Repertorio de Ensayistas y Filósofos

Gabriel Restrepo Forero

 

"Ascenso y caída de la sociología: 1959-1966"[i]

El Departamento de Sociología de la Universidad Nacional se fundó como institución adscrita a la Facultad de Ciencias Económicas[ii]. Decisivos fueron los apoyos del decano de esta Facultad, Luis Ospina Vásquez, y del rector, Mario Laserna. Sin embargo, estos dos personajes de la cultura, llamados a la Universidad luego del régimen Militar, debieron renunciar poco después. Al parecer, lo hicieron ante la imposibilidad de transformar una universidad cada vez más obsoleta en su estructura orgánica.

Según Orlando Fals Borda, "habían tratado de modernizar muy rápido" (ADSUN, Rockefeller Foundation 1959/60, Jun.25 de 1959). Como buen sociólogo, Fals Borda podría advertir que en sociedades tan tradicionales como la colombiana, cambios progresivos despiertan la furia de intereses creados. Luego, Fals Borda y Camilo Torres Restrepo tendrían motivos trágicos para comprender este principio.

El Departamento inició clases en los albores del Frente Nacional, pocos días después de consumada la Revolución Cubana, y dos años antes de la formulación de la Alianza para el Progreso. En la inauguración, hacia agosto de 1959, el Arzobispo de Bogotá bendijo el edificio, y asistieron ministros y altas personalidades. Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo, entonces profesores de cátedra, fundaron el Departamento.

Fals Borda había cursado estudios secundarios en el Colegio Americano de Barranquilla, y superiores, maestría y doctorado, en los Estados Unidos. Debe subrayarse que Fals Borda se formó en un momento de apogeo de las ciencias sociales en los Estados Unidos, bajo una perspectiva que destacaba la integración de las ciencias sociales. Allí aprendió de la antropología las técnicas de observación participante, que luego transformaría, con propias experiencias, en la metodología de investigación-acción.

Hacia 1950 había iniciado en Colombia uno de los primeros estudios empíricos sobre una comunidad rural, Saucío, publicado luego con el nombre de Campesinos de los Andes (Fals Borda, 1961). Diana Obregón considera que este texto representa el equivalente de una ruptura epistemológica en Colombia, por la aproximación empírica a un tema que había sido objeto de miradas más bien literarias. Esta perspectiva es compartida por Jaime Eduardo Jaramillo en el prólogo a una nueva edición de la obra.

Con su especial capacidad, Fals Borda combinaría entre 1959 y 1960 los siguientes papeles: investigador patrocinado por la fundación Rockefeller, Director y profesor del Departamento de Sociología y Director del Ministerio de Agricultura. En esta entidad se esbozaban los primeros proyectos de Reforma Agraria. Formado en valores del liberalismo democrático, ese liberalismo clásico que podía llegar hasta el anarquismo en su oposición al Estado, Fals Borda pondría mucha energía en estos proyectos de cambio social, todavía con la esperanza de una transformación de las instituciones políticas colombianas.

Camilo Torres Restrepo era hijo de Calixto Torres Umaña, quien había sido decano de la Escuela de Medicina hacia 1934, y en esa condición había contribuido a esclarecer el proceso de reforma de la Universidad Nacional bajo la administración de López Pumarejo (Torres Restrepo, Camilo, 1970). Camilo se ordenó como sacerdote en el Seminario Conciliar de Bogotá, en 1954. Estudió sociología en la Universidad Católica de Lovaina, donde se graduó con la tesis: "Approche Statistique de la Realité Socioeconomique de la ville de Bogotá", en julio de 1959 (Torres, Camilo, 1970) . Esta tesis fue pionera de la investigación de los problemas sociales de la ciudad moderna en Colombia. Contribuyó además a llamar la atención sobre la necesidad de un examen empírico de la pobreza urbana y sobre la importancia de llevar en forma continua estadísticas sobre el nivel de vida.

Por algún tiempo, Camilo Torres conjugaría sus papeles como capellán auxiliar de la Universidad Nacional, profesor de Sociología, miembro de la Conciliatura de la Universidad y miembro del Comité de Promoción de la Acción Comunal en el Ministerio de Educación.

Se conciliaban en estos dos fundadores creencias religiosas católica y protestante, una formación propia en la sociología, orientaciones científicas europeas y norteamericanas, investigaciones pioneras sobre sociología rural y sobre sociología urbana.

En los dos, la dedicación a la profesión académica era parcial en sus comienzos. Combinaban papeles que los vinculaban al Estado y a la Iglesia, las dos instituciones que habían servido hasta el momento para el ascenso de la clase dirigente. Incrustados allí, todavía creían posible acelerar el cambio social en un sentido democrático y liberal, quizás tomando en cuenta el precedente de la Revolución en Marcha.

Bastaron pocos años para que el ciclo concluyera de modo trágico. El hecho decisivo fue la muerte del Padre Camilo Torres Restrepo en las montañas de Santander, el día 15 de febrero de 1966, en combate de grupos guerrilleros con el ejército. En esta época, culminaba el proceso de transformación de la Universidad Nacional con la creación de las facultades de Ciencias (1964) y de Ciencias Humanas (1966), a la cual se integró, como Departamento, la Facultad de Sociología. Fals Borda se retiró entonces de la Universidad y renunció a cualquier posibilidad de acción en el gobierno. Bajo el impacto de la muerte de Camilo Torres, y en un encerramiento voluntario, escribió La Subversión en Colombia.

En ese lapso de siete breves años se modificaron muchas dimensiones de la sociología: su relación orgánica con la universidad, su concepción sobre la sociedad, las actitudes e imágenes populares del papel del sociólogo, las orientaciones teóricas y metodológicas, el destino de las personas. Con probabilidad, no ha habido proceso de cambio social tan drástico y tan dramático, tan pleno de ambigüedades.

El ambiente nacional fue determinado por el paso de la dictadura y del régimen militar de transición, al Frente Nacional (1958). Un tránsito marcado por cierta esperanza innovadora, pero también por la ansiedad concomitante a la primera alternación del gobierno (1962) y por una creciente tensión de diversas fuerzas políticas. Temas de preocupación pública eran la violencia y la paz, la reforma agraria, los primeros planes y estrategias nacionales de desarrollo, las reformas administrativas del Estado, las crisis en un sistema educativo en creciente expansión, la reforma universitaria, los conflictos en la cultura y en la religión en el momento preliminar al Concilio Vaticano II.

En el plano de la cultura, fue la época del fin de Mito (con la trágica desaparición de Eduardo Gaitán Durán y de Cote Lamus) y del surgimiento de Eco. Del fin de los vestigios del clasicismo y de la influencia hispánica y del nacimiento del nadaismo. Del ascenso de pintores como Botero y Obregón, por encima de las tradiciones pictóricas del Grupo Bachué. Del término del ciclo de novela costumbrista, como la encarnada en Osorio Lizarazo y del ascenso de García Márquez.

Dichos cambios en la sensibilidad se realizaron en una atmósfera marcada por los rumbos y efectos de la Revolución Cubana (enero de 1959). En términos de Tad Szulc, ella "había introducido la guerra fría en el hemisferio occidental"(Zsulc, Tad, 1967) Para prevenir la expansión de la influencia cubana, se concibió la Alianza para el Progreso en marzo de 1961, réplica en miniatura del Plan Marshall[iii].

Junto al diseño económico, había un designio de modelar las instituciones, entre ellas las universitarias, en la visión geopolítica de Estados Unidos. Los estudios sobre problemas de América Latina se iniciaron en Centros Regionales constituidos para el efecto en universidades norteamericanas. Fundaciones como la Ford, la Rockefeller, la Fulbright y otras, lo mismo que los Cuerpos de Paz, se amoldaban a una estrategia global de apoyo a los enunciados de la Alianza para el Progreso.

Una influencia súbita de esta naturaleza provocó en la universidad un impacto muy sensible, aquel que había previsto Arboleda. Impacto más marcado en las ciencias sociales, por el reciente proceso de afirmación, y explosivo cuando se revelaron consecuencias políticas de investigaciones que no perseguían propiamente un ideal de conocimiento.

El Departamento de Sociología fue sostenido en gran medida en sus primeros años por entidades como las mencionadas, que aportaron los recursos indispensables para la docencia y la investigación (biblioteca, máquinas de cómputo), el sueldo de profesores extranjeros (Andrew Pearse, Williamson, Flynn, Everett Rogers, Havens, Ross, entre otros), y sobresueldos para la realización de algunas investigaciones por parte de los profesores nacionales (Camilo Torres y Fals Borda).

No puede dudarse que en principio existía un ánimo constructivo y liberal en la misión que se asignaba a la sociología por parte de los agentes involucrados. La sociología debía diagnosticar los problemas de la sociedad y contribuir a las soluciones con conocimientos y propuestas de reforma[iv]. Se confiaba en la innovación del sistema político y económico, como producto del saber.

Era la versión de la paloma, no la del halcón. Se insistía todavía más en la transformación, que en la prevención de conflictos o en el control social. Parecía como si retornara el espíritu de Comte, reencarnado en el personaje de Silva. La sociología resurgía "con el fin de modificar un pueblo y elevarlo y verificar en él una vasta experiencia de sociología experimental". Los instrumentos ahora eran más apropiados, menos literarios, los característicos de una sociología acomodada a las tradiciones de estudios empíricos de caso de los académicos de Estados Unidos.

Sólo que éste era, en gran medida, un proceso de cambio inducido y no autónomo. Cuando afuera se transformó la definición del problema (control y no cambio social, doctrina de seguridad y no reformas), los líderes internos quedaron expuestos al repudio y al escarnio.

Durante un año y medio, Fals Borda debió aplazar su deseo de incorporarse de lleno a la universidad. Sucesivas crisis políticas hacían más necesaria su continuidad en un cargo que era técnico. Su oficina preparaba proyectos de reforma agraria, de los cuales luego se ocuparían los políticos sustrayendo y enmendando.

Pero este papel se justificaba como argumento en favor de la sociología. En mayo 19 de 1960 escribía Fals Borda a Lynn Smith: "aunque todo esto transforma mis planes, puede redundar en bien porque tendré la oportunidad de concluir el trabajo iniciado en el Ministerio. Francamente dañaría mi reputación y la de la profesión sociológica si me retirara en un momento tan crítico. Por supuesto, son grandes las responsabilidades y me preocupo mucho, pues todos los ojos se concentran en el Ministerio. Mis estudiantes y los demás esperan que pueda demostrar cuánto puede hacer un sociólogo en un puesto público" (ADSUN, Fals- Smith).

En agosto de 1960, Fals Borda ya pudo renunciar, cuando se constituyó el Comité Nacional Agrario, encargado de resumir los diversos proyectos para presentar uno a consideración del Congreso. No obstante, continuaría como asesor técnico ocasional. De esta forma, el Departamento de Sociología fue protagonista de la expedición de la ley 135 de Reforma Agraria, sancionada en diciembre de 1961.

Y aún más tarde, la institución tendría su parte en la ejecución, pues Fals Borda y Camilo Torres serían miembros del Comité Técnico del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INCORA), y cumplirían en el medio académico funciones de investigación, de formación de líderes y de extensionistas.

En abril de 1962, escribía Fals Borda a Lynn Smith: "La Reforma Agraria está en marcha, y yo estoy metido en ella hasta el pescuezo. A pesar de ciertos temores, he decidido empeñarme a fondo en ella. Es una experiencia única el hecho de poder participar y aún de poder controlar algunos de los procesos de cambio socioeconómico en estos países. El primer proyecto es el del Valle de Cunday, en Tolima, y mis estudiantes y yo hemos completado un largo trabajo de campo de una semana sobre el terreno para el Instituto de Reforma Agraria" (ADSUN, Fals – Smith). El término que Fals Borda utiliza: "controlar", significaba contribuir a que los propósitos de la reforma no fueran desvirtuados por las distorsiones de los políticos tradicionales y de los terratenientes.

Por su parte, Camilo Torres se había comprometido desde 1959 en la creación de la acción comunal. A él se sumarían Andrew Pearse y Fals Borda en 1960. En 1959 Camilo Torres fundó MUNIPROC, entidad fundada para "prestar en las comunidades subdesarrolladas una atención profesional que tienda a estimular la creación de servicios permanentes a su cargo y de acuerdo con las necesidades existentes y rehabilitar a esas comunidades mediante el desarrollo integral con la capacitación técnica de sus miembros" (ADSUN, Fals - Smith).

Por la misma época, Camilo escribía: "El trabajo universitario es el que me ha llenado más, después del trabajo con los pobres... En Colombia se ha iniciado un movimiento de Acción Comunal muy interesante. Se propone organizar en gran escala la acción de comunidades locales para la rehabilitación de todas las deficiencias, gracias a la propia organización. Para eso se requiere formar promotores voluntarios que consagren su vida al servicio de la comunidad. Tienen el propósito de hacer algo apolítico y técnico. Sin embargo tú sabes lo que eso implica en un país latino, tropical y subdesarrollado: intrigas políticas, burocracia, etc. Yo he dejado toda la decisión al Arzobispo. Me aterran esos puestos de importancia exterior. Cada vez veo más lejano mi ideal de vivir pobre entre los pobres" (Torres, 1970).

En julio de 1960, el Departamento de Sociología colaboró con el Ministerio de Educación en establecer las bases de una división de Acción Comunal allí. En septiembre organizó un Congreso Interuniversitario de Desarrollo de la Comunidad. Como consecuencia, la Universidad Nacional creó un Consejo Interfacultades para el Desarrollo de la Comunidad. En septiembre de 1962 llegaría el primer contingente de Cuerpos de Paz enviado a Latinoamérica (el segundo en el mundo, después de Ghana).

Las promociones de Cuerpos de Paz serían entrenadas en la Facultad de Sociología, o por profesores de la Facultad. Los cuerpos de Paz trabajarían en actividades tales como Acción Comunal, Televisión Educativa, carreteras, salud y educación. Algunos de ellos, es bueno recordarlo ahora, orientarían luego sus temas de investigación sobre Colombia y contribuirían a modernizar la historiografía nacional con una perspectiva crítica.

Así, la sociología contaba con un respaldo que permitió un extraordinario crecimiento en los primeros años. Constituida como Departamento en el mismo año que la física, la sociología desempeñaría con ella y con el Instituto de Ciencias Naturales tarea de primer orden en el cambio de la universidad.

Las investigaciones de los profesores de sociología fueron motivo para que los organismos directivos de la Universidad estudiaran nuevos procedimientos de apoyo a una actividad marginal hasta entonces en el campus. No había antecedentes. En noviembre de 1960 se aprobó en la Universidad Nacional un estatuto docente que comenzó a consagrar la dedicación de tiempo completo o la dedicación exclusiva.

En octubre de 1961 se creó la Sección de Investigación Social en la Facultad de Sociología, al tiempo que surgieron centros análogos en las Facultades de Psicología y de Ciencias Económicas.

Finalidades de esta sección eran:

  • "a) absolver consultas y prestar asistencia técnica en asuntos sociales para aquellas entidades o personas que así lo solicitaren a la Universidad;

  • b) colaborar en los trabajos de investigación que efectúen los profesores y alumnos de la Facultad de Sociología;

  • c) efectuar otros trabajos de investigación social dentro y fuera de la Universidad con fines específicamente científicos;

  • d) preparar material docente derivado de la investigación social;

  • e) publicar los resultados de las investigaciones efectuadas, así como monografías sobre la sociedad y la cultura colombiana, textos, boletines y escritos científicos;

  • f) divulgar en el exterior los valores científicos colombianos dentro de las ciencias sociales y en Colombia los avances que en estas mismas disciplinas se hagan en el exterior"[v].

Se señalaba que: "buena parte de estos trabajos han sido financiados con fondos de fuera de la Universidad Nacional" (ADSUN, Informe). La investigación no se había institucionalizado en la Universidad Nacional: no hacía parte de las escalas salariales, ni se contemplaba en la dedicación. Todo lo cual explica, en parte, por qué no hubo suficiente integración de la investigación con la docencia, y por qué sería luego tan precaria la continuidad de la investigación. Era una actividad artificial, superpuesta con gran esfuerzo a la estructura corriente de la Universidad, y en gran parte subsidiada por las fundaciones, que sentían en mayor medida que el Estado o la sociedad colombiana la necesidad de la investigación social.

Estas apreciaciones son corroboradas en la carta de enero 9 de 1964 que dirigía Fals Borda a Roberto Wikham, director de la Fundación Ford en Bogotá. Decía, refiriéndose al programa de investigación: "Esta es una de las actividades más importantes de la Facultad y que reorienta los intereses de la Universidad, cambiando la imagen pública que se había formado, en el sentido de que ella era una torre de marfil, sin contacto con las realidades nacionales. Hoy podemos indicar un número importante de investigaciones y de informes técnicos útiles para servir a instituciones externas y al gobierno nacional. Hasta el momento hemos funcionado sobre la base de un director asignado por la UNESCO y sobre la base de contratos. Creemos que es hora de nombrar internamente un investigador y de acercarnos a la investigación pura. Pero aún los salarios de la Universidad son muy bajos, y es necesario contar con un investigador de primer orden mediante el mecanismo de los subsidios. La Universidad, por lo tanto, está nombrando a uno, elevando su sueldo, a través de un subsidio, a 7.000 pesos. Además, se propone crear un fondo especial para investigación independiente" (ADSUN, Informe, 1966).

La sección de investigaciones alcanzó a incorporar equipos de cómputo, una buena biblioteca y materiales para el trabajo de campo.

Vale la pena esbozar las grandes líneas temáticas de las investigaciones.

La línea más privilegiada fue la de temas rurales, cuyo fundamento había puesto Fals Borda. La de mayor trascendencia pública por causas comprensibles fue La Violencia en Colombia (Fals, 1962). Se realizaron estudios sobre tenencia de la tierra, en coordinación con el INCORA y con el Centro Interamericano de Desarrollo Agrícola (Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola. Colombia. Tenencia de la Tierra y Desarrollo Socioeconómico del Sector Agropecuario.Ca 1966). Havens, Montero y Romieux hicieron investigaciones patrocinadas por INCORA y el Land Tenure Center (Havens, Eugene, Montero, L. y Romieux, M. 1965). En este último caso se ha presentado una interesante continuidad extra institucional al realizar los investigadores un estudio de las mismas regiones pasados poco más o menos diez años para evaluar los cambios producidos (A Eugene Havens et. al. 1977). Los trabajos sobre comunidades rurales de Fals Borda, quien en sus estudios sobre la costa ha mantenido, a la margen del Departamento, continuidad en interés y perspectivas. Por mucho tiempo el Departamento de Sociología dejaría de lado este campo, hasta el Seminario sobre el Programa de Desarrollo Rural Integrado que organizó con apoyo del ICFES en agosto de 1978. A partir de entonces, esta temática ha venido recuperando terreno con el Proyecto de Jaime Eduardo Jaramillo sobre la propiedad parcelaria y los trabajos sobre la baja Guajira encabezados por Normando Suárez (Jaramillo, Jaime Eduardo. 1979; Suárez Normando, 1979).

De los trabajos sobre sociología industrial sobresalieron el de Lipmann: El Empresario Bogotano (Lipmann, Aron 1966) y la investigación sobre clase obrera, dirigida por Daniel Pécaut, para la cual la sección prestó asesoría, quedando en ella, como contrapartida, materiales que han sido muy utilizados en la enseñanza de las técnicas de investigación (Mayor, Alberto, Pérez, Hesper Eduardo, Weiss, Anita. 1977). En esta temática donde quizás se advierte una mayor continuidad en los veinte años del Departamento, aunque son evidentes los replanteamientos teóricos y metodológicos. La investigación sobre clases sociales, por una parte, y los recientes informes y resultados de investigación de los profesores Alberto Mayor y Anita Weiss, han continuado la línea temática de la Sociología industrial (Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, 1971).

En sociología urbana se registran tres trabajos el más importante de los cuales es el de Camilo Torres Restrepo: La proletarización de Bogotá. Usandizaga y Havens (1966), entre otros, sin mucha continuidad, al parecer. Como en el caso de la sociología rural, este objeto de preocupación sociológica sólo ha sido retomado, aunque con muchas dificultades, en los años ochentas.

Trabajo único en su campo y ejemplar de todos los esfuerzos de investigación de la primera etapa del Departamento fue el de Virginia Gutiérrez de Pineda: La familia en Colombia (1963).

Ernesto Guhl y Miguel Fornaguera abrieron camino a los estudios regionales. López Toro a los demográficos y a los relativos a la regionalización del país (1969). Williamson inició los trabajos sobre el ámbito universitario (1969), que ha sido retomado en otra perspectiva[vii].

En muy poco tiempo, investigadores colombianos y extranjeros brindaban una visión objetiva de algunos problemas cruciales del país, como no había sucedido hasta entonces.

Manifestación importante del impulso inicial fue la creación de la Asociación Colombiana de Sociología, el día 11 de abril de 1962. La Asociación fue sostenida con el liderazgo y apoyo de la Facultad de Sociología, y por sus fundadores, Fals Borda y Camilo Torres Restrepo. En breve tiempo, organizó dos Congresos Nacionales de Sociología y el Octavo Congreso Latinoamericano de sociología.

También se diseñó una política de especialización de egresados, para lograr una progresiva autonomía en la enseñanza de la sociología. En septiembre de 1963 se creó una Sección de Estudios Graduados, que en diciembre de 1964 se convertiría en un posgrado en sociología del desarrollo. El posgrado continuaría por inercia entre 1966 y 1969, año en el cual llegó a un punto muerto.

La investigación y la docencia fueron selladas con una muy dinámica política de difusión, publicaciones y canje, garantizada con el establecimiento de un ágil Fondo Rotatorio de Publicaciones. Entre 1959 y 1966, la Facultad publicó cerca de 38 libros, resultado de investigaciones de sus docentes.

Dos edificios se construyeron para atender las necesidades de crecimiento de la sociología, ocupados en 1961 el primero, y en 1964, el segundo.

Todo esto pareció irse a pique en muy poco tiempo. ¿Qué factores fueron responsables del deterioro y del freno brusco de un proceso de cambio tan extraordinario?

Se deben señalar dos: 1) la incidencia negativa del cambio de organización de la Universidad Nacional, conocido bajo el nombre de "integración", o Plan Patiño y, 2) la intensidad del conflicto político nacional.

Como se había insinuado, la Universidad se reunió en un territorio a partir de 1935, pero continuó siendo una expresión geográfica de múltiples facultades separadas. Contra la atomización del saber habían luchado en vano rectores de tendencias tan opuestas como Gerardo Molina y Jorge Vergara Delgado. En la administración, había duplicidad, pérdida de recurso, desaprovechamiento de espacios y de materiales. En el saber, provincianismo, parcelación, estrechez de miras.

Hacia 1960 esta situación era crítica, dada la tendencia al aumento de especialidades y la presión para el ingreso a la universidad. Así lo formulaba la Comisión Académica, cuando declaraba ante un caso en el que se pretendía transformar un departamento en facultad, que:"es necesario buscar la manera de que no se multipliquen las unidades docentes, tratando al mismo tiempo de unificar la administración de la enseñanza. Es posible crear nuevas carreras, sin crear nuevas facultades".

Ya el mismo Departamento de Sociología en diciembre de 1960 se había transformado en Facultad independiente de la de Economía. No se había institucionalizado la idea del Departamento como unidad básica de la Universidad. No obstante, el decano declaraba que con el esfuerzo de crear un año básico común para muchas disciplinas "podría darse un primer paso para la posterior coordinación dentro de las ciencias sociales (derecho, economía, psicología, educación y filosofía) hasta que se lograra el objetivo de alcanzar una verdadera y amplia Facultad universitaria de Ciencias Sociales" (ADSUN, Fals – Rockefeller: diciembre 10 de 1960).

Y hacia este objetivo de integración del conocimiento tendió la Facultad de Sociología. Se mantuvieron buenas relaciones con la economía. Se constituyó una Sección de Antropología Social en noviembre de 1961. Se integró la carrera de Trabajo Social que funcionaba en el Colegio Mayor de Cundinamarca. Se estimularon los estudios de historia y de geografía.

Esta integración real de saberes en el marco de una Facultad como la de Sociología hacía esperar que una integración mayor y formal redundaría en una mejor capacidad de investigación y en mayor poder de la sociología. Sin embargo, el curso que siguió la integración formal atentó contra la integración real que en la práctica se estaba imponiendo.

La Facultad de Sociología fue abanderada del proceso de cambio institucional y de integración que propició el rector José Félix Patiño. Paradójicamente, las facultades más opuestas a este plan, como la de Educación, fueron las más beneficiadas, mientras que sociología sería el núcleo más negativamente afectado.

Existe una buena literatura sobre este proceso, que es, sin embargo, poco conocido (Magnusson; Mankeliunas. Mateo y Restrepo, Horacio). Se centraron ciertos servicios básicos, como administración de espacios, manejo de presupuesto, bibliotecas, admisiones, planeación, sistemas de cómputo, bienes y servicios, publicaciones e investigación. Las Facultades que disponían en forma autónoma de estos servicios debieron enajenarlos o perder autoridad sobre ellos, suponiéndose que como contrapartida tendrían un servicio más potenciado y expedito.

En la práctica no sucedió así. Las deficiencias de una administración central poco ágil contribuyeron al caos y a la crisis. La crisis provocó inestabilidad directiva. La inestabilidad confirió más poder a una burocracia central, que multiplicaba los controles y se hacía cada vez más insensible a las necesidades académicas.

En segundo lugar, se intentó la integración de la multiplicidad de facultades en unas pocas, para constituir el departamento como unidad primaria, y la facultad como secundaria o derivada. La integración se llevó a cabo en las facultades de ciencias, ingeniería y ciencias humanas. No se hizo en salud, en las disciplinas agropecuarias y en derecho. En las áreas integradas, el proceso se guió con criterios diferentes y tuvo resultados disímiles, buenos para la Facultad de Ciencias, desastrosos para la de Ciencias Humanas, que conforman en la universidad moderna el núcleo del sector académico o no profesional (Parsons, 1973).

La Facultad de Ciencias se constituyó en 1964, integrada por las antiguas unidades de química (1941); ingeniería química (1946), que poco tiempo después se integrarían a la nueva Facultad de Ingeniería; química farmacéutica (1927); matemáticas (dependiente de Ingeniería desde el siglo pasado); geología (1951); el Instituto de Ciencias Naturales (Departamento de Botánica, 1936); el Departamento de Física (1959); la sección de biología de la Facultad de Medicina y el Observatorio Astronómico.

La integración allí se hizo atendiendo al criterio de afinidad científica. Con ligeras modificaciones, la Facultad de Ciencias ha conservado su unidad básica y ha crecido orgánicamente, aumentando su potencial de investigación reconocido por COLCIENCIAS, su poder y peso en la Universidad, aunque con el lastre de una administración central ineficiente.

En la Facultad de Ciencias Humanas, la integración fue tortuosa y problemática. Tuvo más un carácter administrativo que académico. Se reunieron entidades no afines y la integración se produjo en un ambiente más ideológico que científico.

En agosto 4 de 1964 se integraron las antiguas Facultades de Filosofía y Letras (1952) y Ciencias de la Educación (1959). Esta no había encajado muy bien dentro de la universidad. Entre 1933 y 1935 funcionó como Escuela de Educación, y allí tuvo, sin duda, un momento brillante con su director, Rafael Bernal Jiménez y con los profesores Agustín Nieto Caballero y Tomás Rueda Vargas, entre otros (Bernal Jiménez, Rafael 1935). Pero fue segregada para constituir, con la Facultad de Educación de Tunja, trasladada a Bogotá, la Escuela Normal Superior. Aunque en 1946 Germán Arciniegas y Gerardo Molina, entonces Ministro de Educación y Rector de la Universidad Nacional, propusieron su fusión con la Universidad Nacional, la idea no prosperó (Ministerio de Educación/Arciniegas, Germán, 1946). Después del período brillante de la Escuela Normal, las ciencias de la educación, habían decaído. Crecieron privadas de su fundamentación científica, que ahora era materia de disciplinas especializadas, como la psicología, las ciencias, la geografía, la sociología, la historia, etc.

Por otra parte, en junio 30 de 1964 se creó la Facultad de Ciencias Sociales, integrada por las Facultades de Psicología (1957) y de Sociología (1960), ésta con todos sus satélites. Esta integración respondía más o a exigencias locativas que científicas (aprovechar el espacio construido en el edificio de Sociología). En 1964 había más razones para integrar a sociología con ciencias económicas, o con historia, que con psicología. Entre 1964 y 1965 se intentó aproximar las unidades integradas con un plan básico común, modificando el pensum, pero todo esto no hizo más que sembrar confusión. La integración se había realizado sin principios académicos. En marzo de 1966, se integró la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales, reuniendo las Facultades constituidas en 1964. La nueva Facultad se componía de los siguientes departamentos: Antropología, Ciencias de la Educación, Filosofía e Idiomas, Geografía, Historia, Psicología y Sociología.

Dos meses más tarde, la Facultad de Economía (con sus respectivos departamentos: economía, administración y contaduría) también sería incorporada a ese entidad gigante, ahora denominada Facultad de Ciencias Humanas

Contra su querer, algunos Departamentos, como el de Sociología, cedieron las Secciones de Investigación, que en marzo 17 de 1966 se integraron en el Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID).

Con la separación de docencia e investigación y con el criterio de privilegiar el número de alumnos y de clases dictadas para evaluar la eficiencia de los departamentos y asignar recursos, se produjeron deformaciones estructurales, como el enanismo de la lingüística y la literatura, en un departamento de Filología e Idiomas, dedicado a una enseñanza regular de idiomas extranjeros. Las carreras de Ciencias de la Educación crecieron en número, duplicando sin un fundamento de investigación la enseñanza de ciencias y de ciencias sociales, mientras que departamentos como Sociología, Historia, Geografía, se veían reducidos a mínima expresión en espacio, materiales, ayudas para investigación, presupuesto para profesores, publicaciones, etc.

Como si no bastara lo anterior, el proceso de integración universitaria se desarrolló en un marco de crecientes conflictos nacionales que en último término llevaron a la ruptura del compromiso de la institución sociológica con un proyecto de gobierno que cada vez perdía el impulso democrático original del Frente Nacional. Como consecuencia, el Departamento perdió casi todo apoyo para realizar una investigación independiente y crítica.

Hacia 1964 era ya perceptible una alteración en el panorama internacional, y en particular en el latinoamericano. En diciembre de 1963 había sido asesinado Kennedy y con él parecía sepultada la Alianza para el Progreso, con sus ideales liberales. En un balance posterior, Huntington señalaría que la Alianza para el Progreso contribuyó a desestabilizar la región, porque aceleró expectativas de cambio social que no podía ser satisfechas en la débil estructura de los Estados nacionales de América Latina (Huntington, Samuel P, 1968).

Entonces se acuño la doctrina de la seguridad nacional. La política exterior puso el énfasis en aspectos preventivos y de control, y dejó a un lado la ilusión de un cambio democrático. En 1963 había sido depuesto Bosch en República Dominicana. En 1964 se produjeron golpes militares en Brasil (fue depuesto Goulart) y en Bolivia. Se hablaba del retorno de los generales. La tensión en el Caribe llega a su máximo punto con la matanza de los estudiantes en la zona del canal de Panamá y con la declaratoria del bloqueo a Cuba. En abril de 1964, Camilo Torres Restrepo escribía desde Perú: "La reacción se comienza a pasear por todo nuestro continente" (Torres, Camilo, 1970: 36). En 1965 los conflictos madurarán con el inicio de la escalada del Vietnam y con el desembarco de tropas norteamericanas en Santo Domingo (mayo 28). Estos sucesos alimentaron un clima de rebelión estudiantil en todo el mundo occidental, que coincidía con un inusitado ascenso de la juventud a los estudios superiores (Parsons, T., 1979).

Un hecho crucial tuvo lugar entonces en las ciencias sociales. A partir de 1964 el Pentágono comenzó a idear el Plan Camelot, dirigido a examinar las causas y los potenciales de la subversión interna en América Latina, dentro del concepto de seguridad nacional. Del orden de los cinco millones de dólares, el plan contaba con la asistencia de científicos sociales norteamericanos y de colaboradores latinoamericanos[viii]. Comenzó a denunciarse en Chile en julio de 1965. Se sabe que los directores del proyecto buscaron contactos con profesores de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, aunque éstos rehuyeron toda participación. El plan asumió en Colombia el nombre de "Simpático", y se llevó a cabo a pesar del retiro y denuncia de 9 de los colaboradores nacionales[ix], ninguno de los cuales pertenecía a la institución de Sociología.

El Plan Camelot planteó en toda América Latina el tema del colonialismo cultural. Como ya insinuara Arboleda, el afán de los investigadores extranjeros bien podría responder a prioridades distintas a las nacionales. La diferencia en organización, en recursos y en acumulación de conocimiento, produjo un trauma agudo.

Las denuncias hechas entonces tuvieron en muchos casos componentes irracionales y generalizaron de modo indiscriminado, hasta el punto de ver en toda investigación foránea un designio oculto. También se produjo un rechazo irracional a teorías funcionalistas, a técnicas de investigación empírica y a estudios de caso. Pero una buena contrapartida de esta resistencia fue el comenzar a explorar otras fuentes de pensamiento, en especial el pensamiento europeo y aún el de los clásicos norteamericanos, en un intento por configurar una base propia de conocimiento autónomo. Sólo que este pedido elemental de soberanía en el saber, no correspondería a una valoración política nacional de la importancia de las ciencias sociales, que por su disidencia intelectual comenzaban a ser hostilizadas.

Pero que la abrumadora invasión de las ciencias sociales norteamericanas que se habían manifestado en forma organizada a finales de los años cincuenta contribuía en su esencia a fomentar y reproducir el colonialismo cultural, ha sido algo que ha debido ser reconocido por la mayoría de los científicos sociales latinoamericanos, entre ellos de modo franco y lúcido por Orlando Fals Borda. Con una meditación bien sopesada sobre este proceso, Fals Borda reorientaría sus estudios y esfuerzos en la dirección de una ciencia éticamente comprometida con la liberación del pueblo[x].

Otra fuente de conflicto en este período se centró en la cuestión religiosa. Desde el Concordato, la relación entre religión y ciencia había sido muy tensa. En las ciencias sociales, el caso era crítico. El Departamento de Sociología se fundó como una institución secular y no confesional, como lo hubieran querido algunos. En él participaban un protestante, un sacerdote católico y no creyentes, nacionales y extranjeros de diferentes orientaciones ideológicas, reunidos sin embargo en la comunidad de normas del método científico. La cuestión religiosa se convertía más en un objeto de estudio, que en un principio dogmático. Muchas de las publicaciones de los primeros años abordaron el tema de la sociología de la religión. En las declaraciones de la institución se insistía en la contribución del Departamento a estimular la tolerancia religiosa y el pluralismo de creencias.

Pero esto mismo ya era para muchos un problema. Las luchas religiosas se habían avivado en la violencia, confundiéndose a menudo con ella. Los grupos protestantes habían avanzado. Por otra parte, los intentos de imponer un credo en la Universidad Nacional, secular por tradición, habían suscitado en el medio estudiantil una reacción anticlerical que se manifestaba con fuerza. En este contexto, no es extraño que en 1960 núcleos de la jerarquía católica se hubieran opuesto al nombramiento de Orlando Fals Borda como Decano, advirtiendo que era "protestante y comunista" (ADSUN, Fals - Lynn Smith, diciembre 10, 1960). Al mismo tiempo, para Camilo Torres la situación era en especial conflictiva: debía demostrar a los estudiantes que la actitud anticlerical no era muy fundada, y que religión, ciencia y compromiso con el cambio social no eran incompatibles.

El clímax de este conflicto sucedió en una huelga estudiantil de junio de 1962, en la cual Camilo Torres, y con él, la Facultad de Sociología, se inclinaron en defensa de reglas de procedimiento mínimas para juzgar sobre posibles expulsiones de estudiantes[xi]. Como consecuencia, Camilo Torres fue separado por la Iglesia de todas sus responsabilidades en la Universidad. En lo sucesivo, la Facultad de Sociología solicitaría en forma reiterada la revocatoria de la medida, en vano, pero continuaría vinculando a Camilo Torres como asesor del Consejo Directivo. En las condiciones vigentes, el conflicto de Camilo Torres con la Iglesia equivalía, poco más o menos, a una ruptura con el gobierno.

La primera alternación del poder del Frente Nacional, en 1962, contribuyó a detener y desvirtuar los procesos de reforma. El ritmo de ejecución de la reforma agraria se detuvo, y la Acción Comunal pasó a ser un botín en el Ministerio de Gobierno, y no en el de Educación, del mecanismo de las clientelas políticas.

Fals Borda escribía a Lynn Smith en octubre de 1964: "Agradezco su carta... donde me envía copias de su estudio sobre la reforma agraria en Colombia. Lo leí con mucho interés y decidí conservarlo por mucho tiempo, debido principalmente a que en el INCORA se ha presentado en el año pasado un cambio importante que contradice su previa orientación- la que usted expone en su trabajo. Para su información remito un informe del INCORA de 1963 y una copia del memorando de Feder, que critica la política del INCORA. Pienso que en lo esencial tal crítica se justifica, pero creo que Peñalosa obra tácticamente para ganar tiempo hasta que la administración liberal vuelva al poder. Con el presidente Valencia es muy difícil realizar una reforma agraria integral. Probablemente si Peñalosa tiene éxito en mantener intacto y activo su Instituto por los siguientes dos años, podría hacerse algo más definido luego de 1966" (ADSUN, Fals - Lynn Smith. Octubre 30 de 1964).

A pesar de las tensiones, en 1962 no se había estructurado la rebeldía de Camilo Torres Restrepo, como lo demuestra su deseo de ingresar a la orden de Santo Domingo (Torres, Camilo, 1970: 33). Quizás el momento definitivo de su viraje se produjo entre 1963 y 1964, cuando tuvo agudos enfrentamientos con miembros del Comité Técnico del INCORA, opuestos a las reformas.

Pero quizás la dirección posterior de su inconformidad sucedió en abril de 1964, cuando el gobierno y los militares rechazaron, luego de haberlo considerado conveniente, la iniciativa de un grupo de intelectuales y de científicos (Gerardo Molina, Gustavo Pérez, Monseñor Guzmán, Orlando Fals Borda y Camilo Torres, entre otros) encaminada a constituir una "Comisión de Estudios de carácter socioeconómico para canalizar y evaluar la situación de la región de Marquetalia, Tolima", y proponer una solución no militar al problema planteado por una "república independiente".

Como se sabe, el 14 de mayo el ejército ocupó la región, y al poco tiempo se conformarían grupos guerrilleros ofensivos. Desde el punto de vista de Camilo Torres, aquel hecho habría demostrado los límites de la sociología ante la razón de Estado. Y desde aquel momento, Colombia ha padecido el mal endémico de una nueva forma de violencia que, por desgracia, se nutrió de la rigidez de las formas políticas y de la desigualdad extrema de las condiciones sociales.

Otro motivo de conflicto fueron los cambios en el sistema de educación superior. Por mucho tiempo, la historia de la universidad fue la sucesión de esfuerzos por convertir conventos en universidades, y universidades en conventos, cuarteles en universidades, y universidades en cuarteles. Esta imagen extrema pone de presente lo precario de la institución universitaria, la poca valía del pensamiento, y con ello, la mengua del mismo Estado Nacional, para el cual debería ser esencial una institución que debía conservarse sagrada e independiente de compromisos de gobierno o de partido.

La república liberal había comprendido hasta cierto punto la dimensión de la universidad estatal. Entonces florecieron las universidades públicas, nacionales y departamentales, con la Universidad Nacional y la Escuela Normal a la cabeza. Pero a partir de 1948 este predominio comenzó a resquebrajarse. Ya en la década del veinte se había fundado la Universidad Libre. En los treinta, la Javeriana y la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín. Con los cambios en la atmósfera cultural siguientes al nueve de abril, la universidad pública se debilitó. Creció a su lado la universidad privada.

La expansión universitaria condujo a la creación de organismos centrales reguladores: el Ministerio de Educación se reestructuró hacia 1949. En 1952 surgió el Instituto Colombiano de Educación en el Exterior (ICETEX). En 1954 el Fondo Universitario Nacional. Hacia 1958 la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN).

La Universidad Nacional se veía en posición desventajosa para negociar su primacía en el sistema universitario. En lo interno, esto generó ansiedades, tensiones y conflictos. El movimiento estudiantil se tornó radical. Desde 1950, la Universidad Nacional experimentó sistemas muy diferentes y hasta contradictorios de gobierno, caracterizados todos por la cortedad de miras. El régimen de Laureano Gómez intervino por dos veces la Universidad Nacional, y lo propio hizo el régimen militar que fortaleció el poder de un rector ajeno a la comunidad académica.

El primer gobierno del Frente Nacional quiso ser benigno con la Universidad, pero al entregar la posibilidad efectiva de gobierno al Consejo Académico, compuesto por los decanos de las muchas Facultades en que se dividía la Universidad, produjo el extremo contrario de un vacío de poder real, que vino a ser llenado por el movimiento estudiantil, ya que entonces las organizaciones profesionales eran muy débiles, por ser la mayoría del profesorado de tiempo parcial. No se podía pasar de un régimen autoritario a uno colegial de un salto. Por lo demás, la colegialidad sólo puede operar con un mínimo de centralidad ejecutiva.

Al mismo tiempo, se puso de presente la inconsecuencia de vituperar al movimiento estudiantil, acusándolo de subversivo, cuando horas antes se le había ensalzado como agente heroico de la caída de rojas Pinilla. La tardía reforma de 1963, apresurada como siempre por conflictos estudiantiles, se propuso resolver el problema de una mínima centralidad de la autoridad. Pero no hizo más que avivarlo, al introducir en el Consejo Superior cuerpos extraños como los representantes de la Curia y de la Asociación Nacional de Industriales.

Todos estos conflictos se urdieron en una espesa trama, que acabó por detener de una manera abrupta el impulso de la innovación sociológica en muy pocos años. El "Discurso de Despedida del Decano Orlando Fals Borda en el Acto Académico del 11 de abril de 1966" (ADSUN, Discursos), permite vislumbrar las transformaciones ocurridas en apenas 7 años. En la primera fila del Auditorio Camilo Torres Restrepo se sitúan ahora "sólo profesores y estudiantes". La memoria registra la reciente muerte del fundador ("aunque sea del interés de varias instituciones que se olvide al Padre Camilo Torres y su obra, ello no será posible") y la ausencia de los primeros profesores, ya todos idos.

El orador recuerda los antiguos ideales y registra su desmoronamiento. Reformula la concepción del papel del sociólogo, anticipándose a la visión de la "sociología comprometida", que justificará en el libro La Subversión en Colombia, presentada en el último esfuerzo colectivo de aquella etapa, el Congreso de Sociología de 1967.

El discurso registra el drama vivido: "Cuántas esperanzas de transformación y de servicio iban envueltas en esas palabras (iniciales de apertura de la sociología). Esperanzas que quedaron satisfechas sólo parcialmente, por los eventos sociopolíticos que sacudieron adversamente al país poco después. Como miembro fundador de esta unidad docente, tiemblo al pensar que con el curso de los años nos acomodemos los sociólogos al orden imperante, que sabemos injusto. Este aburguesamiento de la sociología, este sometimiento de ella a los intereses egoístas de grupo, deben ser síntomas cuidadosamente vigilados y contrarrestados durante los años que siguen. El sociólogo verdadero, en nuestro medio en ebullición, además de científico celoso, no debe dejar de ser un obrero del cambio, un visionario de la nueva sociedad, o un ideólogo de la transformación de que tanto se habla hoy, gracias en buena medida a los trabajos investigativos de esta Facultad y a la conciencia que sobre los problemas nacionales fueron creando nuestros profesores" (ADSUN, Discursos).

Fals Borda señalaba allí lo que esperaba del nuevo desarrollo institucional: "Miremos un poco más allá, porque no podemos detenernos. Puestas ya las bases institucionales, hemos llegado a una encrucijada, a un punto en el que se vislumbran varias rutas y una promesa de mayores realizaciones. Hemos comenzado a escalar el pico de la integración, que nos invita a tener un más amplio horizonte intelectual. Con la creación de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, que responde a muchas de nuestras aspiraciones universitarias, se podría iniciar un nuevo ciclo de desarrollo científico social en Colombia, con proyecciones hacia América Latina. El éxito de este ciclo radica, en mi opinión, en el empeño de relacionar todas las ciencias sociales, sus conceptos y métodos de investigación, más entre sí y con la realidad nacional. La historia ha demostrado la dinámica de las ideas y de los hechos consecuentes para cambiar las sociedades, y las ideas, como los hechos, deben ser la materia prima y el motor de la dialéctica internas de esta gran Facultad. Si esto fuere así, ella habrá de convertirse en el promotor del cambio de la Universidad, llevándola hacia metas académicas, científicas y de servicio social cada vez más ambiciosas" (ADSUN, Discursos).

Otro, más tortuoso, sería sin embargo el curso de la sociología.

 

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ARCHIVOS

  • Archivos de la Asociación Colombiana de Sociología

  • ADSUN Archivos del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia

  • Archivos de la Universidad Nacional de Colombia

  • Archivos Personales A – Z P

  • Diarios Personales

  • ADSUN, Rockefeller Foundation 1959/60, Jun.25 de 1959

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  • ADSUN, Fals - Lynn Smith. Octubre 30 de 1964

  • ADSUN, Discursos

  • ADSUN, Informe, 1966.

  • ADSUN, Fals – Rockefeller: Diciembre 10 de 1960).

 

Notas

[i] Como se ha indicado, este ensayo estaba escrito casi tal como aparece aquí entre 1980 y 1981, pues se había concebido como una secuencia con el ensayo anterior. No obstante, su publicación se difirió hasta 1988 por razón de la necesidad de precisar algunos pequeños pasajes de la evaluación del papel de Orlando Fals Borda en los primeros años del Departamento o Facultad de Sociología. Que esto parezca como un asunto de excesivo celo, puede explicarse por el siguiente capítulo, pero, también, por el problema ya mencionado del tema de la justicia en el tratamiento de la deuda intelectual.

[ii] Acuerdo 4 de 1959 del Consejo Académico de la Universidad Nacional (feb.16)

[iii] El marco teórico general de esta política puede verse en Talcott Parsons, 1949 y 1960.

[iv] Hacia finales de 1958, Orlando Fals Borda realizaba una investigación sobre los cambios ocurridos en la comunidad rural de Saucío, a poco menos de cumplirse diez años de su trabajo Campesinos de los Andes. En enero de 1959 debió interrumpir su investigación por motivos prácticos: fue nombrado director del Ministerio de Agricultura, y a partir de marzo dirigiría el nuevo Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. Este tipo de tránsito entre la Universidad y el Estado no era extraño entonces. Por la misma época, un decano de la Facultad de Filosofía tomó licencia para ocupar el puesto de Ministro de Justicia, volvió a su cargo como decano, para ser nombrado luego Procurador General de la Nación. Ver: Studium (Bogotá) 2 (4/5); 125 (Ene-Sep. de 1958).

[v] ADSUN. “Informe sobre la Sección de Investigaciones Sociales del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Humana”. Bogotá, Nov. 1966, 7 p, mecanografiado.

 [vii]Esta perspectiva es el estudio de la Universidad como organización y como base institucional para el desarrollo de la ciencia. En este contexto son pertinentes los siguientes trabajos: Magnusson, William Lee. 1970. Jaramillo Uribe, Jaime. 1977. p.237-270. Restrepo, Gabriel, 1983, 9; 1991, 1.

[viii] Sobre el proyecto Camelot hay una bibliografía extensa. Para ello, remitimos a Galtung, Johan. 1968.

[ix] Zabala, Jaime et. al. Manifiesto a la opinión pública. Bogotá, mimeo, dic. de 1965. 8p. También: ADSUN.

[x] Fals Borda, Orlando. “El problema de la autonomía científica y cultural en Colombia”. En: Eco (Bogotá) 21 (6): 600-627. "Pero en vez de malgastar tiempo y energías documentando esta grave tendencia colonialista intelectual que es tan bien conocida, conviene ir más allá para examinar algunos elementos sociológicos e históricos que inciden en el problema que nos ocupa. Además, es procedente hacer la crítica franca y la autocrítica que deben distinguir a todo intelectual contemporáneo en Colombia".602-3; "La iniciación del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, como la de otras escuelas de la misma, se vio también inevitablemente afectada por tendencias extranjerizantes, como lo señalan varios estudios auto-críticos recientes. Tomaría mucho tiempo discutir aquí los diversos aspectos que entraron en este caso, en las varias etapas que se fueron superando. Otro autocrítica, junto a una amplia descripción del proceso dentro del contexto latinoamericano, se encuentra en mi libro Ciencia propia y colonialismo intelectual que ya circula en Bogotá (Editorial Oveja Negra)…", p.603. "Muchas veces se usan tales oportunidades en instituciones nacionales para poner a prueba empírica hipótesis o temas originados en los Estados Unidos relacionados con problemas de muy baja prioridad para Colombia, o con necesidades de contrainsurgencia y lucha antisubversiva que lesionan la soberanía nacional. A estas tareas desenfocadas se dedican centenares de colombianos en "adiestramiento". Que yo sepa, son contados aquellos compatriotas que a través del trabajo de tales misiones o centros hayan hecho contribuciones importantes u originales en su campo, habiéndose limitado más bien a hacer réplicas de sus profesores norteamericanos y, en el fondo, peones intelectuales de éstos" p.607.

[xi]Umaña Luna, Eduardo y Neissa Rosas, Carlos. Recopilación de documentos sobre la actual crisis de la Universidad Nacional (mimeo), ago.1962. 34 p.

 

Gabriel Restrepo Forero
Profesor Especial de la Facultad de Sociología
Universidad Nacional (Bogotá, Colombia)
Actualizado Junio de 2010

 

[Fuente: Capítulo III del libro de Gabriel Restrepo Forero. Peregrinación en Pos de Omega. Sociología y Sociedad en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002, 296 p.]

© José Luis Gómez-Martínez
Nota: Esta versión electrónica se provee únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los permisos que en cada caso correspondan.

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