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conclusiones
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Gerardo Bolado
Transición y recepción: La Filosofía Española
en el último tercio del siglo XX.
Conclusiones
1
La investigación histórica recibe su sentido desde el futuro que, en
forma de tendencias y dinámicas, prefigura la actividad humana en el
presente. La revisión de la última filosofía española puede poner de
manifiesto sus principales tendencias y, en relación a ellas, los
procesos del pasado que las dotan de densidad histórica. De esta
manera, la historia reciente puede aportar dimensión histórica a un presente
rupturista y decididamente modernizador de nuestra cultura filosófica.
2
En
la Transición a la Democracia, la sociedad española ha experimentado
una ruptura política pactada
y una transformación cultural, consolidadas
con la incorporación de España en la Comunidad Europea, más aún, con
su integración en la moneda única europea a finales de los años
noventa. Nuestra sociedad ha vivido tres ciclos políticos, con desigual
actitud ante la propia tradición y ante la cultura filosófica. En el
primero, gobernado por un partido diseñado para dirigir la Transición,
la UCD de Adolfo Suárez, entre 1975 y 1982, se volatilizaron los últimos
restos de la cultura nacional católica del Tardofranquismo. El segundo
ciclo, gobernado por el PSOE de Felipe González, entre 1982 y 1995, un
partido progresista dirigido por la versión española de la Generación
del 68, se caracterizó por el descuido de la propia tradición cultural
y por la cultura filosófica mínima y adjetiva de los Jóvenes Filósofos.
En la actualidad gobierna el PP de José María Aznar, un partido
conservador y dirigido por una generación de españoles nacidos en
torno a 1955, que está volviendo al cuidado de la propia tradición y a
las aplicaciones filosóficas canónicas.
En
el período de Transición la actividad filosófica experimentó el
desarrollo de tendencias surgidas desde finales de los años sesenta,
que recibieron su cauce institucional en 1983 con la LRU. Una nueva
institucionalización de la filosofía, que parece haber repetido el
modelo general de incorporación propio de la modernidad filosófica en
nuestras instituciones de educación y cultura; me refiero a la ruptura
con el pasado filosófico inmediato, tras una etapa de involución
tradicionalista, con la consiguiente superposición de una nueva recepción
normalizadora. Una generación de Filósofos Jóvenes ha protagonizado
de manera especial este proceso de ruptura con la propia tradición
cultural y filosófica, y de apertura y recepción normalizadora.
En
este capítulo reciente de nuestra historia filosófica, han participado
tres grupos diferenciados de autores: un grupo de autores nacidos hacia
1910, el Grupo del 36 seccionado por la Guerra Civil; otro grupo de
autores nacidos hacia 1925, el Grupo de Profesores de Postguerra; y un
tercer grupo de autores nacidos hacia 1940, la Generación de Filósofos
Jóvenes. También se ha contado con la presencia de la obra de dos
grandes maestros: Xavier Zubiri, y David García Bacca. Ninguna
tendencia continuista, registrable en Zubiri, en algunos autores del
Grupo del 36 y del Grupo de Postguerra, ha conseguido conectar la
filosofía tradicional, ni tampoco otros desarrollos filosóficos y
culturales, provenientes de la Edad de Plata, con el vertiginoso proceso
de transformación de nuestra cultura y nuestra educación en este
tiempo de apertura y cambios. La compleja recepción de autores y
corrientes contemporáneas, realizada por la Generación Joven, sobre la
base de la recepción de Analítica y Marxismo iniciada por autores del
Grupo del 36 y del Grupo de Postguerra, ha desembocado en la nueva
ordenación académica de la Filosofía en cuatro áreas de conocimiento
tras la LRU: Lógica y Filosofía
de la Ciencia; Filosofía
Moral; Estética y Teoría de
las Artes; y Filosofía. Estas
áreas han venido a institucionalizar tendencias presentes en la
producción filosófica española desde los años setenta.
3
La
cultura nacional católica del Tardofranquismo se desvaneció pronto de
la sociedad española, que quedó sometida a un doble proceso de
transformación cultural: por un lado, la irrupción de la tecnocultura,
de los mercados de ocio y espectáculos para el consumo de las masas;
por otro lado, la regionalización de la cultura dinamizada por los
partidos políticos nacionalistas y regionalistas. La división de los
autores del Grupo del 36 y del Grupo de Postguerra ante la Cultura
establecida, su ambivalencia, contrasta con la dinámica rupturista del
período, lanzada en filosofía por la Generación joven. En todo este
proceso, la Filosofía no ha llegado a definir un lugar propio, ni podía
hacerlo, en una cultura democrática, dominada por los mercados,
estetizada y refractaria a cualquier intento de radicalización filosófica.
Disuelta en la rápida y caótica transformación cultural del período,
la cultura filosófica permaneció reconstituyendo su núcleo en el
reducto académico, desde donde pasó a proyectarse de manera un tanto
difusa y especializada en otros campos de la cultura, con el fin de
intelectualizarlos y dotarlos de racionalidad, pero sin disponer en los
mismos de demasiado crédito, ni de muchos anclajes. La Filosofía no ha
contribuido de manera especial en la urgente tarea de construir la
cultura común que necesita la sociedad española.
4
A
finales de los años sesenta comenzó una intensa recepción de lógica,
filosofía e historia de la ciencia anglosajona, a través de
traducciones y comentarios, que ha terminado por generalizar en la
institución filosófica española, más en concreto en el área de Lógica
y Filosofía de la Ciencia, la interpretación analítica de las
relaciones entre ciencia y filosofía. El panorama de esta área en los
años noventa, tras dos décadas de recepción de analítica, contiene
materias establecidas como la Lógica y su Filosofía, la Filosofía del
Lenguaje, la Filosofía de la Ciencia y de la Tecnología, y la Historia
de la Ciencia, y cuenta con el dinamismo de asociaciones como la Sección
de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España, o la
Asociación Española de Filosofía Analítica, además de las
asociaciones de historiadores de la ciencia y de los departamentos
universitarios.. Otras propuestas filosóficas, como la Filosofía
cristiana de la Realidad de Zubiri, o la Filosofía de la Liberación de
García Bacca, o el Materialismo emergentista en clave analítica de
Ferrater Mora, o la Filosofía materialista del Cierre Categorial de
Gustavo Bueno, o las que se plantean desde alguna forma de antropología
cultural, han quedado reducidas a círculos de seguidores, o
sencillamente aisladas. Su recuperación parece cosa del área más canónica
de Filosofía.
La
lógica es una ciencia matemática consolidada y en continua expansión,
que tiene entre nosotros destacados cultivadores y docentes. Son
abundantes los campos de aplicación que propician su desarrollo: la
filosofía de las matemáticas, la Inteligencia artificial, la lógica
deóntica y jurídica, la filosofía de la ciencia y la filosofía del
lenguaje. Esta Lógica y su filosofía forman parte irrenunciable de la
formación filosófica actual.
Por
el contrario, la Filosofía de la Ciencia no acaba de consolidarse, es
sucursalista y no tiene un contacto suficiente con la historia de la
ciencia. Sus principales líneas de fuerza parecen haber evolucionado
desde la lógica y la filosofía de la ciencia en la versión heredada,
Círculo de Viena, Popper, Bunge, hacia la filosofía de la ciencia y la
tecnología (Quintanilla). Aunque la posición constructivista de
Moulines parece tener seguidores, también hay una tendencia que ha
salido de la filosofía de la ciencia constructivista hacia una filosofía
crítica de la ciencia y la tecnología (Sanmartín, Medina). Además,
autores como Toulmin, Laudan, Merton, en especial Kuhn, han impuesto las
consideraciones histórico sociales, con la consiguiente tensión
racionalismo y/o sociologismo (Carlos Solís). Por otra parte, desde la
lógica y la metodología de la ciencia se ha evolucionado hacia una
axiología de la ciencia, interesada en los núcleos de valores vigentes
en la practica científico-técnica (Echeverría). En los años noventa
se registra una tendencia hacia el cultivo de filosofías específicas
de la ciencia. Destaca la filosofía crítica de la biología, la
filosofía de la economía, la filosofía de la matemática, etc.
La
filosofía del lenguaje se ha recibido en los cauces de la analítica y
en relación a la lingüística y las ciencias cognitivas, por obra de
autores como Sánchez-Pescador, Acero, Bustos, etc.
5
El
paso del Estado ético nacional católico, autoritario en sus
instituciones y costumbres, al Estado de Derecho de una sociedad democrática,
la dulcificación de las posiciones intelectuales marxistas y
anarquistas, el regreso del carismático filósofo moral e intelectual,
J. L. L. Aranguren, que pronto se convertiría para nosotros en algo así
como el “filósofo de la polis”,
un plantel amplio y brillante de ensayistas y conferenciantes entre los
filósofos jóvenes, dedicados a este campo, hicieron pronto de la
Filosofía moral y política otro de los campos de notable aplicación
filosófica. En 1983 la Ley de Reforma Universitaria unió en el área
de “Filosofía del Derecho, moral y política” a los profesores de
Derecho Natural con los profesores de Filosofía Moral, que en 1996 se
separaron de nuevo dando lugar respectivamente a las áreas de
conocimiento Filosofía del
Derecho y Filosofía Moral.
Por otra parte, desde los años noventa, algunos profesores tienden a
convertir en un área de conocimiento autónomo a la teoría política,
que se incluye actualmente en Filosofía
moral.
Esta
área ha sido desarrollada, sobre todo, por autores de la generación de
filósofos jóvenes, desde una compleja recepción de analítica, de teóricos
de la justicia, de Éticas discursivas, de teorías de los valores, de
autores utilitaristas, y de autores comunitaristas. Estos autores han
desarrollado un pensamiento moral desconectado del momento jurídico político,
al que con frecuencia demonizan desde posiciones individualistas o
comunitaristas de distinto signo. Por ello no han discutido de manera
suficiente el pensamiento moral y jurídico político correspondiente a
los problemas planteados a la sociedad española por su flamante Estado
social y democrático de derecho. Javier Muguerza, con su planteamiento
libertario y disidente, ha sido uno de los autores más influyentes en
este campo. En el Instituto de Filosofía del CSIC, bajo la dirección
de este autor, prevaleció esta nueva filosofía moral.
En
los años sesenta predominaba el emotivismo positivista y las éticas
del compromiso, situacionistas, del existencialismo. En los años
setenta se reciben los planteamientos morales analíticos, y el
utilitarismo, a la vez que empiezan a introducirse las teorías de la
Justicia y las éticas del discurso, predominantes en los años ochenta.
Entre las teorías de la justicia más generalizadas, predominó la
kantiana y de carácter más social de J. Rawls, que, sin tener
representantes específicos, se convirtió en un lugar común para los
profesores y escritores de esta área de conocimiento. La Etica mínima
de Adela Cortina lanzó entre nosotros la ética discursiva de O. Apel,
que ha ejercido una amplia influencia, no menor que el planteamiento
discursivo de Habermas, cuya obra ha constituido otro de los lugares
comunes. Cabe hablar, por tanto, de un revival
kantiano en nuestros años ochenta, dado que tanto estas éticas
discursivas, como la propia teoría rawlsiana de la justicia, son
kantianas y deontológicas, aunque pretendan poder dar cuenta también
de las consecuencias de la acción.
Avanzados
los años ochenta se produjo entre nosotros una considerable reacción
comunitarista, siendo discutida sobre todo la obra del neoaristotélico
Alasdair MacIntyre. El comunitarismo no sólo interesó a los
nacionalistas, sino también a autores populares o progresistas que
desconfiaban del individualismo moderno por sus carencias en la
vertebración de la sociedad democrática. En esta línea están algunos
escritos de Victoria Camps, en especial su teoría de las virtudes, como
también las éticas cívicas de los años noventa.
En
los años noventa se incrementa el cultivo de las éticas aplicadas, y
se atiende la necesidad de desarrollar teorías de la democracia (CSIC,
F. Quesada, F. Carracedo, etc.), éticas cívicas (V. Camps, S. Giner,
A. Cortina, etc.), y éticas de los valores, que siempre habían estado
en alguna medida presentes. A la bioética dominante de inspiración
cristiana, con autores como Diego Gracia, se añade una bioética más
social, con autores como Victoria Camps, que dirige una escuela de bioética
en la UIMP. En estos años se observa una mayor conexión con los
problemas morales y políticos de la sociedad española. José Rubio
Carracedo es el presidente de la Sociedad Española de Ética y Filosofía
política. Filósofos morales, como Savater desde los años ochenta, y
Antonio Marina desde los años 90, se han convertido en los fenómenos
editoriales de la Filosofía.
6
La
Estética, una materia desdibujada y ensimismada de las facultades de
filosofía, todavía en los años setenta, pasó con la LRU a
convertirse en el área de conocimiento filosófico Estética
y teoría de las artes, con una clara proyección académica y
cultural. Para entender esta consolidación de la Estética como un área
de conocimiento filosófico, conviene recordar, por un lado, algunos
factores extrínsecos, derivados de la estetización general característica
de la tecnocultura, y, por otro, a la producción desde finales de los
sesenta de algunos autores jóvenes, como Rubert de Ventós, Trías,
Marchán Fiz, Calvo Serraller, Valeriano Bozal, etc., y al consiguiente
cambio generacional sobrevenido en la universidad española en los años
ochenta. En este campo han producido algunos de los ensayistas más
brillantes de la Generación Joven, y Eugenio Trías ha articulado su
propuesta filosófica, la Filosofía del Límite.
La
gran demanda social de producción estética está detrás de la
proyección de la Estética y teoría de las artes, que constituye un área
de conocimiento en la Facultad de Filosofía, con la Estética
como materia troncal en Filosofía, en Historia del Arte y en Bellas
Artes, y con otras materias optativas, que ofrece, no sólo en aquellas
facultades, sino también en Arquitectura y en Ciencias de la Información.
Un notable cambio generacional, acontecido en la universidad y en la
producción editorial española, ha dictado nuevas pautas teóricas en
este campo desde una amplia recepción. En estos años se ha pasado a
disponer de ediciones españolas de historiadores de la Estética y de
las teorías del arte como Bosanquet, Bayer, Beardsley, Panofsky,
Tatarkievicz, Taine, de Bruyne, Givone, Assunto, Blunt, Chastel, etc. Se
han multiplicado las ediciones de autores clásicos en este campo. Se
han ido traduciendo y comentando autores de distintas corrientes
contemporáneas como el formalismo ruso y sus irradiaciones centro
europeas, la semiología del arte, la estética analítica, la sicología
del arte, la sociología del arte, la estética de la recepción, etc.
Ha crecido de forma espectacular la edición de catálogos y libros
sobre obras de arte e historia del arte, así como las revistas
especializadas en este mundo. Aumentan los comentarios de las
principales obras de críticos de la modernidad procedentes de la
Escuela de Frankfurt, de las hermenéuticas existenciales, así como de
la postmodernidad. Se han publicado algunas introducciones con su
correspondiente selección de textos clásicos de la historia de la estética,
por autores como J. M. Valverde, Plazaola, Sánchez Vázquez, Ana Lucas.
El
grupo de autores predominante en este campo se caracteriza ante todo por
pertenecer a una generación rupturista, que crece desde la recepción
mencionada. Estos autores muestran además una inequívoca “voluntad
de estilo”, de manera que abandonan el tratado académico y optan por
el ensayo o el artículo, algunos cultivan la poesía, o la novela. No
se puede olvidar, así mismo, que mantienen una concepción filosófica
de la Estética, no científica ni semiótica; esto es reflexiva e
interdisciplinar, desarrollada desde y en conexión con la producción y
la comunicación cultural, en especial la artística, y en donde viene a
predominar, por ello mismo, la dimensión antropológica. Por otra
parte, algunos combinan su dedicación a la Estética, con el ejercicio
de la crítica y el comentario de arte, que consideran estética
aplicada, o con la historia del arte, que constituye su fuente nutricia
principal. Estos autores sitúan el horizonte de nuestro presente en la
modernidad, y plantean un revisión crítica de la misma desde la Estética.
Y, en fin, hemos de recordar que proponen la necesidad del pensamiento en imágenes, un desarrollo contemporáneo del wisse
das Bild!, por lo que se ven confrontados con el concepto
de símbolo y con la experiencia
estética.
La
nueva Estética renuncia a ser una teoría apriorística e intemporal de
la belleza y de las artes, sea neoescolástica o fenomenológica, y
teoriza sobre las artes, su historia y sus ciencias, en cuanto formas de
experiencia estética privilegiada, así como sobre el ámbito general
de la cultura humana, para llegar a levantarse hasta una teoría filosófica,
ciertamente fragmentaria y provisional, pero siempre superando la
fugacidad y la parcialidad de los manifiestos artísticos.
7
En
el área de Filosofía, que
recogió las restantes cátedras de la facultad de filosofía anterior a
la LRU, se incluyen las aplicaciones canónicas de la filosofía
referentes a la teoría de la realidad, la teoría del hombre, la teoría
del conocimiento, y la Historia de la Filosofía, desde la que aquellas
se retroalimentan. Esas aplicaciones filosóficas fuertes, que carecen
de proyección económico tecnológica y jurídico política en las
sociedades del presente, forman parte de la historia de la filosofía,
que sigue siendo imprescindible en la formación de los profesionales de
estas materias. El conocimiento de la Historia de la Filosofía
Contemporánea ha favorecido con todo la evolución de estas
aplicaciones canónicas hacia su contexto filosófico actual. En los
planes de estudio de las distintas universidades encontramos materias
como “Metafísica”, “Antropología filosófica”, “Filosofía
de la Historia”, “Filosofía de la Religión”, “Teoría y
sociología del conocimiento”, además de las historias de la filosofía.
Los
profesores de esta área son filósofos historiadores y/o historiadores
filósofos que se aplican a la Historia de la Filosofía, o replantean
las aplicaciones canónicas, procedentes de los filósofos clásicos,
desde los nuevos desarrollados aportados por autores modernos y
contemporáneos. Así, por ejemplo, la metafísica escolástica
encuentra su continuidad en reformulaciones desde la Filosofía Moderna,
como el Tomismo trascendental, o se sustituye por una Ontología
replanteada desde alguna radicalización de la Fenomenología, o de la
Hermenéutica y de sus críticos. Así, también, se buscan Historias
Filosóficas de la Filosofía en las que el sentido filosófico vive,
bien de la historia de la filosofía (Tomismo trascendental, Filosofía
trascendental, idealismo, etc.), bien de la autoridad de filósofos o
corrientes contemporáneas que han replanteado filosofías del sentido
(Fenomenología, Hermenéutica, etc.), bien de la disolución de dichos
planteamientos (Postestructuralismo, postanalítica, postmodernidad,
etc.).
Estos
desarrollos académicos que, con frecuencia, en lugar de situar las
aplicaciones filosóficas canónicas en su contexto histórico, se empeñan
en convertir la Historia de la Filosofía en el reducto académico de
sus pretendidos renacimientos, contrastan con el hecho institucional de
las tres áreas autónomas de conocimiento filosófico promovidas por la
LRU. Más aún, ha existido una discontinuidad académica manifiesta
entre la filosofía desarrollada en esas tres áreas y la Historia de la
Filosofía desarrollada en relación a las interpretaciones canónicas
del área de Filosofía. Una discontinuidad académica en los estudios
superiores, que se ha transmitido de manera automática a la educación
filosófica en el bachillerato.
7.1.
La historia de la religión en la cultura española ha estado
dominada casi por completo por el Catolicismo, una religión, por
cierto, que ha impregnado todos los ámbitos de nuestra cultura durante
largos períodos de su historia. Por otra parte, la sociedad española
acababa de salir de un Estado confesional y de una cultura nacional católica.
Si la revisión del cristianismo y de su papel en la sociedad española
había sido discutido desde los años sesenta, a partir de los ochenta
se han venido publicando una serie de obras, con escasa proyección académica,
pero que desarrollan propuestas importantes en este tema.
En
efecto, el planteamiento ontologista de Xavier Zubiri en El hombre y Dios, donde se concibe al hombre como experiencia de
Dios. La religiosidad culturalista y atea de García Bacca en su libro Qué
es Dios y Quién es Dios. El enfoque poético existencial de
Zambrano en su obra El hombre y lo
divino, que explica la religión desde el delirio de divinización
propio del hombre moderno. Ya me he referido al intento del padre
jesuita Gómez Caffarena por replantear una filosofía de la religión
cristiana, que satisfaga las exigencias de la Ilustración, y del que es
una muestra su obra de 1983 El teísmo
moral de Kant. La obra del escritor y ensayista cristiano, José Jiménez
Lozano resulta especialmente significativa en este campo. El filósofo
materialista y ateo Gustavo Bueno investigó la génesis antropológica
de la religión en sus obras El
animal divino y las Cuestiones
Quodlibetales: la experiencia paradógica y terrorífica del animal
postanimal humano es el origen de la religión. En su obra El
problema de Dios en la modernidad, Torres Queiruga pretende una
religión reformada acorde con el movimiento de la razón y de la
sensibilidad moderna, que supere en definitiva las exigencias de la
Ilustración. En sus obras de los años noventa La
Edad del Espíritu y Pensar la
Religión, Eugenio Trías ha desarrollado su Filosofía del Límite
en el ámbito de la religión.
Sin
embargo, el pensamiento filosófico español, en su vertiente académica,
ha dejado un tanto de lado el problema de la religión, se ha limitado
en algunos casos a sustituir la Teología natural o Teodicea de los años
setenta por una filosofía de la religión, buscada desde la fenomenología
y la Historia de las Religiones (Gómez Caffarena, M. Fraijó) o desde
la analítica (Sádaba), que sólo ha tenido implantación como materia
optativa en los planes de estudios de algunas universidades. A la falta
de implantación académica le ha seguido una producción científica
limitada con un reducido círculo de cultivadores.
7.2.
En las últimas tres décadas, la historiografía filosófica en
España ha experimentado un período de luces y sombras, una situación
paradójica. La Historia de la Filosofía ha experimentado un
considerable dinamismo, como lo ponen de manifiesto los principales
indicadores de producción en este campo. Pero, el considerable
incremento de las sociedades y cursos, así como de la producción
editorial, la abundancia de Historias de la Filosofía y de monografías,
unido al aumento de los trabajos dedicados a la Historia y a la filosofía
de la historiografía filosófica, contrastan con la profunda crisis de
concepción general presente en este campo. Este estado crítico se
manifiesta en una serie de rasgos propios de dicha producción, como son
entre otros la tendencia doxográfica y el predominio de las monografías,
la discontinuidad expositiva y el textualismo, la aparición de
alternativas historiográficas, la escisión entre la Historia de la
Filosofía y la Historia de la Filosofía española, la escasa atención
a la filosofía española contemporánea, etc.
En
los años setenta a la historiografía ecléctica y objetiva de la
academia escolástica, de un Fraile/Urdanoz por ejemplo, le salieron
alternativas historiográficas como la historiografía heideggeriana de
Marzoa, la marxista de Jerez Mir y la social de Fontana. Aunque la
historia social de la filosofía no ha conocido mayores desarrollos
entre nosotros, si que se registra una atención creciente al contexto
socio-histórico, del que carecía la historiografía académica, a
medida que avanzan los años ochenta. El uso directo de las fuentes
primarias, la prevalencia de la originalidad de los textos, son
aportaciones de la historiografía heideggeriana, que también se irán
generalizando entre nosotros a medida que avanzan los años ochenta.
Las
Historias generales de la Filosofía en los años ochenta desarrollan la
tendencia doxográfica y textualista, se generaliza la atención al
contexto socio-histórico, y se intenta disolver la historiografía
filosófica en ensayos historiográficos alternativos más generales.
José María Bermudo Ávila coordinó Los
filósofos y sus filosofías un exponente académico de escepticismo
filosófico e historiográfico, y una invitación a resignarse con el
supuestamente inevitable carácter fragmentario, discontinuo, y
aleatorio de la exposición histórica de la filosofía. Jesús Mosterín
intentó disolver la Historia de la Filosofía en una Historia general
del Pensamiento racional, que atiende al contexto socio-cultural. En su Historia
crítica del pensamiento español, José Luis Abellán convierte la
Historia de la Filosofía en una Historia de las Ideas constitutivas de
la cultura española. En los años noventa, el enfoque historiográfico
de la Historia de las Ideas intentó proyectarse al Bachillerato LOGSE,
por sus supuestas ventajas pedagógicas, pero sin éxito.
En
los años noventa encontramos una reedición de la Historia de la Filosofía de Marzoa, con una revisión a fondo de su
tratamiento de la filosofía moderna y contemporánea. Entre los años
1995 y 1997 han ido apareciendo los cinco volúmenes de una Historia
general de la Filosofía que, coordinada por
Félix Duque en la editorial Akal, aspiraba a convertirse en un
manual universitario. En el año 98, el profesor Juan Carlos García-Borrón
publicó su Historia de la Filosofía, un manual ecléctico, equilibrado, con
continuidad académica, que atiende y contrasta los tópicos consagrados
por la historiografía, que hace un gran esfuerzo de contextualización
socio-histórica, sin olvidar el condicionante psicobiográfico.
Las
propuestas historiográficas del período tampoco parecen haber
reconducido esta situación crítica. Predominan los partidarios de las
Historias filosóficas, frente a los escasos defensores de la
historiografía científica de la filosofía, no solo por pensar que la
Historia filosófica es la única capaz de reconocer los hechos filosóficos,
sino también por considerar que solo ella puede conservar vivo y actual
el sentido filosófico. El eclecticismo historiográfico será la posición
dominante de palabra y de obra. A finales de los años ochenta se
percibe la creciente necesidad de discutir el desplazamiento de la
atención hacia el contexto socio-histórico y hacia la base textual, así
como el carácter narrativo de la Historia de la filosofía.
Emilio
Lledó abrió la discusión metodológica de los años ochenta con su
obra Lenguaje e Historia,
donde reaccionaba contra una historiografía filosófica académica y
descontextualizada, y proponía ya una hermenéutica histórica que
conectara el sentido filosófico con la vida. Su descalificación de la
historiografía heideggeriana no fue tomada en consideración por los
interesados. El padre jesuita Eusebi Colomer dejaba una muestra de
historiografía académica escolástica, partidaria del tomismo
trascendental, descontextualizada y ajena a las discusiones hermenéuticas
del momento, en su conocida El
pensamiento alemán de Kant a Heidegger. Un autor muy consciente de
la literatura en torno a la Historia de la historiografía de la filosofía,
Serafín Vegas González, proponía aclarar las cuestiones metodológicas
de la Historia de la filosofía desde una reconsideración de dicha
Historia de la historiografía. Este autor defendía de manera decidida
una Historia de la filosófica de carácter autónomo y científico, al
mismo tiempo que criticaba las alternativas historiográficas, en
especial la Historia social y la Historia de las Ideas. El profesor
Antonio Pintor Ramos defendió una Historia Filosófica de la Filosofía
desde un difuso eclecticismo metodológico, no necesariamente teórico.
Las Historias generales de la filosofía son necesarias en la formación
e iniciación filosófica, pero no existe ninguna Historia general de la
filosofía satisfactoria para todos; por lo que se impone optar en este
necesario momento didáctico. Francisco Bonnin Aguiló intentó dibujar las líneas de una
Historia filosófica de la filosofía de carácter posibilista,
moderadamente ecléctica e historicista. En su obra Los
destinos de la tradición. Filosofía de la Historia de la Filosofía, Félix Duque defiende una Hermenéutica histórica que, dentro del
paradigma del texto y abierta al contexto socio-histórico, reconstruye
de manera intertextual el sentido filosófico.
Al
pasar a los años noventa se observa un avance de la historiografía
hermenéutica, —conectada con alguna radicalización ontológica o
antropológica de la hermenéutica filosófica—, el reconocimiento del
contexto sociocultural, y el paradigma del texto. “Textualismo” y
“Narrativismo” son dos tendencias que se van generalizando de manera
diferenciada entre los filósofos historiadores y los historiadores filósofos
de los años noventa en España, al mismo tiempo que la Hermenéutica se
va haciendo omnipresente, pero de manera un tanto difusa. No se trata de
la hermenéutica como método concreto de interpretación de textos,
sino de alguna radicalización ontológica o antropológica de la misma,
que replantea una filosofía sustantiva y, desde la misma, en algunos
casos, alguna forma filosófica de historiografía, alguna hermenéutica
histórica.
En
efecto, los años noventa se abren con la obra de Emilio Lledó El
silencio de la escritura, que repasa los grandes temas de una hermenéutica
histórica concebida como un diálogo con la escritura de los textos
filosóficos, pero que reacciona contra el neotextualismo de autores
como Barthes, Foucault, Derrida, Fish, Bloom, por ser “la forma
contemporánea del idealismo”. En su obra La Historia de la Filosofía como Hermenéutica, Diego Sánchez Meca
nos propone una Hermenéutica de las tradiciones filosóficas, que hace
suya la “explicación” (analítica, postestructuralismo), y la crítica
de las ideologías (marxismos, Escuela de Frankfurt). El textualismo
postestructuralista, derridiano, de los movimientos de desconstrucción,
entre nosotros autores como Patricio Peñalver, Cristina Peretti, etc.,
va más allá de la Hermenéutica, representa su único límite, porque
fragmenta y suspende los textos en una intertextualidad refractaria al
sentido, porque representa un narrativismo dogmático.
7.3.
La evolución de la historiografía en el campo de la Historia de la
Filosofía española ha seguido un curso característico, inclinado en
exceso a la historiografía culturalista. Hasta los años ochenta
predominaba el enfoque de la historiografía académica, ecléctica y
objetiva, que investigaba la aportación de los filósofos españoles al
discurso de la Filosofía universal en el marco del proyecto,
parcialmente realizado, de Bonilla y Sanmartín. La Historia
de la Filosofía española de Fraile pretendía responder a las
exigencias de la docencia de esta materia en los años setenta. La
publicación de La Historia crítica
del pensamiento español de José Luis Abellán abrió un período
de predominio del Hispanismo filosófico en la investigación y en la
docencia de esta materia, en un ciclo político caracterizado por el
general descuido de nuestras propias tradiciones culturales y de
pensamiento. En esta orientación, la Historia de la Filosofía española
queda disuelta en una Historia de las Ideas propias de la cultura española,
expresadas de manera especial en las filosofías literarias y en las
literaturas filosóficas, sin olvidar su contexto económico-político y
biográfico. No todos los profesores universitarios de esta materia
compartían este enfoque ni en la docencia ni en la investigación.
Pensemos en la historia del pensamiento en la España musulmana de Cruz
Hermández, o en las monografías sobre Ortega o sobre Unamuno de Pedro
Cerezo. Desde mediados los años noventa se observa una vuelta al
estudio de la Historia de la Filosofía española en relación a la
Historia de la Filosofía universal; de manera especial, se están
estudiando en esta línea las recepciones más importantes de filosofía
moderna y contemporánea: Krausismo y Fenomenología.
8
La
educación filosófica en la Enseñanza Secundaria y en el Bachillerato
ha experimentado tres situaciones distintas en este período. En el
ciclo político de la UCD, la Ley General de Educación de 1970 dio
lugar en los tres años de BUP a una educación moral de carácter filosófico,
como alternativa a la Religión; además, dispuso una Filosofía en el
tercer curso de BUP y una Historia de la Filosofía en COU. En la etapa
de gobierno socialista, la educación conoció dos períodos,
experimentalista en los años ochenta, y de implantación y creciente
burocratización en los noventa. Aunque terminó por implantarse una ética
en cuarto de ESO, la educación moral filosófica no gozó de especial
ascendiente y predominó la confianza en la educación transversal en
valores y actitudes. El enfoque de esa Ética respondió a los
planteamientos de los autores del área de Filosofía
moral. La Filosofía del primero de Bachillerato se organizó en
bloques temáticos y en sus contenidos fueron entrando de manera
creciente los desarrollos actuales dados a la Filosofía en las nuevas
áreas de conocimiento filosófico. La Historia de la Filosofía no
dispuso de un lugar adecuado en el Bachillerato LOGSE y terminó por
quedar reducida al Bachillerato de Humanidades, al borde de la
desaparición. En el enfoque de la Historia de la Filosofía, se fue
abandonando la exposición histórico sistemática y, a finales de los años
ochenta, ya se había generalizado el trabajo con textos de filósofos
clásicos y la atención al contexto socio-cultural. La discontinuidad
entre la Historia de la Filosofía y las nuevas áreas de conocimiento
filosófico se ha reflejado en la formación filosófica dispuesta en el
bachillerato.

©
Gerardo
Bolado Transición y recepción: La Filosofía Española en el último
tercio del siglo XX. Santander: Sociedad Menéndez Pelayo / Centro
Asociado a la UNED en Cantabria, 2001. Edición digital autorizada para
el Proyecto Ensayo Hispánico. Esta versión digital
se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción
destinada a otros fines deberá obtener los permisos correspondientes.
Edición para Internet preparada por José Luis Gómez-Martínez.