el espacio del “discurso civil de la ciencia”, que existía en nuestro país en esa época: “Este discurso civil, es definido por Thomas Glick como la posibilidad de una discusión abierta de conceptos científicos sin la necesidad de que los mismos encajen en luchas ideológicas previas, presuponía la existencia de cierta autonomía del campo científico de la política” (Plotkin: 2003: 31).

El psiquiatra cordobés no elude la centralidad de lo sexual e inclusive enfrenta a los franceses respetados por Ingenieros, mientras en esa época su otro maestro Aníbal Ponce se burlaba del psicoanálisis como moda de salón parisina. Bermann no se limita a lo metodológico sino que adhiere a la teoría freudiana en el punto más resistido, su lectura de la sexualidad, que permite ubicarlo como uno de los precursores en los años ’20, de las rupturas con la psiquiatría somática. Dos años después de esta conferencia, en febrero de 1930, visitaba a Freud en Viena. El aporte mas significativo en ese terreno es la dirección de la primera revista en castellano de psicoanálisis llamada Psicoterapia, en 1936. (Plotkin: 2006: 528-529). Su editorial inicial traza un panorama de la medicina científica que se ocupa de los problemas del alma, con fuerza inusitada dice Bermann y que es la causa del crecimiento tumultuoso de las escuelas, se aspira a una psicología “psicología médica” que ya hizo más que sus primeras armas. Freud está en primer término, su nombre desde recordarse con admiración y gratitud, convocando Bermann a reconocer al psicoanálisis “del que ningún médico psicólogo tiene derecho a despreciar los datos” (Bermann: 1960: 84). A esta figura agrega otras con sus correspondientes inspiraciones filosóficas: Jaspers con Husserl; Oswald Swartz con Scheler, seguidos por Kronfeld, Pavlov, Janet y otros. La medicina reconoce la psicoterapia porque afecta todas las ramas “pues no hay enfermedad de un órgano que no altere la unidad funcional”, por eso –afirma el médico cordobés- hay que terminar con las “palabritas” con la “ganga empírica, filosófica, eticista y teológica, para lograr severa fundamentación y el rigor objetivo a que debe aspirar toda ciencia” (Bermann: 1960: 85), comprendiendo al hombre como totalidad “anímico-somática”. Para ello se debe incluir la antropología, el arte, la filosofía, la caracterología y las doctrinas de los movimientos sociales; lo que “no apartará a Psicoterapia de la disciplina médica de punto de vista médico, de una psicoterapia nacida de la práctica y capaz de satisfacer ampliamente las necesidades médicas”, señala el editorial.

 

Antifascismo y política

Desde la vuelta de su primer viaje a Europa en 1930, Bermann se define como intelectual basándose en la especificidad de la tarea científica reconocida por sus pares hacia la disputa en opinión pública. Actitud que llevó tempranamente a la convergencia del compromiso de la obra y del autor en la lucha por la humanidad expresada en la cultura, en los términos planteados por la “Internacional del Pensamiento” de Romain Rolland, José Ingenieros y Anatole France, en ese momento agitados por publicaciones como Claridad y reclamados como ejemplos por la izquierda comunista, frente al ascenso del fascismo a nivel mundial. A Bermann su militancia izquierdista le implica el sacrificio de veinte años de carrera académica, siendo expulsado de la universidad como a otros intelectuales vinculados a la izquierda socialista y al Partido Comunista, como el director de la Revista de Filosofía Aníbal Ponce. Cerrada la vida universitaria, su intervención pública pasa por ámbitos la acción política desde el socialismo cordobés, en el movimiento pacifista y el periodismo antifascista con el citado Ponce, Raúl Larra, Emilio Troise, Bernardo Kordon y Boleslao Lewin en la Asociación de Intelectuales Artistas Periodistas y Escritores, (AIAPE) organización de la que fue presidente en 1943.

En 1937 parte a España, publica en Madrid Dialéctica del fascismo y su psicopatología, donde combina militancia antifascista con su actividad científica. Para el médico cordobés la guerra es la patología del fascismo, en el sentido planteado por el comunista Dimitrov, “no tiene otro camino, otra salida que la guerra; una guerra inauditamente total” (Bermann: 1936: 20). En la Guerra Civil española revistó como jefe de la misión Argentina de neuropsiquiatría y del servicio de neuropsiquiatría en el Hospital Militar Nº 6 de Madrid, con el grado de “comandante médico” del ejercito republicano. Bermann empleaba sus argumentaciones de corte psicológico para sostener la moral combatientes, a la vez que analizaba al fascismo –ahora citando al diputado Matteotti- como una alta estrategia de la burguesía en retroceso que apela a la dictadura. Vuelto a la Argentina, edita en 1942 Las neurosis en la guerra, libro donde analiza los efectos de la guerra civil, manteniendo discusiones con otros médicos sobre el tipo de terapia a emplear, donde pese a reconocer que el psicoanálisis no se podía poner en práctica porque “hay que dedicarle algunas horas a la semana durante meses o años”, sostiene que es una práctica válida. Reconoce que la “neurosis de guerra” puede no ser válida en todos los casos, como ya lo señaló el maestro vienés a propósito de la gran guerra, en el V Congreso Internacional de Psicoanálisis, aunque Bermann sigue recurriendo a Freud y a su método para fundamentar sus posiciones.

En este período traduce las clases de Georges Politzer, compiladas en Principios elementales de filosofía del filósofo comunista francés, profesor de la Université Ouvrière en los treinta y militante de la “Resistencia”, que murió en un campo de concentración nazi. Bermann lo describe al frente a su público de estudiantes, obreros y clase media. Tanto Politzer como Bermann –y posteriormente José Bleguer, autor de Psicoanálisis y dialéctica materialista- se interrogaron sobre la relación entre marxismo y psicología, quisieron encontrar una forma de superar el psicoanálisis a través de una psicología experimental que según Althusser nunca pudieron fundar mas allá de insistir en su necesidad, es por ello que Althusser a la vez que reivindica a Politzer, descarta su camino. La postura humanista de Bermann vuelve a estar en primer plano en su artículo “La libertad en la dialéctica marxista. La obra de Galvano Della Volpe sobre la libertad” donde reconoce -en 1947- el reavivar de la problemática filosófica en la obra del comunista italiano. Otro prólogo -clave para la editorial Lautaro- es el que escribió para la primera edición en 1947 de las Cartas desde la cárcel de Antonio Gramsci por la editorial Lautaro, una edición que fue precursora en América latina (Burgos: 2003: 32). Allí al referirse a Los Intelectuales y la organización de la cultura y El Risorgimiento destaca: “En ambos se destaca el humanista Gramsci. Mas que el enfoque de tipo sociológico en su sentido clásico, estas obras adelantan elementos para una historia de la cultura italiana y una historia de la ciencia política. Le interesaba sobre todo esta historia para comprender el porque de la debilidad nacional de los líderes intelectuales y políticos, al mismo tiempo que investigar la misión de la cultura en la sociedad contemporánea y las condiciones en que la clase trabajadora puede engendrar las fuerzas intelectuales necesarias para su elevación y desarrollo” (Bermann: 1971: 11).

Bermann desplegó la actividad antifascista en todos los terrenos, llega a presidir la AIAPE hasta que esta es clausurada por los militares del golpe del ´43 y se involucró en la disputa con los radicales para unir a la oposición al régimen conservador hasta los años cuarenta, cuando -como la mayoría de la intelectualidad de izquierda- se alinea con la Unión Democrática para enfrentar la candidatura del general Perón. Su vinculación con la dirección del Partido Comunista, encabezado por Rodolfo Ghioldi y Victorio Codovila explican su férreo enfrentamiento con el peronismo, asimilado al fascismo en la óptica del psiquiatra cordobés. Desde esa postura se inscribió en el campo opositor, denunciando la persecución contra los estudiantes y el asesinato de militantes en una carta a el entonces diputado Héctor J. Cámpora. De todos modos en esa época reorienta su trabajo hacia el campo de investigación de la psiquiatría, en la discusión con los psicólogos y con los psicoanalistas (la Asociación de Psicoanalítica Argentina se había fundado en 1943) desde una postura vinculada a los reflexólogos de corte pavloviano como Jorge Thenon, con quién había compartido con el la introducción del freudismo en la citada revista Psicoterapia. En esta actividad comienza la publicación en 1951 de la Revista Latinoamericana de Psiquiatría dirigida por Bermann junto a Claudio Araujo Lima y luego, desde 1954, de Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina dirigida por Guillermo Vidal. Este proceso apunta a la agremiación de los psiquiatras y no es excepcional, ya que durante los años cuarenta se van constituyendo en los países latinoamericanos asociaciones nacionales de psiquiatría. Al principio organizadas en los hospitales y cátedras de psiquiatría, muchas de ellas fundadas con neurólogos y médicos legistas.

Una de las cuestiones a debatir por los psiquiatras es su relación con el psicoanálisis. En 1949, un año después de la prologar el citado libro de Georges Politzer, Bermann publica un artículo titulado “El psicoanálisis enjuiciado” iniciando una polémica que desarrollará durante dos décadas. Allí sostiene que ya pasó de moda en Europa, pero esta vigente en Estados Unidos y Latinoamérica, donde se lo usa para explicar tanto la conducta individual, como los fenómenos mundiales y sociales. El médico argentino se apoya en un grupo de psiquiatras que ocupan cargos en hospitales franceses quienes habían escrito el artículo “La psychoanlyse, Ideologie Reactionnarie” en las páginas de la revista La Nouvelle Critique, en junio 1949. Las objeciones que plantean, van mas allá de las formuladas por los discípulos críticos de Freud, dicen: “Ya psicoanalistas que se consideraban marxistas como Wilheim Reich [...] o Erich Fromm [...] pusieron de relieve, hace mas de veinte años, el engaño a que conducía el presunto análisis y tratamiento de las situaciones sociales desde el ángulo predominantemente psicoanalítico; aunque al cabo terminaron por enredarse ellos mismos en la interpretación psicologista y sucumbir a ella” (Bermann: 1960: 88). Según el médico cordobés el psicoanálisis, pese a su origen racionalista, da respuestas idealistas a la relación entre individuo y sociedad, lo que lleva a falsear la ‘naturaleza’ del individuo aislado y lo libra atado de pies y manos al orden establecido, creyendo en una libertad ficticia, concluye. Los marxistas conciliadores han querido sintetizar ambas doctrinas, pero eso es ideología burguesa, y cita a Politzer quien dijo: “esa metafísica trata de explicar la historia por la psicología y no la psicología por la historia” (Bermann: 1960: 89). Bermann explica sociológicamente el reclutamiento de los psicoanalistas y sus pacientes: se da en las clases medias, porque esta clase está expuesta a los conflictos de clases. Se explica también porque el cuerpo doctrinario de la psiquiatría esta viejo y las respuestas a las patologías que da el psicoanálisis son satisfactorias en el ejercicio de la profesión. Los psicoanalistas atribuyen los movimientos sociales a la agresividad y las guerras al sadomasoquismo de un jefe o de las masas. Bermann lleva la discusión a ejemplo de psicoanalistas que adjudican causalidades a la “envidia del penis”, a ejemplos sexistas y los profesionales que son simples rompehuelgas informando sobre las tendencias “morbosas” de los dirigentes sindicales en Estados Unidos. Pese a esta acusación, Bermann se desmarca de los franceses que adjudican al psicoanálisis la culpa de la desviación de la psiquiatría y señala que la psiquiatría también se concentra en lo individual.

Este artículo es contestado con una carta titulada El dios Freud por el escritor y poeta Arturo Capdevila, quién publicaba habitualmente en la revista Sur. El autor recuerda a Bermann como un griego predicando en otras épocas -con entusiasmo científico- al médico vienes, mientras ahora plantea objeciones ridículas. A lo que Bermann contesta ratificando sus posturas reflejistas y deterministas, aunque cerradas con reconocimientos al maestro y con la admisión de su método. Tres años después, el cirujano Julio Lederer Outes, desde Santiago del Estero, reivindica el psicoanálisis que le permite entender a ciertos pacientes porque la psiquiatría no sirve para el alma, de manera que el llamado por Bermann “principio mistificador” se demostró como valido. Además el psicoanálisis descubre al hombre en los grandes procesos -dice el cirujano- hay que aprender entonces que ha descubierto el hombre solitario, siendo la sociedad -y su crisis- la que justifica al psicoanálisis. Bermann repite que reconoce al psicoanálisis los recursos aportados, pero insiste en que no ayuda a enfrentar la ola de neurosis; después el psiquiatra separa su acusación a la mistificación del método acusado de mistificador, preservando de hecho al método y al que lo utiliza. Pero inmediatamente acusa al psicoanálisis de reducir el análisis del niño a los mitos reinantes en una sociedad dada.

Apuntemos que la actividad de organización de los psiquiatras y de la revista continuará durante los primeros ’50, la polarización entre los médicos y los planes estatales peronistas, además del enfrentamiento del peronismo con el campo intelectual progresista, profundizará el alineamiento de los sectores medios con el antiperonismo. Aunque Bermann agrupe estos textos y cartas de los primeros ’50 con su artículo de 1960 “Psicoanálisis y materialismo dialéctico” no se trata de un mismo bloque. En los primeros disputa con un crítico literario del grupo Sur y con médicos, cirujanos y psiquiatras, sobre el empleo del psicoanálisis en el campo médico. En cambio, para el segundo se ha producido la consolidación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) como rama independiente, y el psicoanálisis se expande dentro la nueva ola modernizadora argentina de los años sesenta. Un texto que marca el cambio de época es Psicoanálisis y dialéctica materialista, publicado en 1958 cuyo autor es el psicoanalista comunista José Bleger quien renueva un esfuerzo de confrontación entre freudismo y marxismo, desde la perspectiva iniciada por Georges Polítzer, antes de que este se “automutilara” renunciando al psicoanálisis. Y es en ese sentido se ha produce el debate en el Partido Comunista, publicado en Cuadernos de Cultura, que dirigía Héctor P. Agosti. Luego de la segunda edición del libro Psicoanálisis y dialéctica materialista, publicado originalmente en 1958 por José Bleger en 1962 -donde este ratifica sus posiciones- Jorge Thenon edita en ese año una obra inscripta plenamente en el pavlovismo reflejista, titulada Psicología y dialéctica donde la discusión con tesis como las de Politzer son omitidas.

Bermann duda de los métodos clínicos empleados en los hospitales, hay que profundizar en la relación entre alienación en el sentido psiquiátrico y la enajenación en el sentido filosófico y social, uno de los problemas centrales de Hegel. Alineación tomada como exteriorización de la esencia humana, como fuerza desquiciadora, los hombres consideran lo que exteriorizan como una realidad que le es extraña, o sea: siempre los hombres ven desnaturalizada su esencia por factores no metafísicos sino económico-sociales. El hombre no puede realizar sus valores universales si está sometido a los objetos que el crea -ejemplo de ello es la apropiación privada y el trabajo asalariado- esta realidad turba a obreros y el resto de la sociedad. Lo humano es un objeto material extraño a la esencia humana, todas sus relaciones se reducen a dinero y esas fuerzas se aparecen provocando las desviaciones y perturbaciones mentales. De una denuncia filosófica a la convocatoria de comprensión de nuestra realidad, desde la literatura latinoamericana a la lucha política. Es que para Bermann se vive un período dramático en que “la guerra continúa por otros medios y cuyo signo capital son los movimientos de liberación nacional”, que constituyen la condición necesaria de su salud mental.

En lo científico, el avance de la terapéutica no oculta que la psiquiatría esta en crisis desde la nosología kraepeliniana, los principios y fines, la metodología, los sistemas asistenciales y profilácticos; es por eso hay división y dispersión. La psiquiatría como ciencia nace con Pinel, con la Revolución Industrial y durante la Revolución Francesa, dice Bermann, para unir ciencia y modernidad. Esta síntesis consolida su explicación que une la alineación generada por el desarrollo capitalista con la alienación mental, ejemplificada por los Estados Unidos donde la mitad de las camas las usan los enfermos psiquiátricos. Nuestro autor aspira a impartir formación psiquiátrica a toda la medicina, ya que sería la tercera rama junto con la clínica y la cirugía para poder dar cuenta de la masa de los conflictos humanos, bajo la advocación Kraepelin, Freud, Pavlov e Ingenieros.

Si Nuestra psiquiatría demarca el campo que Bermann pretende para la reformulación de esa ciencia, La salud mental y la asistencia psiquiátrica en Argentina es la obra que completa su análisis sobre el sistema sanitario argentino y el lugar que en el ocupa la atención psiquiátrica. No debemos perder de vista que para ese momento se ha constituido la APAL y en este esfuerzo de Bermann considera apropiado para delinear un campo psiquiátrico acorde a sus expectativas. Estas últimas enmarcadas en su idea de una revolución psiquiátrica en desarrollo en países capitalistas y socialistas, que va mas allá de las relaciones medico-paciente, y transforma los sistemas asistenciales. Mientras tanto, la nuestra que es de tipo gliptodóntica, esta pasando de la “psiquiatría custodial, casi policial, de tiempos pasados, a una psiquiatría de campo abierto; de enfermedades clandestinas y vergonzosas, a la franca dilucidación, sin disfraces, de su naturaleza dinámica para su tratamiento y profilaxis” (Bermann: 1965: 14).

Su insistencia en la cientificidad de la medicina como referencia para cuestionar al psicoanálisis, es coherente con el empleo -al tratar cuestiones de educación y población- de la sociología de Gino Germani con su vocación de objetividad y neutralidad. Todas las aspiraciones de cientificidad no le impide tratar temas como las “peculiaridades del argentino” al que le dedica un capítulo, que será incluido en el primer número de la revista Pasado y Presente, revista que él apadrinará desde Córdoba, en 1965. En ese texto ensalza los esfuerzos –y limitaciones- del ensayismo por llevar adelante una caracterología y poniendo como otro polo de referencia, a los miembros del grupo Sur. Los psiquíatras eran uno ochocientos en 1956, y tres cuartas partes ejercían en la capital y la mayoría se dedica a la práctica privada de la psicoterapia mientras hay pocos –y mal pagados- en el interior. La estructura del sistema médico es acorde a la división en clases, apunta el psiquiatra para quién como en toda sociedad capitalista, hay potentados de la medicina, que son profesores universitarios, y debajo de ellos un proletariado medico. Pero visto en conjunto pertenecen a la clase media, “con la versatilidad y oscilaciones que les son características” (Bermann: 1965: 62).

La visión clasista de la medicina no es obstáculo de una amplia valoración de la actividad “institucional”. Para Bermann había que considerar a todas ramas del conocimiento vinculadas con lo médico psicológico (neurología, psiquiatría y neurocirugía) y otras como la higiene mental, antropología, hipnosis, y el psicoanálisis. Inscribe este movimiento en la iniciativa de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, y en el programa ambicioso de la Federación Argentina de Psiquiatría (Bermann: 1965: 90-91). Además de la expansión de la editoriales psi como Paidos, las revistas especializadas y los grupos de investigación Bermann señala la constitución del Instituto Nacional de Salud Mental en 1957 como un punto significativo de la estructuración de un sistema sanitario como el argentino, articulado en los hospitales que son verdaderos “internados de crónicos”; Antonio Calabrese, de la colonia Oliva los describe: “yacen embrutecidos y olvidados en galerías, expuestos a las inclemencias climáticas, mal alimentados y peor vestidos, una vergonzosa y deprimente realidad (Bermann: 1965: 111). El sistema tiene 23.000 camas, de las cuales la mayoría están en manos de la Nación, lo que igual es insuficiente y hace evidente además la arbitraria distribución de las camas por provincias. Detalla Bermann para cada establecimiento la cantidad de camas, profesionales, enfermeros, presupuesto y la relación entre egreso e ingreso, con los días de internación. Es un sistema se deteriora -dice el Dr. Bringas Núñez- por el empobrecimiento de los presupuestos, bajos sueldos del personal siempre acosados por la inflación, mientras el modelo sigue siendo el viejo de grande asilos, que “antes que centros de curación y restablecimiento [tienen] efectos psicopatogénicos (Bermann: 1965: 107).

La solución a todo esto no puede hacerse sin cambios en la estructura socioeconómica nacional, dice el cordobés; la revolución científico tecnológica tampoco encaja en las condiciones económico sociales “ni en el pensamiento de la clase dominante, que es hasta ahora la que ha decidido” (Bermann: 1965: 115). Por eso la cuestión queda abierta, mientras continúa un sistema de cronificación dentro de un anacrónico dispositivo custodial. Pese a todo esto Bermann no cierra la puerta a reformas o nuevos proyectos, como la expansión de los servicios psiquiátricos de los hospitales generales. Las condiciones de trabajo deficientes señaladas son agravadas por los problemas de la profesión (como el de la habilitación para ejercer la psicoterapia, centralizada por los médicos) y los profesionales además se topan con la resistencia del medio social: el tabú de la locura en el seno de la familia.. Aunque se abran escuelas de enfermería psiquiátrica esa práctica depende –y Bermann apela a Goldenberg- de la actitud de la colectividad respecto de los enfermos mentales, de los progresos de la psiquiatría, y del desarrollo de económico social, si la sociedad es prejuiciosa respecto de la locura, los métodos son reclusión y aislamiento de manera talque los enfermeros actuaran como meros vigilantes.

En los hospitales generales se combina la tendencia a integrar enfermos mentales en el orden médico y a instalar consultorios y servicios psiquiátricos, eso permite disminuir los ingresos a los hospitales psiquiátricos, los hace mas accesibles, facilitan los diagnósticos y tratamiento precoz, al hacerse ambulatorio el paciente no pierde contacto con su medio social y hogar, no hay tanto trauma familiar por internación y el paciente no es distinto, es uno mas entre todos los del hospital, además de ser mas económico. El hospital general le da al psiquiatra un contacto permanente con otros médicos, lo hace mas científico y afecto a la investigación, educa y forma personal auxiliar. Esto si hay adecuado presupuesto sino se produce lo mismo que en los otros hospitales, los mas exitosos son según Bermann, los de Lanus con Mauricio Goldenberg y el de Avellaneda con Sylvia Bermann, su hija.

En esta obra su repaso incluye una ponderación menos cuestionadora y considerada hacia el psicoanálisis, en el que distingue dos corrientes, una que llama “ortodoxa” encabezada por Ángel Garma, y otra que considera “psicosocial” y “antropológica-cultural” dirigida por Pichón Rivière y Bleger. Bermann está en este período abocada a la organización de una estructura latinoamericana de psiquiatras enfrentando a la poderosa asociación estadounidense de la cual el fue miembro. Las primeras reuniones para unificar a los psiquiatras de América Latina se dan en 1950, a partir del Primer Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en París. Allí, Raúl González Henríquez de México, José A. Bustamante de Cuba y Carlos A. Seguín de Perú, plantearon la necesidad de crear una Asociación donde los profesionales de este continente contribuyeran al estudio de la psiquiatría y del “hombre latinoamericano”. Bermann fue uno de los precursores de ese grupo, participa de la fundación en 1960 la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) presidiendo el congreso de esa asociación que se realiza en Buenos Aires.

Córdoba, Cuba y China serán las palabras que sinteticen las claves políticas de la acción de Bermann. Así como su amigo Ezequiel Martínez Estrada se fue a Cuba en los primeros sesenta, Bermann se acercó a Guevara y los revolucionarios cubanos, desde allí alentó incansablemente las rupturas impulsadas por lo que luego se llamó la “Nueva Izquierda”. El blanco de sus críticas fue originalmente el mandamás del Partido Comunista argentino, Vittorio Codovila, a quién acusó de haber abandonado el marxismo y la revolución, de haberse embanderado con todas la políticas oficiales de Moscú. Desde La Habana, Bermann analiza la situación política argentina reivindicando como opción política al joven Partido Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV). Luego apoyará al grupo de Arico, Portantiero, Schmucler y otros jóvenes comunistas cordobeses –también expulsados del Partido Comunista- editores de una revista clave de los sesenta: Pasado y presente, que retomaba el pensamiento gramsciano, combinado con el apoyo a revolución cubana, en su primer número la revista incluye un artículo del “viejo” Bermann referido al ensayo identitario argentino. La otra meca de sus viajes será China a donde viaja a instancias de Bernardo Kordon, otro viejo camarada de la militancia en la antifascista AIAPE, que ahora volvía a editar su célebre revista Capricornio, donde Bermann escribirá un artículo con sus fervores hacia la China maoísta. En ese sentido escribirá el libro La salud mental en China, donde reivindica las transformaciones sociales y culturales impulsadas por la revolución comunista en el período de la Revolución Cultural Proletaria, en plena polémica con los comunistas rusos.

En esa década Bermann retoma la reivindicación de Deodoro Roca editando escritos del referente reformista, haciendo en el prólogo un llamado a nueva juventud universitaria la superación de la vieja reforma, pero sin perder su espíritu revolucionario. Fue en esa época el animador junto a los jóvenes izquierdistas maoístas y gramscianos de la Editorial Universitaria de Córdoba (EUDECOR) apoyada por la Federación Universitaria de Córdoba. Es en ese sentido que saluda la emergencia de los jóvenes radicalizados del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo (MSTM) que conmueve la estructura de la conservadora estructura eclesiástica. El “Cordobazo”, levantamiento insurreccional de obreros y estudiantes que impusieron un viraje a la política argentina en Mayo de 1969, haciendo tambalear la dictadura militar del general nacionalista Ongania y la serie de puebladas que convulsionaron la sociedad argentina facilita que Bermann sienta cumplidas sus expectativas sobre la proximidad de la revolución en Argentina. No es casual que en esos años se organizara una comisión de homenaje a nuestro psiquiatra, que contaba desde su constitución con el apoyo de Ernesto Guevara. Esa comisión organizó el festejo de los 75 años de Bermann, en fecha significativa: 11 de octubre de 1969, días después del segundo aniversario de la caída del “Che” en Bolivia y con la ciudad conmocionada por el acontecimiento de Mayo. Allí una multitud de activistas celebró el cumpleaños de quien alguna vez escribió sobre la relación entre la filosofía y la lucha social: “Todo esto requiere una sistematización filosófica adecuada de aquella exigencia ética revolucionaria, que lleva de la emancipación tradicional, liberal del hombre en cuanto hombre común burgués, a la superior emancipación del hombre en cuanto hombre común-trabajador, o emancipación humana del hombre” (Bermann: 1971: 17).

 

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Adrián Celentano
Actualizado, agosto 2006

 

© 2003 Coordinador General Pablo Guadarrama González. El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Coordinador General para Argentina, Hugo Biagini. El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de 2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez.

 

© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.

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