El
pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana: Argentina
"José Luis Torres ante la
condición humana"
María Luisa Rubinelli
José
Luis Torres nació en el Noroeste de Argentina, en Tucumán, el 21 de
enero de 1901. Según él mismo declara en sus escritos, abandonó los
estudios en el quinto grado de la escuela primaria en medio de
conflictos con su padre. A partir de entonces, su educación tuvo
carácter asistemático. Ejerció variados oficios para subsistir:
dependiente de ferretería, empleado de biblioteca, de oficina, obrero de
ingenio azucarero, conductor de automóviles de alquiler. Sin embargo, la
actividad en que se destacó fue el periodismo, que desarrolló en
periódicos de Tucumán, Salta, Jujuy y, luego de 1930, de Buenos Aires,
asumiéndose "Siempre, por temperamento, por vocación y por deber,
agitador de rebeldías".
Su formación autodidacta incluyó
el estudio de la historia, la economía, la situación social y política,
a nivel nacional y latinoamericano. A lo largo de su vida se empeñó en
denunciar los proyectos y acciones de expansión de sus intereses por
parte de los EEUU, así como el sometimiento que las oligarquías
nacionales ejercían sobre los sectores populares, condenados a indignas
condiciones de vida. Se ocupó especialmente de la situación de los
trabajadores de los ingenios azucareros en las provincias del Noroeste,
luchó contra los atropellos y negociados de los políticos conservadores,
y posteriormente de los radicales. Alentó el advenimiento del peronismo,
a cuyo espíritu nacional adhirió. Escribió numerosas obras de denuncia
en formato de folletos, libros -editados con esfuerzo propio y ayuda de
amigos- y artículos periodísticos. Falleció el 4 de noviembre de 1965.
Aunque nunca se reivindicó como filósofo y desconfió de los pensadores
“académicos”, la preocupación que constantemente manifestara en sus
escritos y en su vida por el compromiso patriótico, la dignidad del
hombre y el ejercicio de la justicia, hace que en su producción se
encuentren sustanciosos análisis acerca de las diversas dimensiones de
la condición humana y de la sociedad.
Para comprender la importancia del
pensamiento de José Luis Torres es preciso ubicarlo en el contexto
histórico, el de la segunda década del siglo XX:
El Tucumán [de la época]
era una sociedad desgarrada por agudas contradicciones y
violentos conflictos que enfrentaban a industriales azucareros,
obreros y cañeros independientes. La provincia había conocido a
fines del siglo XIX una verdadera revolución industrial y
económica que había aumentado vertiginosamente la producción y
había impuesto al país una legislación proteccionista para el
azúcar y un sistema de subsidios que alentaba la exportación de
los excedentes […] La modernización de la industria y el proceso
de expansión vinieron acompañados […] de una drástica
concentración de la producción fabril […] Tanto obreros como
cañeros dependían […] del capricho del industrial. (Bravo de
Salim y Campi: 1986: 1-2)
La concentración de los
establecimientos productivos en manos de capitales cada vez más
monopólicos produjo la quiebra de numerosos pequeños productores y su
dependencia directa de aquéllos, así como la constitución de
contingentes numerosos de obreros del azúcar. Las características
mencionadas corresponden especialmente a la provincia de Tucumán, aunque
en Salta y Jujuy también se haya desarrollado la producción azucarera.
El pensamiento y la acción.
En octubre de 1925, José Luis
Torres pronuncia su Conferencia Socialista en el marco de la realización
de la Asamblea del Partido Socialista, celebrada en el Teatro Mitre,
tradicional institución cultural jujeña.
Jujuy es por entonces una sociedad conservadora, de la que los capitales
azucareros sustentan gran parte de la economía. De hecho, para
justificar la publicación del texto de la conferencia, el periódico
local se hace eco de la preocupación del conferencista por las
condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora, a la que
-paradójicamente- hace responsable final de su situación.
De estos años de la actuación
pública de José Luis Torres recogimos varios textos que aparecen en
El Heraldo entre 1925 y 1926 y, que por razones de ordenamiento,
organizamos en dos momentos, según su temática. En el primero de ellos,
Torres se propone divulgar los atropellos contra los trabajadores
cometidos por los capitalistas (a veces extranjeros), dueños de los
ingenios azucareros. En el segundo, asigna públicamente al gobierno de
la Provincia la responsabilidad que, por ineficiencia o por complicidad,
le cabe al no garantizar el cumplimiento de las leyes.
La Conferencia se ubica en el
primero de los momentos, y se organiza en torno a varios ejes. Torres
denuncia la “dictadura de las chimeneas” (aludiendo a las de los
ingenios) cuyos beneficiarios lucran a costa del hambre de los
trabajadores y las subvenciones que el “Estado oligárquico” les otorga.
El argumento que contribuye a legalizar ante los ojos de la sociedad
este sistema contrario a los intereses económicos y políticos de la
mayoría de la población de la provincia y de la nación, es el mismo que
aparece reiteradamente a lo largo de nuestra historia: el aporte de
estos empresarios al bienestar general está constituido por los puestos
de trabajo generados. Pero las míseras condiciones en que viven esos
trabajadores, con quienes comparte jornadas en el ingenio, aparecen
manifiestas en varios de sus escritos en los que realiza denuncias muy
concretas y precisas sobre las diversas formas de degradación a las que
son sometidos por parte de capitalistas, extranjeros y nacionales. Por
ello, plantea como prioridad la dignificación del proletariado jujeño.
El primer paso en ese sentido lo constituye la denuncia de los abusos y
el señalamiento de la debilidad del gobierno. Comparando a los dueños de
los ingenios con los conquistadores españoles, explicita los delitos
referidos: violación del derecho de jubilación, de libre comercio, de la
libertad de la persona en sus variados aspectos. A los “contratistas”
(intermediarios a quienes los industriales asignan pagos muy ventajosos
para que se ocupen de reclutar población indígena para el inhumano
trabajo en los ingenios) los califica de “traficantes de seres humanos”.
Destaca el nivel de explotación al que resulta sometido el indio, que
-sin embargo- es despreciado por sus patrones, siendo la fuente
productora de sus riquezas. Menciona que se trata de población indígena
proveniente del Chaco (en escritos posteriores incluirá a pobladores de
la Puna y hasta de Bolivia),
transportada en las mismas condiciones que el ganado, en vagones
destinados a animales en pie, que provee Ferrocarriles Argentinos.
La presencia de la población
indígena se da de manera muy contundente en este texto, señalándose no
sólo el maltrato de que es objeto, sino también el empleo en su contra
de otros medios de exterminio: la falta de atención del paludismo, que
hace estragos en esa población, y el fomento conciente del alcoholismo.
Pone en boca de un ciudadano jujeño contemporáneo afirmaciones que ya
Aristóteles empleara: los esclavos (en este caso como sinónimo de los
indios) necesitan tener amos. De este modo se actualiza -en relación con
la idea de la inferioridad del indio- uno de los argumentos que
sostuviera la legitimidad de la conquista de la población de América, y
contra el cual luchó Fray Bartolomé de Las Casas.
Los atropellos, de que hace
cómplice al gobierno, son calificados como contrarios a los intereses de
-
los asalariados como personas,
-
la civilización,
-
la humanidad en su generalidad,
-
y la Patria.
Sostiene la imperiosa necesidad de
que la justicia cobre vigencia para que esa población logre, mediante el
ejercicio de la razón - a la que relaciona con la luz, a la clásica
manera del Iluminismo- gozar de las garantías de las leyes y la
Constitución, es decir, para que sea incluida efectivamente entre la
ciudadanía de una democracia real. En la segunda parte de las
publicaciones periodísticas de esos años, divulga el pedido de juicio
político que -como ciudadano- inicia contra el gobernador de la
Provincia: Benjamín Villafañe, y su propia defensa, ante las acciones
legales con que aquél le responde.
De un tibio reconocimiento al
gobierno, por algunas tímidas actitudes a favor de los asalariados de
los ingenios, pasa a un abierto enfrentamiento, y nuevamente recurre a
la opinión pública como testigo de la veracidad de los delitos que le
imputa, como co-responsable directo de la violación de las leyes, a
favor de los industriales. Estos delitos son: usurpación de autoridad
por ocultamiento de información a la justicia; retención de dineros
públicos por cobro indebido de impuestos por parte de la administración
de los ingenios; cohecho; atentar contra la libertad de comercio, en
relación con denuncias contra la administración de los ingenios que
realizara el Centro de Comercio e Industria de San Pedro ese mismo año
(1925). Dada la silenciosa complicidad del poder ejecutivo provincial,
recurre a una doble invocación: a la responsabilidad moral individual
del funcionario a que se refiere, es decir a su propia conciencia, pero
también a la sociedad, la cual debe reconocer o reprobar a quienes
ejercen el gobierno y sancionarlos ante la constatación de la veracidad
de las denuncias, que son “gritadas”
públicamente. De esta manera nadie queda eximido de la responsabilidad
que como ciudadano le cabe. Con la prescindencia cómplice de gobiernos
de funcionarios corrompidos por la obtención de beneficios personales de
parte de los dueños de los ingenios azucareros.
No había cumplido aún
los diecisiete años cuando se produjo mi primera entrada en la
policía, por el delito de escandalizar la tranquilidad de los
privilegiados en procura de un mísero aumento de jornal para los
trabajadores de una fábrica de azúcar.[…] lejos de amansarme en
la comisaría que visité por vez primera se me encendió el alma
como una pavesa, y se adentró en ella el convencimiento, cada
vez más dominante, de que es un miserable el hombre que,
pudiendo realizar algún esfuerzo por mejorar la vida de sus
iguales, oprimidos por la injusticia y la mezquindad, se queda
sin hacerlo por comodidad, por cobardía o por culpable
indiferencia. (Torres: 1945: 25)
Ese párrafo se constituye en
significativa síntesis de lo que será la actitud de toda su vida. Para
él no resulta justificable que el sentido de la vida de una persona sea
la búsqueda del beneficio económico, si ello implica el sometimiento y
explotación de otros hombres. En su concepción, no sólo es condenable el
explotador, sino su cómplice: quien finge no ver la injusticia o no se
compromete a combatirla. La preocupación por la propia dignidad siempre
incluye la del otro, que así se reconoce y es reconocido como igual en
derechos. Mientras dicha igualdad no sea reconocida, no existe, por lo
que entonces los derechos humanos no dejan de constituir una
proclamación vana y vacía.
Yo he visto en esa tierra
[Tucumán] morirse de hambre al pueblo, y expandirse a un tiempo
los bienes de los grandes oligarcas […] Los devoradores de
tierras, llegaron a destruir bajo el imperio de la oligarquía
regional, en mi provincia, principios y reglas para la
distribución de la riqueza común, que tienen hondas raíces en la
historia. (Torres: 1953: 41)
El proceso de acumulación de
tierras por parte de los dueños de los ingenios significó la apropiación
-en base a la acumulación de deudas imposibles de cancelar- de las
propiedades de una multitud de pequeños productores, y la extensión del
monocultivo del azúcar, que reemplazó a la diversidad antes existente.
La concentración del poder económico implica también la del político. El
discurso que legitima este proceso invoca la importancia y necesidad del
progreso, presentado como opuesto antagónicamente a la tradición. Según
este discurso, la tradición debería limitar su vigencia a la música
vernácula, a la reminiscencia de antiguas creaciones populares que
merecen ser recordadas como expresión de un espíritu poco acorde al
progreso de la sociedad. A la manera de Sarmiento, relaciona la agresiva
avidez por el desarrollo de nuevas formas de producción, con el espíritu
de las naciones industrializadas -en especial las de habla inglesa-, y
la fuerza de la tradición con el legado español en estas tierras. Pero
-respecto a la concepción sarmientina- realiza una inversión en la
asignación de valores a estas diferentes “formas de vida”. Mientras la
primera se expande a costa de la explotación de la naturaleza y el
hombre, generando formas de vida degradadas para el pueblo, la segunda
se sustentaría en una concepción de justicia distributiva que estaría
asentada en pequeñas unidades de producción. Al igual que otros
pensadores de su época, opone la América de “origen” español a la fuerza
expansionista de los capitales ingleses primero y de EEUU después.
Aludiendo a la historia de uno
de los ingenios azucareros de la provincia de Jujuy, el entonces Leach´s
Argentine Estates Ltd., originariamente La Esperanza, sostiene que, en
general:
Mientras la riqueza
nacional yacía en estado potencial o recién afloraba débilmente,
la riqueza nacional permaneció en manos de los nativos. Pero
apenas surgía en todo su vigor gracias al esfuerzo de los
mismos, caía en poder de capitalistas llegados de lejos, porque
nada, fuera de lo que era inglés o por lo menos de los que
hablaban ese idioma era compatible con la civilización y el
progreso en los tiempos gloriosos del Imperio. (Torres: 1953:
49-50)
De la misma manera denuncia los
atropellos en contra de los obreros azucareros en otros ingenios de
Jujuy:
-
La Mendieta, entonces de
propiedad de capitales suizos,
-
Ledesma Sugar Estates and Refining Co.
Limited, propiedad de Enrique Wollmann, que
visitó en compañía de Juan B. Justo hacia 1928,
-
al igual que El Tabacal
(Salta), adquirido por Robustiano Patrón Costa con un crédito
millonario del Banco de la Nación.
En todos contrastan las
condiciones de vida de los obreros con las de los propietarios, quienes
funcionan como gobierno absoluto dentro de sus propiedades, haciendo
cumplir las leyes sancionadas a su favor, e incumpliendo las que
contrarían alguno de sus intereses, ejerciendo el poder de policía, de
justicia y el dominio absoluto sobre las vidas de sus operarios. Sin
embargo, es conciente de que no sólo en los ingenios se vive de esta
manera: la Standard Oil Company también ejerce poder de gobierno,
justicia y policía en la provincia de Salta, al extremo de dictar bandos
ofreciendo recompensa por la captura “vivos o muertos” de dos asaltantes
de unos pagadores de la empresa (Torres:1953). En el mismo año, 1928,
luego de una visita realizada en compañía de la comitiva del General
Enrique Mosconi al campamento Vespucio de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales, escribe:
El petróleo es riqueza
suficiente para asegurar la libertad económica de un pueblo […]
pero puede ser también un instrumento de dominación al revés.
Los países que no se apresuraron a asegurar sus yacimientos […]
deberán enfrentar un combate largo y sin tregua, en el que no
debe descartarse la amarga posibilidad de que la soberanía
nacional quede para siempre comprometida.(Torres: 1928:555-556)
Como ocurre con otros muchos
pensadores latinoamericanos, el autor que nos ocupa no ha sido un
crítico que separara su actuación profesional de la práctica y la lucha
por sus ideas. Durante su vida soportó encarcelamientos y por momentos
dificultades para obtener un puesto de trabajo, pero ni estas
adversidades -asumidas responsablemente- ni los ofrecimientos de
beneficios económicos, lograron que se impusiese un cómodo y prudente
silencio. Se preocupó por denunciar negociados de tierras, del servicio
de electricidad, del transporte, de los ferrocarriles, de frigoríficos,
y otros, basados en lo que califica de traición a la patria por parte de
quienes, ejerciendo funciones públicas o buscando el incremento de su
propio beneficio económico (capitales agroexportadores), actuaron a
favor de los intereses británicos primero, y estadounidenses luego, pero
siempre en contra del país y de sus ciudadanos, sobre todo de los más
humildes. En sus análisis deslinda con claridad las responsabilidades
atinentes a los grupos de poder, evitando las generalizaciones confusas
que darían lugar a afirmaciones falaces. Lamentablemente -a la luz de la
historia posterior- debemos coincidir en que la denominación de “década
infame” que Torres acuñó para referirse a los negociados que denunciara
entre 1930-1940, resultó un calificativo exagerado (Lanata:2003:57-58).
Su prevención en contra de quienes
ejercen influencia ideológica a favor de esos intereses antipatrióticos
a través del desarrollo de sus tareas académicas -aunque aclara que no
es deseable generalizar sus juicios hacia todos los miembros de tales
instituciones-, es fundamentada en ejemplos como el que transcribe,
reproduciendo declaraciones del entonces Presidente de la Asociación
Física Argentina, Dr. Enrique Gaviola, quien a la pregunta ¿Cómo hacer
para acabar con las guerras?, responde:
Sería necesario que todas
las potencias se desarmaran, menos una, y que ésta asumiera el
control de las demás […] Sería necesario que, por lo menos, la
policía, las escuelas, los colegios, las universidades, y las
agencias de propaganda (diarios, revistas y estaciones de radio)
fuesen gobernados por la organización internacional armada, de
modo a condicionar la opinión pública con fuertes sentimientos
de solidaridad mundial. (Torres: 1952: 21)
Ante afirmaciones como esas,
también desafortunadamente presentes en nuestros días, Torres responde
reivindicando como patriotas de Sud América a César Sandino en
Nicaragua, Emiliano Zapata en México, los trabajadores de las minas y
los dirigentes del Movimiento Nacional Revolucionario en Bolivia,
Arnulfo Arias en Panamá, Arbizu Campos en Puerto Rico, Manuel Dorrego,
Juan Facundo Quiroga y el Chacho Peñaloza en Argentina (Torres: 1952:
73-74).
La búsqueda de la verdad y de la
justicia son metas que guían las obras y la actividad de José Luis
Torres, entendiéndolas como fuerzas necesarias del progreso de la
historia y de la sociedad tanto a nivel de los individuos como de los
Estados, implicando siempre, por tanto, no sólo una dimensión moral y
ética sino también y sobre todo la revisión de la concepción de
ciudadanía y la práctica de la justicia social.
En algunos de sus escritos
posteriores a la época que incluimos en este trabajo, en los que por
momentos emplea un estilo más intimista, brinda detalles sobre algunas
acciones difamatorias acometidas en su contra y argumentos en defensa de
sus actitudes, que explicitan los sustentos de toda su labor. En ellos
entiende su lucha como camino hacia la depuración de las prácticas
corruptas de una democracia de forma, en que los ciudadanos eran
poseedores de derechos sólo en relación con su poder económico, y en que
el poder político no era ejercido para asegurar el bien común de los
ciudadanos de la Nación. Opone así los intereses del capitalismo
internacional (inglés o norteamericano) con sus proyectos de
sometimiento a los demás países latinoamericanos, a los de las naciones
de Sud América; y los intereses de las oligarquías nacionales que,
además de estar sólidamente vinculadas a los capitales extranjeros,
ejercen su poder en contra de los proyectos nacionales y de las
reivindicaciones de los trabajadores. Entre éstos, Torres se ocupa de
los obreros fabriles y, muy especialmente, de los sectores campesinos
asalariados del interior, a los que califica como el pueblo más humilde
y más explotado.
A pesar de su espíritu democrático,
las decepciones y ataques sufridos -y soportados con entusiasmo- a lo
largo de su ininterrumpida tarea de escritor y periodista, el
convencimiento de que la corrupción en sus múltiples modalidades se
había adentrado profundamente en la vida social y política argentina,
recibirá con esperanza la toma del gobierno por parte del grupo militar
que reconoce en Juan Domingo Perón a su líder. Confiando en un proyecto
de Nación que ponga fin a la injusticia, apoya este movimiento a través
de varios de sus escritos. Sin embargo, a pesar de sus coincidencias con
el ideario nacionalista de ese partido, continuó coherente con su
decisión de no afiliarse a una organización política, como garantía del
ejercicio de su concepción de la libertad personal de opinión, de
pensamiento y de acción con completa autonomía, sólo subordinada a lo
que entendiera como beneficioso para la patria. Pone en tela de juicio
la neutralidad de los organismos internacionales, como la ONU, que
–manifiesta– sólo son una máscara para la protección de los intereses de
los poderosos.
Concibe su vida como compromiso en
ese sentido, se diferencia de los anhelos de los políticos -incluso de
los bien intencionados y honrados- declarándose desinteresado de su
aplauso y del reconocimiento de las masas populares. Acude a la
responsabilidad personal ante el juicio de Dios y la autoridad de la
propia conciencia como garantía de la legitimidad del actuar del hombre
de bien en defensa de su patria. Bravo de Salim y Campi consideran que
se evidencia en ello la influencia del ideal romántico del héroe y del
trágico cumplimiento de metas sublimes.(Bravo de Salim y Campi:1986:3)
También hay cierta reminiscencia de ideas estoicas, al conjugar en
alguno de sus escritos el sentimiento patriótico con la exigencia del
deber ser a nivel personal.
Me costó mucho hacerme
sentir, a pesar de la verdad de mi prédica […] Ese fue mi
esfuerzo[ …] El resultado lo conocemos, por lo menos, Dios y yo.
Y basta. Ya lo puede negar todo el mundo y nada importa" (
Torres: 1947: 41, 42)
La
libertad no es cosa que los gobernantes puedan conceder o
restringir a su arbitrio por decreto, y que las policías quitan
o dan […] La libertad es una condición superior del espíritu del
hombre, es una virtud excelsa de su alma. Anhelo no perder nunca
esa forma de libertad, la única que merece ser disfrutada,
aunque para mantenerla tenga que subir a un calvario […] o
languidecer en una cárcel. (1947:55)
Sostiene que la fuerza
revolucionaria de la verdad es capaz de destruir regímenes injustos y
producir el surgimiento de nuevos ideales, expresándolo de manera muy
similar a como lo hace José Ingenieros en Los Tiempos Nuevos
(1990:19), con quien comparte su confianza en la fuerza renovadora de la
juventud, a la cual insta a informarse sobre los errores del pasado y a
hacer conocer siempre -si es preciso a gritos- la verdad:
Cuando la verdad es
contenida por el miedo, o por el interés creado, o por la
fuerza, la verdad no se disuelve como suponen algunos tontos; se
acumula, y entonces adquiere mayor consistencia; y al último no
hay miedo ni interés creado, ni fuerza capaz de contenerla,
hasta que finalmente hace explosión, como una bomba. Estalla con
fuerza inaudita y destroza lo mismo, ciegamente, a quienes
sellaron los labios, sabiéndola y a quienes obligaron a los
labios cobardes a callar. La verdad no puede ser destruida para
siempre, ni burlada jamás del todo (Torres: 1947: 29)
Confiere enorme importancia a
las ideas y a su influencia en la configuración de los procesos
históricos, concibiéndolas como motor de los mismos y como constructoras
de su sentido. Aspira a que sus aportes sean orientadores de ello. Esta
responsabilidad y sus propias convicciones cristianas hacen que rechace
el odio como fuerza impulsora de la confrontación. Sostiene que el odio,
al disminuir la capacidad de discernimiento, que requiere limpieza de
espíritu, hace peligrar los esfuerzos empeñados en la lucha. Es preciso
que ésta sea concebida como inclaudicable y decidida, sustentada en la
dignidad de la persona -entendida en su dimensión social y política-
como capaz de extender su sentido de solidaridad hacia la humanidad, a
partir de su amor al pueblo más sometido por la injusticia, de su
compromiso con las prácticas republicanas y la defensa de la Patria
(Torres: 1947:51-52). No es posible para ningún ser humano proyectarse
hacia lo universal sin un fuerte reconocimiento de sus circunstancias
históricas, que siempre implican la participación en un proyecto de
país. Algunas de estas ideas nos han hecho recordar la concepción de la
intrínseca solidaridad con la humanidad que forma parte de la
constitución de cada persona singular, tal como se expresa en el
pensamiento de José Martí, así como su rechazo a responder con odio a
las injusticias, entendiendo que odiar a los otros es odiarse a uno
mismo.
Si bien no es posible coincidir
con todas las ideas de Torres, se impone destacar su valentía puesta en
juego en la defensa de los ideales nacionales y de los sectores
campesinos más postergados, su continuidad en esa lucha, su
independencia de criterio, el enorme esfuerzo personal comprometido y la
vehemencia con que lo hizo. Aunque muchos de los problemas y conflictos
por él señalados y denunciados se han visto lamentablemente reiterados
en distintos períodos de nuestra historia nacional y latinoamericana, o
tal vez precisamente por eso, su obra tiene el mérito de hacernos
reflexionar una y otra vez sobre nosotros mismos y sobre nuestra
constitución como nación. Para Torres, aportar a la conformación y
defensa permanente de una fuerte concepción nacional que incluya a los
sectores populares y postergados es deber colectivo prioritario e
ineludible para asegurar la conformación de la identidad del país,
mientras la práctica y defensa de sus derechos por parte de los
ciudadanos, fortalece su propia conciencia de tales.
Bibliografía de Obras Citadas
-
Bravo de Salim, María Delia y Campi, Daniel E.A. "El pensamiento
político de José Luis Torres". Actas del Congreso Cultural del
NOA. Catamarca: 1986.
-
Ingenieros, José. Los Tiempos Nuevos. Buenos Aires: Losada,
1990.
-
Lanata, Jorge. Argentinos. Buenos Aires: Ediciones B, 2003.
-
Martí,
José. Nuestra América. Buenos Aires: Losada, 1980.
-
Rubinelli, María Luisa. "La interculturalidad, reflexiones actuales
acerca de un tema presente en cuatro pensadores latinoamericanos:
José Martí, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Kusch y Arturo Roig".
Cuaderno de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Nº
15, Universidad Nacional de Jujuy (2002): 266 - 267.
-
Torres, José Luis. "Conferencia Socialista". El Heraldo,
Jujuy, 16 y 17 de octubre de 1925.
-
______. La patria y su destino. Buenos
Aires: 1947.
-
______. Nos acechan desde Bolivia.
Buenos Aires: Federación, 1952.
-
______. La Oligarquía maléfica (1953).
Buenos Aires: Freeland, 1973.
-
______. La Década Infame ( 1945).
Buenos Aires: Freeland, 1973.
-
______. “La zona petrolífera del Norte Argentino. Ligeras
impresiones de viaje”. Boletín de Informaciones petroleras (
1928).
Bibliografía de José Luis Torres
-
"Conferencia Socialista". El Heraldo. (16 - 17 / 10/ 1925):
1.
-
"Pedido de juicio político al Gobernador". El Heraldo (
19/12/1925): 1-2.
-
"Carta Abierta por el juicio contra Benjamín Villafañe". El
Heraldo ( 18/1/1926): 1.
-
"Continuación de la Carta Abierta". El Heraldo ( 3 /2/1926):
1.
-
"Almas enfermas". La Novela del Norte Nº 6 (1921).
-
La Década Infame (1945). Buenos Aires:
Freeland, 1973.
-
La Oligarquía maléfica ( 1953). Buenos
Aires: Freeland, 1973.
-
Algunas maneras de vender la Patria.
Buenos Aires: 1940.
-
Los Perduellis (1943). Buenos Aires:
Freeland, 1973.
-
Nos acechan desde Bolivia. Buenos
Aires: Federación, 1952.
-
La patria y su destino. Buenos Aires:
1947.
-
Una batalla por la soberanía. Buenos
Aires: 1946.
-
Seis años después. Buenos Aires: 1949.
-
Teoría y práctica de la buena vecindad.
Buenos Aires:
1947.
-
Últimas etapas de Bemberg. Buenos
Aires:
1947.
-
El Ministerio de Agricultura ante la Revolución,
1944.
-
Al Pueblo argentino y sus Fuerzas armadas,
1944.
-
Carta Abierta al Excmo. Señor Presidente de la Nación. Gral. Pedro
P. Ramírez, 1943.
-
Carta Abierta al Jefe de la Oficina de prensa de la Presidencia de
la Nación, 1943.
-
Carta Abierta al Sr. Ministro del Interior, Dr. M.J.Culaciati,
1943.
-
A
las Fuerzas armadas de la República,
1941.
-
Pedido de formación de juicio político al Sr. Ministro de Hacienda
de la Nación, Dr. Federico Pinedo,
1940.
-
Comedores de pueblos, 1925.
-
La Nación debe ser salvada. Mensaje de un argentino asustado y con
angustias al ciudadano que preside la República.
Buenos Aires: 1941.
-
La economía y la justicia. Buenos
Aires: 1943.
-
Consejeros de la Antipatria. Buenos
Aires: 1944.
-
“La
zona petrolífera del Norte Argentino. Ligeras impresiones de viaje”.
Boletín de Informaciones petroleras (1928).
Bibliografía sobre José Luis Torres
-
Bravo de Salim, María Delia
y Campi, Daniel E.A. "El pensamiento político de José Luis Torres".
Actas del Congreso Cultural del NOA, Catamarca, 1986.
María Luisa Rubinelli
Revisión Técnica: Adrián Celentano
Actualizado, julio 2005
© 2003 Coordinador General Pablo
Guadarrama González. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Coordinador General para Argentina, Hugo Biagini. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de
2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez. |
© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier
reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso
correspondan.