Proceso para el análisis de un
ejemplo
"La isla desierta"
(Roberto Arlt)
I. El título
¿Qué sugiere el título?
Antes de leer el texto dramático, podemos
pensar que la obra se desarrollará en una isla deshabitada. Esta
primera lectura está, como es inevitable, condicionada por nuestra
tradición narrativa: el título de un cuento, de una novela o de una
película señala directamente el tema central de la obra,
recurriendo a pocas palabras, casi siempre a un fragmento de frase
sin verbo principal. También sabemos que en el arte y en la
literatura del siglo XX el título podía representar, recurriendo a
la ironía, lo contrario al tema central.
En este caso, el título no
alude al escenario de la obra, como podríamos esperar, ni al
tema central discutido por los personajes. De hecho, sólo se
menciona una vez “la isla desierta” y muchas veces otros tipos de
islas habitadas por “salvajes”. Pero la idea de una isla desierta,
alejada del mundo cotidiano de los personajes, está fuertemente
implícita como deseo. Unas veces es deseo de libertad y otras de
poder. Uno de los personajes dice: “Lo menos que merezco es ser
capitán de una isla”, el mismo deseo de Sancho Panza en El
Quijote.
Es decir, en este caso el
título crea el tono del drama…
Así es. Esta obra gira en torno a varias
ideas, pero la creación de un ambiente psicológico (de
opresión) es fundamental para “percibir” el problema planteado. Si
bien el propósito declarado del autor fue escribir una parodia,
podemos interpretar que el resultado se aproxima a una crítica a la
modernidad, a la burocracia y a la automatización de la rutina.
Temas que, aunque abordados con un tono burlesco, no son
considerados frívolos o simples excusas para el entretenimiento.
¿En qué consiste la
introducción?
En teatro tenemos una presentación de los personajes.
Generalmente el autor necesita un espacio al comienzo para
desarrollar algunas características en los protagonistas. No
obstante, debemos considerar lo que aparece primero en un orden
cronológico de lectura: el texto secundario. Es aquí donde el
dramaturgo detalla sus ideas visuales sobre el escenario,
la escenografía y el vestuario. Estas descripciones
pueden ser parte fundamental de la obra. Le sirven al lector para
crear el ambiente imaginario donde se moverán los personajes y le
sirven al director y a los escenógrafos en el momento
de desarrollar la obra en un teatro. Este momento, el momento de la
representación, es el más importante. Se dice que la
representación es el objetivo de la escritura de una obra
dramática. No obstante, tal vez esta afirmación procede de la
tradición —desde Esquilo hasta Shakespeare—, cuando el texto escrito
no tenía un público de lectores tan amplio como hoy.
En el caso de “La isla
desierta”, el detalle de escena ¿aporta un contexto?
Sí, aunque en gran medida dependerá del lector o del espectador.
La sola mención de la palabra “oficina” es un contraste con el
título de la obra. Más aún cuando comenzamos a enterarnos de los
detalles: “Oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo
lo ancho del salón. [Los empleados] dispuestos en hilera como
reclutas [mientras que] una extrema luminosidad pesa sobre
estos desdichados simultáneamente encorvados y recortados en el
espacio por la desolada simetría de este salón de un décimo piso”.
En una primera lectura, podemos ver que cada una de las palabras nos
remite a un espacio geométrico, pulcro, rígidamente ordenado. En una
segunda lectura, considerando el contexto cultural de la
civilización occidental en 1937, fácilmente nos daremos cuenta que
el autor está haciendo referencia a la arquitectura moderna de los
años ‘30. En esta época, se había impuesto en casi todo el mundo
occidental el estilo racionalista del llamado
Movimiento Moderno.
Entonces, si el detalle de
escena es tan importante, ¿por qué se lo llama “texto secundario”?
La función del texto secundario depende de nuestra
posición frente a la obra: a) como espectadores de la representación
o b) como lectores del texto. Como lectores, no hay mucha diferencia
entre ambos textos; las acotaciones pasan a ser la voz de un
supuesto narrador. Los espectadores, sin embargo, no tienen acceso
directo al texto secundario (por eso secundario); las acotaciones
son palabras que no se pronuncian en la escena. El texto secundario
está presente en la representación sólo de un modo implícito y a
través de la interpretación y modificaciones del director que pone
en escena la obra.
II. La exposición
¿Cómo se introduce el
conflicto?
Desde las primeras voces presenciamos la
exposición del problema: repetidas veces, los empleados se equivocan
en sus tareas. Quien lo advierte es el Jefe. Su voz en todo momento
es amenazante: es una voz personal, pero también es la voz de un
orden social y laboral.
¿Por qué el Jefe no tiene
nombre?
Éste no es identificado en el texto
primario con un nombre personal porque no es necesario para un
director que pretenda representar la obra. Por otra parte, aún si
consideramos esta obra para ser leída, la función de este personaje
es representar la autoridad de un proceso, de un sistema. De igual
forma, hay tres empleados que son identificados con números
ordinales. Esta forma abstracta y anónima de indicar estos
personajes indica que son personajes secundarios o que representan
un “colectivo”, es decir, un grupo de personas semejantes. Por otra
parte, la idea de la “no identificación” es acorde con el tema de la
obra, que se centra en la abstracción de un trabajo burocrático,
repetitivo, impersonal y mecanizado. Manuel, en cambio, es aquel que
cuestionará el orden imperante en la oficina, lo cual le confiere
cierto carácter distintivo. El nombre propio y el cuestionamiento
humanizan al protagonista.
Sin embargo el personaje que
viene de afuera tampoco tiene un nombre propio…
En realidad, una acotación
introduce este personaje al lector con el nombre de “Cipriano”. Sin
embargo, a pesar de que este nombre es usado por la Empleada 1ª, el
texto primario, en los diálogos, sólo lo identifica como “Mulato”.
Este es un calificativo racial que refiere, según la tradición, a
una persona descendiente de blancos y negros. La misma acotación lo
describe como “simple y complicado, exquisito y brutal, y su voz por
momentos persuasiva”, pero no indica de forma explícita las
características raciales de este personaje excepto cuando la
Empleada 2ª llama “este negro”, para responsabilizar a alguien del
caos dionisiaco que es descubierto por el Jefe y el Director. De
cualquier forma, los lectores lo identificarán con un hombre de piel
oscura, pero los espectadores podrán ver otras características
“raciales” en este personaje dependiendo de la interpretación del
director que pone en escena la obra.
¿Tiene algún valor simbólico
este detalle?
Sí, si tenemos en cuenta que Mulato
representa todo aquello que no son los empleados. El color de la
piel de un empleado de oficina probablemente no sea el mismo que el
de un marinero que ha conocido muchas islas tropicales. Aunque en la
realidad pueda entenderse como un estereotipo, en una obra de teatro
podemos pensar que cada detalle es significativo. Este contraste
acentúa otros contrastes en las formas de vida de los empleados y
del mulato: organización contra desorganización, reclusión contra
libertad, racionalidad contra vitalidad, etc.
¿El mulato es, entonces,
quien provoca el conflicto principal?
Desde el inicio Manuel y los empleados
culpan a los barcos de sus errores. Luego las historias de viajes de
Mulato serán el desencadenante de los deseos reprimidos de los
empleados. La danza final es una muestra de este contraste entre la
racionalidad moderna de la producción monótona y los sueños de
aventuras de los empleados. El jefe y el director reprobarán esta
escena y luego ordenarán cerrar las ventanas que muestran el mundo
exterior, especialmente los barcos en el puerto. Sin embargo, toda
la historia está señalando otros elementos como los responsables del
conflicto: el mismo sistema de la oficina y, de una forma más
amplia, el mismo sistema industrialista y repetitivo, responsables
de la alienación y deshumanización del individuo moderno.
III. Estructura
¿Cómo podríamos definir la
estructura de esta obra?
Esta obra consta de un solo acto. Por
esta razón tenemos una única escenografía. La acción se desarrolla
en una unidad de tiempo que podríamos llamar “tiempo real”, en el
sentido de que no se representa un flujo de tiempo diferente al de
los espectadores. Sin embargo podemos identificar cuatro escenas:
una hasta el momento en que sale el jefe; una segunda cuando los
empleados quedan solos y reflexionan sobre sus vidas; una tercera
cuando entra Mulato; y una cuarta y última cuando entran el Jefe y
el Director.
¿En qué consiste el texto
primario de esta obra?
Al no haber un monólogo o
acotaciones habladas, podemos decir que todo el texto primario
está compuesto de diálogos entre los personajes. Estos
diálogos pueden ser clasificados de distintas formas. Tenemos
diálogos directos y más de una acción referida: cuando los
empleados cuentan que antes trabajaron durante años en el sótano del
edificio o cuando el Mulato cuenta acerca de sus aventuras por el
mundo.
¿Y el espacio escénico?
El espacio escénico sólo se
realiza en un escenario de teatro. No obstante, el lector no puede
evitar crear con su imaginación un espacio definido con los
elementos que le aportan las acotaciones de escena del texto
secundario. En cierta forma lo mismo hace el espectador en el teatro
cuando escucha los espacios referidos por boca de los mismos
actores, como por ejemplo la referencia a los barcos que los
personajes ven pasar desde la ventana.
¿Aparte de los actores y del
escenario, qué otros elementos deberían cuidarse en la
representación de esta obra?
Otros elementos son el vestuario (en el caso de Mulato
está definido como “un uniforme de color canela”) y los demás
actantes, como por ejemplo la ventana principal, los escritorios
alineados como soldados, el vaso de agua fría de Mulato, la corona
de papel, la tapa de la máquina de escribir que es usada como
tambor, etc.
¿Es una estructura
tradicional?
Si consideramos como “tradicional” el
teatro que a partir del siglo XVIII se escribió en prosa, sí lo es.
Por otra parte, podríamos decir que “La isla desierta” cumple con
los preceptos estéticos de Aristóteles: unidad de acción y
unidad de tiempo. Además, el orden interno es propio del teatro
clásico de la antigua Grecia.
Según este orden tradicional,
podemos identificar: una exposición (los empleados no pueden
trabajar sin equivocarse), un incidente (la nueva vista de
los barcos y la entrada de Mulato), un clímax (la danza en la
oficina) y un desenlace (la clausura de la ventana). Sin
embargo, si consideramos la temática tratada, podríamos decir que la
exposición con un propósito de crítica social es más característico
de la dramaturgia del siglo XX que de la tradición anterior.
IV. Estilo del lenguaje
¿El estilo del lenguaje, es
importante?
Depende de los propósitos de la puesta
en escena. En el texto original podemos observar un uso
frecuente del voseo. Esta variación del español es común en
algunas regiones de Colombia y en algunos países de América Central.
Sin embargo, por su uso se reconoce a los hablantes de Uruguay y de
gran parte de Argentina, especialmente de los habitantes de Buenos
Aires. Así podemos leer en algunos momentos: “Vos,
ingeniero naval...” u otras expresiones
típicas de aquella región cultural como “¡Che,
debe hacer un fresco bárbaro por ahí!”. Sin embargo, también podemos
leer que el Mulato usa modos antiguos del español de Castilla, para
dramatizar de forma burlona un tono solemne junto con algunos
anacronismos, como “amanuense” [escribano, copista]:
“Ved cuán noble es tu corazón. Ved cuan responsables son tus
palabras. Ved cuán inocente son tus intenciones. Ruborizaos,
amanuenses. Llorad lágrimas de tinta. Todos vosotros os pudriréis
como asquerosas ratas entre estos malditos libros…”. El mismo autor
define esta forma de teatro con una palabra inusual, para remarcar
el tono de parodia: “burlería en un acto”.
Entonces, el voseo ¿es un
elemento importante de la obra?
En este caso no hay razones para pensar
así. Si cambiásemos el voseo por el tuteo la obra no cambiaría
significativamente. El autor lo escribió siguiendo su costumbre, que
era hablarles a sus lectores con su propio estilo. De hecho, para
representarla en cualquier otra parte del mundo bien se podría
adaptar ligeramente su gramática para que este rasgo lingüístico no
resulte innecesariamente relevante. La parodia solemne del Mulato,
en cambio, sí resulta un elemento significativo. Aunque de forma
irónica, alude a la “voz de la conciencia” que era representada en
el coro griego.
(Majfud)
Proyecto Ensayo Hispánico
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