Dos caminos ante la pobreza:
Los padres Gabriel y Néstor en la novela Nicodemus
Steven Casadont
Concilio Vaticano II
(y la opción por los pobres)
En medio de la
Iglesia anterior al Vaticano II, más instrumento de poder
que comunidad de servicio, más histórica que teológica, más
canónica que evangélica, aristocratizada en el alto clero y
aburguesada en el clero medio, no obstante el humilde origen
de los dos, aparece Juan XXIII.
(Canal Ramírez 17)
En el otoño de 1962, bajo del
liderazgo del Papa Juan XXIII, empezaron las reuniones del Concilio
Vaticano II. La Iglesia había sido, a lo largo de su historia, una
institución muy conservadora, reacia a la renovación doctrinal. El hecho
de que en 1962, todavía, se daba la misa en latín es evidencia de la
lentitud de los cambios eclesiales. Canal Ramírez describe la Iglesia
antes del Concilio Vaticano II como una “que hace cuatro siglos no se
ventilaba, víctima de la lucha antiprotestante, como si la
contrarreforma fuera su único objetivo” (17). La respuesta tradicional
de Roma a los cambios en el mundo había sido “ampliar costales de arena
en montones cada vez más altos para detener la corriente cada vez más
fuerte del modernismo” (Berryman cap. 1). El Concilio Vaticano II empezó
una nueva época de la Iglesia católica:
Con el Vaticano II, la
Iglesia católica se volvió al revés de como era. Antes del
concilio a los católicos se les enseñaba que su principal deber
en la vida era permanecer en estado de gracia y alcanzar el
cielo. La Iglesia era la mediadora de la gracia y la verdad. En
semejante esquema los asuntos terrenales eran finalmente
insignificantes. En el Vaticano II, aceptando y apoyándose en
décadas de trabajo de los teólogos, la Iglesia católica aceptó
modestamente su condición de peregrina que camina al lado del
resto de la humanidad. (Berryman cap.1, par. 24)
El Vaticano II abrió las
puertas de la Iglesia al mundo moderno, un esfuerzo para ponerse en
contacto con las realidades terrenales. En su radiomensaje antes de la
apertura del concilio, Juan XXIII ya señaló una deseada transformación
en el enfoque de la Iglesia: “para los países subdesarrollados la
iglesia se presenta como es y como quiere ser, como la iglesia de todos,
en particular como la iglesia de los pobres” (Gutiérrez 351).
Al abrir el concilio, el Papa
continuó con sus pensamientos acerca de la pobreza y la misión de la
Iglesia:
Cultivan con diligencia
los religiosos y, si es preciso, expresen con formas nuevas la
pobreza voluntaria abrazada por el seguimiento de Cristo, del
que, principalmente hoy, constituye un signo muy estimado. Por
ella, en efecto, se participa en la pobreza de Cristo, que
siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos
con su pobreza. Por lo que concierne a la pobreza religiosa, no
basta con someterse a los Superiores en el uso de los bienes,
sino que es menester que los religiosos sean pobres en la
realidad y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo.
(Decreto Pobreza, 13)
A los Obispos, Juan XXIII les
pidió que compartieren su preferencia a los pobres:
Todos los Obispos, en
efecto, deben promover y defender la unidad de la fe y la
disciplina común en toda la Iglesia, instruir a los fieles en el
amor del Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de los miembros
pobres y de los que sufren o son perseguidos por la justicia (cf.
Mt., 5,10); promover, en fin, toda acción que sea común a la
Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a la
difusión plena de la luz de la verdad entre todos los hombres.
(Decreto Oficio de los Obispos, 26)
Juan XXIII no era el único
oficial eclesial proponiendo que la Iglesia mostrara una preferencia
hacia los pobres. En la primera reunión del Concilio, el Arzobispo de
Bolonia, Cardenal Lercaro se acercó al tema de la pobreza: “El tema de
este Concilio es, ciertamente, la Iglesia en tanto que es, sobre todo,
la Iglesia de los pobres”, añadiendo Julio Lois: “no uno más de
los numerosos temas conciliares sino el tema” (14). Antes de la
reunión en el 26 de octubre para discutir el tema de la pobreza, el
Obispo del Sahara, Monseñor Mercier, por indicación de los asistentes,
escribió una nota con el título “La Iglesia de los pobres”(Lois 15), a
la vez dando un nombre al movimiento que llegó a ser el tema central de
lo que conocemos como la teología de la liberación.
Esta preferencia a los pobres
expresada en el Concilio lanzó un debate que se diseminó del Concilio a
los teólogos europeos afuera del Concilio, y, más tarde, a los teólogos
latinoamericanos. Durante los años del Concilio (1962-1965), una serie
de publicaciones presentaron reflexiones de varios teólogos sobre el
tema de la pobreza y el papel de la Iglesia. Durante el primer año del
Concilio, Paul Gauthier publicó Les pauvres Jesús et l’Eglise,
definiendo la pobreza en un sentido espiritual y material, y señalando
el alcance de la pobreza en el mundo: “Hoy ya no se trata únicamente de
ricos individuales y de pobres individuales. Hoy se trata de naciones
ricas y naciones pobres, las naciones desarrolladas, los pueblos
subdesarrollados” (Lois 17). El año siguiente P. Pie Raymond expresó la
necesidad de una solidaridad eclesial con los pobres, compartiendo no
solamente su condición, sino también su lucha contra el orden injusto:
El precepto del Señor de
dar, y dar más de lo que se nos pide, y no sólo al que pide,
sino también al que nos contraría, nos obliga a hacernos
solidarios con la causa de los desgraciados y de la
justicia...No hay otro medio de poder salvar lo que pueda quedar
de esperanza en los pobres y que la gracia puede convertir en
esperanza sobrenatural: una caridad lo bastante fuerte para
participar en su condición, y esto no puede hacerse seriamente
sin participar, también, en su combate por la justicia. (Lois
18)
En febrero de 1964, el Monseñor
Ancel dio una conferencia en Turín con intitulada “L´Egglise et la
pauvreté” que definió la pobreza como un mal, consecuencia de un pecado,
a la vez señalando las raíces del pecado como la “injusta explotación”.
En una llamada para la acción eclesial contra este pecado, el monseñor
escribe: “Si amamos a los pobres, si queremos hacer desaparecer la
pobreza, tenemos que atacar las propias causas de la pobreza, tratando
de establecer en todas partes una justicia social auténtica”. Para
conseguir la deseada pobreza evangélica,
“hay que haberse desprendido, con toda el alma y todo el corazón, de los
bienes de la tierra y estar dispuesto a aceptar el despojo efectivo que
Cristo quería” (Lois 19).
En abril del mismo año, el
Cardinal Lercaro dio una conferencia en Beirut con el título de “La
pobreza de la Iglesia”, y en ella se plantea la cuestión de “determinar
bajo que ángulo de visión considera Jesús la pobreza que llama
bienaventurada”(Lois 20). En junio de 1964, P. Congar escribió
Jalones para una reflexión sobre el misterio de los pobres,
sugiriendo que los pobres “pueden ser reveladores de Dios” y que ellos
son “un medio o camino para encontrar a Cristo” (Lois 21).
Algunos teólogos no se
sintieron satisfechos con los resultados del Concilio Vaticano II. Un
obispo francés opinó que los cambios hechos durante el Concilio eran
demasiado drásticos y que “sólo dentro de un siglo, la historia conocerá
el mal que el Concilio causará a la Iglesia” (Canal Ramírez 19). Otros
pensaron que el Concilio no hizo lo suficiente, creyendo que el Concilio
dio “atención solamente marginal” al tema de la pobreza, entre ellos
eran los teólogos latinoamericanos (Lois 24).
La representación de los países latinoamericanos fue mínima en el
concilio Vaticano II, con los teólogos europeos y norteamericanos
marcando la agenda (Berryman cap.1). Los teólogos latinoamericanos
querían una teología que perteneciera a sus propias circunstancias, y la
Conferencia Episcopal de Medellín en 1968 se considera como la respuesta
de ellos al Concilio Vaticano II.
Fuentes citadas
-
Berryman, Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo
Veintiuno Editores, 1989. Edición digital autorizado para el
Proyecto Ensayo Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>
-
Canal Ramírez, Gonzalo. La Unión Soviética, Reto Moral.
Bogotá: Imprenta y Rotograbado, 1969.
-
Decreto Perfectae Caritatis, 28 octubre 1965. Documentos del
Concilio Vaticano II. La Sante Sede Archivo. 12 de junio de
2004. <http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm>
-
Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación. Lima: Centro
de Estudios y Publicaciones, 1984.
-
Lois, Julio. Teología de la liberación: Opción por los pobres.
Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.
© Steven Casadont,
Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y
Néstor en la novela Nicodemus. 2005.
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