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Prosopopeya o personificación

La prosopopeya o personificación consiste en atribuir a las cosas inanimadas acciones y cualidades propias de un ser animado. Veamos unos ejemplos: “Vierte la fuente un agua confiada” (“En lo alto” de Mantero); “Salíme al campo, vi que el sol bebía / los arroyos del yelo desatados” (“Miré los muros de la Patria mía” de Quevedo); “en la lona gime el viento” (“Canción del pirata” de Espronceda); “Empieza el llanto / de la guitarra” (“La guitarra” de Lorca). En estos versos, cosas inanimadas como el agua, el sol, el viento o la guitarra, muestran cualidades propias de las personas como es el tener confianza, el beber o el llorar.

La prosopopeya o personificación es un recurso retórico muy frecuente en la creación literaria de todos los tiempos. Su expresión puede ser explícita, en el sentido de un diálogo con un ser inanimado como en el siguiente ejemplo del romance “Abenámar, Abenámar” en el cual el rey don Juan habla a la ciudad de Granada y la ciudad le responde:

—Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene,
muy grande bien me quería.

En otras ocasiones la prosopopeya o personificación se aplica a cosas incorpóreas o abstractas, e incluso puede permanecer oculta hasta que se descifra el sentido alegórico del texto literario. Así, por ejemplo, en el poema “Vino, primero, pura” de Juan Ramón Jiménez, que incluimos en la antología; sólo al final del poema se nos comunica que la “persona” a la que se aludía durante todo el poema es en realidad la “poesía”:

Vino, primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.
……………………….
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

(Gómez-Martínez)

Proyecto Ensayo Hispánico