Gabriel
Restrepo Forero
"Ascenso y caída de la
sociología: 1959-1966"[i]
El Departamento de Sociología de la Universidad Nacional se
fundó como institución adscrita a la Facultad de Ciencias
Económicas[ii].
Decisivos fueron los apoyos del decano de esta Facultad, Luis
Ospina Vásquez, y del rector, Mario Laserna. Sin embargo, estos
dos personajes de la cultura, llamados a la Universidad luego
del régimen Militar, debieron renunciar poco después. Al
parecer, lo hicieron ante la imposibilidad de transformar una
universidad cada vez más obsoleta en su estructura orgánica.
Según Orlando Fals Borda, "habían tratado de modernizar muy
rápido" (ADSUN, Rockefeller Foundation 1959/60, Jun.25 de 1959).
Como buen sociólogo, Fals Borda podría advertir que en
sociedades tan tradicionales como la colombiana, cambios
progresivos despiertan la furia de intereses creados. Luego,
Fals Borda y Camilo Torres Restrepo tendrían motivos trágicos
para comprender este principio.
El Departamento inició clases en los albores del Frente
Nacional, pocos días después de consumada la Revolución Cubana,
y dos años antes de la formulación de la Alianza para el
Progreso. En la inauguración, hacia agosto de 1959, el Arzobispo
de Bogotá bendijo el edificio, y asistieron ministros y altas
personalidades. Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo,
entonces profesores de cátedra, fundaron el Departamento.
Fals Borda había cursado estudios secundarios en el Colegio
Americano de Barranquilla, y superiores, maestría y doctorado,
en los Estados Unidos. Debe subrayarse que Fals Borda se formó
en un momento de apogeo de las ciencias sociales en los Estados
Unidos, bajo una perspectiva que destacaba la integración de las
ciencias sociales. Allí aprendió de la antropología las técnicas
de observación participante, que luego transformaría, con
propias experiencias, en la metodología de investigación-acción.
Hacia 1950 había iniciado en Colombia uno de los primeros
estudios empíricos sobre una comunidad rural, Saucío, publicado
luego con el nombre de Campesinos de los Andes (Fals
Borda, 1961). Diana Obregón considera que este texto representa
el equivalente de una ruptura epistemológica en Colombia, por la
aproximación empírica a un tema que había sido objeto de miradas
más bien literarias. Esta perspectiva es compartida por Jaime
Eduardo Jaramillo en el prólogo a una nueva edición de la obra.
Con su especial capacidad, Fals Borda combinaría entre 1959 y
1960 los siguientes papeles: investigador patrocinado por la
fundación Rockefeller, Director y profesor del Departamento de
Sociología y Director del Ministerio de Agricultura. En esta
entidad se esbozaban los primeros proyectos de Reforma Agraria.
Formado en valores del liberalismo democrático, ese liberalismo
clásico que podía llegar hasta el anarquismo en su oposición al
Estado, Fals Borda pondría mucha energía en estos proyectos de
cambio social, todavía con la esperanza de una transformación de
las instituciones políticas colombianas.
Camilo Torres Restrepo era hijo de Calixto Torres Umaña, quien
había sido decano de la Escuela de Medicina hacia 1934, y en esa
condición había contribuido a esclarecer el proceso de reforma
de la Universidad Nacional bajo la administración de López
Pumarejo (Torres Restrepo, Camilo, 1970). Camilo se ordenó como
sacerdote en el Seminario Conciliar de Bogotá, en 1954. Estudió
sociología en la Universidad Católica de Lovaina, donde se
graduó con la tesis: "Approche Statistique de la Realité
Socioeconomique de la ville de Bogotá", en julio de 1959
(Torres, Camilo, 1970) . Esta tesis fue pionera de la
investigación de los problemas sociales de la ciudad moderna en
Colombia. Contribuyó además a llamar la atención sobre la
necesidad de un examen empírico de la pobreza urbana y sobre la
importancia de llevar en forma continua estadísticas sobre el
nivel de vida.
Por algún tiempo, Camilo Torres conjugaría sus papeles como
capellán auxiliar de la Universidad Nacional, profesor de
Sociología, miembro de la Conciliatura de la Universidad y
miembro del Comité de Promoción de la Acción Comunal en el
Ministerio de Educación.
Se conciliaban en estos dos fundadores creencias religiosas
católica y protestante, una formación propia en la sociología,
orientaciones científicas europeas y norteamericanas,
investigaciones pioneras sobre sociología rural y sobre
sociología urbana.
En los dos, la dedicación a la profesión académica era parcial
en sus comienzos. Combinaban papeles que los vinculaban al
Estado y a la Iglesia, las dos instituciones que habían servido
hasta el momento para el ascenso de la clase dirigente.
Incrustados allí, todavía creían posible acelerar el cambio
social en un sentido democrático y liberal, quizás tomando en
cuenta el precedente de la Revolución en Marcha.
Bastaron pocos años para que el ciclo concluyera de modo
trágico. El hecho decisivo fue la muerte del Padre Camilo Torres
Restrepo en las montañas de Santander, el día 15 de febrero de
1966, en combate de grupos guerrilleros con el ejército. En esta
época, culminaba el proceso de transformación de la Universidad
Nacional con la creación de las facultades de Ciencias (1964) y
de Ciencias Humanas (1966), a la cual se integró, como
Departamento, la Facultad de Sociología. Fals Borda se retiró
entonces de la Universidad y renunció a cualquier posibilidad de
acción en el gobierno. Bajo el impacto de la muerte de Camilo
Torres, y en un encerramiento voluntario, escribió La
Subversión en Colombia.
En ese lapso de siete breves años se modificaron muchas
dimensiones de la sociología: su relación orgánica con la
universidad, su concepción sobre la sociedad, las actitudes e
imágenes populares del papel del sociólogo, las orientaciones
teóricas y metodológicas, el destino de las personas. Con
probabilidad, no ha habido proceso de cambio social tan drástico
y tan dramático, tan pleno de ambigüedades.
El ambiente nacional fue determinado por el paso de la dictadura
y del régimen militar de transición, al Frente Nacional (1958).
Un tránsito marcado por cierta esperanza innovadora, pero
también por la ansiedad concomitante a la primera alternación
del gobierno (1962) y por una creciente tensión de diversas
fuerzas políticas. Temas de preocupación pública eran la
violencia y la paz, la reforma agraria, los primeros planes y
estrategias nacionales de desarrollo, las reformas
administrativas del Estado, las crisis en un sistema educativo
en creciente expansión, la reforma universitaria, los conflictos
en la cultura y en la religión en el momento preliminar al
Concilio Vaticano II.
En el plano de la cultura, fue la época del fin de Mito
(con la trágica desaparición de Eduardo Gaitán Durán y de Cote
Lamus) y del surgimiento de Eco. Del fin de los vestigios
del clasicismo y de la influencia hispánica y del nacimiento del
nadaismo. Del ascenso de pintores como Botero y Obregón, por
encima de las tradiciones pictóricas del Grupo Bachué. Del
término del ciclo de novela costumbrista, como la encarnada en
Osorio Lizarazo y del ascenso de García Márquez.
Dichos cambios en la sensibilidad se realizaron en una atmósfera
marcada por los rumbos y efectos de la Revolución Cubana (enero
de 1959). En términos de Tad Szulc, ella "había introducido la
guerra fría en el hemisferio occidental"(Zsulc, Tad, 1967) Para
prevenir la expansión de la influencia cubana, se concibió la
Alianza para el Progreso en marzo de 1961, réplica en miniatura
del Plan Marshall[iii].
Junto al diseño económico, había un designio de modelar las
instituciones, entre ellas las universitarias, en la visión
geopolítica de Estados Unidos. Los estudios sobre problemas de
América Latina se iniciaron en Centros Regionales constituidos
para el efecto en universidades norteamericanas. Fundaciones
como la Ford, la Rockefeller, la Fulbright y otras, lo mismo que
los Cuerpos de Paz, se amoldaban a una estrategia global de
apoyo a los enunciados de la Alianza para el Progreso.
Una influencia súbita de esta naturaleza provocó en la
universidad un impacto muy sensible, aquel que había previsto
Arboleda. Impacto más marcado en las ciencias sociales, por el
reciente proceso de afirmación, y explosivo cuando se revelaron
consecuencias políticas de investigaciones que no perseguían
propiamente un ideal de conocimiento.
El Departamento de Sociología fue sostenido en gran medida en
sus primeros años por entidades como las mencionadas, que
aportaron los recursos indispensables para la docencia y la
investigación (biblioteca, máquinas de cómputo), el sueldo de
profesores extranjeros (Andrew Pearse, Williamson, Flynn,
Everett Rogers, Havens, Ross, entre otros), y sobresueldos para
la realización de algunas investigaciones por parte de los
profesores nacionales (Camilo Torres y Fals Borda).
No puede dudarse que en principio existía un ánimo constructivo
y liberal en la misión que se asignaba a la sociología por parte
de los agentes involucrados. La sociología debía diagnosticar
los problemas de la sociedad y contribuir a las soluciones con
conocimientos y propuestas de reforma[iv].
Se confiaba en la innovación del sistema político y económico,
como producto del saber.
Era la versión de la paloma, no la del halcón. Se insistía
todavía más en la transformación, que en la prevención de
conflictos o en el control social. Parecía como si retornara el
espíritu de Comte, reencarnado en el personaje de Silva. La
sociología resurgía "con el fin de modificar un pueblo y
elevarlo y verificar en él una vasta experiencia de sociología
experimental". Los instrumentos ahora eran más apropiados, menos
literarios, los característicos de una sociología acomodada a
las tradiciones de estudios empíricos de caso de los académicos
de Estados Unidos.
Sólo que éste era, en gran medida, un proceso de cambio inducido
y no autónomo. Cuando afuera se transformó la definición del
problema (control y no cambio social, doctrina de seguridad y no
reformas), los líderes internos quedaron expuestos al repudio y
al escarnio.
Durante un año y medio, Fals Borda debió aplazar su deseo de
incorporarse de lleno a la universidad. Sucesivas crisis
políticas hacían más necesaria su continuidad en un cargo que
era técnico. Su oficina preparaba proyectos de reforma agraria,
de los cuales luego se ocuparían los políticos sustrayendo y
enmendando.
Pero este papel se justificaba como argumento en favor de la
sociología. En mayo 19 de 1960 escribía Fals Borda a Lynn Smith:
"aunque todo esto transforma mis planes, puede redundar en bien
porque tendré la oportunidad de concluir el trabajo iniciado en
el Ministerio. Francamente dañaría mi reputación y la de la
profesión sociológica si me retirara en un momento tan crítico.
Por supuesto, son grandes las responsabilidades y me preocupo
mucho, pues todos los ojos se concentran en el Ministerio. Mis
estudiantes y los demás esperan que pueda demostrar cuánto puede
hacer un sociólogo en un puesto público" (ADSUN, Fals- Smith).
En agosto de 1960, Fals Borda ya pudo renunciar, cuando se
constituyó el Comité Nacional Agrario, encargado de resumir los
diversos proyectos para presentar uno a consideración del
Congreso. No obstante, continuaría como asesor técnico
ocasional. De esta forma, el Departamento de Sociología fue
protagonista de la expedición de la ley 135 de Reforma Agraria,
sancionada en diciembre de 1961.
Y aún más tarde, la institución tendría su parte en la
ejecución, pues Fals Borda y Camilo Torres serían miembros del
Comité Técnico del Instituto Nacional de Reforma Agraria
(INCORA), y cumplirían en el medio académico funciones de
investigación, de formación de líderes y de extensionistas.
En abril de 1962, escribía Fals Borda a Lynn Smith: "La Reforma
Agraria está en marcha, y yo estoy metido en ella hasta el
pescuezo. A pesar de ciertos temores, he decidido empeñarme a
fondo en ella. Es una experiencia única el hecho de poder
participar y aún de poder controlar algunos de los procesos de
cambio socioeconómico en estos países. El primer proyecto es el
del Valle de Cunday, en Tolima, y mis estudiantes y yo hemos
completado un largo trabajo de campo de una semana sobre el
terreno para el Instituto de Reforma Agraria" (ADSUN, Fals –
Smith). El término que Fals Borda utiliza: "controlar",
significaba contribuir a que los propósitos de la reforma no
fueran desvirtuados por las distorsiones de los políticos
tradicionales y de los terratenientes.
Por su parte, Camilo Torres se había comprometido desde 1959 en
la creación de la acción comunal. A él se sumarían Andrew Pearse
y Fals Borda en 1960. En 1959 Camilo Torres fundó MUNIPROC,
entidad fundada para "prestar en las comunidades
subdesarrolladas una atención profesional que tienda a estimular
la creación de servicios permanentes a su cargo y de acuerdo con
las necesidades existentes y rehabilitar a esas comunidades
mediante el desarrollo integral con la capacitación técnica de
sus miembros" (ADSUN, Fals - Smith).
Por la misma época, Camilo escribía: "El trabajo universitario
es el que me ha llenado más, después del trabajo con los
pobres... En Colombia se ha iniciado un movimiento de Acción
Comunal muy interesante. Se propone organizar en gran escala la
acción de comunidades locales para la rehabilitación de todas
las deficiencias, gracias a la propia organización. Para eso se
requiere formar promotores voluntarios que consagren su vida al
servicio de la comunidad. Tienen el propósito de hacer algo
apolítico y técnico. Sin embargo tú sabes lo que eso implica en
un país latino, tropical y subdesarrollado: intrigas políticas,
burocracia, etc. Yo he dejado toda la decisión al Arzobispo. Me
aterran esos puestos de importancia exterior. Cada vez veo más
lejano mi ideal de vivir pobre entre los pobres" (Torres, 1970).
En julio de 1960, el Departamento de Sociología colaboró con el
Ministerio de Educación en establecer las bases de una división
de Acción Comunal allí. En septiembre organizó un Congreso
Interuniversitario de Desarrollo de la Comunidad. Como
consecuencia, la Universidad Nacional creó un Consejo
Interfacultades para el Desarrollo de la Comunidad. En
septiembre de 1962 llegaría el primer contingente de Cuerpos de
Paz enviado a Latinoamérica (el segundo en el mundo, después de
Ghana).
Las promociones de Cuerpos de Paz serían entrenadas en la
Facultad de Sociología, o por profesores de la Facultad. Los
cuerpos de Paz trabajarían en actividades tales como Acción
Comunal, Televisión Educativa, carreteras, salud y educación.
Algunos de ellos, es bueno recordarlo ahora, orientarían luego
sus temas de investigación sobre Colombia y contribuirían a
modernizar la historiografía nacional con una perspectiva
crítica.
Así, la sociología contaba con un respaldo que permitió un
extraordinario crecimiento en los primeros años. Constituida
como Departamento en el mismo año que la física, la sociología
desempeñaría con ella y con el Instituto de Ciencias Naturales
tarea de primer orden en el cambio de la universidad.
Las investigaciones de los profesores de sociología fueron
motivo para que los organismos directivos de la Universidad
estudiaran nuevos procedimientos de apoyo a una actividad
marginal hasta entonces en el campus. No había antecedentes. En
noviembre de 1960 se aprobó en la Universidad Nacional un
estatuto docente que comenzó a consagrar la dedicación de tiempo
completo o la dedicación exclusiva.
En octubre de 1961 se creó la Sección de Investigación Social en
la Facultad de Sociología, al tiempo que surgieron centros
análogos en las Facultades de Psicología y de Ciencias
Económicas.
Finalidades de esta sección eran:
-
"a) absolver consultas y prestar asistencia técnica en
asuntos sociales para aquellas entidades o personas que así
lo solicitaren a la Universidad;
-
b) colaborar en los trabajos de investigación que efectúen
los profesores y alumnos de la Facultad de Sociología;
-
c) efectuar otros trabajos de investigación social dentro y
fuera de la Universidad con fines específicamente
científicos;
-
d) preparar material docente derivado de la investigación
social;
-
e) publicar los resultados de las investigaciones
efectuadas, así como monografías sobre la sociedad y la
cultura colombiana, textos, boletines y escritos
científicos;
-
f) divulgar en el exterior los valores científicos
colombianos dentro de las ciencias sociales y en Colombia
los avances que en estas mismas disciplinas se hagan en el
exterior"[v].
Se señalaba que: "buena parte de estos trabajos han sido
financiados con fondos de fuera de la Universidad Nacional" (ADSUN,
Informe). La investigación no se había institucionalizado en la
Universidad Nacional: no hacía parte de las escalas salariales,
ni se contemplaba en la dedicación. Todo lo cual explica, en
parte, por qué no hubo suficiente integración de la
investigación con la docencia, y por qué sería luego tan
precaria la continuidad de la investigación. Era una actividad
artificial, superpuesta con gran esfuerzo a la estructura
corriente de la Universidad, y en gran parte subsidiada por las
fundaciones, que sentían en mayor medida que el Estado o la
sociedad colombiana la necesidad de la investigación social.
Estas apreciaciones son corroboradas en la carta de enero 9 de
1964 que dirigía Fals Borda a Roberto Wikham, director de la
Fundación Ford en Bogotá. Decía, refiriéndose al programa de
investigación: "Esta es una de las actividades más importantes
de la Facultad y que reorienta los intereses de la Universidad,
cambiando la imagen pública que se había formado, en el sentido
de que ella era una torre de marfil, sin contacto con las
realidades nacionales. Hoy podemos indicar un número importante
de investigaciones y de informes técnicos útiles para servir a
instituciones externas y al gobierno nacional. Hasta el momento
hemos funcionado sobre la base de un director asignado por la
UNESCO y sobre la base de contratos. Creemos que es hora de
nombrar internamente un investigador y de acercarnos a la
investigación pura. Pero aún los salarios de la Universidad son
muy bajos, y es necesario contar con un investigador de primer
orden mediante el mecanismo de los subsidios. La Universidad,
por lo tanto, está nombrando a uno, elevando su sueldo, a través
de un subsidio, a 7.000 pesos. Además, se propone crear un fondo
especial para investigación independiente" (ADSUN, Informe,
1966).
La sección de investigaciones alcanzó a incorporar equipos de
cómputo, una buena biblioteca y materiales para el trabajo de
campo.
Vale la pena esbozar las grandes líneas temáticas de las
investigaciones.
La línea más privilegiada fue la de temas rurales, cuyo
fundamento había puesto Fals Borda. La de mayor trascendencia
pública por causas comprensibles fue La Violencia en Colombia
(Fals, 1962). Se realizaron estudios sobre tenencia de la
tierra, en coordinación con el INCORA y con el Centro
Interamericano de Desarrollo Agrícola (Comité Interamericano de
Desarrollo Agrícola. Colombia. Tenencia de la Tierra y
Desarrollo Socioeconómico del Sector Agropecuario.Ca 1966).
Havens, Montero y Romieux hicieron investigaciones patrocinadas
por INCORA y el Land Tenure Center (Havens, Eugene,
Montero, L. y Romieux, M. 1965). En este último caso se ha
presentado una interesante continuidad extra institucional al
realizar los investigadores un estudio de las mismas regiones
pasados poco más o menos diez años para evaluar los cambios
producidos (A Eugene Havens et. al. 1977). Los trabajos sobre
comunidades rurales de Fals Borda, quien en sus estudios sobre
la costa ha mantenido, a la margen del Departamento, continuidad
en interés y perspectivas. Por mucho tiempo el Departamento de
Sociología dejaría de lado este campo, hasta el Seminario sobre
el Programa de Desarrollo Rural Integrado que organizó con apoyo
del ICFES en agosto de 1978. A partir de entonces, esta temática
ha venido recuperando terreno con el Proyecto de Jaime Eduardo
Jaramillo sobre la propiedad parcelaria y los trabajos sobre la
baja Guajira encabezados por Normando Suárez (Jaramillo, Jaime
Eduardo. 1979; Suárez Normando, 1979).
De los trabajos sobre sociología industrial sobresalieron el de
Lipmann: El Empresario Bogotano (Lipmann, Aron 1966) y la
investigación sobre clase obrera, dirigida por Daniel Pécaut,
para la cual la sección prestó asesoría, quedando en ella, como
contrapartida, materiales que han sido muy utilizados en la
enseñanza de las técnicas de investigación (Mayor, Alberto,
Pérez, Hesper Eduardo, Weiss, Anita. 1977). En esta temática
donde quizás se advierte una mayor continuidad en los veinte
años del Departamento, aunque son evidentes los replanteamientos
teóricos y metodológicos. La investigación sobre clases
sociales, por una parte, y los recientes informes y resultados
de investigación de los profesores Alberto Mayor y Anita Weiss,
han continuado la línea temática de la Sociología industrial
(Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, 1971).
En sociología urbana se registran tres trabajos el más
importante de los cuales es el de Camilo Torres Restrepo: La
proletarización de Bogotá. Usandizaga y Havens (1966), entre
otros, sin mucha continuidad, al parecer. Como en el caso de la
sociología rural, este objeto de preocupación sociológica sólo
ha sido retomado, aunque con muchas dificultades, en los años
ochentas.
Trabajo único en su campo y ejemplar de todos los esfuerzos de
investigación de la primera etapa del Departamento fue el de
Virginia Gutiérrez de Pineda: La familia en Colombia
(1963).
Ernesto Guhl y Miguel Fornaguera abrieron camino a los estudios
regionales. López Toro a los demográficos y a los relativos a la
regionalización del país (1969). Williamson inició los trabajos
sobre el ámbito universitario (1969), que ha sido retomado en
otra perspectiva[vii].
En muy poco tiempo, investigadores colombianos y extranjeros
brindaban una visión objetiva de algunos problemas cruciales del
país, como no había sucedido hasta entonces.
Manifestación importante del impulso inicial fue la creación de
la Asociación Colombiana de Sociología, el día 11 de abril de
1962. La Asociación fue sostenida con el liderazgo y apoyo de la
Facultad de Sociología, y por sus fundadores, Fals Borda y
Camilo Torres Restrepo. En breve tiempo, organizó dos Congresos
Nacionales de Sociología y el Octavo Congreso Latinoamericano de
sociología.
También se diseñó una política de especialización de egresados,
para lograr una progresiva autonomía en la enseñanza de la
sociología. En septiembre de 1963 se creó una Sección de
Estudios Graduados, que en diciembre de 1964 se convertiría en
un posgrado en sociología del desarrollo. El posgrado
continuaría por inercia entre 1966 y 1969, año en el cual llegó
a un punto muerto.
La investigación y la docencia fueron selladas con una muy
dinámica política de difusión, publicaciones y canje,
garantizada con el establecimiento de un ágil Fondo Rotatorio de
Publicaciones. Entre 1959 y 1966, la Facultad publicó cerca de
38 libros, resultado de investigaciones de sus docentes.
Dos edificios se construyeron para atender las necesidades de
crecimiento de la sociología, ocupados en 1961 el primero, y en
1964, el segundo.
Todo esto pareció irse a pique en muy poco tiempo. ¿Qué factores
fueron responsables del deterioro y del freno brusco de un
proceso de cambio tan extraordinario?
Se deben señalar dos: 1) la incidencia negativa del cambio de
organización de la Universidad Nacional, conocido bajo el nombre
de "integración", o Plan Patiño y, 2) la intensidad del
conflicto político nacional.
Como se había insinuado, la Universidad se reunió en un
territorio a partir de 1935, pero continuó siendo una expresión
geográfica de múltiples facultades separadas. Contra la
atomización del saber habían luchado en vano rectores de
tendencias tan opuestas como Gerardo Molina y Jorge Vergara
Delgado. En la administración, había duplicidad, pérdida de
recurso, desaprovechamiento de espacios y de materiales. En el
saber, provincianismo, parcelación, estrechez de miras.
Hacia 1960 esta situación era crítica, dada la tendencia al
aumento de especialidades y la presión para el ingreso a la
universidad. Así lo formulaba la Comisión Académica, cuando
declaraba ante un caso en el que se pretendía transformar un
departamento en facultad, que:"es necesario buscar la manera de
que no se multipliquen las unidades docentes, tratando al mismo
tiempo de unificar la administración de la enseñanza. Es posible
crear nuevas carreras, sin crear nuevas facultades".
Ya el mismo Departamento de Sociología en diciembre de 1960 se
había transformado en Facultad independiente de la de Economía.
No se había institucionalizado la idea del Departamento como
unidad básica de la Universidad. No obstante, el decano
declaraba que con el esfuerzo de crear un año básico común para
muchas disciplinas "podría darse un primer paso para la
posterior coordinación dentro de las ciencias sociales (derecho,
economía, psicología, educación y filosofía) hasta que se
lograra el objetivo de alcanzar una verdadera y amplia Facultad
universitaria de Ciencias Sociales" (ADSUN, Fals – Rockefeller:
diciembre 10 de 1960).
Y hacia este objetivo de integración del conocimiento tendió la
Facultad de Sociología. Se mantuvieron buenas relaciones con la
economía. Se constituyó una Sección de Antropología Social en
noviembre de 1961. Se integró la carrera de Trabajo Social que
funcionaba en el Colegio Mayor de Cundinamarca. Se estimularon
los estudios de historia y de geografía.
Esta integración real de saberes en el marco de una Facultad
como la de Sociología hacía esperar que una integración mayor y
formal redundaría en una mejor capacidad de investigación y en
mayor poder de la sociología. Sin embargo, el curso que siguió
la integración formal atentó contra la integración real que en
la práctica se estaba imponiendo.
La Facultad de Sociología fue abanderada del proceso de cambio
institucional y de integración que propició el rector José Félix
Patiño. Paradójicamente, las facultades más opuestas a este
plan, como la de Educación, fueron las más beneficiadas,
mientras que sociología sería el núcleo más negativamente
afectado.
Existe una buena literatura sobre este proceso, que es, sin
embargo, poco conocido (Magnusson; Mankeliunas. Mateo y
Restrepo, Horacio). Se centraron ciertos servicios básicos, como
administración de espacios, manejo de presupuesto, bibliotecas,
admisiones, planeación, sistemas de cómputo, bienes y servicios,
publicaciones e investigación. Las Facultades que disponían en
forma autónoma de estos servicios debieron enajenarlos o perder
autoridad sobre ellos, suponiéndose que como contrapartida
tendrían un servicio más potenciado y expedito.
En la práctica no sucedió así. Las deficiencias de una
administración central poco ágil contribuyeron al caos y a la
crisis. La crisis provocó inestabilidad directiva. La
inestabilidad confirió más poder a una burocracia central, que
multiplicaba los controles y se hacía cada vez más insensible a
las necesidades académicas.
En segundo lugar, se intentó la integración de la multiplicidad
de facultades en unas pocas, para constituir el departamento
como unidad primaria, y la facultad como secundaria o derivada.
La integración se llevó a cabo en las facultades de ciencias,
ingeniería y ciencias humanas. No se hizo en salud, en las
disciplinas agropecuarias y en derecho. En las áreas integradas,
el proceso se guió con criterios diferentes y tuvo resultados
disímiles, buenos para la Facultad de Ciencias, desastrosos para
la de Ciencias Humanas, que conforman en la universidad moderna
el núcleo del sector académico o no profesional (Parsons, 1973).
La Facultad de Ciencias se constituyó en 1964, integrada por las
antiguas unidades de química (1941); ingeniería química (1946),
que poco tiempo después se integrarían a la nueva Facultad de
Ingeniería; química farmacéutica (1927); matemáticas
(dependiente de Ingeniería desde el siglo pasado); geología
(1951); el Instituto de Ciencias Naturales (Departamento de
Botánica, 1936); el Departamento de Física (1959); la sección de
biología de la Facultad de Medicina y el Observatorio
Astronómico.
La integración allí se hizo atendiendo al criterio de afinidad
científica. Con ligeras modificaciones, la Facultad de Ciencias
ha conservado su unidad básica y ha crecido orgánicamente,
aumentando su potencial de investigación reconocido por
COLCIENCIAS, su poder y peso en la Universidad, aunque con el
lastre de una administración central ineficiente.
En la Facultad de Ciencias Humanas, la integración fue tortuosa
y problemática. Tuvo más un carácter administrativo que
académico. Se reunieron entidades no afines y la integración se
produjo en un ambiente más ideológico que científico.
En agosto 4 de 1964 se integraron las antiguas Facultades de
Filosofía y Letras (1952) y Ciencias de la Educación (1959).
Esta no había encajado muy bien dentro de la universidad. Entre
1933 y 1935 funcionó como Escuela de Educación, y allí tuvo, sin
duda, un momento brillante con su director, Rafael Bernal
Jiménez y con los profesores Agustín Nieto Caballero y Tomás
Rueda Vargas, entre otros (Bernal Jiménez, Rafael 1935). Pero
fue segregada para constituir, con la Facultad de Educación de
Tunja, trasladada a Bogotá, la Escuela Normal Superior. Aunque
en 1946 Germán Arciniegas y Gerardo Molina, entonces Ministro de
Educación y Rector de la Universidad Nacional, propusieron su
fusión con la Universidad Nacional, la idea no prosperó
(Ministerio de Educación/Arciniegas, Germán, 1946). Después del
período brillante de la Escuela Normal, las ciencias de la
educación, habían decaído. Crecieron privadas de su
fundamentación científica, que ahora era materia de disciplinas
especializadas, como la psicología, las ciencias, la geografía,
la sociología, la historia, etc.
Por otra parte, en junio 30 de 1964 se creó la Facultad de
Ciencias Sociales, integrada por las Facultades de Psicología
(1957) y de Sociología (1960), ésta con todos sus satélites.
Esta integración respondía más o a exigencias locativas que
científicas (aprovechar el espacio construido en el edificio de
Sociología). En 1964 había más razones para integrar a
sociología con ciencias económicas, o con historia, que con
psicología. Entre 1964 y 1965 se intentó aproximar las unidades
integradas con un plan básico común, modificando el pensum, pero
todo esto no hizo más que sembrar confusión. La integración se
había realizado sin principios académicos. En marzo de 1966, se
integró la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales, reuniendo
las Facultades constituidas en 1964. La nueva Facultad se
componía de los siguientes departamentos: Antropología, Ciencias
de la Educación, Filosofía e Idiomas, Geografía, Historia,
Psicología y Sociología.
Dos meses más tarde, la Facultad de Economía (con sus
respectivos departamentos: economía, administración y
contaduría) también sería incorporada a ese entidad gigante,
ahora denominada Facultad de Ciencias Humanas
Contra su querer, algunos Departamentos, como el de Sociología,
cedieron las Secciones de Investigación, que en marzo 17 de 1966
se integraron en el Centro de Investigaciones para el Desarrollo
(CID).
Con la separación de docencia e investigación y con el criterio
de privilegiar el número de alumnos y de clases dictadas para
evaluar la eficiencia de los departamentos y asignar recursos,
se produjeron deformaciones estructurales, como el enanismo de
la lingüística y la literatura, en un departamento de Filología
e Idiomas, dedicado a una enseñanza regular de idiomas
extranjeros. Las carreras de Ciencias de la Educación crecieron
en número, duplicando sin un fundamento de investigación la
enseñanza de ciencias y de ciencias sociales, mientras que
departamentos como Sociología, Historia, Geografía, se veían
reducidos a mínima expresión en espacio, materiales, ayudas para
investigación, presupuesto para profesores, publicaciones, etc.
Como si no bastara lo anterior, el proceso de integración
universitaria se desarrolló en un marco de crecientes conflictos
nacionales que en último término llevaron a la ruptura del
compromiso de la institución sociológica con un proyecto de
gobierno que cada vez perdía el impulso democrático original del
Frente Nacional. Como consecuencia, el Departamento perdió casi
todo apoyo para realizar una investigación independiente y
crítica.
Hacia 1964 era ya perceptible una alteración en el panorama
internacional, y en particular en el latinoamericano. En
diciembre de 1963 había sido asesinado Kennedy y con él parecía
sepultada la Alianza para el Progreso, con sus ideales
liberales. En un balance posterior, Huntington señalaría que la
Alianza para el Progreso contribuyó a desestabilizar la región,
porque aceleró expectativas de cambio social que no podía ser
satisfechas en la débil estructura de los Estados nacionales de
América Latina (Huntington, Samuel P, 1968).
Entonces se acuño la doctrina de la seguridad nacional. La
política exterior puso el énfasis en aspectos preventivos y de
control, y dejó a un lado la ilusión de un cambio democrático.
En 1963 había sido depuesto Bosch en República Dominicana. En
1964 se produjeron golpes militares en Brasil (fue depuesto
Goulart) y en Bolivia. Se hablaba del retorno de los generales.
La tensión en el Caribe llega a su máximo punto con la matanza
de los estudiantes en la zona del canal de Panamá y con la
declaratoria del bloqueo a Cuba. En abril de 1964, Camilo Torres
Restrepo escribía desde Perú: "La reacción se comienza a pasear
por todo nuestro continente" (Torres, Camilo, 1970: 36). En 1965
los conflictos madurarán con el inicio de la escalada del
Vietnam y con el desembarco de tropas norteamericanas en Santo
Domingo (mayo 28). Estos sucesos alimentaron un clima de
rebelión estudiantil en todo el mundo occidental, que coincidía
con un inusitado ascenso de la juventud a los estudios
superiores (Parsons, T., 1979).
Un hecho crucial tuvo lugar entonces en las ciencias sociales. A
partir de 1964 el Pentágono comenzó a idear el Plan Camelot,
dirigido a examinar las causas y los potenciales de la
subversión interna en América Latina, dentro del concepto de
seguridad nacional. Del orden de los cinco millones de dólares,
el plan contaba con la asistencia de científicos sociales
norteamericanos y de colaboradores latinoamericanos[viii].
Comenzó a denunciarse en Chile en julio de 1965. Se sabe que los
directores del proyecto buscaron contactos con profesores de la
Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, aunque éstos
rehuyeron toda participación. El plan asumió en Colombia el
nombre de "Simpático", y se llevó a cabo a pesar del retiro y
denuncia de 9 de los colaboradores nacionales[ix],
ninguno de los cuales pertenecía a la institución de Sociología.
El Plan Camelot planteó en toda América Latina el tema del
colonialismo cultural. Como ya insinuara Arboleda, el afán de
los investigadores extranjeros bien podría responder a
prioridades distintas a las nacionales. La diferencia en
organización, en recursos y en acumulación de conocimiento,
produjo un trauma agudo.
Las denuncias hechas entonces tuvieron en muchos casos
componentes irracionales y generalizaron de modo indiscriminado,
hasta el punto de ver en toda investigación foránea un designio
oculto. También se produjo un rechazo irracional a teorías
funcionalistas, a técnicas de investigación empírica y a
estudios de caso. Pero una buena contrapartida de esta
resistencia fue el comenzar a explorar otras fuentes de
pensamiento, en especial el pensamiento europeo y aún el de los
clásicos norteamericanos, en un intento por configurar una base
propia de conocimiento autónomo. Sólo que este pedido elemental
de soberanía en el saber, no correspondería a una valoración
política nacional de la importancia de las ciencias sociales,
que por su disidencia intelectual comenzaban a ser hostilizadas.
Pero que la abrumadora invasión de las ciencias sociales
norteamericanas que se habían manifestado en forma organizada a
finales de los años cincuenta contribuía en su esencia a
fomentar y reproducir el colonialismo cultural, ha sido algo que
ha debido ser reconocido por la mayoría de los científicos
sociales latinoamericanos, entre ellos de modo franco y lúcido
por Orlando Fals Borda. Con una meditación bien sopesada sobre
este proceso, Fals Borda reorientaría sus estudios y esfuerzos
en la dirección de una ciencia éticamente comprometida con la
liberación del pueblo[x].
Otra fuente de conflicto en este período se centró en la
cuestión religiosa. Desde el Concordato, la relación entre
religión y ciencia había sido muy tensa. En las ciencias
sociales, el caso era crítico. El Departamento de Sociología se
fundó como una institución secular y no confesional, como lo
hubieran querido algunos. En él participaban un protestante, un
sacerdote católico y no creyentes, nacionales y extranjeros de
diferentes orientaciones ideológicas, reunidos sin embargo en la
comunidad de normas del método científico. La cuestión religiosa
se convertía más en un objeto de estudio, que en un principio
dogmático. Muchas de las publicaciones de los primeros años
abordaron el tema de la sociología de la religión. En las
declaraciones de la institución se insistía en la contribución
del Departamento a estimular la tolerancia religiosa y el
pluralismo de creencias.
Pero esto mismo ya era para muchos un problema. Las luchas
religiosas se habían avivado en la violencia, confundiéndose a
menudo con ella. Los grupos protestantes habían avanzado. Por
otra parte, los intentos de imponer un credo en la Universidad
Nacional, secular por tradición, habían suscitado en el medio
estudiantil una reacción anticlerical que se manifestaba con
fuerza. En este contexto, no es extraño que en 1960 núcleos de
la jerarquía católica se hubieran opuesto al nombramiento de
Orlando Fals Borda como Decano, advirtiendo que era "protestante
y comunista" (ADSUN, Fals - Lynn Smith, diciembre 10, 1960). Al
mismo tiempo, para Camilo Torres la situación era en especial
conflictiva: debía demostrar a los estudiantes que la actitud
anticlerical no era muy fundada, y que religión, ciencia y
compromiso con el cambio social no eran incompatibles.
El clímax de este conflicto sucedió en una huelga estudiantil de
junio de 1962, en la cual Camilo Torres, y con él, la Facultad
de Sociología, se inclinaron en defensa de reglas de
procedimiento mínimas para juzgar sobre posibles expulsiones de
estudiantes[xi].
Como consecuencia, Camilo Torres fue separado por la Iglesia de
todas sus responsabilidades en la Universidad. En lo sucesivo,
la Facultad de Sociología solicitaría en forma reiterada la
revocatoria de la medida, en vano, pero continuaría vinculando a
Camilo Torres como asesor del Consejo Directivo. En las
condiciones vigentes, el conflicto de Camilo Torres con la
Iglesia equivalía, poco más o menos, a una ruptura con el
gobierno.
La primera alternación del poder del Frente Nacional, en 1962,
contribuyó a detener y desvirtuar los procesos de reforma. El
ritmo de ejecución de la reforma agraria se detuvo, y la Acción
Comunal pasó a ser un botín en el Ministerio de Gobierno, y no
en el de Educación, del mecanismo de las clientelas políticas.
Fals Borda escribía a Lynn Smith en octubre de 1964: "Agradezco
su carta... donde me envía copias de su estudio sobre la reforma
agraria en Colombia. Lo leí con mucho interés y decidí
conservarlo por mucho tiempo, debido principalmente a que en el
INCORA se ha presentado en el año pasado un cambio importante
que contradice su previa orientación- la que usted expone en su
trabajo. Para su información remito un informe del INCORA de
1963 y una copia del memorando de Feder, que critica la política
del INCORA. Pienso que en lo esencial tal crítica se justifica,
pero creo que Peñalosa obra tácticamente para ganar tiempo hasta
que la administración liberal vuelva al poder. Con el presidente
Valencia es muy difícil realizar una reforma agraria integral.
Probablemente si Peñalosa tiene éxito en mantener intacto y
activo su Instituto por los siguientes dos años, podría hacerse
algo más definido luego de 1966" (ADSUN, Fals - Lynn Smith.
Octubre 30 de 1964).
A pesar de las tensiones, en 1962 no se había estructurado la
rebeldía de Camilo Torres Restrepo, como lo demuestra su deseo
de ingresar a la orden de Santo Domingo (Torres, Camilo, 1970:
33). Quizás el momento definitivo de su viraje se produjo entre
1963 y 1964, cuando tuvo agudos enfrentamientos con miembros del
Comité Técnico del INCORA, opuestos a las reformas.
Pero quizás la dirección posterior de su inconformidad sucedió
en abril de 1964, cuando el gobierno y los militares rechazaron,
luego de haberlo considerado conveniente, la iniciativa de un
grupo de intelectuales y de científicos (Gerardo Molina, Gustavo
Pérez, Monseñor Guzmán, Orlando Fals Borda y Camilo Torres,
entre otros) encaminada a constituir una "Comisión de Estudios
de carácter socioeconómico para canalizar y evaluar la situación
de la región de Marquetalia, Tolima", y proponer una solución no
militar al problema planteado por una "república independiente".
Como se sabe, el 14 de mayo el ejército ocupó la región, y al
poco tiempo se conformarían grupos guerrilleros ofensivos. Desde
el punto de vista de Camilo Torres, aquel hecho habría
demostrado los límites de la sociología ante la razón de Estado.
Y desde aquel momento, Colombia ha padecido el mal endémico de
una nueva forma de violencia que, por desgracia, se nutrió de la
rigidez de las formas políticas y de la desigualdad extrema de
las condiciones sociales.
Otro motivo de conflicto fueron los cambios en el sistema de
educación superior. Por mucho tiempo, la historia de la
universidad fue la sucesión de esfuerzos por convertir conventos
en universidades, y universidades en conventos, cuarteles en
universidades, y universidades en cuarteles. Esta imagen extrema
pone de presente lo precario de la institución universitaria, la
poca valía del pensamiento, y con ello, la mengua del mismo
Estado Nacional, para el cual debería ser esencial una
institución que debía conservarse sagrada e independiente de
compromisos de gobierno o de partido.
La república liberal había comprendido hasta cierto punto la
dimensión de la universidad estatal. Entonces florecieron las
universidades públicas, nacionales y departamentales, con la
Universidad Nacional y la Escuela Normal a la cabeza. Pero a
partir de 1948 este predominio comenzó a resquebrajarse. Ya en
la década del veinte se había fundado la Universidad Libre. En
los treinta, la Javeriana y la Pontificia Universidad
Bolivariana de Medellín. Con los cambios en la atmósfera
cultural siguientes al nueve de abril, la universidad pública se
debilitó. Creció a su lado la universidad privada.
La expansión universitaria condujo a la creación de organismos
centrales reguladores: el Ministerio de Educación se
reestructuró hacia 1949. En 1952 surgió el Instituto Colombiano
de Educación en el Exterior (ICETEX). En 1954 el Fondo
Universitario Nacional. Hacia 1958 la Asociación Colombiana de
Universidades (ASCUN).
La Universidad Nacional se veía en posición desventajosa para
negociar su primacía en el sistema universitario. En lo interno,
esto generó ansiedades, tensiones y conflictos. El movimiento
estudiantil se tornó radical. Desde 1950, la Universidad
Nacional experimentó sistemas muy diferentes y hasta
contradictorios de gobierno, caracterizados todos por la
cortedad de miras. El régimen de Laureano Gómez intervino por
dos veces la Universidad Nacional, y lo propio hizo el régimen
militar que fortaleció el poder de un rector ajeno a la
comunidad académica.
El primer gobierno del Frente Nacional quiso ser benigno con la
Universidad, pero al entregar la posibilidad efectiva de
gobierno al Consejo Académico, compuesto por los decanos de las
muchas Facultades en que se dividía la Universidad, produjo el
extremo contrario de un vacío de poder real, que vino a ser
llenado por el movimiento estudiantil, ya que entonces las
organizaciones profesionales eran muy débiles, por ser la
mayoría del profesorado de tiempo parcial. No se podía pasar de
un régimen autoritario a uno colegial de un salto. Por lo demás,
la colegialidad sólo puede operar con un mínimo de centralidad
ejecutiva.
Al mismo tiempo, se puso de presente la inconsecuencia de
vituperar al movimiento estudiantil, acusándolo de subversivo,
cuando horas antes se le había ensalzado como agente heroico de
la caída de rojas Pinilla. La tardía reforma de 1963, apresurada
como siempre por conflictos estudiantiles, se propuso resolver
el problema de una mínima centralidad de la autoridad. Pero no
hizo más que avivarlo, al introducir en el Consejo Superior
cuerpos extraños como los representantes de la Curia y de la
Asociación Nacional de Industriales.
Todos estos conflictos se urdieron en una espesa trama, que
acabó por detener de una manera abrupta el impulso de la
innovación sociológica en muy pocos años. El "Discurso de
Despedida del Decano Orlando Fals Borda en el Acto Académico del
11 de abril de 1966" (ADSUN, Discursos), permite vislumbrar las
transformaciones ocurridas en apenas 7 años. En la primera fila
del Auditorio Camilo Torres Restrepo se sitúan ahora "sólo
profesores y estudiantes". La memoria registra la reciente
muerte del fundador ("aunque sea del interés de varias
instituciones que se olvide al Padre Camilo Torres y su obra,
ello no será posible") y la ausencia de los primeros profesores,
ya todos idos.
El orador recuerda los antiguos ideales y registra su
desmoronamiento. Reformula la concepción del papel del
sociólogo, anticipándose a la visión de la "sociología
comprometida", que justificará en el libro La Subversión en
Colombia, presentada en el último esfuerzo colectivo de
aquella etapa, el Congreso de Sociología de 1967.
El discurso registra el drama vivido: "Cuántas esperanzas de
transformación y de servicio iban envueltas en esas palabras
(iniciales de apertura de la sociología). Esperanzas que
quedaron satisfechas sólo parcialmente, por los eventos
sociopolíticos que sacudieron adversamente al país poco después.
Como miembro fundador de esta unidad docente, tiemblo al pensar
que con el curso de los años nos acomodemos los sociólogos al
orden imperante, que sabemos injusto. Este aburguesamiento de la
sociología, este sometimiento de ella a los intereses egoístas
de grupo, deben ser síntomas cuidadosamente vigilados y
contrarrestados durante los años que siguen. El sociólogo
verdadero, en nuestro medio en ebullición, además de científico
celoso, no debe dejar de ser un obrero del cambio, un visionario
de la nueva sociedad, o un ideólogo de la transformación de que
tanto se habla hoy, gracias en buena medida a los trabajos
investigativos de esta Facultad y a la conciencia que sobre los
problemas nacionales fueron creando nuestros profesores" (ADSUN,
Discursos).
Fals Borda señalaba allí lo que esperaba del nuevo desarrollo
institucional: "Miremos un poco más allá, porque no podemos
detenernos. Puestas ya las bases institucionales, hemos llegado
a una encrucijada, a un punto en el que se vislumbran varias
rutas y una promesa de mayores realizaciones. Hemos comenzado a
escalar el pico de la integración, que nos invita a tener un más
amplio horizonte intelectual. Con la creación de la Facultad de
Filosofía y Ciencias Humanas, que responde a muchas de nuestras
aspiraciones universitarias, se podría iniciar un nuevo ciclo de
desarrollo científico social en Colombia, con proyecciones hacia
América Latina. El éxito de este ciclo radica, en mi opinión, en
el empeño de relacionar todas las ciencias sociales, sus
conceptos y métodos de investigación, más entre sí y con la
realidad nacional. La historia ha demostrado la dinámica de las
ideas y de los hechos consecuentes para cambiar las sociedades,
y las ideas, como los hechos, deben ser la materia prima y el
motor de la dialéctica internas de esta gran Facultad. Si esto
fuere así, ella habrá de convertirse en el promotor del cambio
de la Universidad, llevándola hacia metas académicas,
científicas y de servicio social cada vez más ambiciosas" (ADSUN,
Discursos).
Otro, más tortuoso, sería sin embargo el curso de la sociología.
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ADSUN, Fals – Rockefeller: Diciembre 10 de 1960).
Notas
[i]
Como se ha indicado, este ensayo estaba escrito casi tal
como aparece aquí entre 1980 y 1981, pues se había
concebido como una secuencia con el ensayo anterior. No
obstante, su publicación se difirió hasta 1988 por razón
de la necesidad de precisar algunos pequeños pasajes de
la evaluación del papel de Orlando Fals Borda en los
primeros años del Departamento o Facultad de Sociología.
Que esto parezca como un asunto de excesivo celo, puede
explicarse por el siguiente capítulo, pero, también, por
el problema ya mencionado del tema de la justicia en el
tratamiento de la deuda intelectual.
[ii] Acuerdo
4 de 1959 del Consejo Académico de la Universidad
Nacional (feb.16)
[iii]
El marco teórico general de esta política puede verse en
Talcott Parsons, 1949 y 1960.
[iv]
Hacia finales de 1958, Orlando Fals Borda realizaba una
investigación sobre los cambios ocurridos en la
comunidad rural de Saucío, a poco menos de cumplirse
diez años de su trabajo Campesinos de los Andes.
En enero de 1959 debió interrumpir su investigación por
motivos prácticos: fue nombrado director del Ministerio
de Agricultura, y a partir de marzo dirigiría el nuevo
Departamento de Sociología de la Universidad Nacional.
Este tipo de tránsito entre la Universidad y el Estado
no era extraño entonces. Por la misma época, un decano
de la Facultad de Filosofía tomó licencia para ocupar el
puesto de Ministro de Justicia, volvió a su cargo como
decano, para ser nombrado luego Procurador General de la
Nación. Ver: Studium (Bogotá) 2 (4/5); 125
(Ene-Sep. de 1958).
[v]
ADSUN. “Informe sobre la Sección de Investigaciones
Sociales del Departamento de Sociología de la Facultad
de Ciencias Humana”. Bogotá, Nov. 1966, 7 p,
mecanografiado.
[vii]Esta
perspectiva es el estudio de la Universidad como
organización y como base institucional para el
desarrollo de la ciencia. En este contexto son
pertinentes los siguientes trabajos: Magnusson, William
Lee. 1970. Jaramillo Uribe, Jaime. 1977. p.237-270.
Restrepo, Gabriel, 1983, 9; 1991, 1.
[viii]
Sobre el proyecto Camelot hay una bibliografía extensa.
Para ello, remitimos a Galtung, Johan. 1968.
[ix]
Zabala, Jaime et. al. Manifiesto a la opinión pública.
Bogotá, mimeo, dic. de 1965. 8p. También: ADSUN.
[x]
Fals Borda, Orlando. “El problema de la autonomía
científica y cultural en Colombia”. En: Eco
(Bogotá) 21 (6): 600-627. "Pero en vez de malgastar
tiempo y energías documentando esta grave tendencia
colonialista intelectual que es tan bien conocida,
conviene ir más allá para examinar algunos elementos
sociológicos e históricos que inciden en el problema que
nos ocupa. Además, es procedente hacer la crítica franca
y la autocrítica que deben distinguir a todo intelectual
contemporáneo en Colombia".602-3; "La iniciación del
Departamento de Sociología de la Universidad Nacional,
como la de otras escuelas de la misma, se vio también
inevitablemente afectada por tendencias
extranjerizantes, como lo señalan varios estudios
auto-críticos recientes. Tomaría mucho tiempo discutir
aquí los diversos aspectos que entraron en este caso, en
las varias etapas que se fueron superando. Otro
autocrítica, junto a una amplia descripción del proceso
dentro del contexto latinoamericano, se encuentra en mi
libro Ciencia propia y colonialismo intelectual
que ya circula en Bogotá (Editorial Oveja Negra)…",
p.603. "Muchas veces se usan tales oportunidades en
instituciones nacionales para poner a prueba empírica
hipótesis o temas originados en los Estados Unidos
relacionados con problemas de muy baja prioridad para
Colombia, o con necesidades de contrainsurgencia y lucha
antisubversiva que lesionan la soberanía nacional. A
estas tareas desenfocadas se dedican centenares de
colombianos en "adiestramiento". Que yo sepa, son
contados aquellos compatriotas que a través del trabajo
de tales misiones o centros hayan hecho contribuciones
importantes u originales en su campo, habiéndose
limitado más bien a hacer réplicas de sus profesores
norteamericanos y, en el fondo, peones intelectuales de
éstos" p.607.
[xi]Umaña
Luna, Eduardo y Neissa Rosas, Carlos. Recopilación de
documentos sobre la actual crisis de la Universidad
Nacional (mimeo), ago.1962. 34 p.
Gabriel Restrepo Forero
Profesor Especial de la Facultad de Sociología
Universidad Nacional (Bogotá, Colombia)
Actualizado Junio de 2010
[Fuente: Capítulo III del libro de
Gabriel Restrepo Forero.
Peregrinación en Pos de Omega. Sociología y Sociedad en Colombia.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002, 296 p.]
© José Luis Gómez-Martínez
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