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Joaquín Sánchez Macgrégor |
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La condición humana en la obra de
Rosa Elena Pérez de la Cruz Introducción La lectura hecha de todos los libros publicados por Joaquín Sánchez Macgrégor hasta este momento, nos ha permitido apuntar algunas tesis de su pensamiento, que si bien han sido presentadas como glosa, suponen, también, una reestructura, o desplazamiento de sentido o de énfasis, o de orden en la exposición o alguna omisión. En ello estriba nuestra toma de posición, que no en una oposición conceptual, pues se trata de presentar su pensamiento, que no el nuestro. Por ejemplo, no compartimos algunas afirmaciones sobre Fray Bartolomé de las Casas, sobre todo en relación con la propuesta de unidad cultural y el multiculturalismo. Hemos dejado una lectura crítica de su obra para otra ocasión. Lo que hemos presentado aquí, nos parece que puede aproximar al humanismo de Sánchez Macgrégor desde un asomo a las etapas de su pensamiento y vida académica: 1ª Católico neotomista (1940-1945); 2ª Existencialista ateo (1945-1955); 3ª Marxismo militante (1959-1970); 4ª Semiología (1970-1985), y 5ª Latinoamericanismo y filosofía de la no-violencia (desde 1985). Principalmente nos hemos ocupado de la segunda, la tercera y la quinta, momentos de concentración en áreas específicas de investigación y, en algunos casos, de vanguardia. En ellas hemos visto reflejada su postura axiológica, su filosofía de la historia, su metodología o epistemología para pensar la realidad latinoamericana y su propuesta: la dialéctica de la unidad y la diferencia desde nuestras regiones. Al leer sus obras podemos observar su experiencia didáctica, su claridad y llaneza, sin alejarse de la argumentación formal y el rigor del discurso filosófico. Sabemos que es profesor titular en la facultad de filosofía desde 1950. Formador de recursos. Fundador de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla. Miembro Fundador de la Asociación Filosófica de México. Formó parte del Grupo Hiperión, al lado de Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro y Ricardo Guerra, entre otros. Investigador nacional nivel II. Coautor de múltiples obras y autor de artículos diversos, publicados en revistas especializadas.Joaquín Sánchez Macgrégor es un escritor cultivado. Nacido en la Ciudad de México en 1925, obtuvo el doctorado en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. El ser-ahí es el hombre. Una lectura de Heidegger El punto de partida aparece como advertencia desde las primeras líneas de Acoso a Heidegger:
Previene y cumple. Este cumplimiento de lo aconsejado nos permite, aunque desde un camino nada fácil, pero muy profundo, aproximarnos al pensamiento humanista de Sánchez Macgrégor. Esta tarea supone volver a Ser y Tiempo ya que es el hilo conductor, contrastado con Marx columna vertebral de la exposición de su propia postura ante la condición humana:
Afirmar "lo que importa", dilucidarlo, es lo que hace, a la par que revisa palabra por palabra, enunciado tras enunciado, tesis implícitas y explícitas, todo Ser y Tiempo. Revisión crítica y propositiva, lo que permite deslindar, sin confusiones, su propio pensamiento. El ser-ahí es el hombre De ser cierto que el ser y el plan, es decir, el horizonte o la dimensión, son equivalentes –como se afirma en Carta sobre el humanismo, tendrán que llevar, naturalmente, a algo distinto: lo universal de tipo “histórico”. Lo que vendría a significar que la verdad tiene su sede en el ser o que se identifica con él. Verdad no entendida como adecuación ni evidencia, sino como aletheia, develación, apertura original o “estado de abierto”. Ahora bien, lo relevante es que el ser, en ambos casos, es un absoluto-relativo, ya que supone al ser-ahí, único ente que se dirige al ser y hasta puede encararlo.
El ser-ahí es caracterizado por Heidegger desde la individualidad que se opone a los “yos absolutos” Y a las “conciencias en general” y salva de la abstracción generalizadora. Por eso desde que plantea el problema del "ser ahí" dice:
El ser-ahí es el hombre. Se entiende que aparece de inmediato el problema de la comunidad que conduce a buscar la esencia de las relaciones humanas, el origen y el tipo de enlace que existen entre el individuo y la sociedad, su fisonomía histórica y sus proyecciones. El hombre sólo existe en función de cada uno de nosotros. Ahora bien, la individualidad por sí sola no humaniza, afirma categóricamente Sánchez Macgrégor. Sin embargo, el término hace alusión a “algo mío”, revelador de personalidad, más que de un sentimiento de propiedad. Por ello la individualidad se supedita a otro rasgo constitutivo del ser-ahí: la comprensión del ser en general, -preontológica e irreflexiva- y del propio ser. El Dasein se juega el ser a lo largo de la vida al tiempo que se comprende; pero también se concibe con relativa felicidad. El jugarse el ser descubre el 'estado de abierto' del Dasein y coopera a la hora de distinguirlo de los demás seres animados. Sin embargo, señala Macgrégor,
Las características del "irle en juego el ser" y "la individualidad" las ha atribuído, Sánchez-Macgrégor, al hombre, mientras Heidegger las atribuye al Dasein, pero Dasein y hombre se identifican en esta lectura. Otras, prefieren acudir, sin justificación, a planos diferentes: El Dasein como fundamento del ser del hombre. Pero Heidegger no trata de elaborar una antropología positiva, sino a priori, es decir, una ontología fundamental, una analítica existenciaria que sirva de fundamento. La distancia entre ambos planos podría ser mediada por la 'naturaleza' que sabemos desde Heráclito que tiende a ocultarse, partiendo de que hay una esencia y un fenómeno. Pero la idea de ocultamiento tiene, en Heidegger un sentido distinto. De este análisis infiere Sánchez-Macgrégor el sinsentido de la búsqueda del equilibrio o unidad de los contrarios: abstracción-concreción, toría-práctica, ontológico-óntico:
La división del trabajo está a la raíz de la causa del drama. Pero Hegel ya señaló otro elemento conectado: la enajenación o extrañamiento que puede darse en cualquier ámbito: económico, político, religioso o cultural. Hay que dar la batalla en contra de las milenarias enajenaciones y de la mutiladora división del trabajo, afirma Sánchez Macgrégor. El puesto del hombre en el cosmos o nexo histórico-entitativo La conexión históricoentitativa del hombre y del mundo es la premisa obligada. Sin embargo, Heidegger comienza con el “mundo” del utensilio, con la “significatividad”. El mundo es del ser-ahí, no es independiente ni anterior. Esta tesis induce al idealismo subjetivo, al mundo individual, pues la individualidad sella ontológicamente al hombre. ¿Qué mundo es el de Heidegger? pregunta que elabora y responde Sánchez Macgrégor- El mundo de Heidegger no es el natural ni el social, tampoco el subjetivo. No es un mundo dicotómico en el cual se enfrente la sustancialidad del sujeto frente a la del objeto, como en Fichte; o el yo al no-yo o al otro yo como en Husserl de la 5ª Meditación cartesiana [Sánchez Macgrégor, 1969: 34]. La relación hombre-mundo se presenta como problemática por considerar este último como distinto y hasta de algún modo independiente del hombre. Pero el enfoque era epistemológico, teórico:
Hombre y mundo interactuaban evolucionando a la par, aún así habría que solucionar recios conflictos frutos de esta relación. El aporte de Hegel viene a ser, en verdad, relevante, pues
Pero el mundo de Heidegger no se contrapone al sujeto, ya que no lo considera materia de representación ni red entitativa. En este sentido la correlación dicotómica hombre-mundo deja de ser un problema. La relación sujeto-objeto tiene que suponerse, sin constatarla en su facticidad. Sencillamente omite o desplaza un mundo "situado". Su necesidad y sentido están mediados por la ontología. Entonces "sujeto y objeto no coinciden con el 'ser-ahí' y el mundo".1 Para encontrarse con la mundanidad o el mundo en el hombre, Heidegger recorre los caminos de la inmediatez y la concreción. Su afán de "ir a las cosas mismas" lo lleva, como a Husserl, a los actos prelógicos, antepredicativos para llegar a lo originario. De esta manera, origen, inmediatez y concreción parecen identificarse con el ser en general, aunque afecte el Origen buscado por Heidegger con mayor ahínco que la concreción y la inmediatez. El origen, la inmediatez y la concreción heideggerianos están –según Sánchez Macgrégor- reñidos con la racionalidad, aún en los últimos escritos en los cuales Heidegger considera el Origen sin reparar en la inmediatez y la concreción. De este modo es posible comprender, que no justificar, su desconfianza ante la ciencia. No obstante, la razón mediadora, aunque expulsada de las "cosas mismas" penetra el proceso conceptual y enunciativo. La inmediatez está plena de mediaciones tales como la totalidad, inabarcable, pero regulativa. La analítica existenciaria, base de la ontología general, se resume en la "cura" (según traduce Gaos Sorge). El "curarse de" vendría a ser para Heidegger un existenciario o término ontológico para nombrar al ser de un posible "ser en el mundo", comportamientos humanos o “modos de ser” tales como tener que ver con algo, encargarse y cuidar de algo, producir algo, emplear algo, abandonar y dejar que se pierda algo, emprender, imponer, examinar, indagar, considerar, exponer, definir; “no hacer más que eso”, según se manifiesta en los actos de omitir, dejar, renunciar, descansar [Sánchez Macgrégor, 1969: 44]. Se trataría de "curarse de los útiles" de la naturaleza antropomorfa o mundanizada, de toda clase de utensilios que constituye el mundo circundante. ¿Entonces el “curarse de” los útiles crea un mundo esencialmente práctico? ¿Le da Heidegger prioridad a la práctica sobre la teoría? Se pregunta Sánchez Macgrégor. Por el momento señala, en la línea de su humanismo de corte marxista, en este periodo, que
La naturaleza mediada por la técnica es la única que captamos en forma inmediata. Es un ente intramundano. Es en el hogar, en la oficina, en el trabajo, en la escuela donde la descubrimos cotidiana e indirectamente, sin darnos cuenta. Ahora bien, la existencia de cualquier ente intramundano tiene un presupuesto:
Advertimos, en tiempo y forma, la lectura crítica que de Ser y tiempo, hace Sánchez Macgrégor, a la par que va concatenando su pensar y concebir la situación humana. Con rigor, pero sin miramiento. La esencia del mundo, la mundanidad es el “todo de relaciones” es la significatividad, más allá del “significar” o conciencia de la conciencia cuyo carácter de relación es propio de lo útil. La significatividad es anterior a las 'significaciones' que hacen posible el ser del lenguaje. Es el sistema de relaciones conceptuado, después de ser 'intuido' debido a la falla del utensilio. Este sistema no es "nada pensado", sino relaciones efectivas, reales. El relacionarse del útil tiene su origen en el relacionarse de la significatividad. cuya identificación con el mundo hace de él, un existenciario, y, por ende, tiene su sede en el hombre, en cada hombre, dado que la individualidad define al ser-ahí. La pesquisa del ser y el interés por desobjetivar tienen su origen en la inadaptación del filósofo al medio ambiente; consecuencia -sostiene Sánchez Macgrégor- de la inadaptación del capitalismo como sistema; en el cual hombre y mundo no acaban de integrarse.
En el análisis de las relaciones entendidas como algo "pensado", Sánchez Macgrégor le da un giro a la disolución del ser de los entes intramundanos en el "puro pensar", al preguntarse: ¿no será que las relaciones “pensadas” reflejan las “reales”? sobre todo si estamos de acuerdo en que pensar lo imposible nos da la medida de lo posible. Por eso se pregunta: ¿entenderíamos la vida de los partidos políticos sin indagar sus nexos con aquel sector de la sociedad en cada uno de ellos representado y favorecido? No se trata de quedarse a nivel de apariencias superfluas, sino de conseguir las conexiones esenciales. En descubrirlas radica buena parte del menester filosófico. La historia atestigua contra Heidegger y los idealismos, que las relaciones no son sólo algo “pensado”, sino la "fórmula cognoscitiva de enlaces profundos" que operan en el seno de las cosas y de los procesos históricos que dan cuenta de las condiciones de la vida toda, especialmente del hombre, cuya aparición instaura una historia antes desconocida: la historia humana. En el subjetivismo, el hombre –al descubrirse como sujeto-, se constituye en origen y medida de toda presencia. Es el hombre de Protágoras (a cuya medida está cortado el universo entero) con una limitación aún mayor, la que le impone su nueva dimensión de sujeto cognoscente [Sánchez Macgrégor, 1969: 68]. El “mundo” desobjetivado de Heidegger ya no se opone al hombre, ni como naturaleza ni como sociedad. Se ignora cualquier tipo de mediación, sobre todo la del trabajo creador que persiga la unidad superior. Es decir, que ya no se necesita trabajar por el hombre y el fin de las enajenaciones o que toda revolución está por demás. La dualidad hombre mundo no está resuelta teóricamente, sino disuelta en una inmanencia que pretende ser prelógica, a direrencia de otras, como la de Kant. Pero, de hecho la tragedia y la separación se reavivan. La vida social, económica, política y religiosa sigue desgarrándose. El hombre lobo del hombre. A futuro se podría vislumbrar un estado de excepción en regímenes cuya tarea sustantiva no sea el lucro. Visión humana desde Sartre Sánchez Macgrégor, al cuestionar la posibilidad de una moral existencialista, concede, tanto en Heidegger como en Sartre, la concepción y práctica de nuestra "Realidad-de-verda-humana", desde la cual la filosofía aparece como una preocupación connatural al ser humano. Entendido éste no como una cosa perdida entre las cosas, clásico error, sino, encarnado, corpóreo.
Pero al hombre le va la vida en descubrir y conferir significado a la apariencia en medio de los fenómenos, a pesar de la náusea y de la nada; cuya fisura lo mantiene distanciado de sí como conciencia desdichada, prerreflexiva que constituye la estructura total del hombre. A pesar de todo,
El cuerpo para-otro salva a la conciencia del solipsismo, pero no de las miradas, de ahí el ámbito de conflicto y vergüenza en el que se mueve la conciencia. La angustia nos conduce, irremediablemente al querer-poder y a la libertad que constituyen nuestro destino. La nada anuncia la imperfección del hombre y, por ende, la libertad, la potencia que anula la pretendida completitud del ser-en-sí y garantiza la libre preocupación humana. Al poner al hombre frente a su privación radical, lo obliga a encararse consigo mismo y, a la par, le da fuerza y poder sobre las cosas. Sánchez Macgrégor lo resume claramente: "Sólo porque el hombre no está pleno, apunta al ser, lo interroga, lo pone en cuestión o lo encierra entre paréntesis (epojé), manipulándolo a voluntad, a él, que es la absoluta afirmación" Y lo relaciona con la "cura" de Heidegger, pues el hombre "cura" de su ser ya que en este le va la vida, muriendo. Por eso vivirá haciéndose constantemente su propia esencia:
La libertad radical permite al hombre asomarse al mundo. La libertad está a la raíz de toda ética, pues no hay valores fijos a los cuales aferrarse, a menos que huya y esta huida será siempre de mala fe en el contexto de una vida que se confía a un mundo anónimo de valores consagrados donde se, como dice Sánchez Macgrégor, se arrellana muy a gusto tan quitado de la pena. "El hombre, con su ser libre a cuestas, se prende y se prenda de la trivialidad cotidiana, buscando, en la completa firmeza de las cosas, refugio para no cumplir con su suerte de ser dueño y señor de su destino. [El hombre se da cuenta de] que no hay "genio y figura hasta la sepultura", pues a él atañe su propia creación [Sánchez Macgrégor, 1948: 274-278], su cambio, su progreso. Se trata de la conversión radical, el descubrimiento (a-létheia) del deber ser. El hombre se da cuenta de que es un mandato a cumplir por él y por el otro también libre, en situaciones concretas. En este sentido va la conclusión Sánchez Macgrégor:
En este contexto la crisis de valores lo es de los valores generalmente aceptados, fijos, objetivados por los "beatos de la cultura", quienes, so pretexto de disculparse, de manera acomodaticia, rehuyen el pensar auténtico, el afrontar la vida, en vez de cobijarse en los supuestos "derechos del hombre y del ciudadano" en abstracto, sin rostro y sin espacio geográfico. Es, también, el reconocimiento hegeliano cuya meta es la armonía del Yo que es Nosotros y del Nosotros que es Yo, alcanzada por medio de la filosofía y del Estado. Tanto para las morales autónomas, como para las heterónomas el hombre es el valor supremo para el hombre, sostiene Macgrégor. El problema está en los medios que se proponen para conquistar la plenitud humana o el hombre íntegro al que se refiere todo humanismo. Muchas veces se da la contradicción entre medios y fines morales, pues la "humanización totalizable" adolece de grandes limitaciones. La estructura teleológica o finalista "virtud-bien" es una estructura dinámica o, en términos sartrianos; una totalidad destotalizada en constante superación. Por eso, "el hombre cabal será el punto de partida para la verdadera, pero aún utópica historia humana [Sánchez Macgrégor, 1966: 287-289]. Humanismo bolivariano A partir del reclamo bolivariano del contrapoder, Sánchez Macgrégor pergeña una filosofía de la historia latinoamericana al mismo tiempo que estudia, desde Bolívar, la relación entre la moral y la política. Bolívar es un héroe, es decir, un hombre digno que representa y proyecta un universo fecundo, dadas las dimensiones morales de su vida y la trascendencia de sus acciones. Su meta es también método:
En él se alternan mundanidad2 y transmundanidad, unidad de opuestos desde los cuales reivindicó la dignidad humana, la empresa de mayor urgencia en la actualidad, piensa el autor de Tiempo de Bolívar. Bolívar es lúcido y auténtico. No sucumbe a la tentación de asumir desplantes cínicos o hipócritas. Es enérgico, optimista y magnánimo. Bolívar no se dejó encandilar por el poder. Más bien lo domeñó y lo puso al servicio de la causa revolucionaria. Su formación humanista lo hacía posible y también su proyecto utópico: la confederación de los pueblos que se liberan. El curso y discurso de Bolívar está sellado por su antimaquiavelismo, palpable, sobre todo en el Discurso de Angostura. El mal es "el poder, enemigo nato de nuestros derechos", señala. Yugo del cual quiere liberar a los pueblos, pues vive las vicisitudes del "cuerpo social":
Poder y contrapoder representan la lucha sin tregua por la identidad latinoamericana. El camino de Bolívar era la educación popular. "Moral y luces son nuestras primeras necesidades", afirmó en Angostura, cuyo objetivo era instituir un verdadero Poder Moral. Como es de suponer, Bolívar perteneció a una estirpe de liberales que se identificaban con los ideales educativos y justicieros del derecho natural. Principios como los de autonomía personal, equidad, justicia y libertad hunden allí sus raíces y trazan los surcos de un camino ontológico-moral profundo:
Al respecto Sánchez Macgrégor dice que las sociedades modernas y posmodernas, aún no pueden comprender los alcances del enfoque moral que Bolívar no pretendió fundamentar, pero que en sus meditaciones vislumbró la condición de posibilidad de las revoluciones morales tan necesarias a la condición humana:
Con el análisis del curso/discurso, Sánchez Macgrégor entró de lleno en la historicidad, esto es, en el tiempo humano conectado al curso propuesto bajo la forma de discurso para lograr ciertos valores que cooperen en la elevación de la existencia humana. Ahora bien, el injustificado divorcio de la política y la moral –maquiavelismo- vulnera la actividad política y la pone al borde de la ruina. La propuesta: una filosofía de la historia latinoamericana Desde Colón y las Casas (1991) Joaquín Sánchez Macgrégor ha presentado una metodología establecida desde la inmediatez de los dualismos encarnados en lo cotidiano. En donde lo empírico se impone sobre lo teórico-especulativo, haciendo posible, de esta manera, la primacía del curso sobre el discurso para obtener como resultado las mediaciones necesarias entre opuestos. Ahora bien, tal metodología supone una "fusión horizóntica" al estilo gadameriano para una conciencia de la historia efectual. Esto es, supone entrelazar presente, pasado y futuro desde el triple preguntarse: ¿de dónde venimos, qué somos, a dónde vamos? Para Sánchez Macgrégor, es la pregunta óntica por excelencia porque va al ser humano en lo fundamental. Como podemos observar, se trata de una filosofía de la historia que permea la problemática actual, es decir, lo inevitable en el curso/discurso de las sociedades históricas, o el dato obligado que serviría para sustentar las bases científicas de una metodología del discurso historiográfico y científico-social:
"Lo inevitable" del dualismo originario engendra proyectos individuales o colectivos que pueden ser trascendentes, intrascendentes o alienantes, según se ponga en juego el ser humano o se profundice. Los tipos de proyectos pueden fincarse en modelos y guías portadores de valores universales y, por lo mismo, pueden ser mediadores entre opuestos. Esta es la propuesta que sirve de hilo conductor a la filosofía de la historia latinoamericana del autor de Claves dialécticas: la firme certeza ética de las mediaciones en todos los ámbitos, so pena de ser excluyente, intolerante, extremista y dictatorial. Estos los denomina "maximalismos y satanismos fundamentalistas". Todas estas actitudes provocan violencia en su sentido extremo. Por eso da un carácter de necesidad a los valores éticos y su conciencia moral dialéctica. De ahí su antimaquiavelismo, aunque tenga que admitir la conformación teleológica del ser de la persona humana:
La conducta ética está estructura de medios y fines, de algún modo, representan una especie de conciencia reflexiva (idealismo alemán) o conciencia no-posicional (Sartre). Un enfoque así deber ser dialéctico y recurrir con sensatez a las sucesivas mediaciones entre opuestos supuestamente irreconcialiables. Ahora bien, se trata de una dialéctica humanizadora: la axiológica-temporal. Los valores no se dan en abstracto, sino en la historicidad. Valorar es temporalizar, desde la óptica de la filosofía de la historia. De esta manera, valores y tiempo suponen un espacio dinámico en el que hay opuestos en pugna, y, por ende, diversas opciones, caminos varios, como el diálogo y la negociación que se presumen propios de la política:
Terminaremos aquí, sin embargo, consideramos un deber invitarlos a leer la obra de Sánchez Mácgrégor. A más de uno precisará conceptos, enriquerecerá con un nuevo enfoque, o invitará a replicarlo u objetarlo desde la argumentación formal. Desde la vía de la dialogicidad. Como es nuestro quehacer, aproximativo; desde la dialéctica de la unidad y la diferencia, diríamos, desde el diálogo y la hermenéutica intercultural.
Bibliografía Directa
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Notas 1 Sánchez Macgrégor recuerda que también en Scheler y en Hartmann se dio la mediación ontológica del saber, aunque no estaban de acuerdo con Heidegger. 2 Bolívar "se conduele, se atormenta, toca fondo y, desde esas simas se impulsa nuevamente a las cimas donde rinde lo mejor de sí mismo, tanto en su vida militar, política, cultural, como en su vida privada."dice Sánchez Macgrégor en su breve ensayo sobre Bolívar. Rosa Elena Pérez
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© 2003 Coordinador General para México,
Alberto Saladino García. El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana. Versión digital, iniciada en junio de
2004, a cargo de José Luis Gómez-Martínez. Nota: Esta versión digital se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan. |