Leopoldo Zea

El Nuevo Mundo
en los retos del nuevo milenio

"Hugo Chávez"

En l982 los golpistas argentinos tienen fuertes enfrentamientos con el pueblo que reclama el fin de la represión a que viene siendo sometido. Tratando de poner término a estos reclamos hacen un gesto patriótico, invaden las Islas Malvinas, tomadas por los británicos un siglo y medio antes. Están seguros de que contarán con los Estados Unidos por el hecho de haberles brindado en Centroamérica lo que consideran buenos servicios al colaborar en la represión de las rebeldías de estos pueblos. Estados Unidos, bajo el gobierno de Ronald Reagan, decide lo contrario. Para el orden bajo su control es más útil la Gran Bretaña. En Buenos Aires las Madres de la Plaza de Mayo gritan: “Las Malvinas son argentinas, pero también lo son los desaparecidos”. Los golpistas militares argentinos son sólo serviles cipayos al servicio del Imperio.

Ese mismo año de 1982, Venezuela, que ha vencido a otros golpistas, se prepara a conmemorar el bicentenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar (l783-1830). El presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, en su primer gobierno programó los festejos y los puso en marcha. Su sucesor, Luis Herrera Campins, los continúa. Las Fuerzas Armadas venezolanas, como parte de los homenajes al Libertador, publican la nueva edición de las Memorias del general Florencio O´Leary, edecán de Bolívar.

Junto con otras personas fui invitado a esta presentación. En el banquete que ofrecieron las Fuerzas Armadas se me pidió que dijera algunas palabras: “Voy a pensar en voz alta”, dije y empecé preguntando: “¿Qué sentido tienen estos homenajes? ¿Guardar no sólo la memoria del Libertador, sino hacer de ella herencia para normar la conducta de los ejércitos de esta nuestra América?”. Recordé el enojo de Simón Bolívar cuando se le propuso que se declarase emperador por las victorias alcanzadas. “No quiero ser Alejandro, ni César, ni Napoleón —declaró. Yo no quiero ser conquistador, ni represor, sólo aspiro a ser llamado Libertador, si mis hazañas lo ameritan”. “Una herencia —agregué— que contradicen los ejércitos que reprimen a sus pueblos como cipayos, sirviendo a intereses ajenos”.

Al otro día fui invitado a una cena en la que no participaban los altos mandos, sino militares jóvenes, de menor graduación. “Maestro —me dijeron— vamos a dar respuesta a su interrogante. Aquí tiene ante usted a un grupo de militares bolivarianos que estudiamos la acción y obra escrita del Libertador como un legado a cumplir por los ejércitos de esta nuestra América al servicio de sus pueblos. No estamos solos como Bolívar, estamos formando una gran logia que aspiramos abarque toda esta región, no sólo la zona liberada por Bolívar, sino también la que liberó el general argentino José de San Martín. Juntos formaremos ejércitos para servir a nuestros pueblos y no para reprimirlos en beneficio propio o de intereses ajenos. Estudiamos el pensamiento y acción de nuestros héroes para hacer de los mismos pauta de nuestras acciones al servicio de nuestros pueblos y no como simples recuerdos”.

Uno de los jóvenes militares que hablaron con tanta seguridad y con el que conversé seguramente fue Hugo Chávez. No recuerdo sus nombres ni su físico. La frustrada toma de Las Malvinas fue el principio del fin de los golpistas. Sin embargo, en la Argentina se frenó la justicia esperada por el pueblo con atenuantes como el de “obediencia debida”. En Chile fue la transición (la misma de la que hacen gala los españoles en relación con el paso de la dictadura de Franco a la actual democracia) la que mantuvo a Pinochet como aval de la misma.

En diciembre de 1988 vuelve a la presidencia de Venezuela Carlos Andrés Pérez. Su brillante pasado le da un nuevo triunfo. En su primera presidencia nacionalizó la industria siderúrgica; el petróleo le ofreció recursos que invirtió en la industria y la agricultura. El gran aumento en el gasto público lo financia con empréstitos externos. Restablece las relaciones con Cuba. En l989 la situación cambia, se anuncia la globalización con sus insospechados efectos.

Carlos Andrés Pérez toma posesión de su cargo en febrero de l989. Fui invitado a la ceremonia como también lo había sido en su primer gobierno. Al siguiente día, temprano, cuando me preparaba para regresar a México me enteré por la prensa de las medidas financieras tomadas por su gobierno para enfrentar la crisis económica con la que se encuentra. Iba conmigo en el avión la viuda de Salvador Allende: “¡Carlos Andrés ha enloquecido! ¿Qué va a pasar?” —comentó. Carlos Andrés Pérez anuncia un gran paquete de recuperación económica basado en el alza de servicios públicos y combustibles, vitales para la población. Empiezan las protestas “que son reprimidas con violencia en Caracas y ocasionan cerca de 300 muertos”, dicen las crónicas de esos días. En febrero de 1992 es sofocada una tentativa de golpe de Estado que realiza un grupo de militares nacionalistas que se denomina Movimiento Revolucionario Bolivariano, encabezado por Hugo Chávez.

El presidente venezolano se ve obligado a suspender el pago de la deuda que tiene el país con organismos internacionales. Los efectos de la crisis golpea los bolsillos de los grupos que no son ya los populares. En mayo de l993 el presidente Carlos Andrés Pérez es acusado de corrupción. Se retira de su cargo y se le somete a prisión domiciliaria. Los grandes intereses económicos de Venezuela logran lo que no lograron las armas de los militares que se designaban bolivarianos.

El pueblo venezolano no los ha olvidado y ahora ha hecho patente su voluntad al apoyar con su voto al ex golpista, como se insiste en llamar a Hugo Chávez. Un golpista en las antípodas de los Videla y los Pinochet. A pesar de que se hizo lo imposible por impedirlo, Chávez consigue el triunfo. ¿Aceptará Chávez la globalización económica como insisten en entenderla los viejos centros de poder internacional, es decir, en su exclusivo beneficio? ¿O se impondrá la que exigen los pueblos que sufren la expoliación de esos ya anacrónicos centros de poder? Es decir, la globalización económica en la que se haga patente la concertada voluntad de todos los pueblos y gente del mundo, la que persigue metas comunes al servicio de un mundo multirracial y multicultural sin menoscabo de su ineludible diversidad.

Hugo Chávez ha hecho un compromiso con la gente que le dio el triunfo: convocar una Asamblea Constituyente que permita al pueblo establecer un sistema de gobierno que sirva a sus intereses y permita cambiar los poderes establecidos. En la Europa occidental esto es posible cuando no coincide la voluntad del pueblo con los poderes que el mismo ha establecido democráticamente. Este compromiso ha sido presentado como golpismo, para quedarse como poder dictatorial. No es así, los golpistas simplemente toman el poder por la violencia y legislan arbitrariamente para justificar su dictadura.

En la América Latina existe un precedente de esto último, el del presidente Alberto Fujimori quien se vio obligado a hacerlo para gobernar y cumplir con las promesas hechas a sus electores. Recién electo Fujimori, me encontré en Lima con el ex presidente aprista Alan García. Me habló del triunfo de Fujimori: “No tiene partido —me comentó—, no podrá gobernar con los espontáneos que le dieron el triunfo. Será el apra el que le ayude, encargándose de la política”. Mas tardó en decirlo que Fujimori en actuar disolviendo los poderes establecidos y convocando a una Asamblea Constituyente que cambiaría las reglas para el gobierno de la nación. “Si Chávez hace esto —dicen sus opositores—, será desconocido por Estados Unidos”. La Casa Blanca ha declarado que reconocerá a Chávez si las elecciones son limpias. Me pregunto: ¿Qué pensará el presidente de los Estados Unidos, William Clinton, cuando en esa nación que hace gala de su democracia, la voluntad del pueblo va por un lado y la Cámara que lo representa por otro?

 

© Leopoldo Zea. El Nuevo Mundo en los retos del nuevo milenio.  Edición a cargo de Liliana Jiménez Ramírez, Septiembre 2003. La edición digital fue autorizada por el autor para el Proyecto Ensayo Hispánico y fue preparada por José Luis Gómez-Martínez. Se publica únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines deberá obtener los permisos correspondientes.

 

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