Dos caminos ante la pobreza:
Los padres Gabriel y Néstor en la novela Nicodemus
Steven Casadont
Opción por los pobres
La opción
por los pobres, traducida en praxis-compromiso de liberación,
constituye, pues, el acto primero en la metodología propia de
la teología latinoamericana de la
liberación: es su matriz hermenéutica. (Lois 100)
Cuando el
Concilio Vaticano II cerró su puertas, los
teólogos inspirados por su preocupación con el tema de la pobreza ya
empezaban a cuestionar la interpretación histórica de la pobreza como
tema bíblico. Uno de los problemas centrales para los teólogos de la
liberación era la existencia de una cierta ambigüedad sobre el
significado de la palabra pobreza. Con su clero predicando el valor
espiritual de la pobreza material, los teólogos buscaban redefinirla
para que los católicos dejaran de aceptar la pobreza material como un
estado deseable para sus feligreses:
En los
ambientes cristianos se tiene tendencia, a menudo, a dar a la
pobreza material una significación positiva, a verla casi como un
ideal humano y religioso, un ideal de austeridad y de indiferencia
frente a los bienes de este mundo, condición de una vida conforme al
evangelio. Esto colocaría las exigencias cristianas contra corriente
de la gran aspiración de los hombres que consiste en querer librarse
de la sujeción a la naturaleza, eliminar la explotación del hombre
por el hombre y crear riqueza para todos. (Gutiérrez Teología
353)
Berryman
indica que la frase tan empleada por el clero, “pobre en espíritu”,
creaba un sentimiento entre los católicos pobres de que Dios quería que
ellos fueran pobres: “Realmente los sacerdotes habían predicado a menudo
resignación a la ‘voluntad de Dios’ en una forma que podía reforzar la
creencia de que la presente distribución de la riqueza y el poder
provienen de Dios” ( 2).
En Montreal en
el año 1967, Gustavo Gutiérrez dio lo que
Lois considera el primer ensayo teológico “de clara inspiración
liberadora” (34), en que distinguió tres tipos de pobreza, y reexaminó
el tema cuatro años más tarde, en su libro
Teología de la liberación. Perspectivas. Según Gutiérrez, la
Biblia trata de la pobreza en tres maneras distintas: la pobreza
material, la pobreza espiritual y la pobreza como compromiso de
solidaridad y protesta. A través de este triple significación, Gutiérrez
nos la presenta como un pecado en su forma material, rechazando
cualquier valor positivo que tuviera antes: “El término pobreza designa,
en primer lugar, la pobreza material, es decir, la carencia de
bienes económicos necesarios para una vida humana digna de ese nombre”
(353). En su sentido material, “la pobreza es para la Biblia un estado
escandaloso atentatorio de la dignidad humana y, por consiguiente,
contrario a la voluntad de Dios” (357). Añade que “la pobreza es
expresión de un pecado, es decir, de una negación de amor” (362).
Gutiérrez no restringe la pobreza material a su sentido económico:
incluye la manera en que se manifiesta al nivel socio-cultural y
político (Lois 104-105): “Ser pobre quiere decir morir de hambre, ser
analfabeto, ser explotado, no saber que se es hombre” (354). Al decir
que “hay pobres porque hay hombres que son víctimas de otros hombres”
(359), Gutiérrez apoya su interpretación con referencias bíblicas que
condenan la pobreza material y las distintas maneras de explotación de
los pobres por otros hombres: el comercio fraudulento y la explotación;
el acaparamiento de las tierras; la justicia venal; la violencia de las
clases dominantes; la esclavitud; los impuestos injustos; los
funcionarios abusivos y la opresión de los ricos (359-360). Observando
que la Biblia “nos habla de medidas positivas y concretas para impedir
que la pobreza se instale en el pueblo de Dios” (360), concluye que
“aceptar la pobreza y la injusticia es recaer en la situación de
servidumbre, anterior a la liberación de Egipto. Es retroceder” (361).
La pobreza
espiritual (o la pobreza evangélica) es un poco más ambigua
en su definición:
Con
frecuencia, es vista como una simple actitud interior de
desprendimiento frente a los bienes de este mundo. El pobre sería,
entonces, no tanto el que no posee bienes materiales, sino más bien
aquel que –aunque los posea– no está apegados a ellos. Lo que
permitirá afirmar, por ejemplo, que un rico puede no sólo ser un
pobre espiritual, sino que, inversamente, un pobre puede ser rico de
corazón. (355)
Esta
perspectiva de la pobreza se usa como una forma de tranquilizar y
acomodar las conciencias de su feligreses ricos (355). Gutiérrez les
niega a los privilegiados esta acomodación en su visión de la pobreza
espiritual. La caracteriza como una “disponibilidad” y una “humildad”
ante Dios (363), y es “lo opuesto al orgullo, a una actitud de
suficiencia” (364). “No hay una relación directa con las riquezas, no se
trata en primer lugar de una indiferencia frente a los bienes de este
mundo. Estamos, más bien, ante algo más profundo: no tener otro alimento
que la voluntad de Dios (365).
Según
Gutiérrez, la pobreza de que trata Mateo 5, 1 (“bienaventurados los
pobres de espíritu”) se refiere a esta pobreza espiritual. Reconoce la
bienaventuranza de Lucas (“bienaventurados los pobres”) como una
referencia a su forma material, pero ofrece una interpretación que apoya
su posición contra ella: “nos lo indica que el reino de Dios trae
necesariamente consigo el restablecimiento de la justicia en este mundo
[…] bienaventurados a los pobres porque el reino de Dios ha
comenzado” (367).
La otra forma
de pobreza que presenta Gutiérrez, clave al concepto de la opción por la
pobreza promovido por los teólogos de la liberación, es la pobreza como
un compromiso de solidaridad y protesta. Señala el hecho de que Jesús
Cristo se hizo pobre para solidarizarse con el pueblo oprimido:
“Conocéis bien la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais
con su pobreza (2 Cor. 8, 9)” (370). Gutiérrez nos advierte que esta
pobreza voluntaria no es una idealización de ella, sino para mostrar
“amor y solidaridad con los hombres que la padecen y para redimirlos del
pecado” (370). Él surgiere esta pobreza voluntaria es clave a la misión
de la Iglesia latinoamericana. “Sólo rechazando la pobreza y haciéndose
pobre para protestar contra ella, podrá la Iglesia predicar algo que le
es propio: la “pobreza espiritual”; es decir, la apertura del hombre y
de la historia prometido por Dios” (372).
Los
Documentos de Medellín incorporaron la
triple significación de la pobreza, que planteó Gutiérrez,
identificándola cómo:
a) La
pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en cuanto tal,
un mal. Los profetas la denuncian como contraria a la voluntad del
Señor y las más de las veces como el fruto de la injusticia y el
pecado de los hombres;
b) La
pobreza espiritual, es el tema de los pobres de Yavé. La pobreza
espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de
quien todo lo espera del Señor. Aunque valoriza los bienes de este
mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes
del Reino;
c) La
pobreza como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la
condición de los necesitados de este mundo para testimoniar el mal
que ella representa y la libertad espiritual frente a los bienes,
sigue en esto el ejemplo de Cristo que hizo suyas todas las
consecuencias de la condición pecadora de los hombres y que "siendo
rico se hizo pobre", para salvarnos. (IX)
Los teólogos
de la liberación querían subrayar el hecho de que la Biblia entiende la
pobreza material “como un mal, como el resultado de la opresión de
algunos individuos sobre otros” y que “la pobreza que deshumaniza al ser
humano es una ofensa contra Dios” (Berryman 2). Araya señala que la
deseada pobreza espiritual se logra solamente a través de la pobreza
material (183). Este nuevo énfasis en la pobreza material abrió el
camino para una nueva lectura de la Biblia. Los teólogos de la
liberación rechazaban el valor positivo que muchos habían asignado a la
pobreza material y, ahora, señalaban que la pobreza era un estado que
impedía a los cristianos vivir una vida digna de los hijos de Dios.
Bibliografía citada
-
Araya,
Victorio. El Dios de los pobres. San José, Costa Rica:
Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1983.
-
Berryman,
Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo Veintiuno
Editores, 1989. Edición digital autorizado para el Proyecto Ensayo
Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>
-
Gutiérrez,
Gustavo. Teología de la liberación-perspectivas. Lima: Centro
de Estudios y Publicaciones, 1971.
-
Lois,
Julio. Teología de la liberación: Opción por los pobres.
Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.
© Steven Casadont,
Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y
Néstor en la novela Nicodemus. 2005.