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José Gaos |
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José Gaos ante la condición humana*
Alberto Saladino García Vida Jose Gaos legó datos de su biografía en una “Nota personal” escrita al poco tiempo de haber llegado a México:
También impartió cursos en instituciones de otros países como las Universidades de Amsterdam, Estocolmo, Oslo, La Habana, Puerto Rico, Caracas y en México en la Casa de España en México, luego transformada en El Colegio de México, y las Universidades: Nacional Autónoma de México, de Guadalajara, Michoacana de San Nicolás Hidalgo, de Nuevo León y Veracruzana. Actividades complementarias a las docentes lo fueron sus traducciones de textos de filósofos antiguos: Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles, y modernos, particularmente de lengua alemana: Kant, Fichte, Hegel, Brentano, Scheler, Heidegger. En cuanto a su producción filosófica destacan en España su tesis de doctorado La crítica del psicologismo en Husserl; La filosofía de Maimónides, y la Filosofía del siglo XX. En México escribió una amplísima cantidad de ensayos, artículos, reseñas, traducciones y destacadamente los libros De la filosofía (1960) y Del hombre (1965), que a decir de Luis Villoro constituyen su expresión filosófica más relevante (Villoro, 1982: V). Además participó en la formación de intelectuales como Manuel Cabrera, Raúl Cardiel Reyes, Francisco López Cámara, Justino Fernández, Elsa Cecilia Frost, Rafael Moreno, Bernabé Navarro, Edmundo O’Gorman, Olga Quiroz, Guillermo Héctor Rodríguez, María del Carmen Rovira, Augusto Salazar Bondy, Fernando Salmerón, Emilio Uranga, Luis Villoro, Vera Yamuni, Leopoldo Zea, varios de ellos becarios suyos. Otras funciones que desempeñó en su país natal fueron: Rector de la Universidad de Madrid, nombrado en septiembre de 1936, y Comisario General del Gobierno Republicano en la Exposición Internacional de París de 1937. Llegó a México en el año de 1938 como consecuencia de la derrota de la República Española y por el apoyo del Gral. Lázaro Cárdenas del Río. El impacto de su obra consistió en respaldar la normalidad filosófica mexicana, pues él mismo consignó que el quehacer filosófico en nuestro país era una actividad periférica, cultivada con escaso rigor y profesionalismo, incluso frente a otros países latinoamericanos, pues en dos cartas a Francisco Romero le confiesa, la del 15 de febrero de 1939: “Por lo que se refiere en particular a la filosofía es notorio que Udes., los argentinos, están plenamente al nivel en que nos movíamos en Europa -no podría decir lo mismo de Cuba y México“ (Gaos 1999: 169), y lo reitera en la fechada el 20 de enero de 1940: “En general, la vida filosófica, en cualquier sentido que fuese, no hay aquí. Ya sencillamente en punto a información, y a la difusión del alemán, fundamental para ella, están a una enorme distancia de Udes., los argentinos” (Ibíd.: 178). Así, su mayor contribución consistió en forjar la escuela hispanoamericana de filosofía al promover y propugnar entre sus discípulos tanto tópicos de historia de las ideas como de reflexión filosófica originales en varias disciplinas y corrientes, porque, a decir de Leopoldo Zea: Gaos quería que sus discípulos aprendiesen a filosofar, a aportar sólo si hacían algo más que difundir, repetir los temas de moda (Zea, 2000: 25). Su vida académica fue de ejemplar entrega, al grado de que su fallecimiento ocurrió al terminar de presidir un examen de grado en El Colegio de México, el 10 de junio de 1969. Esencia o la naturaleza humana Para José Gaos la filosofía tiene como cometido desentrañar la naturaleza del ser humano, cuya esencia es la razón y su entelequia la filosofía, con lo que se corrobora el carácter circular de su filosofía (Salmerón, 1992: 22). Pero en el análisis de la esencia humana encuentra que el hombre además de ser racional, es parte de la naturaleza. Así en la misma definición clásica del hombre, señala como la esencia morfológica de la especie, la animalidad y la racionalidad, por lo que distan de no poder concebirse ni menos darse la animalidad sin la racionalidad y ésta sin aquélla, que ahí están dados los animales irracionales y concebidos los espíritus puros, racionales sin animalidad (Gaos, 1953: 26). Así llega a exponer que lo específicamente humano sería tanto la marcha erecta o los movimientos expresivos como la alegría y el dolor, o sea la animación y los procesos psíquicos (Gaos, 1992: 66). La esencia del hombre es su racionalidad, pero mediado por su primigenia forma de vida natural. Por eso para nuestro autor, no son suficientes tales elementos constitutivos del ser humano, añadiendo la mediación entre la animalidad y la racionalidad, la historia, a la que le otorga una importancia determinante y con base en ella plantea que “el hombre no tiene naturaleza, sino historia” (Gaos, 1953: 28), que vendría a ser su rasgo no sólo distintivo, sino mejor, constitutivo (Gaos, 1982b: 28), pues todo lo humano tiene historia o es histórico, lo que no significa que todo tenga la misma historicidad (Gaos, 1992: 541). Con base en ese reconocimiento de que el hombre es producto de su historia, José Gaos pasa a un segundo nivel explicativo para señalar que esa constitución es producto del ejercicio de su racionalidad al sustentar:
En consecuencia, el proceso de humanización ha consistido en el tránsito de la simple significación de la animación a la designación de objetos (Ibíd.: 74). De modo que el ser humano actúa de esta forma porque piensa, y su acción de pensar, el pensamiento, se ha conceptuado históricamente de varias formas:
De modo que tales expresiones de la razón, los pensamientos, se concretan en elementos, conceptos, con los cuales se componen los juicios y con éstos los raciocinios, pues son el contenido de la lógica. Con base en los rasgos señalados sobre el reconocimiento de la esencia humana, es pertinente concluir con los planteamientos en torno a la concepción de la antropología filosófica. Para José Gaos su quehacer consiste en el intento de explicar la metafísica por el hombre “para dar razón de la Filosofía por el hombre [por que], necesita dar razón del hombre mismo... y la razón tendría su perfección o ‘entelequia’ en la Filosofía” (Ibíd.: 32). Así la experiencia común de la vida consiste en que ella es la que marca los derroteros y evidencia las relaciones entre la esencia y la existencia:
Será entonces, la expresión verbal la que codifica esas relaciones, y por ser exclusiva del hombre, es lo esencial de él, pues para Gaos la esencia del hombre no está más que en el género, en la diferencia específica, está en su racionalidad toda vez que la razón es lo que define al hombre, constituye y manifiesta su esencia (Gaos, 1992: 217, 385-386). Con base en tal análisis fenomenológico de la vida humana, nuestro autor llega a delimitar como objeto de la antropología filosófica el estudio de la esencia del hombre, de su razón trascendente, por lo que lo conceptúa en los términos siguientes:
Tal concepción muestra su posición rekantiana, como solía decir, porque al explicar la relación entre esencia y existencia permite identificar al hombre no sólo como ser racional, sino también como ser moral. Posturas gnoseológicas Si se apela al significado estricto del escepticismo, consistente en sustentar la imposibilidad de decidir acerca de la verdad o falsedad de cualquier proposición, encontramos exacta la correspondencia de la confesión de José Gaos sobre su quehacer filosófico cuando dice:
Pero en realidad tal posición más que gnoseológica exhibe una actitud moral al reconocer que sus reflexiones no son mejores ni inferiores que las de otros, sino convicciones producto de los más diversos factores históricos que confluyen en la formación intelectual de las personas. En un filósofo profesional como José Gaos, no podía pasar por alto las innegables dificultades de ciertos asuntos como los tópicos de la metafísica toda vez que así lo manifiesta, al grado de adscribirse como agnóstico: “para la filosofía... es el hombre el hecho o fenómeno último por el que da razón de todo lo demás, incluso Dios, pero ya no la da él mismo –ya no se da el hombre razón de sí mismo. ¿Qué esto es acabar en un reconocimiento de límites, de finitud, de la razón humana, del hombre mismo, en un agnosticismo?” (Gaos, 1992: 483). No obstante esa postura, su optimismo epistemológico es lo significativo, por su evidente cartesianismo. Para él, la definición representa la forma por excelencia de saber, su ideal (Gaos, 1953: 27), porque la filosofía es la entelequia de la razón y permite dar cuenta del hombre mediante las categorías (Gaos, 1982b: 9). Precisamente en su afán de explicitar como singularidad del quehacer filosófico el empleo del análisis fenomenológico es que apela a la filosofía del lenguaje como instrumento básico para explicar cualquier tópico. Así en el caso concreto del abordaje del hombre, le parece totalmente cognoscible por la antropología en general, como verdadera enciclopedia de las ciencias o como antropología filosófica. Esa posición optimista se palpa en toda su obra y queda esclarecida en su concepción acerca de la antropología filosófica al conceptuarla como:
Todo quehacer filosófico queda reducido al ejercicio de objetivación, esto es, hacer aprensible o comprensible todo hecho o fenómeno. Por ello consigna la recurrente necesidad de hacer precisiones conceptuales. Pero donde se observa de manera clara el proceso de conocimiento es cuando expone las partes del método fenomenológico, primero con las expresiones verbales y
A partir de estas precisiones y para ser consecuente con su escepticismo subraya que en toda percepción existen ingredientes de subjetividad y de intersubjetividad (Ibíd.: 139). Por ello puede concluirse con sus propias palabras: el “conocimiento es, por esencia, conocimiento de objetos... ni puede consistir, en otra cosa que en la presencia de las diferentes clases de objetos, o en la objetivación de éstos: preceptos, imágenes, conciencia de las emociones y mociones, aprehensión de relaciones, pensamiento de los conceptos, concepción de los objetos metafísicos” (Ibíd.: 279). Lo señalado conforma un breve panorama de las ideas de José Gaos, pero en una revisión minuciosa da para hablar de toda una teoría del conocimiento en su pensamiento.
Realización, posibilidades y límites del
hombre Por la concepción delineada sobre el hombre en la obra de José Gaos pueden revisarse otros aspectos para construir una explicación sucinta. Entre esos otros aspectos destacan sus referencias a la naturaleza, Dios y la religión. Así enfatiza que el hombre se constituye interpelando a la naturaleza, proceso iniciado a partir de su separación de ella, lo cual no significa ruptura, de modo que interpreta a ésta reproduciendo la socorrida visión occidental de conocerla mediante la clasificación dual de sus elementos: poblada de seres animados y de cosas inanimadas, donde el ser humano representa el sujeto dinámico frente a la naturaleza. Sus propias palabras lo prueban:
Consecuentemente el hombre es el único ser capaz de leer a la naturaleza, para lo cual ha creado las claves lingüísticas para otorgarle significación a sus elementos y para recrearla. Pero no se queda en la mera visión dinámica del hombre, por una parte, y en la comprensión estática de la naturaleza, por la otra, donde aquél se realizaría sin límites sobre ésta, sino que nuestro autor establece la interdependencia, al reconocer la mutua colaboración en la que la naturaleza desempeña una función activa, ejemplificándolo de la manera siguiente:
Por ende, la realización del hombre acontece acotado por la naturaleza al pensar al mundo como un espectáculo, de sucesivas modificaciones, de creaciones y aniquilaciones, tan concebibles como incomprensibles (Gaos, 1999: 530). Las posibilidades y límites del ser humano también se enmarcan dentro de sus propias creaciones, atendiendo a la posición de Gaos, como lo son Dios y la religión. A la religión la piensa como inherente a un tipo de ser humano, el hombre religioso (Gaos, 1982b: 444). En cambio él se excluye de ese tipo, pues como filósofo se define agnóstico en el ámbito de la fe y como irreligioso en el culto (Gaos, 1999: 530). Para abreviar su posición ante el tema de Dios me parece pertinente sólo reproducir sus palabras: “En cuanto a Dios, no encuentro fuera de la concepción misma de él por los hombres, nada que me pruebe su existencia, y quizá todo que la niegue” (Loc. cit.). Por ende, su agnosticismo sobre las cuestiones religiosas resulta mas que una justificación de su modo de vida, es ante todo una actitud intelectual coherente con su postura filosófica. Significado de los valores Con base en su interpretación fenomenológica y la exposición de su filosofía del lenguaje hay que advertir sobre su posición moral y ética donde su objetivismo sólo se reduce a la instrumentalización de la razón pues, como lo he anticipado, la función del pensamiento es la objetivación por medio de conceptos, siendo éstos los que hacen aprensibles todos los objetos (Gaos, 1992: 221). Entonces los valores como conceptos o enunciados expresan u objetivan las preferencias y jerarquías de las sociedades y sus integrantes. De los distintos tipos de valor, José Gaos se refiere precisamente a los de tipo moral, planteando referencias relacionadas con las acciones conceptuales en algunos valores y antivalores:
Donde sostiene, como todo filósofo, que la ética abarca la moral o la moral implica siempre la ética. El rigor como expone sus reflexiones no le impide asumir posiciones subjetivistas al grado de propalar que la filosofía es una confesión personal y momentánea, pues para él “el filósofo de la Filosofía crítica... escruta y señala su origen, bajo una u otra forma, en la subjetividad humana” y “toda filosofía es un conjunto subjetiva –o válida únicamente para su sujeto, o su autor” (Gaos, 1982b: 398, 427). Esta incarnación del quehacer filosófico lo resumió así: “En cuanto que la filosofía es una concepción que abarca el yo del filósofo, queda tan sustancialmente individuada por éste como lo está éste mismo. En la Filosofía, como cuerpo de expresiones, el filósofo se designa a sí mismo, y al concretar así su objeto consigo mismo, lo subjetiva tan absolutamente como es sujeto él mismo” (Gaos, 1992: 565). De ahí resulta que los valores son asumidos como correspondientes a cualquier sociedad y tiempo, con lo que delata posiciones subjetivistas, historicistas y relativistas donde lo verdadero, bueno, bello, útil, son conceptuados como trascendentes axiológicos, al ser tomados como valores, y empleados para explicar u orientar la actuación humana. Gaos mismo sustancia ese historicismo en los términos siguientes:
Tal relativismo axiológico está reiterado incluso en sus confesiones al sustentar “que quizá no sea seguro, es que los valores de la filosofía valgan menos que los de cualesquiera ciencia: el valor de la verdad para todos los sujetos puede resultar compensado y hasta superado por el valor de ‘edificación’ personal” (Gaos, 1999: 529-530) y definirse como hedonista, epicureísta (Ibíd.: 531). Principales propuestas ideológico-políticas En su asidua correspondencia con Alfonso Reyes, el 1 de noviembre de 1939 además de reportarle el informe de actividades del ciclo escolar respectivo, le anticipa sus actividades para el año siguiente, proponiendo desarrollar un curso a titular La crisis de nuestros principios de vida, que consistiría en seis conferencias sobre “1) La política, 2) La ciencia, 3) El arte, 4) La moral, 5) La religión, 6) La naturaleza humana” (Ibíd.: 214), donde se encontrarían sus opiniones sobre tópicos tan importantes, pero como parece que no lo llegó a impartir, acudiré a otras partes de su obra para conocer algunas de sus propuestas y convicciones sociopolíticas. Hasta antes de 1931 revela no haber pertenecido a partido político alguno, reconociéndose ideológicamente como liberal por su radical afán de independencia personal en ideas, expresión de ellas, y su vida privada (Ibíd.: 527, 531). La coyuntura española de los años treinta del siglo pasado lo orilló a ingresar al Partido Socialista y a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, datos con los cuales se muestra su inclinación contra la guerra y a favor de las libertades civiles. Actitud de inconformidad semejante lo enarboló, pero en el ámbito académico, en 1966 cuando dejó de impartir cátedras en la UNAM al solidarizarse con la renuncia del rector Ignacio Chávez, la que argumentó a Leopoldo Zea, poco después director de la Facultad de Filosofía y Letras, de la manera siguiente: “Hubiera querido regresar por usted, seguir enseñando, pero no podía hacerlo después de la forma como trataron en la Universidad a ese gran Rector que fue Ignacio Chávez. Mi solidaridad con él entraba en conflicto con mi afecto hacia usted y la satisfacción que sentía de que usted hubiese llegado a ese puesto” (Zea, 2000: 14). De esta forma buscó poner en consonancia la praxis de sus ideas con sus convicciones, clarificando el rol del intelectual:
Como puede observarse, sus propuestas políticas están imbuidas de su moralismo, razón por lo cual es comprensible su posición benévola al socialismo, al militar en un partido que lo propugnaba, explicable no sólo como pecado de juventud y reacción contra la injusta división de las clases sociales, por lo que para él fue “una mera técnica de la justicia social, y en cuanto al comunismo, con el que podría simpatizar en cuanto tal técnica, me horroriza por su incompatibilidad con el liberalismo sentido tan personalmente” (Gaos, 1999: 531). Sus opiniones sobre la guerra y la paz resultaron abonadas por su experiencia, pues al adscribirse a favor del gobierno republicano en España, se involucró en esa guerra, cuyo saldo consistió en verse obligado a emigrar y convertirse en transterrado. Incluso reflexionó sobre sus nefastas implicaciones, como lo hizo en una conferencia dictada en la Universidad de Oslo. Consecuentemente, fue un promotor de la paz. Ideas sobre el desarrollo Por el consenso existente sobre la importancia del conocimiento científico, José Gaos desarrolló diversos tópicos al respecto como su diferencia con el de tipo filosófico o el vulgar, su expresión con respecto a la naturaleza y sus elementos constitutivos. Así una de sus preocupaciones fue distinguir los roles de científicos y filósofos con relación al empleo de la ciencia:
Esta diferenciación no la hace con la pretensión de minusvaluar la importancia de la ciencia, que más bien la reconoce como “el logro de la inteligencia humana” (Ibíd.: 403), exclusiva del hombre, con lo que exhibe una valoración positiva, como en general se tildaba en la primera mitad de la centuria pasada, entre otras cosas porque sus resultados, particularmente en las ciencias naturales, estaban aportando avances en la transmutación de las especies y de la materia (Gaos, 1992: 263). Asimismo identifica como rasgos del conocimiento científico su carácter especial, esto es referido a objetos particulares, que no son “... más que perceptos o imágenes, o emociones y mociones o relaciones, o conceptos, u objetos metafísicos” (Ibíd.: 280); el poder de transformar los del conocimiento vulgar en objetos del científico mediante la articulación discursiva de carácter lógico (Ibíd.: 281), o sea metódico, por lo que precisa:
Concluyendo así con la apreciación de que la ciencia es un saber fundamental para la promoción del desenvolvimiento humano. Lo mismo puede decirse de la técnica, cuyo concepto usa en más de un sentido. Por un lado lo emplea para referirse a ciertas artes, las útiles, y por otro a la capacidad humana orientada a satisfacer sus necesidades, al denominarla inteligencia técnica, mediante la cual promueve la creación y relaciones, pero no para pensar conceptos, de modo que:
Técnica y ciencia son concebidas entonces como conocimientos forjados por el ser humano para atender necesidades materiales e intelectuales, probando su separación de la naturaleza, para volver a ella en su afán de ponerla al servicio del hombre mismo. O sea son mecanismos para concretar una mayor humanización. Concepciones sobre el papel de la educación y del arte y de la literatura Un hombre que dedicó su vida profesional a labores educativas comprendió la loable función pedagógica, por lo que legó recomendaciones que sintetizan su rica experiencia al respecto, por ejemplo señaló que “el órgano por excelencia de la escuela es el seminario –o el laboratorio” (Gaos, 1953: 50), toda vez que en esos espacios es donde el estudiante realiza su mejor aprendizaje; en cambio, el profesor exhibe el dominio de sus conocimientos con el empleo de la conferencia y la explicación de textos (Gaos, 1999: 532). Con respecto a sus concepciones sobre el arte y la literatura, las referencias se encuentran esparcidas a lo largo de su amplia obra y sobre ellas manifiesta gustos propios, porque para él el arte es sobre todo gusto, por lo que prefiere la poesía lírica y la pintura impresionista, aunque también le deleita la música, la historia y la crítica literaria (Loc. cit.). Divide a las artes en útiles y bellas, ubicando entre éstas, como clásicas, a la arquitectura, escultura, literatura, música, pintura y danza, apuntando que su rasgo principal estriba en ser obra de la imaginación creadora (Gaos, 1992: 485, 495 y 499). A la literatura le asigna atención especial, principalmente porque es el arte de la palabra, por ser la que expresa lo específicamente humano (Ibíd.: 496). En general tuvo tanto una concepción amplia de literatura y una restringida lo cual le permitió identificar los tipos de literatura clásica, tales la épica, lírica, dramática, oratoria, historia, didáctica (Ibíd.: 509) y plantear como sus rasgos privativos ser expresión verbal bellamente e imaginación creadora de sus objetos, ficticios o reales (Ibíd.: 511). El sujeto del arte literario lo designa hombre estético creador (Ibíd.: 513).
Opiniones sobre la cultura
hispanoamericana, A poco menos de dos años de su residencia en México José Gaos reconocía su desconocimiento supino de la producción filosófica hispanoamericana, achacado a su germanismo en el que fue formado por lo que le planteó a Francisco Romero como reto hacer productivo su transplante a América (Gaos, 1999: 176), y por la manera de entender la filosofía hasta entonces se justifica que haya señalado como elemental la actividad filosófica en Cuba y México, pero a la vez exaltado el nivel de la desarrollada en Argentina. Lo importante de su quehacer estribó en la asunción del reto indicado cuyos saldos consistieron en desplegar una desconocida vocación hispanoamericana en cuatro direcciones: exaltar la singularidad humanística de los pueblos hispánicos, señalando la supuesta carencia de inclinación hacia las ciencias exactas y naturales (Gaos, 1953: 68); reconocer y promover la existencia del quehacer filosófico hispanoamericano; coadyuvar a la formación intelectual de hispanoamericanistas, y expandir esfuerzos para normalizar el estudio del pensamiento en Latinoamérica. Su interés por profundizar el conocimiento del quehacer filosófico mexicano lo llevó a escribir y problematizar uno de los tópicos más socorridos de las décadas de los años treinta-cincuenta del siglo XX al suscribir en su libro En torno a la filosofía mexicana, como dos etapas bien diferenciadas:
Asimismo le dio seguimiento explicando el origen e integrantes del Grupo Filosófico Hiperión:
Destacando que el líder fue Leopoldo Zea quien fundó después el Centro de Estudios sobre el Mexicano. De hecho esa nómina de intelectuales, más otros hispanoamericano que acudieron a su magisterio serían quienes propugnarían el desarrollo de la cultura en estos países al trabajar e interesar en el estudio de la historia de las ideas, historia de la cultura, historia del pensamiento. Gaos mismo predicó con el ejemplo pues amén de sus interpretaciones de la filosofía mexicana elaboró una Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea, dedicado a Alfonso Reyes donde suscribió:
Sus opiniones sobre la producción cultural hispanoamericana son positivas y la estímulo de múltiples maneras para incorporarla a la cultura universal. Más aún sustentó su internacionalismo desde el nacionalismo de la cultura hispánica (Gaos, 1999: 531). El lugar que ocupa la filosofía en el pensamiento y obra de José Gaos es central. En sus reflexiones vincula la filosofía y la capacidad humana que la hace posible. Por ello la clarifica como punto intermedio o híbrido entre el mito y la ciencia y la peculiariza como sistema metafísico, sólo así justifica la reiterada expresión de que su actividad intelectual ha consistido en hacer filosofía de la filosofía con lo cual se desmarca de sus maestros. Como síntesis claridosa de su conceptuación señala: “La Filosofía se presenta ante todo como expresión verbal de pensamiento expresado verbalmente... La Filosofía debe partir de lo dado, y lo dado parece ser justo el pensamiento consciente de sí como expresado verbalmente” (Gaos, 1982b: 384). Acerca del quehacer filosófico sostiene que históricamente ha tenido como pretensión y convicción “dar razón de todo siquiera ’en principio’ o ‘por(los) principios’ (Aristóteles), por una vía o rodeo u otros” (Ibíd.: 386), y en cuanto al sujeto de la filosofía consigna: “El filósofo es el único hombre que da razón de todo –por ende, primaria, radicalmente, a sí mismo, sin dejar por ello de darla esencialmente a la demás” (Loc.cit.). Así se palpa una relación circular en sus ideas como en sus acciones, pues para José Gaos, su obra De la filosofía da razón de la filosofía por el hombre y su libro Del hombre da razón del hombre por la filosofía, incluso en éste concluye: “La esencia del hombre está en la razón, ésta se incorpora eminentemente en la Filosofía, que es el concebir con sus conceptos y sobre ellos, y la Filosofía llega al extremo de unificar, por un lado, la razón misma y toda en el ‘Yo’ y de reducir, por otro lado, a los conceptos lo existente” (Gaos, 1992: 567). Así pues, la filosofía es el principal producto intelectual del hombre y fue la razón de ser de la vida intelectual de José Gaos. Bibliografía Directa
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*La versión impresa apareció en el libro: Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, Tomo I, págs. 259-280. Alberto
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© 2003 Coordinador General para México,
Alberto Saladino García. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de
2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez. Nota: Esta versión digital se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan. |