Teoría, Crítica e Historia

Pedro J. Chamizo Domínguez

La metáfora
(semántica y pragmática)

 

capítulo v
La metáfora y las diversas lenguas

 

5.1. Metáforas universales y metáforas particulares

Como mecanismo lingüístico y cognoscitivo la metáfora es un fenómeno que se da en todas las lenguas y en todos los momentos de sus historias. En este sentido la metáfora es un candidato muy plausible para ser considerado un universal lingüístico que tiene también relevantes efectos cognitivos. Así pues, en cuanto fenómeno abstracto, la metáfora es un fenómeno universal, pero no necesariamente se dan las mismas metáforas concretas en todas las lenguas y ni tan siquiera se dan las mismas metáforas entre lenguas cercanamente emparentadas desde un punto de vista etiológico o desde un punto de vista cultural. Y el hecho de que, aunque la metáfora pueda ser considerada un universal lingüístico y cognitivo, los hablantes de las diversas lenguas hayan hecho diferentes transferencias metafóricas a partir de términos que significan literalmente lo mismo es un fenómeno que merece especial atención, al menos por las siguientes razones:

Puede plantear, y de hecho plantea, graves problemas para la comunicación intercultural desde el momento en que un hablante, para quien una determinada metáfora es obvia en su lengua materna o en su ámbito cultural, puede ser malinterpretado cuando utiliza esa misma metáfora en otra lengua o en otro ámbito cultural.

El hecho de que las diversas lenguas usen de metáforas distintas es de capital relevancia para cualquier teoría de la traducción en razón de que la traducción literal de una metáfora de la lengua origen puede funcionar de modo muy distinto –o puede no funcionar en absoluto– en la lengua término del proceso de traducción (Schäffner, 2004).

El estudio comparativo de las diferentes metáforas que se usan en las diversas lenguas puede revelar los mecanismos cognitivos y asociativos –muchas veces completamente impredecibles a priori– que han llevado a los hablantes a proponer y aceptar ciertas metáforas en su intento por comprender y explicar el mundo.

5.2. De la metáfora universal a la metáfora particular

Puesto que no todas las lenguas usan de las mismas metáforas aunque todas usen de metáforas, se puede ensayar una clasificación de las metáforas ateniéndose a su mayor o menor grado de extensión en las diversas lenguas y en una escala que iría de mayor a menor grado de extensión: metáforas universales, metáforas generales y metáforas particulares.

Las metáforas universales serían aquellas que son compartidas por las diversas lenguas y culturas. Quizás las metáforas que sean las candidatas más plausibles para ejemplificar esta categoría sean las que nos permiten hablar del dominio de lo mental en términos que significan literalmente en el dominio del cuerpo (Chamizo Domínguez, 1998: 109-118). Estas metáforas corporales nos permiten conceptualizar las diversas funciones de la mente en términos de las funciones que el cuerpo lleva a cabo, especialmente en términos de los principales sentidos y de procesos tales como los de la digestión, la locomoción o la respiración. Y, de las metáforas que nos permiten conceptualizar y hablar del dominio de lo mental en términos del dominio de los sentidos, quizás las dos más usadas sean las del sentido de la vista y la del sentido del tacto, según las cuales conocer sería ver y/o tocar, respectivamente. De hecho, la metáfora de la visión y la metáfora del tacto están tan asumidas que normalmente, cuando las usamos, ni tan siquiera nos percatamos de que son metáforas. Y lo mismo que pasa con estas metáforas pasa también con respecto a algunas metáforas procedentes del dominio de los procesos corporales como es el de la digestión. Hasta tal punto es esto así que es muy probable que Descartes se hubiese sorprendido si le pudiésemos hacer notar que, cuando escribió qui digèrent le mieux leurs pensées, estaba usando una metáfora del dominio de la res extensa (la digestión) para hablar del dominio de la res cogitans (el pensamiento, nada menos), y que, además, esa metáfora era poco menos que inevitable para significar lo que él quería decir. Lo cual es especialmente relevante para un filósofo que puso todo su empeño en distinguir perfectamente entre la res cogitans y la res extensa. Desde el punto de vista de su comprensión, estas metáforas universales serían universalmente comprendidas y su traducción sería relativamente fácil de llevar a cabo en cuanto que los mismos términos, que en dos lenguas dadas significarían literalmente un sentido o una función corporal, serían los que significarían metafóricamente algún aspecto de lo mental.

Las metáforas generales serían aquéllas que son compartidas por un amplio número de lenguas y culturas pero para las que siempre se puede documentar alguna excepción o algún contraejemplo porque el significado metafórico de términos, que en su uso literal tienen la misma referencia, no coincida en, al menos, dos lenguas dadas. Así, por ejemplo, la zoosemia –transferencia metafórica del dominio animal al dominio humano– y la plantosemia –transferencia metafórica del dominio vegetal al dominio humano– podrían ser consideradas también casos de metáforas universales en la medida en que pueden documentarse en todas las lenguas. Pero, en contraste con las metáforas estrictamente universales, las transferencias de significado que hacemos desde el dominio de la zoosemia y de la plantosemia al dominio humano las llevamos a cabo de modo distinto en según qué lengua y en según qué cultura. Un caso que puede ilustrar esta cuestión es el del sustantivo inglés bird y el sustantivo español pájaro. Lo mismo el sustantivo inglés que el sustantivo español designan literalmente al mismo tipo de animal, pero sus significados metafóricos son muy distintos. Así, bird significa metafóricamente a maiden, a girl (…). In modern (revived) use: a girl, woman (often used familiarly or disparagingly) (OED), mientras que el significado metafórico de pájaro es el de hombre astuto y sagaz, que suele suscitar recelos. Ello hace que, aunque bird puede ser traducido literalmente por pájaro –o por ave, en su caso– y viceversa, en función de los contextos, no puedan ser traducidos el uno por el otro cuando se usan metafóricamente.

Y otro caso similar a éste es el del adjetivo negro/negra, que normalmente implica metafóricamente algo negativo. No obstante, hay determinadas colocaciones en que negro/negra tiene un significado metafórico meliorativo. Así, la colocación etiqueta negra tiene la implicatura generalizada de ser algo óptimo, prediquemos esa colocación del güisqui, de un humano o de un coche, por ejemplo. Del mismo modo, la colocación española (de) pata negra tiene siempre un significado meliorativo, de modo que si decimos

[1] “Juan es (de) pata negra”,

estamos significando metafóricamente que Juan es una persona de fiar, honrada o un buen amigo, esto es, que es una excelente persona. La razón de ello estriba en que los españoles apreciamos muchísimo más el jamón procedente de los cerdos negros que el procedente de los cerdos blancos y, a partir de ahí, (de) pata negra ha adquirido la implicatura generalizada de ser algo óptimo, incluso referido a una persona, caso éste último, en el que la calificación de cerdo sería siempre peyorativa. Pero es muy probable que esta implicatura generalizada que hacemos los españoles sea malinterpretada por los hablantes de otras lenguas y entiendan que la implicatura de (de) pata negra es peyorativa, al menos si no se les ha explicado su origen y su razón de ser y/o no tienen la suficiente información contextual.

Finalmente, en tercer lugar, las metáforas particulares serían aquellas que funcionan en una lengua concreta o en un determinado sociolecto o dialecto de una lengua, pero que no tienen equivalentes en las demás lenguas o en los demás sociolectos o dialectos de una lengua dada. Un caso paradigmático de esto puede ser el de la multitud de metáforas en español procedentes del dominio de la tauromaquia y que se emplean en otros muchos dominios. Consideremos, por ejemplo, el caso de primer espada. Un primer espada se dice literalmente de un torero muy destacado en su arte o, como lo define el DRAE, entre toreros, el principal en esta clase, lo cual es ya a su vez una metonimia lexicalizada originada en el hecho de que el torero utiliza una espada cuando da muerte al toro. Ahora bien, primer espada se usa metafóricamente para alabar a cualquier persona que sea destacada o relevante en su profesión u oficio, aunque el uso de la espada no sea ningún instrumento relevante en la profesión u oficio de que se trate o, como lo define el DRAE, persona sobresaliente en alguna disciplina, arte o destreza. Así, si decimos de un determinado cirujano que es un primer espada, estamos significando que el cirujano en cuestión es sumamente eficaz en su oficio y destaca sobremanera del resto de sus colegas, aunque quizás fuera más adecuado llamarlo un primer bisturí, dado que el bisturí es uno de los elementos más destacados en el ejercicio de la profesión de cirujano. Igualmente, el modismo a toro pasado tiene la implicatura generalizada de después de haber perdido o dejado pasar la oportunidad, y con esta implicatura generalizada podemos emplear –y de hecho empleamos– ese modismo para significar cualquier fenómeno de cuya causa, razón o explicación nos hemos percatado una vez que el fenómeno ha acontecido, pero de lo que no era tan fácil percatarse antes de que el fenómeno aconteciese. Así, si afirmamos

[2] “A toro pasado, es muy fácil decir que no era posible una victoria estadounidense en Vietnam”,

significamos algo así como

[3] “Una vez vistos los resultados, es muy fácil decir que no era posible una victoria estadounidense en Vietnam”.

Y parece obvio que estas metáforas y las implicaturas generalizadas que conllevan no tengan equivalentes exactos en muchas lenguas –si es que existe alguna en que los tengan– salvo que hayan sido tomadas como calcos de la lengua en que se han originado y en la que funcionan.

En resumen, la mayor o menor facilidad para traducir las metáforas dependerá de la categoría a la que pertenezcan. Las metáforas universales serían universalmente traducibles en la medida en que se generan en creencias o estructuras físicas que compartimos todos los humanos. Por su parte, las metáforas generales también serían relativamente fáciles de traducir, aunque siempre es posible argüir alguna excepción o contraejemplo a esta regla general. Y finalmente, las metáforas particulares –precisamente porque se han originado en el contexto de una lengua y de una cultura particular y sólo funcionan en ese contexto– serían de imposible traducción literal, salvo en los casos de interferencias lingüísticas como puedan ser los de los préstamos o los calcos. Y, lo mismo que sucede entre dos lenguas dadas, sucede también entre dos dialectos o dos sociolectos de una misma lengua. La metáfora lexicalizada del inglés británico churchyard para significar eufemísticamente cementerio difícilmente funcionará en una cultura en la que no existan iglesias o en la que los cementerios tengan que estar alejados de los templos por razones de pureza ritual o por cualesquiera otras razones. Pero, sorprendentemente, tampoco funciona en inglés estadounidense porque los estadounidenses asocian básicamente el sustantivo yard con ámbitos lúdicos y no con los patios que suelen existir en los aledaños de las iglesias de Inglaterra y que se solían usar como cementerios. El resultado de ello es que el inglés británico entenderá inmediatamente que churchyard es un eufemismo de cemetery mientras que el inglés estadounidense será incapaz de captar de forma inmediata esta sustitución eufemística. Y de este caso concreto tengo experiencia personal. En cierta ocasión utilicé la palabra churchyard en una conferencia, en la Penn State University, para ilustrar justamente una cuestión relacionada con los eufemismos. Pues bien, ante la cara de extrañeza de mi auditorio, pregunté por la causa de tal extrañeza. Y entonces fue mía la extrañeza cuando mi pregunta fue contestada solamente por una de mis oyentes, quien me aclaró que nadie comprendía allí el ejemplo y que ella sabía que churchyard significaba eufemísticamente cemetery porque había vivido unos años en Inglaterra. Es más, incluso me confesó que a ella también le había llevado un tiempo comprender ese significado de churchyard cuando lo oyó por primera vez en Inglaterra.

5.3. Metáforas y falsos amigos

He señalado de vez en cuando que la metáfora es un mecanismo privilegiado para crear polisemias, esto es, para crear significados nuevos sin multiplicar los significantes. Y este fenómeno también es universal en todas las lenguas. Ahora bien, el hecho de que en dos lenguas dadas se hayan hecho transferencias metafóricas distintas a partir de un término que tiene una misma referencia literal en ambas lenguas está en el origen del fenómeno de los falsos amigos semánticos; fenómeno que, a su vez, está en el origen de muchos problemas de comunicación intercultural y de traducción. Por falsos amigos semánticos se entiende el hecho consistente en que dos términos de dos lenguas dadas tengan un mismo origen etimológico y una forma fonética y/o gráfica muy parecida, pero que, sin embargo, sus significados sean total o parcialmente diferentes. Y el carácter capcioso de los falsos amigos radica justamente en que, dado que son términos fonética y/o gráficamente muy parecidos o exactamente iguales, que tienen un mismo origen y que, además, tienen un mismo significado en muchos contextos, los hablantes pueden no ser conscientes de que sus referencias sean total o parcialmente distintas; especialmente cuando sus significados pueden tener sentido en el contexto convencional o conversacional en que aparecen. Así, la aseveración inglesa

[4] “British lecturers do not deal with fastidious topics”,

sería malinterpretada si creemos que significa en español

[5] “Los lectores británicos no tratan de tópicos fastidiosos”,

aunque [5] puede tener sentido en español y a pesar de que todos los términos subrayados en [4] y en [5] tengan el mismo origen etimológico. Y ello porque ni lecturer significa lector sino profesor, ni fastidious significa fastidioso sino exhaustivo o pormenorizado, ni topic significa tópico sino tema, materia o asunto.

El que pares de términos en dos lenguas dadas hayan terminado por significar total o parcialmente cosas distintas y se hayan convertido en falsos amigos semánticos se explica justamente en función de las divergentes transferencias metafóricas que han tenido lugar en las lenguas de que se trate. Y, en este sentido, los casos paradigmáticos pueden ser de tres tipos:

  • En cada una de las lenguas en cuestión se han producido transferencias metafóricas divergentes con respecto al significado original de un término.

  • Una de ellas ha mantenido el significado original de un término mientras que la otra no lo ha mantenido y su significado, en un determinado momento, no es más que el que en otro momento del pasado fue su significado metafórico.

  • En las dos lenguas en cuestión los significados literales de un par de términos son básicamente los mismos, pero una de ellas ha añadido un nuevo significado translaticio mientras que la otra no lo ha hecho. Es más, una vez que el significado metafórico de un término se ha lexicalizado en una lengua, los hablantes de esa lengua pueden añadir nuevos significados metafóricos a ese término.

  • En el caso de los préstamos suele ser frecuente el que en la lengua término se produzcan transferencias de significado que no acontecen en la lengua origen.

El par topic/tópico es un claro ejemplo del primer caso aludido. Ambos sustantivos proceden de la palabra griega tópos, que significa sitio o lugar, significado que sigue apareciendo en las lenguas modernas en compuestos como toponimia o topografía. Ahora bien, lo mismo el sustantivo español tópico que el inglés topic derivan directamente de una alusión a los Tópicos, de Aristóteles, obra en la que se presentan los temas habituales que debe conocer cualquier estudiante y que en la Edad Media era utilizada a modo como utilizamos los libros de texto en la actualidad. A partir de aquí, y mediante una transferencia metafórica meliorativa, el sustantivo inglés topic ha pasado a ser sinónimo de subject, matter o issue; de modo que, de un profesor inglés del que se diga que está enseñando fastidious topics, es obvio que será considerado un excelente profesor. Por su parte, el sustantivo español tópico, y mediante una transferencia metafórica peyorativa, se ha convertido en sinónimo de lugar común, cosa sabida o trivialidad, con lo que, de un profesor de quien digamos en español que enseña tópicos fastidiosos, será considerado un pésimo profesor.

El otro caso, aquél en que un término ha mantenido su significado original en una lengua y lo ha cambiado metafóricamente en otra lengua distinta, se puede ilustrar con los casos del sustantivo español baño y el francés bagne. El sustantivo español baño deriva directamente del latín balneum y ha mantenido básicamente las mismas referencias que la palabra latina, esto es, el acto de bañarse y el lugar donde uno de baña. Pero en los siglos XVI y XVII, y debido al hecho de que los turcos solían guardar a sus cautivos en las casas de baño de Constantinopla, baño pasó a significar metonímicamente prisión o mazmorra, significado que es el que tiene ese término en la conocida obra, de Miguel de Cervantes, Los baños de Argel. Y con este significado, el sustantivo español baño pasó al francés como bagne (Cantera et allii, 1998: 37) con un éxito tal que se ha mantenido hasta la actualidad. Por el contrario, el significado metonímico de baño no ha cuajado en español, de modo que en la actualidad ese término no es entendido por casi ningún hablante español como sinónimo de prisión o mazmorra –excepción hecha, claro está, de quienes hayan aprendido ese significado en razón de sus estudios literarios o filológicos. El resultado de esto ha sido que baño y bagne se han convertido en falsos amigos semánticos y que, mientras que un español entenderá normalmente que

[6] “‘Los baños de Argel’ es una obra de Cervantes”,

significa

[6.1] “‘Las casas de baño de Argel’ es una obra de Cervantes”,

un hablante francés entenderá que

[7] “‘Les bagnes d’Alger’ est une oeuvre de Cervantès”

significa

[7.1] “‘Les prisons d’Alger’ est une oeuvre de Cervantès”.

Y hay más aún, desde el significado de primer orden de bagne, que hace que ese sustantivo francés sea sinónimo de pénitencier, galères, enfer, préside, o travaux forcés, bagne ha desarrollado toda una cadena de significados translaticios que, obviamente, no han podido desarrollar sus cognados en otras lenguas (catalán, bany; italiano, bagno, portugués, banho; o español, baño) en las que sigue significando básicamente “acción y efecto de bañar” o “sitio donde hay aguas para bañarse” y que sigue significando su cognado francés bain. Esta cadena es básicamente la siguiente: 1, trabajos forzados, por medio de una metonimia; 2, trabajo o lugar donde se trabaja, por medio de una segunda metonimia con cierto sabor humorístico y/o eufemístico; y 3, castigo, infierno o cruz, por medio de una tercera metonimia. El resultado de todo esto ha sido la multiplicación de falsos amigos semánticos entre el francés bagne y sus cognados en las otras lenguas románicas.

El tercer caso los podemos ilustrar recurriendo al peculiar significado que ha adquirido el adjetivo español regular (y sus derivados) y que no lo han adquirido sus cognados en otras lenguas europeas como es el caso del inglés regular y sus derivados. Los dos términos derivan del latín regularis, que significaba literalmente primero “de acuerdo con la vara de medir” y, posteriormente y mediante una metonimia, “de acuerdo con la regla moral, norma o ley”. Este significado de segundo orden de la palabra latina es el que sigue manteniendo el español regular en colocaciones como clero regular, que es el que se liga con los tres votos de pobreza, obediencia y castidad y que se opone al clero secular, que es el que no hace dichos votos. Ahora bien, regular se ha convertido en un adjetivo sumamente polisémico y muchos de sus significados son compartidos por las dos lenguas que estoy considerando. Así, en primer lugar, regular significa también exacto (Vg.: un reloj regular como opuesto a un reloj que adelanta o atrasa); en segundo lugar regular significa también normal (Vg.: un ejército regular como opuesto a un ejército guerrillero); y, en tercer lugar, regular significa también periódico/periódica (Vg.: un vuelo regular como opuesto a un vuelo chárter u ocasional). Hasta aquí el camino que ha seguido ese adjetivo en las dos lenguas que estoy considerando ha sido básicamente el mismo. Pero, llegados a este punto de su peripecia histórica, los caminos que ha seguido el adjetivo en cuestión en español lo han convertido en un falso amigo semántico parcial con respecto al inglés. En español regular ha desarrollado un significado eufemístico como medianamente, no demasiado bien y de tamaño o condición media o inferior a ella” (DRAE), que lo hace sinónimo de malo o grave en muchos contextos. A resultas de esto, si regular califica nombres como comida, gasolina o salud, la implicatura normal que hacen los hablantes españoles será que esos objetos son malos o, al menos, no todo lo buenos como uno desearía que lo fuesen o sería de esperar que lo fuesen. De modo que, si un amigo nos aconseja

[8] “No vayas a ese restaurante, su comida es regular”,

la implicatura que haremos es que regular significa malo o poco recomendable en [8]. Del mismo modo, si, tras un reconocimiento, nuestro médico nos informa de que nuestra salud es regular, no tendremos la menor duda de que nos está diciendo eufemísticamente que nuestra salud es francamente mala y que deberíamos abandonar todos esos pequeños placeres de la vida que a los médicos les gusta tanto prohibir. Por su parte, el inglés –especialmente el inglés estadounidense– usa muy frecuentemente el adjetivo regular y sus derivados como sinónimo de normal y en contextos en que los españoles no lo usaríamos porque la implicatura habitual para nosotros en esos contextos sería un eufemismo de francamente malo o muy deficiente. Precisamente por ello a los hablantes españoles nos resulta sumamente chocante encontrar en las gasolineras estadounidenses una regular gasoline hasta que no caemos en la cuenta que a esa gasolina “regular” es a la que los británicos llaman standard petrol. La trampa a la que puede llevar a un hablante español el adjetivo inglés regular o el adverbio regularly no es sólo una cuestión que permita chistes más o menos fáciles, sino una cuestión que tiene que ver con nuestra forma de orientarnos en el mundo.

Finalmente, el caso de los préstamos presenta una característica particular que los hace sumamente interesantes. Esta característica consiste en que suelen desarrollar significados en la lengua término que no tienen en la lengua origen del préstamo. Así, el inglés, el francés y el alemán han tomado prestado del español el término armada, pero para significar lo que los españoles llamamos Armada Invencible. A partir de aquí el sustantivo alemán Armada se usa metafóricamente con un significado equivalente al del sustantivo español ejército, como en el siguiente texto:

“Mächtig hat sich die Armada der Demokraten aufgebaut und mit der ganzen Kraft ihrer Argumente die poröse Festung in Kiew bedrängt” (Südeutsche Zeitung, 25 de noviembre de 2004. El subrayado es mío).

Pues bien, el diario El País tradujo el texto alemán como

La armada de los demócratas se ha puesto en marcha y con toda la fuerza de sus argumentos ha puesto sitio a la porosa ciudadela de Kiev” (El País, 28 de noviembre de 2004, p. 14. El subrayado es mío).

Pero es obvio que el texto resulta chocante en español y la metáfora difícilmente comprensible por cuanto que, en español, armada significaría “conjunto de fuerzas navales de un Estado” (Kriegmarine, en alemán) o “escuadra” (DRAE), pero no Armada Invencible. El resultado de esto es que, lo mismo el alemán Armada que el español armada, se han convertido en falsos amigos semánticos, sean que se usen literal o metafóricamente.

5.4. Modismos y refranes

No quiero terminar este capítulo sin referirme, aunque sea brevemente, al hecho de que ejemplos como (de) pata negra o una comida regular adquieren sus significados translaticios y sus implicaturas generalizadas porque son casos de colocaciones, esto es, de un tipo de unidades fraseológicas. Por “unidades fraseológicas” se entiende el hecho de que un determinado grupo de palabras tenga un significado translaticio convencionalizado que se suele disparar con preferencia a su significado literal (Naciscione, 2001). Y las unidades fraseológicas pueden ser de cuatro tipos: colocaciones, modismos, refranes y aforismos.

Aunque se puedan establecer ciertos matices para diferenciar una colocación de un modismo, que harían que (de) pata negra fuese un caso típico de modismo y una comida regular un caso típico de colocación, en principio –y por lo que afecta al contenido de este trabajo– entenderé que una colocación o un modismo consisten en un sintagma nominal o verbal que, en una lengua dada, tiene un significado translaticio comúnmente aceptado o, como define el DRAE al término modismo, “expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman”. Y este significado translaticio es el primero que se dispara cuando el modismo o la colocación son usados, aunque siempre quepa la posibilidad de que los hablantes los usen de acuerdo con su significado literal y con su significado translaticio a la vez. Así, por ejemplo, el sintagma nominal español gasolina regular será normalmente entendido como gasolina mala y no como gasolina normal. Del mismo modo, el modismo inglés a regular guy será entendido en inglés estadounidense como un tipo majo y no como un tipo normal, aunque en inglés británico sea este último su significado habitual. Por ello C. K. Chesterton confesaba que quedó sumamente contrariado cuando una periodista estadounidense lo llamó a regular guy:

Interviewé par une journaliste lors d’un voyage en Amérique, C. K. CHESTERTON (What I saw in America, p. 50) apprit par un ami que celle-ci s’était félicitée d’avoir trouvé en lui ‘A REGULAR GUY’. Elle entendait ainsi complimenter un écrivant qui eût certes préféré se voir qualifier de ‘gentleman’, cet idéal de la civilisation anglaise. (Koessler y Derocquigny, 1975: 45. Los subrayados y las mayúsculas son del original).

Para efectos de la comunicación intercultural y de la traducción, los modismos y las colocaciones, en la medida en que rara vez un determinado modismo o una determinada colocación funcionan en dos lenguas, también plantean serios problemas. Por ello, un modismo de la lengua origen deberá ser traducido a la lengua término por una perífrasis o por otro modismo que, teniendo un significado translaticio igual o similar al que tiene el modismo de la lengua origen, no tenga el mismo significado literal. Así, por ejemplo, el modismo eufemístico/disfemístico español dar un/el braguetazo sería asignificativo en inglés si lo traducimos literalmente por to give a/the big fly blow. Por ello, este modismo español sólo tendría sentido en inglés si lo traducimos por perífrasis como to marry a rich woman o to marry a rich man, según los casos.

Por su parte un refrán o un aforismo son sentencias que tienen también un significado translaticio que funciona como una implicatura generalizada en una lengua dada, implicatura que suele expresar una verdad, una creencia o una opinión que los hablantes dan por sentada. Aunque las diferencias entre un refrán y un aforismo tampoco se pueden delimitar de forma clara, no obstante, se suele reservar el término refrán para aquellas sentencias que son generalmente compartidas en una lengua dada y para las que los hablantes han olvidado sus orígenes: dicho agudo y sentencioso de uso común” (DRAE). Por su parte, el término aforismo se aplica a sentencias similares a los refranes, que normalmente son usadas por hablantes de un cierto nivel cultural y de las cuales se suele conocer su autoría: “sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte” (DRAE).

De acuerdo con esta distinción, la sentencia portuguesa

[9] “De Espanha, nem bom vento nem bom casamento”

expresaría una verdad, opinión o creencia para los portugueses –que obviamente no compartimos los españoles– cuya implicatura generalizada sería que nada bueno puede proceder de España, aunque ya no es necesario que se trate literalmente del viento o del casamiento, sino de cualquier otra cosa procedente de España, sea una moda, una idea política o una transferencia bancaria. Aunque un caso como [9] es perfectamente traducible al español palabra por palabra y probablemente tenga una implicatura generalizada similar, su traducción palabra por palabra difícilmente funcionaría en español por cuanto que, obviamente, los españoles no van a estar de acuerdo con que algo malo pueda salir de España. Por ello, un traductor al español, que quiera mantener la misma implicatura que tiene [9] para los portugueses, deberá buscar un refrán de la lengua término que tenga una implicatura análoga a la que tiene [9], refrán que podría ser

[10] “De Antequera, ni mujer ni montera, y, si algo ha de ser, mejor montera que mujer”.

Un aforismo, por su parte, sería un tipo de sentencia similar al refrán –y con una implicatura también similar– pero que suele ser usada por un tipo de hablante al que se le supone un nivel cultural superior al del hablante medio y cuya autoría suele ser de un personaje inidentificable históricamente. Y, si la traducción de un aforismo se antoja más fácil que la de un refrán, eso ocurre en la medida en que los hablantes de las dos lenguas que intervienen en el proceso de traducción, comparten una misma tradición cultural y se han formado en un marco de referencia común. Así, la sentencia

[11] “Timeo Danaos et dona ferentes”,

es usada por personas versadas en las lenguas clásicas y sabemos que fue escrita por Virgilio en La Eneida para significar que los griegos no eran de fiar ni tan siquiera cuando llevaban regalos, como aconteció con el Caballo de Troya, al que aludía precisamente Virgilio cuando escribió [11]. Ahora bien, una vez generalizado el uso de [11] entre los hablantes, esa sentencia se puede usar para hacer patente nuestra desconfianza ante cualquier persona (u objeto, en su caso) aunque la persona no sea literalmente un griego y tampoco traiga literalmente ningún regalo. Y [11] puede ser traducida a cualquier lengua europea y su implicatura generalizada entendida correctamente en la medida en que todas ellas participan de la misma tradición cultural compartida, pero probablemente sea asignificativa para los hablantes de otras lenguas en las que el relato de la guerra de Troya sea desconocido. Y ello porque esta implicatura generalizada no es obvia de ninguna manera para quienes no compartan los saberes o creencias heredados de una determinada tradición cultural como es, en este caso, la tradición clásica greco-latina. Cuando se pierde de la conciencia de los hablantes el origen de un aforismo, éste se convierte en un refrán y funciona como tal. En cualquier caso, se trate de refranes o de aforismos, lo relevante es que su significado translaticio y su implicatura generalizada son los primeros en dispararse aunque siempre sea posible hacer una interpretación literal y otra translaticia de ellos y conseguir una doble lectura.

En resumen, las metáforas se pueden clasificar en tres tipos básicos en función de su mayor o menor grado de universalidad. Los falsos amigos semánticos tienen su origen en los cambios de significado que un término ha tenido en una lengua dada y que no coinciden con los que el mismo término ha podido tener en otra lengua, lo cual plantea serios problemas para la traducción. Por su parte, en las colocaciones, modismos, refranes y aforismos, es su significado translaticio el que se dispara con preferencia al significado literal. Y el resultado de esto es que, al igual que los falsos amigos son un problema para la traducción y para la comunicación intercultural, las colocaciones, modismos, refranes y aforismos también lo son en la medida en que sus traducciones literales pueden ser malentendidas o no entendidas en absoluto porque sus implicaturas no funcionen en la lengua término o sólo funcionen en muy contadas ocasiones.

 

 

© Pedro J. Chamizo Domínguez. La metáfora (semántica y pragmática) Primera edición en español, 2005. Versión  autorizada por el autor para Proyecto Ensayo Hispánico y preparada por José Luis Gómez-Martínez. Se publica únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines deberá obtener los permisos correspondientes. Enero de 2005.

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