El
pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana: Argentina
"El humanismo de Gregorio Bermann"
Adrián Celentano
Gregorio
Bermann nace en Buenos Aires 1894 en una familia de inmigrantes judíos
polacos, y muere en Córdoba en 1972, su biografía es atravesada por el
protagonismo de dos generaciones claves en la historia argentina del
siglo XX. Una, constituida alrededor de la Reforma Universitaria en
1918, la otra, que toma cuerpo en los “sesenta”, ambas articulan la
relación entre intelectuales y política alrededor de la tarea de
transformar la sociedad emancipando a los sectores populares. En su
biografía intelectual no puede escindirse su producción científica (en
psiquiatría y psicología) en aras de la intervención política, ni su
línea política separarse de su concepción de la ciencia: ambas fueron
articulados originalmente por el positivismo, combinado con marxismo y
otras vertientes filosóficas (determinismo, psicoanálisis,
espiritualismo etc.) donde podemos encontrar fundada la concepción
humanista de Bermann.
El movimiento estudiantil cordobés
incluyó a quienes participaron en las luchas de la Reforma Universitaria
desde su inicio, como es el caso de Gregorio Bermann, que continuó como
docente e investigador universitario en las cátedras de Medicina
Forense. En ese momento, la coyuntura internacional conmociona las
expectativas en el progreso que se habían cifrado durante décadas en las
elites intelectuales. Bermann cuestiona entonces la llamada “Gran
Guerra” mundial apelando a argumentos comunistas, en la misma línea que
José Ingenieros: “La caída definitiva de las tendencias extremas que los
bandos reaccionarios habían creído conseguir al provocar la Gran Guerra
está muy lejos de ser un hecho. Nunca como ahora ha sido tan próximo su
triunfo. El anhelo de justicia social, que es más poderoso en la
actualidad que en las pasadas épocas, no tiene otro significado; las
exigencias perentorias de las masas, en un principio puramente
económicas, aumentan en proporción y calidad a medida que su cultura es
mayor y que su sensibilidad va despertando” (Bermann: 1920: 93).
El movimiento reformista
universitario se desata justamente en las postrimerías de la
conflagración que significó un quiebre en la expectativas cifradas por
la ciencia en el progreso, pero a la vez en las concepciones estéticas,
políticas y sociales que se articulaban en el liberalismo democrático.
Ingenieros, Korn y otros filósofos como Ortega y Gasset influyen en el
clima de ideas y ocupan espacios prominentes en la Revista de
Filosofía o en Nosotros siendo a la vez referentes del
pensamiento de la llamada “joven generación”, en esas revistas Bermann
escribirá notas sobre la agitación estudiantil. Durante la década del
‘20 se integra en el Partido Socialista de Córdoba, junto con otros
intelectuales como Deodoro Roca, Saúl Taborda, Arturo y Raúl Orgaz. La
década siguiente, cuando el movimiento reformista universitario
atraviesa la prueba de la restauración conservadora-nacionalista,
Bermann se mantiene en el PS –será candidato a gobernador de Córdoba en
1931- y a la vez trabaja cercano a la red intelectual del Partido
Comunista. En este sentido Bermann atiende una perspectiva crítica
respecto de la universidad, considerando esas circunstancias
desfavorables de “dictadura, predominio de las camarillas en la
universidades, crisis mundial, imperialismo, etc.”, constituyen un
obstáculo “los mismos postulados planteados el ‘18, no pueden realizarse
bajo la égida del privilegio y de la explotación. Bajo el imperio de
circunstancias desfavorables”.
A Bermann le interesa delimitar que
la voluntad autonómica universitaria no es un programa partidista, ni su
ideología un dogma sectario; da por sentado que existe una función
específica de la Universidad, que trasciende lo puramente técnico
del saber: la universidad es centro de la razón, la inteligencia y la
educación. De modo que el movimiento es “impersonal e impartidista”, no
es agente electoral sino que forma electores conscientes, sus
dirigentes mas que mandatarios de los docentes y estudiantes son
representantes permanentes de la inteligencia. Por eso hay que elaborar
una nueva cultura de tipo juvenil, ya que la juventud tiene una
necesidad vital de no caer “en poder de los adultos esclavizados por
otros intereses” siguiendo los caminos de la inteligencia. Este
programa fue adaptado a los cambios de situación política y a las
críticas al reformismo desde la izquierda comunista. Así ocurre en un
artículo de 1936, donde insiste en el carácter típicamente juvenil el
movimiento universitario, sin la matemática precisión de un grupo de
acción sino al impulso del momento, lo que no deja de constituir
avant la lettre el “frente único de la juventud” dice Bermann
aludiendo a la política de unidad en los frentes populares vigentes en
ese momento. Pese a la cristalización de los miembros del movimiento que
se acomodaron “en los mismos moldes que criticaron”, vienen nuevas
camadas a reemplazarlos para estructurar -a través de la universidad- un
nuevo estado de cosas, fenómeno en el que reside la debilidad y la
fuerza de la Reforma.
El movimiento se definió –según
nuestro cordobés- entre dos corrientes, una centrada en el trabajo
científico (organizada en la Federación Universitaria Argentina, FUA) y
otra, que consideró al movimiento como expresión de un momento histórico
y no se “engañó” sobre el rol de la institución. El triunfo de la
primera vía esterilizó -durante 10 años- nuevas energías en los “viejos
moldes” de un orden que tenía solución solo fuera de la universidad,
argumenta Bermann. La última concepción solo primó con las lecciones del
golpe de estado de 1930 que arrasó con las conquistas anteriores como la
autonomía, participación estudiantil etc. Los estudiantes comprendieron
que no se podía cambiar la universidad sin alterar los factores sociales
que la condicionan, aunque esta concepción de lo social no debe opacar
la lucha por los problemas específicamente universitarios, en un
frente universitario. Los militantes juveniles de 1936, no gozan de
las ventajas del ‘18 –el apoyo de la prensa y del gobierno- sino que
deben desarrollar dramáticamente el movimiento. Si este carece de una
“doctrina social propia”, puede permitir echar los cimientos de nuevas
direcciones culturales, vinculadas a la lucha contra el imperialismo, el
fascismo y la guerra. Quedan delineadas así las críticas por la cuestión
de clase, con el problema de reivindicar una institución estatal ambas
articuladas en la política de frente común contra la guerra.
Aunque otros movimientos juveniles hayan fracasado, este puede triunfar
porque entronca con “las realidades más formidables de la época”, con
lineamientos que hoy adoptan los jóvenes de otros países, porque los
reformistas ya en 1918 advirtieron que pisaban los umbrales de una nueva
época, bajo el influjo de la Revolución Rusa y del desengaño que dejó en
“todos nosotros la gran guerra democrática y liberal de 1914-1918”
concluye, con indudables ecos ingenierianos para asimilar coyunturas
separadas por dos décadas.
Los argumentos esbozados en los
treinta tendrán otra forma -que será definitiva- en 1946, cuando publica
en México su obra mas sistemática, se trata de Juventud de
América, con la editorial Cuadernos Americanos. El libro inserta el
movimiento del nuevo mundo en el marco de los movimientos juveniles y
estudiantiles europeos desde el siglo XIX, pensados alrededor de las
revoluciones de 1848 o sea en el proceso de las revoluciones
republicanas y democráticas, donde las irrupciones proletarias atrajeron
la atención de los jóvenes estudiantes alemanes, franceses e italianos.
Bermann parte de la crisis de la humanidad encarnada en la II guerra,
sosteniendo que la civilización burguesa entró en crisis desde la I
guerra de 1914, una crisis que hará extensiva a todas las formas de
pensamiento, incluida la medicina. Si la crisis burguesa es general,
Bermann considera a la juventud un aliado clave del proletariado en la
lucha por una nueva sociedad. Cuando trata la historia del movimiento
juvenil argentino emplea la secuencia citada que pasa por Mayo de 1810,
la generación del ‘37 y de allí hasta la revolución de 1890. En esta
secuencia incluye a los estudiantes de todo el continente como
protagonistas de los procesos como la revolución mexicana y la lucha por
la independencia brasilera. El movimiento argentino de 1918 transitó un
camino en el que, como dijo Deodoro Roca “buscando un maestro ilusorio
se dio con un mundo”, lo que no le impide a Bermann caracterizar la
limitación de nuestras universidades, por crear un tipo social: el
doctor, conformando un patriciado de que reemplaza a los viejos
caudillos sin jerarquía. Asegura que si la universidad por su régimen
legal dependía del Estado, “el Estado era en parte ella misma”, en los
términos empleados por José Carlos Mariátegui para la realidad peruana.
En palabras de Carlos Sánchez Viamonte quién señala a los “políticos sin
escrúpulos, legisladores corrompidos e ineptos y jueces adocenados y
obsecuentes, que luego he reconocido, bajo distintos disfraces, en el
elenco directivo y docente de la universidad argentinas” (Sánchez
Viamonte: 1928). La toma de la universidad por los estudiantes, el
protagonismo de las masas juveniles, es la clave de la conmoción de la
institución, de su apertura a la ciencia y a la sociedad. El
involucramiento universitario con el movimiento obrero y el proceso
político latinoamericano y argentino, es fluido ya que se combina con la
existencia de un gobierno que responde una nueva corriente como el
radicalismo yrigoyenista. Aunque este último no será consecuente con las
expectativas que las clases populares depositan en él (la FUA le
reprochará al partido radical el “estancamiento en el presente”), ni
necesariamente dirigían el movimiento dice el cordobés.
Bermann hace equilibrio en el
balance de 1946: unifica la extensión social de la Reforma con la
emergencia de esas fuerzas progresistas y reivindica a los líderes del
movimiento que se viene preparando desde fines de siglo: Hipólito
Yrigoyen y Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Ingenieros, Norberto Piñero,
Alejandro Korn, Telémaco Susini, Horacio Piñero, Francisco de Veyga,
Rivarola, Araoz Alfaro, Joaquín V. González y otros que incorporaron a
sus cátedras las teorías y métodos científicos los cuales engranaban con
las doctrinas políticas no conservadoras en el terreno científico. Pero
cierra su análisis crítico de 1946 recordando la dura objeción que
dirigió al mundo universitario en 1928, sobre la década reformista:
“¿que hizo en ese tiempo? ¿En que ha servido a la creación de las
ciencias, a la formación de un espíritu humanista? ¿En que ha
contribuido a la comprensión de los fenómenos sociales y a aminorara el
sufrimiento e ignorancia de las masas? ¿En que ha ayudado a los jóvenes
ansiosos de cultura general y de formar su personalidad? ¿En que a la
selección e incorporación de los mejores maestros? [...] Es evidente el
triple fracaso moral, ideológico y científico de la Universidad, que cae
por si misma como un fruto caduco y seco” (Bermann: 1946: 152).
Psiquiatría, psicología y psicoanálisis
A través de sus tres primeras
obras, Bermann se inscribe en las posiciones positivistas de fuerte
presencia en el campo intelectual argentino. Lo fundamental de su
argumentación se aprecia en la relación entre medicina y filosofía,
tratando la relación entre la determinación y el libre albedrío en las
ciencias morales. Bermann interviene en la criminología cuestionando el
Código Penal, se introduce en la sociología
incluyendo la reivindicación de Marx, Engels, Lenin y Mondolfo
para señalar tareas para educación, mientras intenta
quitarle a los juristas el control de los informes de perito. Argumenta
el médico cordobés que nadie está totalmente destinado al mal: “Aun en
la certeza de que los hombres hacen tan solo lo que pueden hacer nada
mas lógico y comprensible que cada “criminal nato” bajo la acertada
influencia de una educación física e intelectual, fecundando su espíritu
con un ideal de bondad y de amor, enseñándole los medios para conseguir
su propio verdadero interés, colocado en un ambiente favorable, podría
ser un buen hombre” (Bermann: 1920: 75).
La medicina legal de los alienados
debe basarse en estudios de la alienación principalmente, y también
jurídicos. Bermann considera que los psiquiatras no deben olvidar que la
psiquiatría debe basarse en la psicología, por eso se distancia de
Lombroso y establece fases en que se adquieren hábitos, que son los
nuevos “sentimientos morales” (justicia, verdad amor al prójimo, ideales
sociales) que constituyen formaciones psicológicas mas recientes,
inestables y precarias” que en ciertos momentos se anulan y se comete la
agresión. Tratamiento en vez de castigo, reclama el psiquiatra. Hay una
gran familia dentro de los enfermos que abarca a “los delincuentes,
anormales y degenerados”; sea su origen genético o circunstancial, a
ellos hay que tratarlos adecuadamente sin desprecio ni repugnancia.
Apoya el castigo cuando corresponda, porque “inhibirá para reincidir”,
pero en otros casos hay que hacer clínicas especiales, para “tratamiento
psicoterápico”, asilos, hospicios, reformatorios o libertad vigilada.
Para ello Gregorio dice que los médicos psicólogos deben opinar sobre
estas cuestiones, deben ser también técnicos avezados, opinar en su
informe, definiendo cual es el tratamiento.
El médico cordobés evidencia en su
trabajo de los primeros años veinte una ausencia de lectura
psicoanalítica sistemática, lo cual cambia en la década siguiente y
produce un giro en su argumentación. El
pensamiento de Bermann sobre la relación entre saber y delito, está
mediada por la incursión en los problemas de la ética y la moral, tanto
para los profesionales psicopatologos, higienistas mentales,
psiquíatras; como para sus objetos de estudio: los jóvenes y los
delincuentes. Para los primeros una conferencia magistral: Ética
Médica, de 1925, para los segundos, Los menores desamparados y
los delincuentes en Córdoba. Otro médico será relevante para su
formación: Aráoz Alfaro, quién le prologa su Psicogénesis de la
locura moral que tuvo primera edición cerca del año ‘30. Bermann da
una conferencia en 1928, en el Instituto Popular de Conferencias,
organizadas por el diario La Prensa, donde lo presento el citado Araoz
Alfaro. La tarea que se fija es demarcar en la patología los
sentimientos anti-sociales, por lo cual encara una génesis de lo que en
esa época se llamaba “locura moral”.
La acumulación y generalización de
usos del concepto de locura moral lleva a que cualquiera acuse a sus
oponentes de locos morales, sean estos burgueses o proletarios, de
izquierda o derecha. En esta oscura patología se mezclan cuestiones
jurídicas, filosóficas o la del libre arbitrio, y Bermann dice que, al
tratarse de cuestiones de carácter y actos morales, la ciencia se
resiste a aceptar su “naturaleza morbosa” porque supone que un malvado
lo es por voluntad. Aquí se suman dificultades éticas para el
observador, ya que pone en juego su sensibilidad que es la de su
civilización con su propia ética, además de no haber una ética
unificada, para Bermann los peores locos morales son los fríos,
tranquilos, amantes de la legalidad, porque son fuertes gracias a ella.
Gregorio Bermann exhibe su trayectoria por las cárceles, asilos y
cárceles de menores encomendadas por el gobierno y afirma que a los
asesinos, envenenadores, padres incestuosos y otros es correcto que se
atribuya al síndrome de la debilidad mental u otra debilidad psíquica.
Pero jóvenes de 14 o menos años, que tienen alteraciones afectivas,
volitivas o intelectuales no son retardados y las pruebas para
determinar la edad mental nos son seguras para determinar la mentalidad,
además de que las afecciones en los sentimientos muchas veces inhiben la
inteligencia.
Dupré llama instintivas e innatas a
las tendencias morales y sociales, por ser anteriores a la inteligencia,
y acuerda en esto con Lombroso; no tienen sentimientos ni pueden
crearse; son plaga “desde el hogar y escuela, hasta el cuartel y
taller”. En cambio, para Bermann, no es posible hablar de instintos
morales, que son de formación reciente, como “instintos animales rígidos
e implacables”. Hay que estudiar la niñez y la pubertad porque allí se
forman y fijan las concepciones éticas, que no son innatas. Podemos
partir de Binet, pero sus pruebas aun no dan los resultados para el
plano moral, faltan décadas para resultados satisfactorios, mientras hay
que apelar a la observación y la intuición. Bermann entonces se apoya en
Rousseau, no hay perversión en el corazón humano por naturaleza,
aparecen por causas sociales, en cambio para Lombroso y otros como Emile
Laurent y el Dr. Rassier, están desde el feto. Bermann enfrenta así un
cúmulo de autoridades italianas y francesas, mientras su adhesión es
absoluta a una corriente austriaca -que según Plotkin no era hegemónica
en la recepción argentina- en lo que se refiere al análisis el mundo
afectivo y moral del niño: “El psicoanálisis ha llegado por otro camino
a un conocimiento de la naturaleza moral de la infancia que me parece
tan superior a los hasta ahora conocidos que no vacilo en seguirle [por]
ese genial explorador de las oscuras vías del alma que es Freud” (Bermann:
1928: 222).
Freud parte del estudio de las
neurosis, apreció que el niño aprende a disimular tempranamente sus
pensamientos, no se los confiesa a si mismo, ni los formula, tanto mas
cuanto mas compleja es su trama. Una sola ley rige al niño: el placer,
causa su actividad y su conciencia, “todo el mundo es suyo, pues no
alcanza a distinguir entre lo tuyo y lo mío”, es el verdadero “único” de
Stirner, como no puede reducir todo a su gusto lo hace imaginariamente
subordina con seductora y alegre risa todos los fines sociales
superiores a sus deseos y gustos. En lo moral es egoísta y en lo sexual
polimórficamente perverso, pasa de su interés libidinoso por sus zonas
erógenas a convertir a todos los seres en objeto de sus intenciones
sexuales y celos, luego cede ante la acción del hogar y el ambiente,
frente a la idea de justicia y de propiedad, al ser expropiado. Por
interés, represión e inteligencia, del miedo y del hábito se va
precisando en el niño la distinción entre el bien y el mal, que forman
la base la moralidad. En esa represión hay dificultades que no logran
ser encauzadas por la cultura y son entonces simuladas, ya que un
milenio de civilización ha hecho tanto altruismo como agresión y por
esta transformación natural se desplaza el deseo de dominación sexual
hacia fines sociales mas elevados. Dice Bermann que Freud demostró el
poder y significado del inconsciente, donde están reprimidos los deseos
sexuales, egoístas y crueles. Lo inconsciente ignora los códigos
morales, las consideraciones lógicas y altruistas, por eso lo conciente
y lo inconsciente están en perpetuo conflicto.
Hay que reconocer que el mecanismo
psicógeno de la locura moral se desarrolla después del nacimiento “por
causas propias del ambiente”, por errores de educación, por faltas en la
génesis del instinto sexual y otras. Prescindiendo de lo orgánico, las
investigaciones demuestran que la mayor parte de los enfermos proviene
de familias desgraciadas, de padres con problemas, los menos provienen
de hogares pudientes y sufrieron fallas graves en su educación. Es que
el padre ocupa un rol importantísimo por traer el sustento y ser
autoridad, mas que la madre. Bermann apela nuevamente al “psicoanálisis”
el cual considera “El origen de todas las religiones, la imagen de Dios
se forma a semejanza del padre carnal, jefe y señor y la actitud
personal del hombre respecto a Dios, depende de su relación con la
persona del padre. Es decir que Dios, a quienes los fieles llaman padre
celestial, no sería mas que una sublimación del padre” (Bermann: 1928:
227).
Ese hijo abandonado, es
independiente precoz pero sin la aptitud para conquistar ese mundo a que
se cree con derecho, así aparece su odio contra los demás, su
resentimiento y la constante tortura porque los demás descubran su
incapacidad, por eso su odio y rencor contra los mas afortunados. De
allí su voluntad de poder expresada en la crueldad, que le genera
placer, la crueldad tiene entonces origen lo psicosexual. La sexualidad
deficiente genera “infantilismo psicosexual” con perversión o trae una
inhibición de la líbido, que no teniendo objeto en que fijarse, se torna
sobre si mismo convirtiendo al huérfano de cariño, al abandonado por la
fortuna, en un narcisista. El fracaso los fija inconscientemente en su
niñez, cuando conseguía muchas cosas con responsabilidad mínima, es una
fuga hacia una Arcadia “donde no hay una terrible lucha por la vida y
por el amor”. Pero ahora ya no es “amoral”, ahora se traduce en actos y
es inmoral, al crecer es la policía quién lo detiene, la fuerza le
impone los rudimentos de la moral, por coerción y sufrimiento. Por todo
esto es importante atender la educación, para evitar la locura moral,
hay que valorar el movimiento por la Escuela Nueva inspirado en
Argentina por la Dra. Rezzano, que surgió del interés médico pedagógico
por los anormales, mientras en Europa Binet, Freud y Adler, entre otros
hacen grandes servicios a la psicoterapia y la educación, ya que -para
Bermann- de la psicología infantil ha surgido el impulso para la reforma
educativa. Junto a las nuevas formas educativas “corresponde la lucha
por un tipo superior de cultura y de civilidad” (Bermann: 1928: 231).
Con los menores delincuentes el camino es el afecto, que encuentren en
la vida un sentido para querer y no odiar, dando alegría, ganas de
bienestar, evitando así el escepticismo en si mismo. Es destacable tanto
la adhesión al psicoanálisis freudiano y su empleo para enfrentar al
lombrosianismo en un tema de debate que lleva a la psicología al
encuentro con otras disciplinas: filosofía, sociología y literatura. Y a
cada posición teórica de la psiquiatría según Bermann, corresponde un
ejemplo donde la estratificación y el conflicto social ocupan también un
espacio, junto a la contradicción entre consciente e inconsciente. Sin
embargo como señala Plotkin se encuentra en el espacio del “discurso
civil de la ciencia”, que existía en nuestro país en esa época: “Este
discurso civil, es definido por Thomas Glick como la posibilidad de una
discusión abierta de conceptos científicos sin la necesidad de que los
mismos encajen en luchas ideológicas previas, presuponía la existencia
de cierta autonomía del campo científico de la política” (Plotkin: 2003:
31).
El psiquiatra cordobés no elude la
centralidad de lo sexual e inclusive enfrenta a los franceses respetados
por Ingenieros, mientras en esa época su otro maestro Aníbal
Ponce se burlaba del psicoanálisis como moda de salón parisina. Bermann
no se limita a lo metodológico sino que adhiere a la teoría freudiana en
el punto más resistido, su lectura de la sexualidad, que permite
ubicarlo como uno de los precursores en los años ’20, de las rupturas
con la psiquiatría somática. Dos años después
de esta conferencia, en febrero de 1930, visitaba a Freud en Viena. El
aporte mas significativo en ese terreno es la dirección de la primera
revista en castellano de psicoanálisis llamada Psicoterapia, en
1936. (Plotkin: 2006: 528-529). Su editorial inicial traza un panorama de
la medicina científica que se ocupa de los problemas del alma, con
fuerza inusitada dice Bermann y que es la causa del crecimiento
tumultuoso de las escuelas, se aspira a una psicología “psicología
médica” que ya hizo más que sus primeras armas. Freud está en primer
término, su nombre desde recordarse con admiración y gratitud,
convocando Bermann a reconocer al psicoanálisis “del que ningún médico
psicólogo tiene derecho a despreciar los datos” (Bermann: 1960: 84). A
esta figura agrega otras con sus correspondientes inspiraciones
filosóficas: Jaspers con Husserl; Oswald Swartz con Scheler, seguidos
por Kronfeld, Pavlov, Janet y otros. La medicina reconoce la
psicoterapia porque afecta todas las ramas “pues no hay enfermedad de un
órgano que no altere la unidad funcional”, por eso –afirma el médico
cordobés- hay que terminar con las “palabritas” con la “ganga empírica,
filosófica, eticista y teológica, para lograr severa fundamentación y el
rigor objetivo a que debe aspirar toda ciencia” (Bermann: 1960: 85),
comprendiendo al hombre como totalidad “anímico-somática”. Para ello se
debe incluir la antropología, el arte, la filosofía, la caracterología y
las doctrinas de los movimientos sociales; lo que “no apartará a
Psicoterapia de la disciplina médica de punto de vista médico, de
una psicoterapia nacida de la práctica y capaz de satisfacer ampliamente
las necesidades médicas”, señala el editorial.
Antifascismo y política
Desde la vuelta de su primer viaje
a Europa en 1930, Bermann se define como intelectual basándose en la
especificidad de la tarea científica reconocida por sus pares hacia la
disputa en opinión pública. Actitud que llevó tempranamente a la
convergencia del compromiso de la obra y del autor en la lucha por la
humanidad expresada en la cultura, en los términos planteados por la
“Internacional del Pensamiento” de Romain Rolland, José Ingenieros y
Anatole France, en ese momento agitados por publicaciones como
Claridad y reclamados como ejemplos por la izquierda comunista,
frente al ascenso del fascismo a nivel mundial. A Bermann su militancia
izquierdista le implica el sacrificio de veinte años de carrera
académica, siendo expulsado de la universidad como a otros intelectuales
vinculados a la izquierda socialista y al Partido Comunista, como el
director de la Revista de Filosofía Aníbal Ponce. Cerrada la vida
universitaria, su intervención pública pasa por ámbitos la acción
política desde el socialismo cordobés, en el movimiento pacifista y el
periodismo antifascista con el citado Ponce, Raúl Larra, Emilio Troise,
Bernardo Kordon y Boleslao Lewin en la Asociación de Intelectuales
Artistas Periodistas y Escritores, (AIAPE) organización de la que fue
presidente en 1943.
En 1937 parte a España, publica en
Madrid Dialéctica del fascismo y su psicopatología, donde combina
militancia antifascista con su actividad científica. Para el médico
cordobés la guerra es la patología del fascismo, en el sentido planteado
por el comunista Dimitrov, “no tiene otro camino, otra salida que la
guerra; una guerra inauditamente total” (Bermann: 1936: 20).
En la Guerra Civil española revistó como jefe de la misión Argentina de
neuropsiquiatría y del servicio de neuropsiquiatría en el Hospital
Militar Nº 6 de Madrid, con el grado de “comandante médico” del ejercito
republicano. Bermann empleaba sus argumentaciones de corte psicológico
para sostener la moral combatientes, a la vez que analizaba al fascismo
–ahora citando al diputado Matteotti- como una alta estrategia de la
burguesía en retroceso que apela a la dictadura. Vuelto a la Argentina,
edita en 1942 Las neurosis en la guerra, libro donde
analiza los efectos de la guerra civil, manteniendo discusiones con
otros médicos sobre el tipo de terapia a emplear, donde pese a reconocer
que el psicoanálisis no se podía poner en práctica porque “hay que
dedicarle algunas horas a la semana durante meses o años”, sostiene que
es una práctica válida. Reconoce que la “neurosis de guerra” puede no
ser válida en todos los casos, como ya lo señaló el maestro vienés a
propósito de la gran guerra, en el V Congreso Internacional de
Psicoanálisis, aunque Bermann sigue recurriendo a Freud y a su método
para fundamentar sus posiciones.
En este período traduce las clases
de Georges Politzer, compiladas en Principios elementales de
filosofía del filósofo comunista francés, profesor de la Université
Ouvrière en los treinta y militante de la “Resistencia”, que murió en un
campo de concentración nazi. Bermann lo describe al frente a su público
de estudiantes, obreros y clase media. Tanto Politzer como Bermann –y
posteriormente José Bleguer, autor de Psicoanálisis y dialéctica
materialista- se interrogaron sobre la relación entre marxismo y
psicología, quisieron encontrar una forma de superar el psicoanálisis a
través de una psicología experimental que según Althusser nunca pudieron
fundar mas allá de insistir en su necesidad, es por ello que Althusser a
la vez que reivindica a Politzer, descarta su camino. La postura
humanista de Bermann vuelve a estar en primer plano en su artículo “La
libertad en la dialéctica marxista. La obra de Galvano Della Volpe sobre
la libertad” donde reconoce -en 1947- el reavivar de la problemática
filosófica en la obra del comunista italiano. Otro prólogo -clave para
la editorial Lautaro- es el que escribió para la primera edición
en 1947 de las Cartas desde la cárcel de Antonio Gramsci por la
editorial Lautaro, una edición que fue precursora en América latina
(Burgos: 2003: 32). Allí al referirse a Los Intelectuales y la
organización de la cultura y El Risorgimiento destaca: “En
ambos se destaca el humanista Gramsci. Mas que el enfoque de tipo
sociológico en su sentido clásico, estas obras adelantan elementos para
una historia de la cultura italiana y una historia de la ciencia
política. Le interesaba sobre todo esta historia para comprender el
porque de la debilidad nacional de los líderes intelectuales y
políticos, al mismo tiempo que investigar la misión de la cultura en la
sociedad contemporánea y las condiciones en que la clase trabajadora
puede engendrar las fuerzas intelectuales necesarias para su elevación y
desarrollo” (Bermann: 1971: 11).
Bermann desplegó la actividad
antifascista en todos los terrenos, llega a presidir la AIAPE hasta que
esta es clausurada por los militares del golpe del ´43 y se involucró en
la disputa con los radicales para unir a la oposición al régimen
conservador hasta los años cuarenta, cuando -como la mayoría de la
intelectualidad de izquierda- se alinea con la Unión Democrática para
enfrentar la candidatura del general Perón. Su vinculación con la
dirección del Partido Comunista, encabezado por Rodolfo Ghioldi y
Victorio Codovila explican su férreo enfrentamiento con el peronismo,
asimilado al fascismo en la óptica del psiquiatra cordobés. Desde esa
postura se inscribió en el campo opositor, denunciando la persecución
contra los estudiantes y el asesinato de militantes en una carta a el
entonces diputado Héctor J. Cámpora. De todos modos en esa época
reorienta su trabajo hacia el campo de investigación de la psiquiatría,
en la discusión con los psicólogos y con los psicoanalistas (la
Asociación de Psicoanalítica Argentina se había fundado en 1943) desde
una postura vinculada a los reflexólogos de corte pavloviano como Jorge
Thenon, con quién había compartido con el la introducción del freudismo
en la citada revista Psicoterapia. En esta actividad comienza la
publicación en 1951 de la Revista Latinoamericana de Psiquiatría
dirigida por Bermann junto a Claudio Araujo Lima y luego, desde 1954, de
Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina dirigida por
Guillermo Vidal. Este proceso apunta a la agremiación de los psiquiatras
y no es excepcional, ya que durante los años cuarenta se van
constituyendo en los países latinoamericanos asociaciones nacionales de
psiquiatría. Al principio organizadas en los hospitales y cátedras de
psiquiatría, muchas de ellas fundadas con neurólogos y médicos legistas.
Una de las cuestiones a debatir por
los psiquiatras es su relación con el psicoanálisis. En 1949, un año
después de la prologar el citado libro de Georges Politzer, Bermann
publica un artículo titulado “El psicoanálisis enjuiciado”
iniciando una polémica que desarrollará durante dos décadas. Allí
sostiene que ya pasó de moda en Europa, pero esta vigente en Estados
Unidos y Latinoamérica, donde se lo usa para explicar tanto la conducta
individual, como los fenómenos mundiales y sociales. El médico argentino
se apoya en un grupo de psiquiatras que ocupan cargos en hospitales
franceses quienes habían escrito el artículo “La psychoanlyse,
Ideologie Reactionnarie” en las páginas de la revista La Nouvelle
Critique, en junio 1949. Las objeciones que plantean, van mas allá
de las formuladas por los discípulos críticos de Freud, dicen: “Ya
psicoanalistas que se consideraban marxistas como Wilheim Reich [...] o
Erich Fromm [...] pusieron de relieve, hace mas de veinte años, el
engaño a que conducía el presunto análisis y tratamiento de las
situaciones sociales desde el ángulo predominantemente psicoanalítico;
aunque al cabo terminaron por enredarse ellos mismos en la
interpretación psicologista y sucumbir a ella” (Bermann: 1960: 88).
Según el médico cordobés el psicoanálisis, pese a su origen
racionalista, da respuestas idealistas a la relación entre individuo y
sociedad, lo que lleva a falsear la ‘naturaleza’ del individuo aislado y
lo libra atado de pies y manos al orden establecido, creyendo en una
libertad ficticia, concluye. Los marxistas conciliadores han querido
sintetizar ambas doctrinas, pero eso es ideología burguesa, y cita a
Politzer quien dijo: “esa metafísica trata de explicar la historia por
la psicología y no la psicología por la historia” (Bermann: 1960: 89).
Bermann explica sociológicamente el reclutamiento de los psicoanalistas
y sus pacientes: se da en las clases medias, porque esta clase está
expuesta a los conflictos de clases. Se explica también porque el cuerpo
doctrinario de la psiquiatría esta viejo y las respuestas a las
patologías que da el psicoanálisis son satisfactorias en el ejercicio de
la profesión. Los psicoanalistas atribuyen los movimientos sociales a la
agresividad y las guerras al sadomasoquismo de un jefe o de las masas.
Bermann lleva la discusión a ejemplo de psicoanalistas que adjudican
causalidades a la “envidia del penis”, a ejemplos sexistas y los
profesionales que son simples rompehuelgas informando sobre las
tendencias “morbosas” de los dirigentes sindicales en Estados Unidos.
Pese a esta acusación, Bermann se desmarca de los franceses que
adjudican al psicoanálisis la culpa de la desviación de la psiquiatría y
señala que la psiquiatría también se concentra en lo individual.
Este artículo es contestado con una
carta titulada El dios Freud por el escritor y poeta Arturo
Capdevila, quién publicaba habitualmente en la revista Sur. El
autor recuerda a Bermann como un griego predicando en otras épocas -con
entusiasmo científico- al médico vienes, mientras ahora plantea
objeciones ridículas. A lo que Bermann contesta ratificando sus posturas
reflejistas y deterministas, aunque cerradas con reconocimientos al
maestro y con la admisión de su método. Tres años después, el
cirujano Julio Lederer Outes, desde Santiago del Estero, reivindica el
psicoanálisis que le permite entender a ciertos pacientes porque la
psiquiatría no sirve para el alma, de manera que el llamado por Bermann
“principio mistificador” se demostró como valido. Además el
psicoanálisis descubre al hombre en los grandes procesos -dice el
cirujano- hay que aprender entonces que ha descubierto el hombre
solitario, siendo la sociedad -y su crisis- la que justifica al
psicoanálisis. Bermann repite que reconoce al psicoanálisis los recursos
aportados, pero insiste en que no ayuda a enfrentar la ola de neurosis;
después el psiquiatra separa su acusación a la mistificación del método
acusado de mistificador, preservando de hecho al método y al que lo
utiliza. Pero inmediatamente acusa al psicoanálisis de reducir el
análisis del niño a los mitos reinantes en una sociedad dada.
Apuntemos que la actividad de
organización de los psiquiatras y de la revista continuará durante los
primeros ’50, la polarización entre los médicos y los planes estatales
peronistas, además del enfrentamiento del peronismo con el campo
intelectual progresista, profundizará el alineamiento de los sectores
medios con el antiperonismo. Aunque Bermann agrupe estos textos y cartas
de los primeros ’50 con su artículo de 1960 “Psicoanálisis y
materialismo dialéctico” no se trata de un mismo bloque. En los primeros
disputa con un crítico literario del grupo Sur y con médicos,
cirujanos y psiquiatras, sobre el empleo del psicoanálisis en el campo
médico. En cambio, para el segundo se ha producido la consolidación de
la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) como rama independiente, y
el psicoanálisis se expande dentro la nueva ola modernizadora argentina
de los años sesenta. Un texto que marca el cambio de época es
Psicoanálisis y dialéctica materialista, publicado en 1958 cuyo
autor es el psicoanalista comunista José Bleger quien renueva un
esfuerzo de confrontación entre freudismo y marxismo, desde la
perspectiva iniciada por Georges Polítzer, antes de que este se
“automutilara” renunciando al psicoanálisis. Y es en ese sentido se ha
produce el debate en el Partido Comunista, publicado en Cuadernos de
Cultura, que dirigía Héctor P. Agosti. Luego de la segunda edición
del libro Psicoanálisis y dialéctica materialista, publicado
originalmente en 1958 por José Bleger en 1962 -donde este ratifica sus
posiciones- Jorge Thenon edita en ese año una obra inscripta plenamente
en el pavlovismo reflejista, titulada Psicología y dialéctica
donde la discusión con tesis como las de Politzer son omitidas.
Bermann duda de los métodos
clínicos empleados en los hospitales, hay que profundizar en la relación
entre alienación en el sentido psiquiátrico y la enajenación en el
sentido filosófico y social, uno de los problemas centrales de Hegel.
Alineación tomada como exteriorización de la esencia humana, como fuerza
desquiciadora, los hombres consideran lo que exteriorizan como una
realidad que le es extraña, o sea: siempre los hombres ven
desnaturalizada su esencia por factores no metafísicos sino
económico-sociales. El hombre no puede realizar sus valores universales
si está sometido a los objetos que el crea -ejemplo de ello es la
apropiación privada y el trabajo asalariado- esta realidad turba a
obreros y el resto de la sociedad. Lo humano es un objeto material
extraño a la esencia humana, todas sus relaciones se reducen a dinero y
esas fuerzas se aparecen provocando las desviaciones y perturbaciones
mentales. De una denuncia filosófica a la convocatoria de comprensión de
nuestra realidad, desde la literatura latinoamericana a la lucha
política. Es que para Bermann se vive un período dramático en que “la
guerra continúa por otros medios y cuyo signo capital son los
movimientos de liberación nacional”, que constituyen la condición
necesaria de su salud mental.
En lo científico, el avance de la
terapéutica no oculta que la psiquiatría esta en crisis desde la
nosología kraepeliniana, los principios y fines, la metodología, los
sistemas asistenciales y profilácticos; es por eso hay división y
dispersión. La psiquiatría como ciencia nace con Pinel, con la
Revolución Industrial y durante la Revolución Francesa, dice Bermann,
para unir ciencia y modernidad. Esta síntesis consolida su explicación
que une la alineación generada por el desarrollo capitalista con la
alienación mental, ejemplificada por los Estados Unidos donde la mitad
de las camas las usan los enfermos psiquiátricos. Nuestro autor aspira a
impartir formación psiquiátrica a toda la medicina, ya que sería la
tercera rama junto con la clínica y la cirugía para poder dar cuenta de
la masa de los conflictos humanos, bajo la advocación Kraepelin, Freud,
Pavlov e Ingenieros.
Si Nuestra psiquiatría
demarca el campo que Bermann pretende para la reformulación de
esa ciencia, La salud mental y la asistencia psiquiátrica en
Argentina es la obra que completa su análisis sobre el sistema
sanitario argentino y el lugar que en el ocupa la atención psiquiátrica.
No debemos perder de vista que para ese momento se ha constituido la
APAL y en este esfuerzo de Bermann considera apropiado para delinear un
campo psiquiátrico acorde a sus expectativas. Estas últimas enmarcadas
en su idea de una revolución psiquiátrica en desarrollo en países
capitalistas y socialistas, que va mas allá de las relaciones
medico-paciente, y transforma los sistemas asistenciales. Mientras
tanto, la nuestra que es de tipo gliptodóntica, esta pasando de la
“psiquiatría custodial, casi policial, de tiempos pasados, a una
psiquiatría de campo abierto; de enfermedades clandestinas y
vergonzosas, a la franca dilucidación, sin disfraces, de su naturaleza
dinámica para su tratamiento y profilaxis” (Bermann: 1965: 14).
Su insistencia en la cientificidad
de la medicina como referencia para cuestionar al psicoanálisis, es
coherente con el empleo -al tratar cuestiones de educación y población-
de la sociología de Gino Germani con su vocación de objetividad y
neutralidad. Todas las aspiraciones de cientificidad no le impide tratar
temas como las “peculiaridades del argentino” al que le dedica un
capítulo, que será incluido en el primer número de la revista Pasado
y Presente, revista que él apadrinará desde Córdoba, en 1965. En ese
texto ensalza los esfuerzos –y limitaciones- del ensayismo por llevar
adelante una caracterología y poniendo como otro polo de referencia, a
los miembros del grupo Sur. Los psiquíatras eran uno ochocientos
en 1956, y tres cuartas partes ejercían en la capital y la mayoría se
dedica a la práctica privada de la psicoterapia mientras hay pocos –y
mal pagados- en el interior. La estructura del sistema médico es acorde
a la división en clases, apunta el psiquiatra para quién como en toda
sociedad capitalista, hay potentados de la medicina, que son profesores
universitarios, y debajo de ellos un proletariado medico. Pero visto en
conjunto pertenecen a la clase media, “con la versatilidad y
oscilaciones que les son características” (Bermann: 1965: 62).
La visión clasista de la medicina
no es obstáculo de una amplia valoración de la actividad
“institucional”. Para Bermann había que considerar a todas ramas del
conocimiento vinculadas con lo médico psicológico (neurología,
psiquiatría y neurocirugía) y otras como la higiene mental,
antropología, hipnosis, y el psicoanálisis. Inscribe este movimiento en
la iniciativa de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, y en el
programa ambicioso de la Federación Argentina de Psiquiatría (Bermann:
1965: 90-91). Además de la expansión de la editoriales psi como
Paidos, las revistas especializadas y los grupos de investigación
Bermann señala la constitución del Instituto Nacional de Salud Mental en
1957 como un punto significativo de la estructuración de un sistema
sanitario como el argentino, articulado en los hospitales que son
verdaderos “internados de crónicos”; Antonio Calabrese, de la colonia
Oliva los describe: “yacen embrutecidos y olvidados en galerías,
expuestos a las inclemencias climáticas, mal alimentados y peor
vestidos, una vergonzosa y deprimente realidad (Bermann: 1965: 111). El
sistema tiene 23.000 camas, de las cuales la mayoría están en manos de
la Nación, lo que igual es insuficiente y hace evidente además la
arbitraria distribución de las camas por provincias. Detalla Bermann
para cada establecimiento la cantidad de camas, profesionales,
enfermeros, presupuesto y la relación entre egreso e ingreso, con los
días de internación. Es un sistema se deteriora -dice el Dr. Bringas
Núñez- por el empobrecimiento de los presupuestos, bajos sueldos del
personal siempre acosados por la inflación, mientras el modelo sigue
siendo el viejo de grande asilos, que “antes que centros de curación y
restablecimiento [tienen] efectos psicopatogénicos (Bermann: 1965: 107).
La solución a todo esto no puede
hacerse sin cambios en la estructura socioeconómica nacional, dice el
cordobés; la revolución científico tecnológica tampoco encaja en las
condiciones económico sociales “ni en el pensamiento de la clase
dominante, que es hasta ahora la que ha decidido” (Bermann: 1965: 115).
Por eso la cuestión queda abierta, mientras continúa un sistema de
cronificación dentro de un anacrónico dispositivo custodial. Pese a todo
esto Bermann no cierra la puerta a reformas o nuevos proyectos, como la
expansión de los servicios psiquiátricos de los hospitales generales.
Las condiciones de trabajo deficientes señaladas son agravadas por los
problemas de la profesión (como el de la habilitación para ejercer la
psicoterapia, centralizada por los médicos) y los profesionales además
se topan con la resistencia del medio social: el tabú de la locura en el
seno de la familia.. Aunque se abran escuelas de enfermería psiquiátrica
esa práctica depende –y Bermann apela a Goldenberg- de la actitud de la
colectividad respecto de los enfermos mentales, de los progresos de la
psiquiatría, y del desarrollo de económico social, si la sociedad es
prejuiciosa respecto de la locura, los métodos son reclusión y
aislamiento de manera talque los enfermeros actuaran como meros
vigilantes.
En los hospitales generales se
combina la tendencia a integrar enfermos mentales en el orden médico y a
instalar consultorios y servicios psiquiátricos, eso permite disminuir
los ingresos a los hospitales psiquiátricos, los hace mas accesibles,
facilitan los diagnósticos y tratamiento precoz, al hacerse ambulatorio
el paciente no pierde contacto con su medio social y hogar, no hay tanto
trauma familiar por internación y el paciente no es distinto, es uno mas
entre todos los del hospital, además de ser mas económico. El hospital
general le da al psiquiatra un contacto permanente con otros médicos, lo
hace mas científico y afecto a la investigación, educa y forma personal
auxiliar. Esto si hay adecuado presupuesto sino se produce lo mismo que
en los otros hospitales, los mas exitosos son según Bermann, los de
Lanus con Mauricio Goldenberg y el de Avellaneda con Sylvia Bermann, su
hija.
En esta obra su repaso incluye una
ponderación menos cuestionadora y considerada hacia el psicoanálisis, en
el que distingue dos corrientes, una que llama “ortodoxa” encabezada por
Ángel Garma, y otra que considera “psicosocial” y
“antropológica-cultural” dirigida por Pichón Rivière y Bleger. Bermann
está en este período abocada a la organización de una estructura
latinoamericana de psiquiatras enfrentando a la poderosa asociación
estadounidense de la cual el fue miembro.
Las primeras reuniones para
unificar a los psiquiatras de América Latina se dan en 1950, a partir
del Primer Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en París. Allí,
Raúl González Henríquez de México, José A. Bustamante de Cuba y Carlos
A. Seguín de Perú, plantearon la necesidad de crear una Asociación donde
los profesionales de este continente contribuyeran al estudio de la
psiquiatría y del “hombre latinoamericano”. Bermann fue uno de los
precursores de ese grupo, participa de la fundación en 1960 la
Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) presidiendo el congreso
de esa asociación que se realiza en Buenos Aires.
Córdoba, Cuba y China serán las
palabras que sinteticen las claves políticas de la acción de Bermann.
Así como su amigo Ezequiel Martínez Estrada se fue a Cuba en los
primeros sesenta, Bermann se acercó a Guevara y los revolucionarios
cubanos, desde allí alentó incansablemente las rupturas impulsadas por
lo que luego se llamó la “Nueva Izquierda”. El blanco de sus críticas
fue originalmente el mandamás del Partido Comunista argentino, Vittorio
Codovila, a quién acusó de haber abandonado el marxismo y la revolución,
de haberse embanderado con todas la políticas oficiales de Moscú. Desde
La Habana, Bermann analiza la situación política argentina reivindicando
como opción política al joven Partido Socialista Argentino de Vanguardia
(PSAV). Luego apoyará al grupo de Arico, Portantiero, Schmucler y otros
jóvenes comunistas cordobeses –también expulsados del Partido Comunista-
editores de una revista clave de los sesenta: Pasado y presente,
que retomaba el pensamiento gramsciano, combinado con el apoyo a
revolución cubana, en su primer número la revista incluye un artículo
del “viejo” Bermann referido al ensayo identitario argentino. La otra
meca de sus viajes será China a donde viaja a instancias de Bernardo
Kordon, otro viejo camarada de la militancia en la antifascista AIAPE,
que ahora volvía a editar su célebre revista Capricornio, donde
Bermann escribirá un artículo con sus fervores hacia la China maoísta.
En ese sentido escribirá el libro La salud mental en China, donde
reivindica las transformaciones sociales y culturales impulsadas por la
revolución comunista en el período de la Revolución Cultural Proletaria,
en plena polémica con los comunistas rusos.
En esa década Bermann retoma la
reivindicación de Deodoro Roca editando escritos del referente
reformista, haciendo en el prólogo un llamado a nueva juventud
universitaria la superación de la vieja reforma, pero sin perder
su espíritu revolucionario. Fue en esa época el animador junto a los
jóvenes izquierdistas maoístas y gramscianos de la Editorial
Universitaria de Córdoba (EUDECOR) apoyada por la Federación
Universitaria de Córdoba. Es en ese sentido que saluda la emergencia de
los jóvenes radicalizados del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer
Mundo (MSTM) que conmueve la estructura de la conservadora estructura
eclesiástica. El “Cordobazo”, levantamiento insurreccional de obreros y
estudiantes que impusieron un viraje a la política argentina en Mayo de
1969, haciendo tambalear la dictadura militar del general nacionalista
Ongania y la serie de puebladas que convulsionaron la sociedad argentina
facilita que Bermann sienta cumplidas sus expectativas sobre la
proximidad de la revolución en Argentina. No es casual que en esos años
se organizara una comisión de homenaje a nuestro psiquiatra, que contaba
desde su constitución con el apoyo de Ernesto Guevara. Esa comisión
organizó el festejo de los 75 años de Bermann, en fecha significativa:
11 de octubre de 1969, días después del segundo aniversario de la caída
del “Che” en Bolivia y con la ciudad conmocionada por el acontecimiento
de Mayo. Allí una multitud de activistas celebró el cumpleaños de quien
alguna vez escribió sobre la relación entre la filosofía y la lucha
social: “Todo esto requiere una sistematización filosófica adecuada de
aquella exigencia ética revolucionaria, que lleva de la emancipación
tradicional, liberal del hombre en cuanto hombre común burgués, a la
superior emancipación del hombre en cuanto hombre común-trabajador, o
emancipación humana del hombre” (Bermann: 1971: 17).
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ante la condición humana. Coordinador General para Argentina, Hugo Biagini. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de
2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez. |
© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier
reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso
correspondan.
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