Teoría, Crítica e Historia

 

Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y Néstor en la novela Nicodemus

Steven Casadont

 

INTRODUCCIÓN
Dos caminos ante la pobreza:
Los padres Gabriel y Néstor en la novela
Nicodemus

A comienzos de la década de los sesenta, la Iglesia católica estaba en un estado de crisis. Había sentimientos encontrados en su seno, y una percepción cada vez más intensa de que la Iglesia se había enfocado demasiado en lo eterno a expensas de la vida terrenal de su gente. Los teólogos progresistas hacían llamadas para una reexaminación de la doctrina eclesial y de la misión de la Iglesia en el contexto del mundo moderno. Aunque todavía gozaba de una posición poderosa en los países católicos, como una institución social ubicada en el centro de la sociedad, en el caso de Latinoamérica, la apariencia exterior de riqueza de la Iglesia chocaba con la realidad cotidiana de la pobreza de sus masas. La Iglesia, en efecto, corría el riesgo de perder su relevancia en las sociedades latinoamericanas oprimidas, a la vez que el éxito de la revolución cubana, en 1959, atraía el interés de los latinoamericanos al marxismo por sus promesas de proveerles lo que la Iglesia no podía: un medio para transformar sus sociedades dominadas, económica y políticamente, por intereses extranjeros y controladas por la opresión de una oligarquía irresponsable o corrupta. El desarrollo económico de los países latinoamericanos había permitido que una pequeña minoría se enriqueciera por su posición de prestigio dentro de la sociedad, mientras las masas padecían de la pobreza y sus consecuencias, sin una voz representativa que asegurara sus derechos humanos y necesidades más básicas.

El modelo de desarrollo capitalista propuesto por los países “desarrollados” perdía su credibilidad entre los intelectuales, y la crisis económica en esos años puso en evidencia las debilidades estructurales sobre las cuales habían construido sus economías y sociedades. La Iglesia, por su posición acomodada con relación a estas estructuras y su falta de acción contra sus injusticias sociales, era vista por muchos como una institución que legitimaba al orden opresor.

En 1962, el Papa Juan XXIII proclamó que la Iglesia debía ser la Iglesia “de todos”, y especialmente “una Iglesia de los pobres” (Gutiérrez 83). La convocación del Concilio Vaticano II trajo consigo una nueva época de la Iglesia católica. Según el sacerdote peruano, Gustavo Gutiérrez, en el Concilio:

Se buscaba dar respuesta a numerosos desafíos que se habían ido acumulando a lo largo de los últimos siglos a los cuales la acción eclesial y la reflexión teológica no habían respondido todavía suficientemente. (“Pobreza” 73)

La Iglesia se reconoció a sí misma como una institución terrenal, preocupándose, como nunca antes, con el tema de la pobreza. Antes del Concilio Vaticano II, la pobreza había sido considerada como un estado deseable para los cristianos, con un clero que predicaba el valor espiritual de la pobreza material. Pero ya los teólogos progresistas empezaban a hablar de la pobreza como un estado indigno a los seres humanos.

Durante los años del Concilio y después de su clausura en 1965, tiene lugar un debate teológico sobre cómo esta preferencia hacia los pobres debía manifestarse en el mundo fuera de Roma. En el Concilio, el tema de la pobreza era visto desde la perspectiva europea y estadounidense, de allí provenían la mayoría de los obispos presentes en el Concilio. Pero los debates en el Concilio legitimaron posturas ya latentes en Latinoamérica, donde la pobreza no era un concepto abstracto, sino la realidad cotidiana de la mayoría de su gente.

Emergía una nueva teología propuesta por teólogos que hablaban de la liberación de los oprimidos y sugerían una relectura de la Biblia desde la perspectiva de los pobres. En vez de predicar el valor positivo de la pobreza material, ellos empezaban a reemplazar la imagen pasiva del Cristo crucificado con la imagen del Dios que liberó a su gente en la historia del Éxodo. Cuestionaban el significado tradicional de la palabra “pobreza”, abriendo el camino a una nueva interpretación bíblica. La frase “Bienaventurados son los pobres” se reinterpreta, negando el significado tradicional que dio un valor positivo a la pobreza material. La pobreza llega a ser vista como algo que impedía la realización de una vida digna que la gente merecía como hijos creados en la imagen de Dios, y, por lo tanto, se la percibe ahora como un pecado social. Se le acusa igualmente a la Iglesia de tener más contacto con la alta sociedad y sus élites que con los pobres, y sus críticos incluso perciben ahora como una legitimación del orden existente la posición oficial de la Iglesia de no ser una institución política.

Tomando inspiración en el trabajo del pedagogo brasileño Paulo Freire, se empieza a formular una nueva teología que cuestiona el papel de la Iglesia en las sociedades dominadas por la pobreza. Esta “teología de la liberación” examinaba todo lo que, en su sentir, bloqueaba la senda a una vida más humana para los pobres: políticamente, económicamente y socialmente. Los teólogos de la liberación interpretaban el mensaje de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II desde una perspectiva latinoamericana.

Muchos teólogos querían que la Iglesia ejerciera su posición de poder, como institución establecida en el centro de la sociedad, para exigir cambios políticos en una lucha directa contra el estado oprimido de su gente. Algunos adaptaron elementos del marxismo en su teología, reconociendo sus valores compatibles con el cristianismo y viéndolo como la senda más viable hacia una sociedad basada en la igualdad y la justicia. La división dentro de la Iglesia que crea la nueva teología, entre sus proponentes y la facción conservadora, tomó la forma de un debate teológico que duraría más de dos décadas. El sector conservador pensaba que la teología de la liberación seguía un camino demasiado radical y que la Iglesia corría el riesgo de perder su misión como institución espiritual. Los oficiales eclesiales conservadores predicaban contra los teólogos de la liberación, acusándolos de haberse enfatuado demasiado con el marxismo y la revolución cubana.

La Conferencia Episcopal de Medellín, en 1968, debe ser considerada como la respuesta latinoamericana a los desafíos presentados por Juan XXIII en el Concilio Vaticano II. Sus documentos revelan una Iglesia latinoamericana cuestionándose en su alianza tradicional con los ricos, anunciando que su obligación era la de “agudizar la conciencia del deber de solidaridad con los pobres”, y que este respaldo a los necesitados “significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas” y que la Iglesia sepa “hablar por ellos” (Medellín, 10). La Conferencia en Medellín empezó el 26 de agosto de 1968. En la primera semana de ese mismo mes, el escritor colombiano, Gonzalo Canal Ramírez, publicó una novela que reflexiona sobre los mismos temas que luego serían introducidos en Medellín. La novela, Nicodemus, se destaca menos por su estética como trabajo literario que por la presentación, en abundancia, de los temas corrientes en el debate teológico de la época.

La anécdota de la novela se centra alrededor de dos curas revolucionarios que se inspiran en la llamada para la construcción de una Iglesia de los pobres. El padre Gabriel y el padre Néstor son encarnaciones del debate sobre la teología de la liberación entre los teólogos latinoamericanos en los años inmediatos después del Concilio Vaticano II.

El concepto de una Iglesia de los pobres animaba a estos curas, pero el Concilio Vaticano II, con su lenguaje ambiguo, no especificó que significa eso exactamente en la vida cotidiana de sus cleros. Los dos curas en Nicodemus representan dos sendas diferentes en el acto de optar por el camino de la pobreza. El padre Gabriel, basado en el cura revolucionario Camilo Torres, se radicaliza hasta el punto que ya no consigue trabajar dentro de la Iglesia, por lo que solicita el estado laico para transformarse en guerrillero. El padre Néstor, basado en el paraguayo, Monseñor Ramón Bogarín, comparte la visión de Gabriel pero no su forma de alcanzarla. Él rechaza la violencia de los guerrilleros y opta por trabajar dentro del sistema eclesial, como director de un grupo de la Acción Católica.

Las rutas tomadas por estos curas ofrecen al lector contemporáneo una visión extraordinaria de la situación del clero latinoamericano después del Concilio Vaticano II y antes de Medellín, y de las maneras distintas de interpretar el mandato de Juan XXIII de que la Iglesia mostrara una preferencia por los pobres. Nicodemus (1968) no sólo se publicó antes de la Conferencia Episcopal de Medellín, sino que también surge antes que las obras seminales de los teólogos de la liberación como Gustavo Gutiérrez (Teología de la libración. Perspectivas, 1971) y el trabajo influyente de Paulo Freire, Pedagogía del oprimido (1970). El debate teológico que se realiza en las páginas de este libro se adelantó a su época, y representa el trabajo más fluido acerca de la teología de la liberación a mediados de los años sesenta.

Nicodemus no se destaca como obra literaria ni tampoco por su técnica narrativa, pero sí como documento que contextualiza el sentir de una época y que expone, en una estructura narrativa, las complejidades de un debate que sólo años después articularían los teólogos y filósofos de la liberación. En este estudio me propongo mostrar que la novela Nicodemus, en concordancia con los posteriores Documentos de Medellín y el libro seminal de Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, favorece la manera en que el cura Néstor se solidariza con el pueblo oprimido y rechaza la opción violenta que escogió el padre Gabriel. Citando los Documentos de Medellín y los trabajos de teólogos de la liberación posteriores a Nicodemus, intento mostrar que la novela refleja las preocupaciones de la época en su tratamiento del tema de la opción por la pobreza. Al establecer la conexión entre la novela y el debate corriente de los tiempos, intento articular la manera en que Nicodemus trata los temas individuales dentro del concepto de la opción por la pobreza: la manera en que los curas se solidarizan con los pobres; el papel de la Iglesia en una sociedad opresora; las relaciones entre la Iglesia y el estado; la opción política; el tema de la violencia, y los movimientos laicos como el del grupo Acción Católica encabezado por el cura Néstor en la novela. Utilizaré el trabajo de Freire, que tanto influyó en los teólogos de la liberación y que destaca por su articulación coherente de la transformación social deseada por los curas en Nicodemus y los teólogos de la liberación, para hacer una evaluación crítica de las distintas maneras en que los dos curas interpretan y encarnan el liderazgo revolucionario.

Hemos estructurado el estudio en cuatro capítulos: “Huérfanos”; “Gabriel”; “Néstor” y “Freire”. En el primer capítulo, presentamos la situación en que se hallan Gabriel y Néstor: dos curas inspirados por las declaraciones de Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, pero careciendo de doctrina y apoyo eclesial para guiarlos en su opción por la pobreza. El lenguaje ambiguo del Vaticano II no les proveía las pautas de cómo esta opción por la pobreza debe manifestarse en las vidas de su clero. En los primeros capítulos de la novela, los dos dialogan extensamente sobre sus condiciones como “huérfanos de madre Iglesia y de padre obispo” (Nicodemus 60), por lo tanto, señalamos las preocupaciones de la época con respecto a la incapacidad de la Iglesia latinoamericana de poner en práctica la opción por los pobres expresada en el Concilio Vaticano II. Con la idea de que los Documentos de Medellín nos sirven como reflejo del debate eclesial de la época, los utilizamos para señalar la ansiedad, dentro de la Iglesia, sobre la percepción existente de que la Iglesia se había solidarizado más con el orden opresor, y las clases privilegiadas, que con el pueblo oprimido.

El segundo capítulo, “Gabriel”, se enfoca en el contenido político inherente en la opción por la pobreza. Colocaremos la radicalización del padre Gabriel en el contexto de su época, para señalar, empleando citas de Medellín, la desaprobación eclesial de la senda violenta que Gabriel optó por tomar. Iniciamos el capítulo con la relectura de la Biblia que proponían los teólogos de la liberación y que les permitía poner de relieve los aspectos políticos en los hechos de Jesús. En este mismo contexto político, presentamos el argumento de los teólogos de que sí, la Iglesia es una institución política, aunque su doctrina oficial asegure lo contrario. Al señalar lo político inherente en la Iglesia como institución social, intentamos presentar el análisis del personaje del padre Gabriel, a la vez que tocamos el tema controvertido del marxismo y su uso por los teólogos de la liberación en la creación de su teología. La senda violenta que el padre Gabriel optó por seguir nos conduce al tema de la violencia, y la manera en que la novela dialoga con el tema, y cómo lo presentan los documentos de Medellín y los teólogos de la liberación.

En el tercer capítulo, “Néstor”, intentamos mostrar los esfuerzos del cura radicalizado que opta por trabajar dentro del sistema eclesial. Señalamos la estrecha relación entre la posición de los teólogos en Medellín, al expresar su solidaridad y preferencia por los pobres, en contraste con la opción violenta de Gabriel, y el modo cómo en la novela se va dando preferencia a la posición de diálogo que se articula a través del padre Néstor.

En el último capítulo, “Freire”, presentamos un análisis de los dos curas a través el trabajo distinguido de Paulo Freire, Pedagogía del oprimido. El libro de Freire sirve como programa de la manera en que se puede cambiar la dinámica de opresores/oprimidos y transformar una sociedad injusta a través de una toma de conciencia por parte de los oprimidos. Los programas de concientización desarrollados por Freire influyeron notablemente en los teólogos de la liberación: de hecho, incluso en los documentos eclesiales de Medellín se encuentra el uso de la palabra portuguesa, concientización. Nos acercamos a Nicodemus, pues, a través de los conceptos presentados por Freire en Pedagogía del oprimido. Sus ideas sobre el ciclo de opresión entre los opresores y los oprimidos; su programa de concientización; las pautas que provee en la formación del liderazgo revolucionario y su énfasis en la creación de un “hombre nuevo”, serán las categorías fundamentales bajo las cuales examinaremos los curas de la novela.

Aunque el formato en la estructura de los temas de mi estudio no es ya novedad, quisiera, no obstante, añadir algo acerca de su presentación en la forma de un hipertexto en vez de emplear un formato tradicional. Para el lector con una familiaridad con los temas principales y los eventos más importantes en el campo de la teología de la liberación, el hipertexto le ofrece la posibilidad de leer el estudio central sin largas interrupciones de materia posiblemente ya conocida. He incluido dos enlaces, relativamente extensos, con reseñas de dos libros importantes al desarrollo de este trabajo. En un formato tradicional, no hubiera podido hacer reseñas tan detalladas por miedo a interrumpir el fluir del trabajo y, por consiguiente, el lector no familiarizado con estos libros no hubiera tenido tanta información sobre textos claves a este trabajo. En el formato del hipertexto, el lector novicio al campo de la teología de la liberación tiene acceso conveniente a la información antecedente necesaria para contextualizar Nicodemus y el movimiento de la teología de la liberación.

El otro factor que me influye a presentar este trabajo en la forma de un hipertexto son los conceptos pedagógicos de Paulo Freire. Ya que el trabajo de Freire juega un papel tan importante al desarrollo de mi tesis, me parece lógico poner en práctica su concepto de los educandos desempeñando un rol activo en el proceso educativo. Gómez-Martínez señala hasta que punto el hipertexto otorga poder al lector para convertirse en sujeto de la lectura, de acuerdo con el discurso pedagógico que propone Freire.

El hipertexto, en efecto, confronta al lector con los múltiples posibles caminos que se abren con cada enlace. Le motiva a tomar conciencia del camino a seguir, le fuerza a convertir su trayecto en un quehacer, le convierte, en una palabra, en sujeto de su lectura: de espectador en creador. (10)

 

Fuentes citadas

  • Berryman, Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo Veintiuno Editores, 1989. Edición digital autorizada para el Proyecto Ensayo Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>

  • Canal Ramírez, Gonzalo. Nicodemus. Bogotá: Congreso Eucarísto Internacional, 1968.

  • Documentos finales de Medellín. Teología de la liberación en hipertexto. Proyecto Ensayo Hispánico. 13 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/TL/>

  • Gómez-Martínez, José Luis. “La pedagogía liberadora del brasileño Paulo Freire y el hipertexto”. Hispania 86.1 (2003): 8-17.

  • Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación-perspectivas. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1971.

  • Gutiérrez, Gustavo. “Por el camino de la pobreza”. Cuadernos Americanos 12.6 (1988): 71-100.

 

 

© Steven Casadont,
Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y Néstor en la novela Nicodemus. 2005.

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