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Leopoldo Zea |
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El Nuevo Mundo
en los retos del nuevo milenio
"Charles Minguet" En 1973 conocí a Charles Minguet en Dakar, Senegal, en una reunión que patrocinaba el presidente de ese país, Léopold Sédar Senghor, sobre el tema “Negritud e indigenismo”. Me encontré allí con un amigo, Amos Segala, a quien conocí en Santa Margherita Ligure, en Italia, en una reunión del Columbianum, del que fue secretario. Esa institución fue creada por un extraordinario sacerdote jesuita que acabó saliendo de la Orden y pasando al clero secular, el padre Angelo Arpa, al que por sus ideas y actividad llamaban “Il Prete Rosso”, el Cura Rojo. El Columbianum estaba empeñado en redescubrir a América Latina, pero también en descubrir África y los pueblos que habían recibido el impacto colonizador del mundo occidental con todas las consecuencias de tal empeño. En Dakar me encontré también con un amigo español, Francisco Morales Padrón, catedrático de Sevilla, y conocí a Giuseppe Bellini, destacado profesor italiano de la cultura latinoamericana. Charles Minguet era un hombre de gran humor que irradiaba inmediata simpatía. Allí se iniciaría una amistad que perduraría hasta la reciente y dolorosa noticia de su muerte. En Dakar sucedió algo divertido. Un grupo de jóvenes estudiantes nos invitó a comer en la casa de uno de ellos, que estaba en el mercado. Aceptamos la invitación; el que se mostraba medroso era Morales Padrón, que estaba aterrado con la posibilidad de contraer el cólera, pese a estar vacunado. El joven que nos invitó nos llevó al mercado en donde los senegaleses comían al aire libre. El terror creció en nuestro amigo español. Fuimos conducidos al interior de la casa de los padres del joven, los cuales nos recibieron calurosamente y nos empezaron a servir sabrosos platillos que Minguet golosamente devoraba. Nuestro amigo español no sabía qué hacer. “Coma —le decía Minguet— está delicioso; vale la pena arrostrar las consecuencias”. “No tema, que el mal tarda días en aparecer”. No pasó nada, Morales Padrón aún recuerda con vergüenza esta situación. Volví a ver a Minguet en París y lo seguimos viendo, mi esposa y yo, tantas veces como pasábamos por esa hermosa ciudad. Minguet fue invitado en diversas ocasiones a participar en México en reuniones de su especialidad, que él mismo motivaba y estimulaba. Colaboró con gran entusiasmo en varias de las Asambleas de la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe, realizadas en diversos lugares, como la que se organizó en París en 1989 con su iniciativa y apoyo. La Federación tiene la sede de su coordinación en la Universidad Nacional Autónoma de México y la asamblea dejó la coordinación a mi cargo. La unam tradujo y publicó en 1985 la obra más importante de Charles Minguet Alejandro de Humboldt. Historiador y geógrafo de la América Española. Minguet fue presidente de la Colección Archivos, que dirige Amos Segala, en la que han colaborado instituciones mexicanas como la unam, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Fondo de Cultura Económica. Minguet estaba casado con una prestigiosa médica, Rose, que lleva con orgullo el nombre de Minguet. Siempre fuimos atendidos por ellos en nuestro paso por París. Nos recibían en su casa o nos invitaban a selectos restaurantes que Minguet nos descubría. Nos llevaba en excursiones por las cercanías de París, siempre encantados con sus charlas sobre los lugares visitados. Rose nos decía con gracia: “A Charles lo conozco casi desde que éramos niños. Siempre nos hemos entendido muy bien. Tenemos dos hijos. Todo estaba bien hasta que se interpuso un hombre: Alejandro de Humboldt. Charles siempre encuentra algo nuevo sobre este personaje de la historia”. Ha traducido, hecho traducir y comentar la obra del sabio alemán, en especial su visión sobre las regiones de la América bajo coloniaje español, cuya visita inició hace dos siglos, en 1789. La última vez que vi a Charles Minguet fue al pasar por París, de regreso de la Asamblea que realizó la Sociedad Europea de Cultura en Turín. Lo encontré muy desmejorado, extremadamente delgado. Se le estaba preparando, con una rigurosa dieta, para una delicada operación de un mal que podía afectarle mortalmente. Rose cuidaba con gran atención, temor y ternura del éxito de la operación. Hablamos, no imaginé que fuera la última vez. Él se mostraba optimista, seguro del éxito de la operación. Me habló de varias cosas, entre ellas del libro que acababa de aparecer en francés sobre Chiapas, el de Bertrand de la Grange y Maite Rico: “Búsquelo maestro, es muy importante para una buena visión de México”. Habló de su operación y nos dijo que nos esperaba pronto, que nos prepararía un nuevo paseo. Sin embargo, como una premonición, nos dijo bromeando: “Me encontrarán aquí o en la urna”. Poco después nos enteramos de que había sido operado, preguntamos de inmediato: “La operación ha salido bien y Charles se está recuperando”, dijeron. Días más tarde, desde Madrid, volvimos a preguntar por su salud. Nos contestó lacónicamente Rose: “Charles ha muerto”. Sentí un fuerte golpe. Un virus de hospital lo había hecho. Volvimos a Europa y visitamos a Rose, que nos atendió con el afecto de siempre. Tenía miedo de esta visita y de no ver a mi amigo Charles. Encontré a Rose serena. Charles no había muerto, su obra estaba siendo ampliamente utilizada, al recordar internacionalmente a ese intruso en la vida de los Minguet, el barón Alejandro de Humboldt. La edición de la obra de Minguet sobre Alejandro de Humboldt, traducida al español por la unam, se agotó hace tiempo. El bicentenario de la visita del sabio alemán a la América española hace necesaria una reedición de la misma. Minguet agregó unos capítulos relacionados con su visita a México. Me pidió que le cambiase el título que tenía por el de Humboldt, el otro Descubrimiento. Esto es lo que significó para los americanos que bajo el coloniaje español lo recibieron y al hablar con él se sintieron enaltecidos y decidieron trocar sus instrumentos científicos por armas para liberar sus tierras y a sus gentes del largo coloniaje sufrido. (Cuadernos Americanos núm. 73, 1999) |
© Leopoldo Zea. El Nuevo Mundo en los retos del nuevo milenio. Edición a cargo de Liliana Jiménez Ramírez, Septiembre 2003. La edición digital fue autorizada por el autor para el Proyecto Ensayo Hispánico y fue preparada por José Luis Gómez-Martínez. Se publica únicamente con fines educativos. Cualquier reproducción destinada a otros fines deberá obtener los permisos correspondientes. |