Dos caminos ante la pobreza:
Los padres Gabriel y Néstor en la novela Nicodemus
Steven Casadont
CAPÍTULO IV
FREIRE
Aunque
Pedagogía del oprimido no fue publicado
hasta 1970, el trabajo de Paulo Freire ya
tenía un gran impacto en los teólogos radicalizados a mediados de los
años sesenta. Sus innovaciones pedagógicas captaron la atención del
sector radical dentro de la Iglesia, que buscaba una transformación de
la sociedad latinoamericana marcada por un fuerte contraste entre la
riqueza de una minoría y la pobreza de las masas: “A medida que la gente
de la Iglesia se dio cuenta del método y el espíritu de concientización,
empezaron a ver que cuadraba claramente con el surgiente sentido de cómo
debía optar por los pobres la Iglesia” (Berryman 2). Los
Documentos de Medellín reconocen la
urgencia de introducir cambios en el sistema educativo para poder
alcanzar una transformación de la realidad latinoamericana. Dedicando
una sección de sus Documentos a la educación, Medellín adopta la
visión de Freire de que el sistema tradicional de educación sirve a los
intereses opresores y que los oprimidos necesitan tomar un rol más
activo en el proceso de su liberación:
La tarea
de educación de estos hermanos nuestros no consiste propiamente en
incorporarlos a las estructuras culturales que existen en torno a
ellos, y que pueden ser también opresores, sino en algo mucho más
profundo. Consiste en capacitarlos para que ellos mismos, como
autores de su propio progreso, desarrollen de una manera creativa y
original un mundo cultural, acorde con su propia riqueza y que sea
fruto de sus propios esfuerzos. (Documentos 4)
Berryman
observa que la sección de los Documentos sobre la educación es
“especialmente en el espíritu de Freire” por su abundancia de temas
claves a su programa de transformación social (Berryman 2).
Gustavo Gutiérrez comparte esta admiración
por el trabajo de Freire, quien deja sus huellas a lo largo de
Teología de la liberación-Perspectivas.
Su crítica menor del programa de concientización, por ser
“susceptible de ahondamientos, modificaciones, reorientaciones y
prolongaciones” (123), no esconde el hecho de que mucho de Teología
se lee como Paulo Freire disfrazado de cura. Por ser un trabajo tan
influyente en el desarrollo
del concepto de cómo solidarizarse con el
pueblo oprimido y, quizás, formar el programa más coherente en cuanto a
la transformación de la sociedad latinoamericana, en este capítulo nos
aproximamos a Nicodemus a través de
Paulo Freire, enfocándonos en el papel de opresor de la Iglesia, y en la
manera en que los padres Néstor y
Gabriel desempeñan sus roles como líderes
revolucionarios.
Hemos notado
que en la novela, la jerarquía conservadora de la Iglesia disfrutaba de
estrechas relaciones con el gobierno opresivo de Vivas Cristancho, y que
se la podría considerar, en este sentido, miembro del grupo opresor en
la dinámica opresor/oprimido de Freire. Su mayor representación en los
barrios ricos y sus relaciones amistosas con los poderes del estado son
fuentes de irritación para los curas radicales como Néstor y Gabriel.
Los dos se quejan de una dictadura religiosa que ha perdido su
identificación con el mensaje de Cristo a favor de una posición de
acomodación y poder dentro de la sociedad.
Las relaciones
entre la Iglesia y sus feligreses pobres en Nicodemus, que busca
reflejar la situación en el mundo real latinoamericano, confirma que
la Iglesia ha adoptado tendencias características de la educación bancaria que
emplean los opresores para mantener su estatura elevada en la sociedad.
La Iglesia gozaba de su posición poderosa gracias, en parte, al hecho de
que se presentaba como necesaria para las prácticas espirituales de la
gente; como dice Gutiérrez, “fuera de la Iglesia no hay salvación” (72).
Su énfasis en los ritos y las ceremonias sirven como una manera de
“mitificar” la religión, dejando a sus feligreses sintiéndose incapaces
espiritualmente sin la orientación que provee la Iglesia. Canal Ramírez
se queja del exagerado énfasis en los santos como objetos “de culto” y
la tendencia a “sacralizar demasiado determinados elementos,
invistiéndolos de poderes casi de magia, como el caso del "agua bendita”,
y lamenta la “confusión de la deformación mítica y mágica con la
formación cristiana” (Unión 186). Gutiérrez critica a la Iglesia
por su supuesto monopolio en la salvación.
La Iglesia
aparece, sustancialmente, como la depositaria exclusiva de la
salvación: fuera de la Iglesia no hay salvación. Esta exclusividad
[…] justifica que la Iglesia se considere el centro de la obra
salvadora, y que se presente, por consiguiente, como un poder frente
al mundo. (Gutiérrez 72)
Freire critica
a los opresores y su sistema de educación bancaria, por haber mitificado
la realidad para que los oprimidos se queden en un estado pasivo de
dependencia, ya que su mundo tiene que ser interpretado a través de sus
educadores, quienes son, supuestamente, los únicos calificados para
descifrarlo: “La [educación] bancaria […] insiste en mantener ocultas
ciertas razones que explican la manera como están siendo los
hombres en el mundo y, para esto, mitifican la realidad” (Freire 91). En
el caso de la Iglesia, la memorización, práctica y fidelidad a los ritos
católicos no significa que sus feligreses estén llegando a un
entendimiento mayor de su relación con Dios. No son expresiones
espirituales que vienen de la gente, sino de una jerarquía eclesial que
se posiciona distante de sus feligreses más necesitados; la misma
jerarquía que insistía en dar la misa en latín, un idioma no hablado ni
entendido por los pobres, hasta la década de los sesenta.
Además de
mitificar la salvación, la Iglesia en Nicodemus va en contra del
sistema horizontal de concientización. Su estructura jerárquica
vertical, con su clero y los laicos ocupando los peldaños más bajos,
contradice el plan horizontal que propone Freire. Néstor se queja de
este “régimen canónico”, proclamando que la posición del clero
corresponde a “las posiciones de oficiales subalternos dentro de un
encuadramiento clérigo-militar” (232). El educador “será siempre el que
sabe, en tanto los educandos serán siempre los que no saben” escribe
Freire (73), y en la Iglesia tradicional de Nicodemus, es la
Iglesia la que siempre tiene las respuestas espirituales, mientras el
pueblo se queda en un estado de dependencia y pasividad por no poseer
los requisitos religiosos para interpretar su mundo. Además de dejar a
los laicos en un estado de inferioridad espiritual, este sistema
vertical promueve la obediencia a los “superiores” necesaria para el
funcionamiento de la sociedad opresora. Este sistema empleado por los
opresores conduce a los oprimidos a adaptarse al mundo y aceptarlo como
es (Freire 82), y no anunciarlo según su propia visión. En el caso de la
Iglesia, el sistema opresor le facilita el mantenimiento de su posición
privilegiada en cuanto a la salvación espiritual. Gutiérrez ve la
necesidad de eliminar esta situación de exclusividad espiritual,
declarando que con un cambio en las estructuras antiguas verticales,
“los propietarios de los bienes de este mundo dejarían de ser los
“dueños” del evangelio” (337).
El tipo de
apoyo humanitario que la Iglesia ofrece a sus pobres también va en
contra del programa de Paulo Freire. Él nos advierte que el concepto
tradicional de la ayuda humanitaria no va bastante lejos para realmente
ayudar a los necesitados. La Iglesia en Nicodemus se presenta a
sí misma como ayudante de los pobres, pero la caridad que proveen las
Hermanitas de los Pobres en el barrio pobre en Nicodemus,
sirve como una máscara humanitaria para una Iglesia que ocupa un puesto
tan central en esta misma sociedad que oprime a las masas. El pan y los
paliativos que la Iglesia ofrece a los pobres, vienen de la misma
institución que condecora al dictador que los oprime, y su supuesta
ayuda humanitaria paralela la que un país victorioso ofrece a los
soldados vencidos de su enemigo.
Freire
enfatiza que esta manera de atender a los pobres no es lo que ellos
necesitan para vivir dignamente como seres humanos, y que la falsa
generosidad practicada por los opresores “hace de los oprimidos objeto
de su humanitarismo”, y “encarna la propia opresión” (47). Gutiérrez
insiste en que la Iglesia se comprometa “no sólo con generosidad, sino
también con análisis de situación y con estrategia de acción” (255-56),
rechazando “una falsa filantropía disfrazada de fe” que él clasifica
como una especie de “paternalismo eclesiástico” (109). El
Monseñor Bogarín tampoco ponía su fe en la
asistencia social: “ No creía en la eficacia social de los programas
asistenciales que se realizaban entonces con programas norteamericanos
de ayuda. Depositaba su confianza, en cambio, en programas educativos
que suscitaran una responsabilidad social” (20).
En
Nicodemus se aplican de modo preciso las ideas de Freire. Canal
Ramírez desarrolla la diferencia entre "trabajar para" y "trabajar con"
al establecer el contraste entre los dos sacerdote protagonistas,
Gabriel y Néstor. Al analizar los dos curas como líderes revolucionarios,
hallamos muchas deficiencias en el padre Gabriel según el plan de
concientización de Freire. Aunque los otros lo consideran como un cura
que posee convicciones sinceras en su lucha contra el orden opresor,
muchas de sus acciones como líder revolucionario acaban sirviendo al
sistema creado por los opresores. Su impaciencia con la lentitud de los
cambios eclesiales y sociales le cuesta su eficacia como líder de los
oprimidos, llevándole a trabajar para los oprimidos y no con
ellos. Él les niega a los marginados la oportunidad de concientizarse y,
por consiguiente, anunciar su liberación con su propia voz y no la de
uno que está más calificado a pensar por ellos.
La esperanza
de Freire es que el hombre tome conciencia de su situación como oprimido
y que consiga desarrollarse como ser humano para que, al liberarse de
las condenas de opresión, no se transforme en opresor, sino en
restaurador de la humanidad, reivindicando a ambos, opresores y
oprimidos. Por eso, es necesario que los oprimidos tomen conciencia de
su papel como restauradores de la humanidad en opresores y oprimidos
antes de la revolución. Freire resalta la necesidad de que el
oprimido se libere a sí mismo psicológicamente para que no internalice
la mentalidad de su antiguo opresor (36). Gutiérrez hace eco de Freire:
El hombre
de hoy no aspira sólo a liberarse de aquello que viniendo del
exterior, le impide realizarse en tanto que miembro de una clase
social, de un país o de una sociedad determinada. Busca, igualmente,
una liberación interior, en una dimensión individual e íntima.
Una liberación en un plano no sólo social, sino también psicológico.
Pero libertad interior entendida no como una evasión del
enfrentamiento social, como la interiorización de una situación de
servidumbre sino en referencia real al mundo del psiquismo humano
tal como se le comprende desde Freud. (49-50)
Al liberarse
psicológicamente de las cadenas de opresión, la autoliberación de los
oprimidos llega a ser un gesto de amor, porque inherente en su propia
liberación está la restauración de la humanidad de sus opresores. Por
ende, la creación del hombre nuevo antes de la revolución es clave en el
esquema de Freire.
El caso de
Gabriel es distinto, él comparte su lucha con un grupo de asesinos que
sería difícil clasificar como ejemplos del hombre nuevo de Freire.
La novela los describe como “profesionales de la violencia, los mismos
sicarios a sueldo de los partidos tradicionales […] delincuentes comunes,
técnicos del genocidio, el cuatrerismo, el abigeato […] bandoleros, no
más” (202). Es un grupo subdesarrollado espiritualmente con los sueños
de ser los nuevos opresores después de su triunfo. Es posible que este
grupo haya tomado conciencia de su posición de marginados en la sociedad,
pero sin desarrollarse como personas ellos están destinados a continuar
el ciclo de opresión, contra otros oprimidos.
Además de
negar a los oprimidos el tiempo necesario para llegar a su propia toma
de conciencia, Gabriel emplea el sistema vertical de la clase dominante
en su intento por despertar las conciencias de los oprimidos. En sus
declaraciones, hechas a través de su periódico Unión Revolucionaria,
hay la ausencia de un diálogo con el pueblo, componente principal en la
concientización de los oprimidos propuesta por Freire. Gabriel y su
grupo de estudiantes revolucionarios distribuyen copias de su periódico
en los barrios pobres (197), pero el hecho de que la Unión
Revolucionaria no nació en esos barrios sería preocupante para
Freire. Es el caso del líder revolucionario imponiendo su visión de la
sociedad a las masas, algo condenado fuertemente en Pedagogía del
oprimido. Freire reconoce la necesidad de que intelectuales como
Gabriel y su grupo de estudiantes participen en el proceso de liberación
de los pobres. No obstante, afirma que la praxis sin concientización “se
vuelve mero activismo” (Freire 62). Gutiérrez sostiene que: “para que
dicha liberación sea auténtica y plena, deberá ser asumida por el pueblo
oprimido mismo, y para ello deberá partir de los propios valores de ese
pueblo. Sólo en ese contexto puede llevarse a cabo una verdadera
revolución cultural (121)”. Gutiérrez añade que “no se trata de un
luchar por los otros, de resabio paternalista […] sino de percibirse a
sí mismo como un hombre no realizado, viviendo en una sociedad alienada”
(180). Gabriel impone sus eslogan políticos desde arriba, pidiendo que
el pueblo tome acción política. El camino para la realización de un
trabajo liberador ejecutado por el liderazgo revolucionario no es la “
propaganda liberadora” (Freire 63). “Es necesario que se inserten
críticamente en la situación en que se encuentran y por la cual están
marcados. Y esto no lo hace la propaganda” (Freire 64). Es a través del
diálogo con las masas, ausente en las acciones de Gabriel, que el líder
revolucionario les ayuda a anunciar su propia liberación. Es preciso
entender que el convencimiento de los oprimidos sobre el deber de luchar
por su liberación no es una donación hecha por el liderazgo
revolucionario, sino resultado de su concientización (Freire 63-64). El
liderazgo revolucionario que desarrolla su plan para la gente y
no con la gente está usando el mismo sistema vertical que la
educación bancaria de los opresores. El líder mitifica el proceso de la
revolución social, muchas veces analizando la situación con lenguaje
político no entendido por los oprimidos, y acaba él siendo el que
sabe y los oprimidos los que no saben. Los pobres se
quedan en su rol de pasividad, con su destino en las manos de otro,
quien es más capaz de guiar su vida. Freire nos advierte que esta clase
de líderes “niegan la acción pedagógica en el proceso liberador, mas usa
la propaganda para convencer” (65). La revolución no les sirve a ellos
para nada porque estas personas no se han liberado en ninguna manera:
todavía son personas dependientes de “ superiores” en un mundo
mitificado, esta vez por sus propios líderes revolucionarios. Cuando el
padre Néstor le dice que la revolución “no se hace, se organiza” (201),
está implicando que los oprimidos necesitan el tiempo para tomar
conciencia y anunciar su liberación con su propia voz. Gabriel está
“depositando” sus propias creencias en las mentes de los oprimidos en la
misma forma que el sistema creado por los opresores lo hace.
Al guiar a la
gente desde arriba, haciendo revolución para ellos y no con
ellos, Gabriel demuestra no sólo impaciencia, sino una cierta
desconfianza en su capacidad para participar como iguales en el proceso.
Freire implora que los líderes tengan fe en el pueblo: “fe en su poder
de hacer y rehacer. De crear y recrear. Fe en su vocación de ser más”
(104). Además de tener fe en ellos, es esencial que tengan amor para los
oprimidos también. “No hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y
a los hombres” (Freire 102), pero el disgusto que siente Gabriel al
subir en el transporte público que le llevaría a las montañas nos deja
con dudas sobre su amor. Nos queda la impresión que él siente amor por
los pobres más como un concepto, que por ellos como personas reales.
Por otra parte,
el trabajo del padre Néstor con el grupo de Acción
Católica nos parece mucho más en concordancia con los preceptos de
Freire que la lucha guerrillera del padre Gabriel. La paciencia que
demuestra Néstor le permite trabajar con la gente y no para
ellos, dándoles el tiempo necesario para tomar conciencia de su
realidad y anunciar su propia visión del mundo y no una impuesta por su
líder.
Donde el padre
Gabriel intenta imponer su plan político a las masas, a través de su
publicación Unión Revolucionaria (188), Néstor escoge una senda
donde les cede a ellos el espacio que necesitan para tener un rol más
activo en su liberación. Gutiérrez resalta que los oprimidos tienen que
ser “agentes de su propio destino” (10), y al abstenerse de predicar
soluciones políticas o imponer sus propios mandatos, Néstor permite que
los jóvenes mismos tomen conciencia de su propia realidad; no resulta de
una imposición de los ideales de otros, sino una toma de conciencia que
viene del pueblo con la ayuda del liderazgo. Sus enseñanzas bíblicas no
vienen con instrucciones de cómo interpretarlas en su contexto actual;
son ellos los que tienen que transponer las lecciones bíblicas a sus
circunstancias actuales y llegar a sus propias conclusiones. Los
miembros de Acción Católica que consiguieron aplicar la Biblia a sus
alrededores ya tomó un paso más que los seguidores de Gabriel: llegaron
a una toma de conciencia a través de su propio análisis.
Su enfoque en
las enseñanzas bíblicas, y no en la retórica política, les provee a los
miembros de la Acción Católica una base espiritual para desarrollarse
como hombres nuevos capaces de restaurar la humanidad de una
sociedad injusta. Hemos subrayado que el padre Néstor se queda centrado
en el Evangelio, dejando a los jóvenes de Acción Católica interpretar su
situación actual a través de las enseñanzas bíblicas. Al mismo tiempo
que toman conciencia de su estado marginado, las enseñanzas bíblicas les
provee de una base espiritual que sirva de guía preparatoria para el
desarrollo del hombre nuevo y su vocación de ser más.
Gustavo Gutiérrez hace eco del pensamiento de Freire en su llamada para
la creación de un ser humano liberado psicológicamente de la dinámica
opresor/oprimido:
Procurar
la liberación del subcontinente va más allá de la superación de la
dependencia económica, social y política. Es, más profundamente, ver
el devenir de la humanidad como un proceso de emancipación del
hombre a lo largo de la historia, orientado hacia una sociedad
cualitativamente diferente, en la que el hombre se vea libre de toda
servidumbre, en la que sea artífice de su propio destino. Es buscar
la construcción de un hombre nuevo. (Teología 120-21)
El trabajo de
Néstor con Acción Católica se enfoca en el desarrollo del ser humano
basado en el evangelio, con su mensaje de amor para todo hombre, sea
opresor u oprimido. Cuando Gabriel le pregunta sobre su odio a los
poderes del estado, Néstor le dice “no es odio, Gabriel. Es resistencia”
(24). El trabajo de Néstor no se enfoca en cómo lograr un golpe de
estado, sino en preparar a su gente en la creación de una nueva sociedad
cuando la revolución suceda.
Néstor rechaza
la visión política de Gabriel, advirtiéndole del peligro de terminar
siendo una herramienta de los grupos políticos. La esperanza que Gabriel
pone en los partidos políticos no es compartida por los practicantes de
la concientización:
Freire y
sus seguidores son altamente críticos de todos los intentos por
organizarla de arriba abajo. Aquellos que van a los barrios y al
campo para hacer concientización a menudo desconfían de las
organizaciones políticas izquierdistas existentes, particularmente
de los partidos comunistas ortodoxos. (Berryman 2)
Sin la toma de
conciencia tan fundamental al método de Freire, los líderes políticos
corren el mismo riesgo que los oprimidos en el sistema de la educación
bancaria: la de volverse opresores a otros después de triunfar la
revolución (Freire 36-37). Sus ideales revolucionarios están corrompidos
por el hecho de que no se liberaron psicológicamente de los arreos del
sistema opresor. Néstor advierte a Gabriel: “Los revolucionarios […]
nacían incendiarios, pero qué pronto se volvían bomberos […] Los
universitarios, apenas graduados, apenas conseguido su primer modo de
vivir, se apagaban y en ellos el animal económico mataba al animal
político” (207). El Estudiante no se decepciona en cuanto al poder del
dinero en apaciguar a las masas: “En Latinoamérica la revolución no la
van a hacer las masas urbanas. El proletariado urbano es conformista y
se deja corromper por un aumento de sueldo o por una adjudicación de
vivienda” (351).
La
terminología política empleada por estos grupos tampoco representa la
voz de los oprimidos; es la voz de los intelectuales imponiendo su
análisis social a la gente. El diálogo que el líder hace con el pueblo
no debe ser un discurso “alienante” escribe Freire, sino debe ser hecho
usando “el lenguaje del pueblo” (112).
Los teólogos
de la liberación proponen la idea de que la Iglesia sea un participante
activo en la liberación de los pobres de sus condiciones inhumanas
dentro de una sociedad opresora. No obstante, la manera vertical en que
el padre Gabriel muestra su solidaridad con los pobres sirve al sistema
opresor y es rechazado por los teólogos de la liberación. Medellín hace
claro que el clero enseñe a los oprimidos “a ayudarse a sí mismo” (14),
para que no se queden en una situación de dependencia. Mientras el padre
Néstor trabaja con ellos, dándoles una base espiritual sobre cual
ellos pueden construir un hombre nuevo, Gabriel les mantiene en
un estado de dependencia que impide su liberación.
Bibliografía
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Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo Veintiuno
Editores, 1989. Edición digital autorizado para el Proyecto Ensayo
Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>
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Ramírez, Gonzalo. La Unión Soviética, Reto Moral. Bogotá:
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Documentos
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13 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/TL/>
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Monseñor
Ramón Bogarín Argaña-testimonios.
Asunción: Biblioteca de Estudios Paraguayos de la Universidad
Católica, vol. 30, 1989.
© Steven Casadont,
Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y
Néstor en la novela Nicodemus. 2005.