Pedro J. Chamizo
Domínguez
La metáfora
(semántica y pragmática)
capítulo v
La metáfora y las diversas lenguas
5.1.
Metáforas universales y metáforas particulares
Como mecanismo lingüístico
y cognoscitivo la metáfora es un fenómeno que se da en todas las
lenguas y en todos los momentos de sus historias. En este sentido la
metáfora es un candidato muy plausible para ser considerado un
universal lingüístico que tiene también relevantes efectos
cognitivos. Así pues, en cuanto fenómeno abstracto, la metáfora es
un fenómeno universal, pero no necesariamente se dan las mismas
metáforas concretas en todas las lenguas y ni tan siquiera se dan
las mismas metáforas entre lenguas cercanamente emparentadas desde
un punto de vista etiológico o desde un punto de vista cultural. Y
el hecho de que, aunque la metáfora pueda ser considerada un
universal lingüístico y cognitivo, los hablantes de las diversas
lenguas hayan hecho diferentes transferencias metafóricas a partir
de términos que significan literalmente lo mismo es un fenómeno que
merece especial atención, al menos por las siguientes razones:
Puede plantear, y de
hecho plantea, graves problemas para la comunicación
intercultural desde el momento en que un hablante, para
quien una determinada metáfora es obvia en su lengua materna
o en su ámbito cultural, puede ser malinterpretado cuando
utiliza esa misma metáfora en otra lengua o en otro ámbito
cultural.
El hecho de que las
diversas lenguas usen de metáforas distintas es de capital
relevancia para cualquier teoría de la traducción en razón
de que la traducción literal de una metáfora de la lengua
origen puede funcionar de modo muy distinto –o puede no
funcionar en absoluto– en la lengua término del proceso de
traducción (Schäffner, 2004).
El estudio comparativo
de las diferentes metáforas que se usan en las diversas
lenguas puede revelar los mecanismos cognitivos y
asociativos –muchas veces completamente impredecibles a
priori– que han llevado a los hablantes a proponer y aceptar
ciertas metáforas en su intento por comprender y explicar el
mundo.
5.2.
De la metáfora universal a la metáfora particular
Puesto que no todas las lenguas
usan de las mismas metáforas aunque todas usen de metáforas, se
puede ensayar una clasificación de las metáforas ateniéndose a su
mayor o menor grado de extensión en las diversas lenguas y en una
escala que iría de mayor a menor grado de extensión: metáforas
universales, metáforas generales y metáforas particulares.
Las metáforas universales
serían aquellas que son compartidas por las diversas lenguas y
culturas. Quizás las metáforas que sean las candidatas más
plausibles para ejemplificar esta categoría sean las que nos
permiten hablar del dominio de lo mental en términos que significan
literalmente en el dominio del cuerpo (Chamizo Domínguez, 1998:
109-118). Estas metáforas corporales nos permiten conceptualizar las
diversas funciones de la mente en términos de las funciones que el
cuerpo lleva a cabo, especialmente en términos de los principales
sentidos y de procesos tales como los de la digestión, la locomoción
o la respiración. Y, de las metáforas que nos permiten
conceptualizar y hablar del dominio de lo mental en términos del
dominio de los sentidos, quizás las dos más usadas sean las del
sentido de la vista y la del sentido del tacto, según las cuales
conocer sería ver y/o tocar, respectivamente. De
hecho, la metáfora de la visión y la metáfora del tacto están tan
asumidas que normalmente, cuando las usamos, ni tan siquiera nos
percatamos de que son metáforas. Y lo mismo que pasa con estas
metáforas pasa también con respecto a algunas metáforas procedentes
del dominio de los procesos corporales como es el de la digestión.
Hasta tal punto es esto así que es muy probable que Descartes se
hubiese sorprendido si le pudiésemos hacer notar que, cuando
escribió qui digèrent le mieux leurs pensées, estaba usando
una metáfora del dominio de la res extensa (la digestión)
para hablar del dominio de la res cogitans (el pensamiento,
nada menos), y que, además, esa metáfora era poco menos que
inevitable para significar lo que él quería decir. Lo cual es
especialmente relevante para un filósofo que puso todo su empeño en
distinguir perfectamente entre la res cogitans y la res
extensa. Desde el punto de vista de su comprensión, estas
metáforas universales serían universalmente comprendidas y su
traducción sería relativamente fácil de llevar a cabo en cuanto que
los mismos términos, que en dos lenguas dadas significarían
literalmente un sentido o una función corporal, serían los que
significarían metafóricamente algún aspecto de lo mental.
Las metáforas generales serían
aquéllas que son compartidas por un amplio número de lenguas y
culturas pero para las que siempre se puede documentar alguna
excepción o algún contraejemplo porque el significado metafórico de
términos, que en su uso literal tienen la misma referencia, no
coincida en, al menos, dos lenguas dadas. Así, por ejemplo, la
zoosemia –transferencia metafórica del dominio animal al dominio
humano– y la plantosemia –transferencia metafórica del dominio
vegetal al dominio humano– podrían ser consideradas también casos de
metáforas universales en la medida en que pueden documentarse en
todas las lenguas. Pero, en contraste con las metáforas
estrictamente universales, las transferencias de significado que
hacemos desde el dominio de la zoosemia y de la plantosemia al
dominio humano las llevamos a cabo de modo distinto en según qué
lengua y en según qué cultura. Un caso que puede ilustrar esta
cuestión es el del sustantivo inglés bird y el sustantivo
español pájaro. Lo mismo el sustantivo inglés que el
sustantivo español designan literalmente al mismo tipo de animal,
pero sus significados metafóricos son muy distintos. Así, bird
significa metafóricamente “a
maiden, a girl (…). In modern (revived) use: a girl, woman (often
used familiarly or disparagingly)”
(OED), mientras que el significado metafórico de pájaro
es el de “hombre
astuto y sagaz, que suele suscitar recelos”.
Ello hace que, aunque bird puede ser traducido literalmente
por pájaro –o por ave, en su caso– y viceversa, en
función de los contextos, no puedan ser traducidos el uno por el
otro cuando se usan metafóricamente.
Y otro caso similar a éste es
el del adjetivo negro/negra, que normalmente implica
metafóricamente algo negativo. No obstante, hay determinadas
colocaciones en que negro/negra tiene un significado
metafórico meliorativo. Así, la colocación etiqueta negra
tiene la implicatura generalizada de ser algo óptimo, prediquemos
esa colocación del güisqui, de un humano o de un coche, por ejemplo.
Del mismo modo, la colocación española (de) pata negra tiene
siempre un significado meliorativo, de modo que si decimos
[1] “Juan es (de) pata negra”,
estamos significando
metafóricamente que Juan es una persona de fiar, honrada o un buen
amigo, esto es, que es una excelente persona. La razón de ello
estriba en que los españoles apreciamos muchísimo más el jamón
procedente de los cerdos negros que el procedente de los cerdos
blancos y, a partir de ahí, (de) pata negra ha adquirido la
implicatura generalizada de ser algo óptimo, incluso referido a una
persona, caso éste último, en el que la calificación de cerdo
sería siempre peyorativa. Pero es muy probable que esta implicatura
generalizada que hacemos los españoles sea malinterpretada por los
hablantes de otras lenguas y entiendan que la implicatura de (de)
pata negra es peyorativa, al menos si no se les ha explicado su
origen y su razón de ser y/o no tienen la suficiente información
contextual.
Finalmente, en tercer lugar,
las metáforas particulares serían aquellas que funcionan en una
lengua concreta o en un determinado sociolecto o dialecto de una
lengua, pero que no tienen equivalentes en las demás lenguas o en
los demás sociolectos o dialectos de una lengua dada. Un caso
paradigmático de esto puede ser el de la multitud de metáforas en
español procedentes del dominio de la tauromaquia y que se emplean
en otros muchos dominios. Consideremos, por ejemplo, el caso de
primer espada. Un primer espada se dice literalmente de
un torero muy destacado en su arte o, como lo define el DRAE,
“entre toreros,
el principal en esta clase”,
lo cual es ya a su vez una metonimia lexicalizada originada en el
hecho de que el torero utiliza una espada cuando da muerte al toro.
Ahora bien, primer espada se usa metafóricamente para alabar
a cualquier persona que sea destacada o relevante en su profesión u
oficio, aunque el uso de la espada no sea ningún instrumento
relevante en la profesión u oficio de que se trate o, como lo define
el DRAE, “persona
sobresaliente en alguna disciplina, arte o destreza”.
Así, si decimos de un determinado cirujano que es un primer
espada, estamos significando que el cirujano en cuestión es
sumamente eficaz en su oficio y destaca sobremanera del resto de sus
colegas, aunque quizás fuera más adecuado llamarlo un primer
bisturí, dado que el bisturí es uno de los elementos más
destacados en el ejercicio de la profesión de cirujano. Igualmente,
el modismo a toro pasado tiene la implicatura generalizada de
“después de haber
perdido o dejado pasar la oportunidad”,
y con esta implicatura generalizada podemos emplear –y de hecho
empleamos– ese modismo para significar cualquier fenómeno de cuya
causa, razón o explicación nos hemos percatado una vez que el
fenómeno ha acontecido, pero de lo que no era tan fácil percatarse
antes de que el fenómeno aconteciese. Así, si afirmamos
[2] “A toro pasado,
es muy fácil decir que no era posible una victoria
estadounidense en Vietnam”,
significamos algo así como
[3] “Una vez vistos los
resultados, es muy fácil decir que no era posible una victoria
estadounidense en Vietnam”.
Y parece obvio que estas
metáforas y las implicaturas generalizadas que conllevan no tengan
equivalentes exactos en muchas lenguas –si es que existe alguna en
que los tengan– salvo que hayan sido tomadas como calcos de la
lengua en que se han originado y en la que funcionan.
En resumen, la mayor o menor
facilidad para traducir las metáforas dependerá de la categoría a la
que pertenezcan. Las metáforas universales serían universalmente
traducibles en la medida en que se generan en creencias o
estructuras físicas que compartimos todos los humanos. Por su parte,
las metáforas generales también serían relativamente fáciles de
traducir, aunque siempre es posible argüir alguna excepción o
contraejemplo a esta regla general. Y finalmente, las metáforas
particulares –precisamente porque se han originado en el contexto de
una lengua y de una cultura particular y sólo funcionan en ese
contexto– serían de imposible traducción literal, salvo en los casos
de interferencias lingüísticas como puedan ser los de los préstamos
o los calcos. Y, lo mismo que sucede entre dos lenguas dadas, sucede
también entre dos dialectos o dos sociolectos de una misma lengua.
La metáfora lexicalizada del inglés británico churchyard para
significar eufemísticamente cementerio difícilmente
funcionará en una cultura en la que no existan iglesias o en la que
los cementerios tengan que estar alejados de los templos por razones
de pureza ritual o por cualesquiera otras razones. Pero,
sorprendentemente, tampoco funciona en inglés estadounidense porque
los estadounidenses asocian básicamente el sustantivo yard
con ámbitos lúdicos y no con los patios que suelen existir en los
aledaños de las iglesias de Inglaterra y que se solían usar como
cementerios. El resultado de ello es que el inglés británico
entenderá inmediatamente que churchyard es un eufemismo de
cemetery mientras que el inglés estadounidense será incapaz de
captar de forma inmediata esta sustitución eufemística. Y de este
caso concreto tengo experiencia personal. En cierta ocasión utilicé
la palabra churchyard en una conferencia, en la Penn State
University, para ilustrar justamente una cuestión relacionada con
los eufemismos. Pues bien, ante la cara de extrañeza de mi
auditorio, pregunté por la causa de tal extrañeza. Y entonces fue
mía la extrañeza cuando mi pregunta fue contestada solamente por una
de mis oyentes, quien me aclaró que nadie comprendía allí el ejemplo
y que ella sabía que churchyard significaba eufemísticamente
cemetery porque había vivido unos años en Inglaterra. Es más,
incluso me confesó que a ella también le había llevado un tiempo
comprender ese significado de churchyard cuando lo oyó por
primera vez en Inglaterra.
5.3.
Metáforas y falsos amigos
He señalado de vez en cuando
que la metáfora es un mecanismo privilegiado para crear polisemias,
esto es, para crear significados nuevos sin multiplicar los
significantes. Y este fenómeno también es universal en todas las
lenguas. Ahora bien, el hecho de que en dos lenguas dadas se hayan
hecho transferencias metafóricas distintas a partir de un término
que tiene una misma referencia literal en ambas lenguas está en el
origen del fenómeno de los falsos amigos semánticos; fenómeno que, a
su vez, está en el origen de muchos problemas de comunicación
intercultural y de traducción. Por falsos amigos semánticos se
entiende el hecho consistente en que dos términos de dos lenguas
dadas tengan un mismo origen etimológico y una forma fonética y/o
gráfica muy parecida, pero que, sin embargo, sus significados sean
total o parcialmente diferentes. Y el carácter capcioso de los
falsos amigos radica justamente en que, dado que son términos
fonética y/o gráficamente muy parecidos o exactamente iguales, que
tienen un mismo origen y que, además, tienen un mismo significado en
muchos contextos, los hablantes pueden no ser conscientes de que sus
referencias sean total o parcialmente distintas; especialmente
cuando sus significados pueden tener sentido en el contexto
convencional o conversacional en que aparecen.
Así, la aseveración inglesa
[4] “British lecturers
do not deal with fastidious topics”,
sería malinterpretada si
creemos que significa en español
[5] “Los lectores
británicos no tratan de tópicos fastidiosos”,
aunque [5] puede tener sentido
en español y a pesar de que todos los términos subrayados en [4] y
en [5] tengan el mismo origen etimológico. Y ello porque ni
lecturer significa lector sino profesor, ni
fastidious significa fastidioso sino exhaustivo o
pormenorizado, ni topic significa tópico sino
tema, materia o asunto.
El que pares de términos en dos
lenguas dadas hayan terminado por significar total o parcialmente
cosas distintas y se hayan convertido en falsos amigos semánticos se
explica justamente en función de las divergentes transferencias
metafóricas que han tenido lugar en las lenguas de que se trate. Y,
en este sentido, los casos paradigmáticos pueden ser de tres tipos:
-
En cada una de las
lenguas en cuestión se han producido transferencias
metafóricas divergentes con respecto al significado original
de un término.
-
Una de ellas ha
mantenido el significado original de un término mientras que
la otra no lo ha mantenido y su significado, en un
determinado momento, no es más que el que en otro momento
del pasado fue su significado metafórico.
-
En las dos lenguas en
cuestión los significados literales de un par de términos
son básicamente los mismos, pero una de ellas ha añadido un
nuevo significado translaticio mientras que la otra no lo ha
hecho. Es más, una vez que el significado metafórico de un
término se ha lexicalizado en una lengua, los hablantes de
esa lengua pueden añadir nuevos significados metafóricos a
ese término.
-
En el caso de los
préstamos suele ser frecuente el que en la lengua término se
produzcan transferencias de significado que no acontecen en
la lengua origen.
El par topic/tópico es
un claro ejemplo del primer caso aludido. Ambos sustantivos
proceden de la palabra griega tópos, que significa sitio
o lugar, significado que sigue apareciendo en las lenguas
modernas en compuestos como toponimia o topografía.
Ahora bien, lo mismo el sustantivo español tópico que el
inglés topic derivan directamente de una alusión a los
Tópicos, de Aristóteles, obra en la que se presentan los temas
habituales que debe conocer cualquier estudiante y que en la Edad
Media era utilizada a modo como utilizamos los libros de texto en la
actualidad. A partir de aquí, y mediante una transferencia
metafórica meliorativa, el sustantivo inglés topic ha pasado
a ser sinónimo de subject, matter o issue; de
modo que, de un profesor inglés del que se diga que está enseñando
fastidious topics, es obvio que será considerado un excelente
profesor. Por su parte, el sustantivo español tópico, y
mediante una transferencia metafórica peyorativa, se ha convertido
en sinónimo de lugar común, cosa sabida o
trivialidad, con lo que, de un profesor de quien digamos en
español que enseña tópicos fastidiosos, será considerado un
pésimo profesor.
El otro caso, aquél en que un
término ha mantenido su significado original en una lengua y lo ha
cambiado metafóricamente en otra lengua distinta, se puede ilustrar
con los casos del sustantivo español baño y el francés
bagne. El sustantivo español baño
deriva directamente del latín balneum y ha mantenido
básicamente las mismas referencias que la palabra latina, esto es,
el acto de bañarse y el lugar donde uno de baña. Pero en los siglos
XVI y XVII, y debido al hecho de que los turcos solían guardar a sus
cautivos en las casas de baño de Constantinopla, baño pasó a
significar metonímicamente prisión o mazmorra,
significado que es el que tiene ese término en la conocida obra, de
Miguel de Cervantes, Los baños de Argel. Y con este
significado, el sustantivo español baño pasó al francés como
bagne (Cantera et allii, 1998: 37) con un éxito tal que se ha
mantenido hasta la actualidad. Por el contrario, el significado
metonímico de baño no ha cuajado en español, de modo que en
la actualidad ese término no es entendido por casi ningún hablante
español como sinónimo de prisión o mazmorra –excepción
hecha, claro está, de quienes hayan aprendido ese significado en
razón de sus estudios literarios o filológicos. El resultado de esto
ha sido que baño y bagne se han convertido en falsos
amigos semánticos y que, mientras que un español entenderá
normalmente que
[6] “‘Los baños de Argel’
es una obra de Cervantes”,
significa
[6.1] “‘Las casas de baño
de Argel’ es una obra de Cervantes”,
un hablante francés entenderá
que
[7] “‘Les bagnes d’Alger’ est
une oeuvre de Cervantès”
significa
[7.1] “‘Les prisons d’Alger’
est une oeuvre de Cervantès”.
Y hay más aún, desde el
significado de primer orden de bagne,
que hace que ese sustantivo francés sea sinónimo de pénitencier,
galères, enfer, préside, o travaux forcés,
bagne ha desarrollado toda una cadena de significados
translaticios que, obviamente, no han podido desarrollar sus
cognados en otras lenguas (catalán, bany;
italiano, bagno, portugués, banho; o español, baño)
en las que sigue significando básicamente
“acción y efecto de bañar”
o “sitio donde hay aguas para bañarse”
y que sigue significando su cognado francés bain. Esta cadena
es básicamente la siguiente: 1, trabajos forzados, por medio
de una metonimia; 2, trabajo o lugar donde se trabaja,
por medio de una segunda metonimia con cierto sabor humorístico y/o
eufemístico; y 3, castigo, infierno o cruz, por
medio de una tercera metonimia. El resultado de todo esto ha sido la
multiplicación de falsos amigos semánticos entre el francés bagne
y sus cognados en las otras lenguas románicas.
El tercer caso los podemos
ilustrar recurriendo al peculiar significado que ha adquirido el
adjetivo español regular (y sus derivados) y que no lo han
adquirido sus cognados en otras lenguas europeas como es el caso del
inglés regular y sus derivados. Los dos términos derivan del
latín regularis, que significaba literalmente primero “de
acuerdo con la vara de medir” y, posteriormente y mediante una
metonimia, “de acuerdo con la regla moral, norma o ley”. Este
significado de segundo orden de la palabra latina es el que sigue
manteniendo el español regular en colocaciones como clero
regular, que es “el
que se liga con los tres votos de pobreza, obediencia y castidad”
y que se opone al clero secular, que es
“el que no hace dichos
votos”. Ahora
bien, regular se ha convertido en un adjetivo sumamente
polisémico y muchos de sus significados son compartidos por las dos
lenguas que estoy considerando. Así, en primer lugar, regular
significa también exacto (Vg.: un reloj regular como opuesto
a un reloj que adelanta o atrasa); en segundo lugar regular
significa también normal (Vg.: un ejército regular como
opuesto a un ejército guerrillero); y, en tercer lugar, regular
significa también periódico/periódica (Vg.: un vuelo regular
como opuesto a un vuelo chárter u ocasional). Hasta aquí el camino
que ha seguido ese adjetivo en las dos lenguas que estoy
considerando ha sido básicamente el mismo. Pero, llegados a este
punto de su peripecia histórica, los caminos que ha seguido el
adjetivo en cuestión en español lo han convertido en un falso amigo
semántico parcial con respecto al inglés. En español regular
ha desarrollado un significado eufemístico como
“medianamente, no
demasiado bien” y
“de tamaño o
condición media o inferior a ella” (DRAE),
que lo hace sinónimo de malo o grave en muchos
contextos. A resultas de esto, si regular califica nombres
como comida, gasolina o salud, la implicatura
normal que hacen los hablantes españoles será que esos objetos son
malos o, al menos, no todo lo buenos como uno desearía que lo fuesen
o sería de esperar que lo fuesen. De modo que, si un amigo nos
aconseja
[8] “No vayas a ese
restaurante, su comida es regular”,
la implicatura que haremos es
que regular significa malo o poco recomendable
en [8]. Del mismo modo, si, tras un reconocimiento, nuestro médico
nos informa de que nuestra salud es regular, no tendremos la
menor duda de que nos está diciendo eufemísticamente que nuestra
salud es francamente mala y que deberíamos abandonar todos esos
pequeños placeres de la vida que a los médicos les gusta tanto
prohibir. Por su parte, el inglés –especialmente el inglés
estadounidense– usa muy frecuentemente el adjetivo regular y
sus derivados como sinónimo de normal y en contextos en que
los españoles no lo usaríamos porque la implicatura habitual para
nosotros en esos contextos sería un eufemismo de francamente malo
o muy deficiente. Precisamente por ello a los hablantes
españoles nos resulta sumamente chocante encontrar en las
gasolineras estadounidenses una regular gasoline hasta que no
caemos en la cuenta que a esa gasolina “regular” es a la que los
británicos llaman standard petrol. La trampa a la que puede
llevar a un hablante español el adjetivo inglés regular o el
adverbio regularly no es sólo una cuestión que permita
chistes más o menos fáciles, sino una cuestión que tiene que ver con
nuestra forma de orientarnos en el mundo.
Finalmente, el caso de los
préstamos presenta una característica particular que los hace
sumamente interesantes. Esta característica consiste en que suelen
desarrollar significados en la lengua término que no tienen en la
lengua origen del préstamo. Así, el inglés, el francés y el alemán
han tomado prestado del español el término armada, pero para
significar lo que los españoles llamamos Armada Invencible. A
partir de aquí el sustantivo alemán Armada se usa
metafóricamente con un significado equivalente al del sustantivo
español ejército, como en el siguiente texto:
“Mächtig hat sich die
Armada der Demokraten aufgebaut und mit der ganzen
Kraft ihrer Argumente die poröse Festung in Kiew bedrängt” (Südeutsche
Zeitung, 25 de noviembre de 2004. El subrayado es mío).
Pues bien, el diario El País
tradujo el texto alemán como
“La
armada de los demócratas se ha puesto en
marcha y con toda la fuerza de sus argumentos ha puesto
sitio a la porosa ciudadela de Kiev”
(El País, 28 de noviembre de 2004, p. 14. El
subrayado es mío).
Pero es obvio que el texto
resulta chocante en español y la metáfora difícilmente comprensible
por cuanto que, en español, armada significaría
“conjunto de fuerzas navales de un Estado” (Kriegmarine,
en alemán) o “escuadra” (DRAE),
pero no Armada Invencible. El resultado de esto es que, lo
mismo el alemán Armada que el español armada, se han
convertido en falsos amigos semánticos, sean que se usen literal o
metafóricamente.
5.4.
Modismos y refranes
No quiero terminar este
capítulo sin referirme, aunque sea brevemente, al hecho de que
ejemplos como (de) pata negra o una comida regular
adquieren sus significados translaticios y sus implicaturas
generalizadas porque son casos de colocaciones, esto es, de un tipo
de unidades fraseológicas. Por “unidades fraseológicas” se entiende
el hecho de que un determinado grupo de palabras tenga un
significado translaticio convencionalizado que se suele disparar con
preferencia a su significado literal (Naciscione, 2001). Y las
unidades fraseológicas pueden ser de cuatro tipos: colocaciones,
modismos, refranes y aforismos.
Aunque se puedan establecer
ciertos matices para diferenciar una colocación de un modismo, que
harían que (de) pata negra fuese un caso típico de modismo y
una comida regular un caso típico de colocación, en principio
–y por lo que afecta al contenido de este trabajo– entenderé que una
colocación o un modismo consisten en un sintagma nominal o
verbal que, en una lengua dada, tiene un significado translaticio
comúnmente aceptado o, como define el DRAE al término
modismo, “expresión fija, privativa de
una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la
forman”. Y este significado translaticio es
el primero que se dispara cuando el modismo o la colocación son
usados, aunque siempre quepa la posibilidad de que los hablantes los
usen de acuerdo con su significado literal y con su significado
translaticio a la vez. Así, por ejemplo, el sintagma nominal español
gasolina regular será normalmente entendido como gasolina
mala y no como gasolina normal. Del mismo modo, el
modismo inglés a regular guy será entendido en inglés
estadounidense como un tipo majo y no como un tipo normal,
aunque en inglés británico sea este último su significado habitual.
Por ello C. K. Chesterton confesaba que quedó sumamente contrariado
cuando una periodista estadounidense lo llamó a regular guy:
Interviewé par une
journaliste lors d’un voyage en Amérique, C. K. CHESTERTON (What
I saw in America, p. 50) apprit par un ami que celle-ci
s’était félicitée d’avoir trouvé en lui ‘A REGULAR GUY’.
Elle entendait ainsi complimenter un écrivant qui eût certes
préféré se voir qualifier de ‘gentleman’, cet idéal de la
civilisation anglaise. (Koessler y
Derocquigny, 1975: 45. Los subrayados y las mayúsculas son
del original).
Para efectos de la comunicación
intercultural y de la traducción, los modismos y las colocaciones,
en la medida en que rara vez un determinado modismo o una
determinada colocación funcionan en dos lenguas, también plantean
serios problemas. Por ello, un modismo de la lengua origen deberá
ser traducido a la lengua término por una perífrasis o por otro
modismo que, teniendo un significado translaticio igual o similar al
que tiene el modismo de la lengua origen, no tenga el mismo
significado literal. Así, por ejemplo, el modismo eufemístico/disfemístico
español dar un/el braguetazo sería asignificativo en inglés
si lo traducimos literalmente por to give a/the big fly blow.
Por ello, este modismo español sólo tendría sentido en inglés si lo
traducimos por perífrasis como to marry a rich woman o to
marry a rich man, según los casos.
Por su parte un refrán o un
aforismo son sentencias que tienen también un significado
translaticio que funciona como una implicatura generalizada en una
lengua dada, implicatura que suele expresar una verdad, una creencia
o una opinión que los hablantes dan por sentada. Aunque las
diferencias entre un refrán y un aforismo tampoco se pueden
delimitar de forma clara, no obstante, se suele reservar el término
refrán para aquellas sentencias que son generalmente
compartidas en una lengua dada y para las que los hablantes han
olvidado sus orígenes: “dicho
agudo y sentencioso de uso común” (DRAE).
Por su parte, el término aforismo se aplica a sentencias
similares a los refranes, que normalmente son usadas por hablantes
de un cierto nivel cultural y de las cuales se suele conocer su
autoría: “sentencia breve y doctrinal
que se propone como regla en alguna ciencia o arte” (DRAE).
De acuerdo con esta distinción,
la sentencia portuguesa
[9] “De Espanha, nem bom
vento nem bom casamento”
expresaría una verdad, opinión
o creencia para los portugueses –que obviamente no compartimos los
españoles– cuya implicatura generalizada sería que nada bueno puede
proceder de España, aunque ya no es necesario que se trate
literalmente del viento o del casamiento, sino de cualquier otra
cosa procedente de España, sea una moda, una idea política o una
transferencia bancaria. Aunque un caso como [9] es perfectamente
traducible al español palabra por palabra y probablemente tenga una
implicatura generalizada similar, su traducción palabra por palabra
difícilmente funcionaría en español por cuanto que, obviamente, los
españoles no van a estar de acuerdo con que algo malo pueda salir de
España. Por ello, un traductor al español, que quiera mantener la
misma implicatura que tiene [9] para los portugueses, deberá buscar
un refrán de la lengua término que tenga una implicatura análoga a
la que tiene [9], refrán que podría ser
[10] “De Antequera, ni mujer ni
montera, y, si algo ha de ser, mejor montera que mujer”.
Un aforismo, por su parte,
sería un tipo de sentencia similar al refrán –y con una implicatura
también similar– pero que suele ser usada por un tipo de hablante al
que se le supone un nivel cultural superior al del hablante medio y
cuya autoría suele ser de un personaje inidentificable
históricamente. Y, si la traducción de un aforismo se antoja más
fácil que la de un refrán, eso ocurre en la medida en que los
hablantes de las dos lenguas que intervienen en el proceso de
traducción, comparten una misma tradición cultural y se han formado
en un marco de referencia común. Así, la sentencia
[11] “Timeo Danaos et dona
ferentes”,
es usada por personas versadas
en las lenguas clásicas y sabemos que fue escrita por Virgilio en
La Eneida para significar que los griegos no eran de fiar ni tan
siquiera cuando llevaban regalos, como aconteció con el Caballo de
Troya, al que aludía precisamente Virgilio cuando escribió [11].
Ahora bien, una vez generalizado el uso de [11] entre los hablantes,
esa sentencia se puede usar para hacer patente nuestra desconfianza
ante cualquier persona (u objeto, en su caso) aunque la persona no
sea literalmente un griego y tampoco traiga literalmente ningún
regalo. Y [11] puede ser traducida a cualquier lengua europea y su
implicatura generalizada entendida correctamente en la medida en que
todas ellas participan de la misma tradición cultural compartida,
pero probablemente sea asignificativa para los hablantes de otras
lenguas en las que el relato de la guerra de Troya sea desconocido.
Y ello porque esta implicatura generalizada no es obvia de ninguna
manera para quienes no compartan los saberes o creencias heredados
de una determinada tradición cultural como es, en este caso, la
tradición clásica greco-latina. Cuando se pierde de la conciencia de
los hablantes el origen de un aforismo, éste se convierte en un
refrán y funciona como tal. En cualquier caso, se trate de refranes
o de aforismos, lo relevante es que su significado translaticio y su
implicatura generalizada son los primeros en dispararse aunque
siempre sea posible hacer una interpretación literal y otra
translaticia de ellos y conseguir una doble lectura.
En resumen, las metáforas se
pueden clasificar en tres tipos básicos en función de su mayor o
menor grado de universalidad. Los falsos amigos semánticos tienen su
origen en los cambios de significado que un término ha tenido en una
lengua dada y que no coinciden con los que el mismo término ha
podido tener en otra lengua, lo cual plantea serios problemas para
la traducción. Por su parte, en las colocaciones, modismos, refranes
y aforismos, es su significado translaticio el que se dispara con
preferencia al significado literal. Y el resultado de esto es que,
al igual que los falsos amigos son un problema para la traducción y
para la comunicación intercultural, las colocaciones, modismos,
refranes y aforismos también lo son en la medida en que sus
traducciones literales pueden ser malentendidas o no entendidas en
absoluto porque sus implicaturas no funcionen en la lengua término o
sólo funcionen en muy contadas ocasiones.
©
Pedro J. Chamizo Domínguez. La metáfora (semántica y pragmática).
Primera edición en español, 2005.
Versión
autorizada por el autor para
Proyecto Ensayo Hispánico y preparada por José Luis Gómez-Martínez.
Se publica únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción
destinada a otros fines deberá obtener los permisos correspondientes.
Enero de 2005.